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Jaime III de Mallorca
(1324-1349)


por Pau Cateura Bennàsser
Catedrático de Historia Medieval de la UIB

     Por el albur de los acontecimientos, Jaime III (1315-1349), destinado por Sancho a dar continuidad a la dinastía, será el último rey de Mallorca.

     Los inicios de su reinado, en minoría de edad, presagian más bien el final de la dinastía. El contexto no podía ser más desfavorable: la constitución de un consejo de regencia y el nombramiento de un tutor. Jaime II de Aragón, por su parte, alimentó el ambiente incierto de la sucesión, al mantener viva su reclamación de la herencia de la Corona de Mallorca.

     El rey de Aragón, en contestación a la carta en que Jaime III le comunicaba el fallecimiento del rey Sancho, le transmitía su pésame. Pero la carta no iba dirigida a Jaime III como rey de Mallorca. El rey de Aragón soslayaba oblicuamente el título del de Mallorca, refiriéndose a él como sobrino y como hijo del Infante Fernando. Era toda una declaración de intenciones.

     Jaime II aumentó la presión al convocar una asamblea en Lleida, enviar emisarios a Perpiñán y a Mallorca para reivindicar la sucesión e incluso dispuso la invasión del Rosellón. Solo diez meses después del fallecimiento de Sancho y debido a la mediación papal, el rey de Aragón renunció a la campaña militar, aunque las tropas enviadas permanecieron en el Rosellón. El procedimiento utilizado por Jaime II estaba lejos de la actuación de su predecesor Pedro el Grande cuando, en 1285, se presentó súbitamente ante las puertas del palacio de Jaime II de Mallorca en Perpiñán, o cuando dispuso la ocupación del archipiélago balear a fines del mismo año. En cualquier caso, la estrategia real coincidía con una parálisis del procedimiento sucesorio establecido por Sancho. En un ambiente de indecisión y de turbulencias - aparece más de un candidato a tutor- solamente en 1325 fue designado el Infante Felipe, hermano del rey Sancho, como tutor de Jaime III. El Infante, remiso en un principio a aceptar la carga de la tutoría, era un hombre de tendencias ascéticas, terciario franciscano y tesorero de la abadía de San Martín de Tours; no tenía experiencia de gobierno, aunque sí buenas relaciones con las cortes de Francia y de Barcelona.

     El Infante y su consejo establecieron una prioridad política: liquidar el tema de la sucesión reclamada por Jaime II de Aragón. Era evidente que éste no había conseguido una adhesión a su candidatura ni en los círculos del Rosellón ni en el archipiélago. Pero la viabilidad futura de la Corona de Mallorca pasaba por una relación estrecha y estable con la Corona de Aragón. Consciente de este hecho, el tutor estuvo dispuesto a pagar cualquier precio para conseguir el objetivo mencionado. El precio fue la condonación del préstamo otorgado por Sancho de Mallorca, en 1321, para la empresa de Cerdeña. En septiembre de 1325, en una reunión conjunta de ambas delegaciones, tras asegurarse la condonación mencionada, Jaime II de Aragón presentó su renuncia solemne a reclamar los derechos de sucesión a la Corona de Mallorca.

     Si el flanco exterior había sido resuelto, otra cuestión era el tema de la deuda. El grueso de la aportación financiera para la conquista de Cerdeña había sido aportado por el reino de Mallorca. Los rumores sobre la condonación de la deuda convertían a la Universidad de Mallorca de acreedora en deudora. En este contexto, donde se imbrican un problema financiero y viejas aspiraciones sobre la igualdad de los territorios insulares y continentales de la Corona, la Universidad de Mallorca acabará aceptando la deuda de Cerdeña como propia, pero a cambio exigirá las manos libres para resolver el ingente problema económico. Esto pasaba por la soberanía fiscal, los Jurados y Consell General decidirían la política fiscal más adecuada sin cortapisas, y por convertir a todos los agentes reales, empezando por los lugartenientes, en subordinados de los magistrados municipales.

     Los problemas no terminaron aquí, ya que parte de los ingresos obtenidos por la Universidad de Mallorca para la empresa de Cerdeña procedían de préstamos negociados por los Jurados a través de las "taules de canvi" o bancas, empezando por la banca asegurada del municipio, que operaban en la capital de Mallorca. Cuando se extendió el rumor de la condonación de la deuda, muchos particulares se apresuraron a retirar sus fondos de las entidades bancarias. Pese a la tara del 20 % establecida por los Jurados a todo reintegro de dinero, los particulares acabaron retirando todos sus depósitos. La banca municipal y otras asociadas suspendieron pagos y el responsable de la primera fue encarcelado. La salida de la crisis pasaba por recuperar la confianza tanto de acreedores como de posibles inversores. En 1327, el Infante Felipe remitió a Mallorca a dos reformadores. Al año siguiente se puso en marcha un riguroso plan financiero, con un perfil de 4 años, y que se proponía recaudar 1.000.000 de sueldos.

     Cuando estaba en aplicación el plan de estabilización mencionado, se produce un hecho, no por previsible, menos inoportuno: la guerra con Génova. En 1329, el rey de Aragón, Alfonso el Benigno, pulsó la opinión de Jaime III sobre la colaboración de Mallorca en caso de estallar la guerra. En los círculos barceloneses se exigía ya la ruptura de negociaciones, pero Alfonso decidió esperar acontecimientos. Solamente, al año siguiente se pusieron en marcha los preparativos, tras un acuerdo firmado en Perpiñán sobre la aportación respectiva de la Corona de Aragón y la de Mallorca. La escuadra fue establecida en 20 galeras y 6 naves auxiliares. La Corona de Mallorca aportaría la mitad de los efectivos. A partir de ahí empezó una segunda ronda de negociaciones, sobre la aportación respectiva del archipiélago y de los condados continentales. Las autoridades insulares no estaban dispuestas a correr con la mayor parte de los gastos, como había ocurrido en 1321. Finalmente se acordó que el reino de Mallorca aportaría 6 galeras, 2 naves y una barca, y los condados continentales 4 galeras y 2 barcas. Se estableció también una simetría en los impuestos y tarifas destinados a financiar tal flota. Era la primera vez que se alcanzaba un acuerdo bilateral del tipo indicado en unos territorios faltos de instituciones comunes como las Cortes.

     La guerra no era popular en Mallorca. Desde hacía un centenar de años, las Baleares constituían la base comercial genovesa por antonomasia en el Mediterráneo Occidental. En Mallorca habían establecido redes de intereses con los agentes locales, redes que se proyectaban más allá del Estrecho de Gibraltar, conectándose con los Países Bajos e Inglaterra. La guerra provocaría la destrucción de una estructura de relaciones, de mercados pacientemente trabajados. De ahí que bien pronto, en 1331, las autoridades municipales de Mallorca presionaran a Jaime III para que, en el marco de las Cortes catalanas a las que había sido convocado, promoviera la firma de la paz con Génova. Evocaban ya las pérdidas experimentadas por la captura de naves insulares tanto en el Mediterráneo como en el Atlántico.

     La guerra, sin embargo, prosiguió hasta 1336. Sus secuelas entonces resultaron evidentes: retirada de los mercados atlánticos. Siguiendo la línea marcada por el rey Sancho en 1315, cuando confiscó los bienes de la comunidad judía, proseguida por el Infante Felipe en 1327, cuando pidió un préstamo a dicha comunidad, ahora, en el marco de la guerra, Jaime III tomó una medida similar para conseguir recursos. En 1333 condenó a la aljama en base a su negativa a abonar un impuesto de capitación. A juicio del rey desde hacía casi cinco años no había pagado cantidad alguna. La decisión real, dictada por las necesidades económicas derivadas de la guerra, tenía también el objetivo de sustraer a los judíos de la contribución municipal.

     Casi sin solución de continuidad, tras la guerra con Génova, se inicia un nuevo conflicto con Marruecos. Los intereses comerciales mallorquines en el reino de Granada y en el de Marruecos aconsejaban la neutralidad. Los intereses políticos aconsejaban participar en la coalición promovida por Alfonso XI de Castilla y por Pedro el Ceremonioso de Aragón. En 1337, este último pidió la colaboración de la Corona de Mallorca en el armamento de naves. Paralelamente, el rey de Marruecos trató de disuadir la participación armada de Mallorca, enviando naves de reconocimiento al archipiélago balear y haciendo circular el rumor de una próxima invasión del mismo. La presión obtuvo su efecto, ya que en 1339 Jaime III firmó la paz con Marruecos de forma unilateral.

     Pero las contradicciones no habían hecho más que empezar. Desde 1337 existía una situación de guerra entre Francia e Inglaterra. La neutralidad frente a Marruecos satisfacía los intereses mercantiles insulares, pero no obtuvo rentabilidades plausibles. Naves mallorquinas, sospechosas de connivencia con Marruecos, eran capturadas una y otra vez por la flota cristiana destacada en el entorno del Estrecho de Gibraltar. Cuando Jaime III intentó favorecer la reimplantación de las posiciones de los agentes insulares en el comercio con Inglaterra, negociando el matrimonio de su heredero Jaime con una princesa inglesa, se encontró frente a la Corte Francesa. A raíz de estos sucesos, la Corona de Mallorca quedó aislada frente a la Corona de Aragón y enfrentada a Francia.

     Si en la política exterior, la Corona de Mallorca se encuentra atrapada en los conflictos mencionados, en el gobierno de los territorios no fueron menores los problemas. Diferentes actuaciones reales provocaron el conflicto tanto en el reino de Mallorca como en los condados continentales: la convocatoria a Perpiñán de dos expertos en fabricación de moneda, bajo multa de 2.000.000 de sueldos, el establecimiento de impuestos extraordinarios en los condados continentales y en Montpeller, el nombramiento, sin intervención del municipio, de dos agentes encargados de recaudar un impuesto en Mallorca y liquidarlo al patrimonio real, la cesión de la multa impuesta, en 1333, a los judíos a un acreedor de la Corona. Ante las reacciones producidas, Jaime III inició el repliegue: vuelta a la alianza francesa, colaboración con Castilla y Aragón enviando finalmente una flotilla al Estrecho de Gibraltar, abolición de la mencionada multa de 2.000.000 de sueldos, retirada de los impuestos extraordinarios establecidos por el rey en los condados orientales.

     Pero ya era tarde para rectificar. Pedro el Ceremonioso había decidido ya la incorporación de la Corona de Mallorca. Con la finalidad de revestir su actuación de legalidad abrió un proceso contra Jaime III. Como el rey de Aragón era juez y parte en la cuestión, las conclusiones del proceso estaban claramente predeterminadas. El proceso fue iniciado a finales del año 1341 y concluyó en febrero de 1343 con una sentencia que condenaba a Jaime III de Mallorca a la confiscación de sus bienes.

     Pocos meses después, en mayo de 1343, una considerable flota conseguía en pocos días la capitulación de Mallorca y del resto del archipiélago. Apenas hubo resistencia. A su regreso a Barcelona, el rey de Aragón inició la ocupación de los condados continentales de la Corona de Mallorca y después de una tregua concluyó las operaciones con la toma de Perpiñán, en julio de 1344.

     Las operaciones no fueron más allá. Algunas piezas sueltas, situadas en territorio de Francia, como Montpeller y las baronías de Omelades y Carlades todavía quedaban en manos del rey destronado. Desde estas bases intentó recuperar, sin éxito, los condados orientales y después programó la reocupación del reino de Mallorca. Consiguió liquidez al vender la mayor parte de sus derechos sobre Montpeller, en 1349, al rey de Francia. Pero la expedición resultó un fracaso. El mismo rey fue vencido y muerto en la batalla de Llucmajor, en octubre de 1349.

     Jaime III, a nivel personal, pasó por las circunstancias más amargas: perder su reino. Fue derrotado dos veces, la primera en 1343 cuando no pudo defender la isla de Mallorca frente a las tropas de su cuñado Pedro el Ceremonioso, la segunda cuando fue vencido y muerto en Llucmajor, en 1349. Mientras tanto, había intentado suicidarse, al no poder asumir su condición de rey destronado.

     Existen personajes vencidos, convertidos en héroes, otros en malditos y otros olvidados. Jaime III no ha tenido la fortuna de formar parte del primer grupo. Durante cierto tiempo los historiadores románticos exaltaron su papel de víctima de la opresión y de la fuerza. Después algunos historiadores destacaron su orgullo, intransigencia y temeridad. Según esto, la víctima no era inocente sino que estaba cargada de defectos.

     En realidad, quien derrotó al rey de Mallorca fue el nuevo contexto internacional, caracterizado por diferentes niveles de conflicto: guerra de los Cien Años, que involucra a Francia e Inglaterra, la guerra de los benimerines, que involucra a Castilla y la Corona de Aragón, y los mismos intentos de satelización de las Baleares por los genoveses. Frente a estos hechos no cabían neutralidades o equidistancias. Para ser neutral se debe ser en primer lugar fuerte. Y éste no era el caso de la Corona de Mallorca, dependiente además por vínculos vasalláticos de las coronas de Francia y de Aragón. Por otra parte, la necesidad de Jaime III de trasladar, a través de la fiscalidad, el coste de la nueva situación de conflicto a los territorios e incluso su intento de imponer y recaudar por propia autoridad tributos determinó reacciones adversas; la principal de ellas, quizá, la utilidad de una monarquía interpuesta.

     La desaparición de la Corona de Mallorca no es un tema local sin trascendencia. Afecta a la reordenación del Languedoc, al incorporarse Montpeller a Francia; por otra parte, la monarquía francesa toma buena nota de la diferente reacción de los territorios de la Corona de Mallorca ante la invasión del rey de Aragón: resistencia, en los condados continentales, y fácil acceso en el caso de las Baleares. También Génova comprendió rápidamente la nueva relación de fuerzas en el Mediterráneo Occidental, al ser incorporado el reino de Mallorca a la Corona de Aragón.

     El reinado de Jaime III no es solo una época de conflictos. En su haber consta la creación del Consulado de Mar de Mallorca, en 1326, y la organización de los servicios de la Corte. En efecto, en 1337, publicó las "Leges Palatine" con una meticulosa organización de los servicios de la Corte y de los organismos políticos y financieros, como el Consejo Real, el Racional y la Cancillería.

     Jaime III se había casado con Constanza de Aragón, hermana de Pedro el Ceremonioso, en 1336. Del matrimonio habían nacido dos hijos, Jaime (1338) e Isabel. Tras el fallecimiento de Constanza, en 1345, Jaime III contrajo nuevas nupcias con Violante de Vilaragut, de la que tuvo a una hija, llamada Esclaramunda. Tanto Jaime, fallecido en Soria en 1375, como Isabel reivindicaron los derechos históricos de su dinastía.


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Otras obras de interés
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  • Calmette, J. Vidal, P. Histoire du Roussillon. París, 1923.
  • Gazanyola, J. Histoire du Roussillon. Perpignan, 1857.
  • Germain, J. Histoire de la commune de Montpellier, dépuis ses origines jusqu'a son incorporation définitive a la monarchie française. 3 vols. Montpellier, 1867.
  • Henry, J. Histoire du Roussillon comprenant l' histoire du royaume de Majorque. 2 vols. París, 1835.
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  • Quadrado, J. Mª. Recuerdos del real Palacio de Mallorca. Palma de Mallorca, 1860.
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