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Abajo

Poesías sueltas


Miguel de Cervantes Saavedra








ArribaAbajoSoneto de Mig[uel] de Cervantes a la reina Doña Isabel 2ª


Abajo    Serenísima reina, en quien se halla
lo que Dios pudo dar a un ser humano;
amparo universal del ser cristiano,
de quien la santa fama nunca calla;
    arma feliz, de cuya fina malla  5
se viste el gran Felipe soberano,
ínclito rey del ancho suelo hispano
a quien Fortuna y Mundo se avasalla:
    ¿cuál ingenio podría aventurarse
a pregonar el bien que estás mostrando,  10
si ya en divino viese convertirse?
    Que, en ser mortal, habrá de acobardarse,
y así, le va mejor sentir callando
aquello que es difícil de decirse.






ArribaAbajoEpitafio


ArribaAbajo    Aquí el valor de la española tierra,
aquí la flor de la francesa gente,
aquí quien concordó lo diferente,
de oliva coronando aquella guerra;
    aquí en pequeño espacio veis se encierra  5
nuestro claro lucero de occidente;
aquí yace enterrada la excelente
causa que nuestro bien todo destierra.
    Mirad quién es el mundo y su pujanza,
y cómo, de la más alegre vida,  10
la muerte lleva siempre la victoria;
    también mirad la bienaventuranza
que goza nuestra reina esclarescida
en el eterno reino de la gloria.






ArribaAbajoRedondilla castellana


ArribaAbajo    Cuando dejaba la guerra
libre nuestro hispano suelo,
con un repentino vuelo
la mejor flor de la tierra
fue trasplantada en el cielo;  5
    y, al cortarla de su rama,
el mortífero accidente
fue tan oculto a la gente
como el que no ve la llama
hasta que quemar se siente.  10






ArribaAbajoCuatro redondillas castellanas a la muerte de Su Majestad


ArribaAbajo    Cuando un estado dichoso
esperaba nuestra suerte,
bien como ladrón famoso
vino la invencible muerte
a robar nuestro reposo;  5
    y metió tanto la mano
aqueste fiero tirano,
por orden del alto cielo,
que nos llevó deste suelo
el valor del ser humano.  10

    ¡Cuán amarga es tu memoria,
oh dura y terrible faz!
Pero en aquesta victoria,
si llevaste nuestra paz,
fue para dalle más gloria;  15
    y, aunqu'el dolor nos desvela,
una cosa nos consuela:
ver que al reino soberano
ha dado un vuelo temprano
nuestra muy cara Isabela.  20

    Una alma tan limpia y bella,
tan enemiga de engaños,
¿qué pudo merecer ella,
para que en tan tiernos años
dejase el mundo de vella?  25
    Dirás, Muerte, en quien se encierra
la causa de nuestra guerra,
para nuestro desconsuelo,
que cosas que son del cielo
no las merece la tierra.  30

    Tanto de punto subiste
en el amor que mostraste,
que, ya que al cielo te fuiste,
en la tierra nos dejaste
las prendas que más quesiste.  35
    ¡Oh Isabela Eugenia Clara,
Catalina, a todos cara,
claros luceros las dos,
no quiera y permita Dios
se os muestre Fortuna avara!  40






ArribaAbajoLa elegía que, en nombre de todo el estudio, el sobredicho [Cervantes] compuso, dirigida al Ilustrísimo y Reverendísimo Cardenal don Diego de Espinosa, etc., en la cual con bien elegante estilo se ponen cosas dignas de memoria


ArribaAbajo    ¿A quién irá mi doloroso canto,
o en cúya oreja sonará su acento,
que no deshaga el corazón en llanto?
    A ti, gran cardenal, yo le presento,
pues vemos te ha cabido tanta parte  5
del hado secutivo vïolento.
    Aquí verás qu'el bien no tiene parte:
todo es dolor, tristeza y desconsuelo
lo que en mi triste canto se reparte.
    ¿Quién dijera, señor, que un solo vuelo  10
de una ánima beata al alta cumbre
pusiera en confusión al bajo suelo?
    Mas, ¡ay!, que yace muerta nuestra lumbre:
el alma goza de perpetua gloria,
y el cuerpo de terrena pesadumbre.  15
    No se pase, señor, de tu memoria
cómo en un punto la invincible muerte
lleva de nuestras vidas la victoria.
    Al tiempo que esperaba nuestra suerte
poderse mejorar, la sancta mano  20
mostró por nuestro mal su furia fuerte.
    Entristeció a la tierra su verano,
secó su paraíso fresco y tierno,
el ornato añubló del ser cristiano.
    Volvió la primavera en frío invierno,  25
trocó en pesar su gusto y alegría,
tornó de arriba abajo su gobierno.
    Pasóse ya aquel ser que ser solía
a nuestra obscuridad claro lucero,
sosiego del antigua tiranía.  30
    A más andar el término postrero
llegó, que dividió con furia insana
del alma sancta el corazón sincero.
    Cuanto ya nos venía la temprana
dulce fruta del árbol deseado,  35
vino sobre él la frígida mañana.
    Quien detuvo el poder de Marte airado
que no pasase más el alto monte,
con prisiones de nieve aherrojado,
    no pisará ya más nuestro horizonte,  40
que a los campos Elíseos es llevada
sin ver la obscura barca de Caronte.
    A ti, fiel pastor de la manada
seguntina, es justo y te conviene
aligerarnos carga tan pesada.  45
    Mira el dolor que el gran Filipo tiene:
allí tu discreción muestre el alteza
que en tu divino ingenio se contiene.
    Bien sé que le dirás que a la bajeza
de nuestra humanidad es cosa cierta  50
no tener solo un punto de firmeza,
    y que, si yace su esperanza muerta
y el dolor vida y alma le lastima,
que a do la cierra, Dios abre otra puerta.
    Mas, ¿qué consuelo habrá, señor, que oprima  55
algún tanto sus lágrimas cansadas
si una prenda perdió de tanta estima?
    Y más si considera las amadas
prendas que le dejó en la dulce vida
y con su amarga muerte lastimadas.  60
    Alma bella, del cielo merescida,
mira cuál queda el miserable suelo
sin la luz de tu vista esclarescida:
    verás que en árbor verde no hace vuelo
el ave más alegre, antes ofresce  65
en su amoroso canto triste duelo.
    Contino en grave llanto se anochece
el triste día que te imaginamos
con aquella virtud que no perece;
    mas deste imaginar nos consolamos  70
en ver que merescieron tus deseos
que goces ya del bien que deseamos.
    Acá nos quedarán por tus trofeos
tu cristiandad, valor y gracia estraña,
de alma sancta sanctísimos arreos.  75
    De hoy más, la sola y afligida España,
cuando más sus clamores levantare
al summo Hacedor y alta compaña,
    cuando más por salud le importunare
al término postrero que perezca  80
y en el último trance se hallare,
    sólo podrá pedirle que le ofrezca
otra paz, otro amparo, otra ventura
qu'en obras y virtudes le parezca.
    El vano confiar y la hermosura,  85
¿de qué nos sirve si en pequeño instante
damos en manos de la sepultura?
    Aquel firme esperar sancto y constante,
que concede a la fe su cierto asiento
y a la querida hermana ir adelante,  90
    adonde mora Dios en su aposento
nos puede dar lugar dulce y sabroso,
libre de tempestad y humano viento.
    Aquí, señor, el último reposo
no puede perturbarse, ni la vida  95
temer más otro trance doloroso;
    aquí con nuevo ser es conducida
entre las almas del inmenso coro
nuestra Isabela, reina esclarescida;
    con tal sinceridad guardó el decoro,  100
do al precepto divino más se aspira,
que meresce gozar de tal tesoro.
    ¡Ay muerte!, ¿contra quién tu amarga ira
quesiste ejecutar para templarme
con profundo dolor mi triste lira?  105
    Si nos cansáis, señor, ya descucharme,
anudaré de nuevo el roto hilo,
que la ocasión es tal que ha d'esforzarme;
    lágrimas pediré al corriente Nilo,
un nuevo corazón al alto cielo,  110
y a las más tristes musas triste estilo.
    Diré que al duro mal, al grave duelo
que a España en brazos de la muerte tiene,
no quiso Dios dejarle sin consuelo:
    dejóle al gran Filipo, que sostiene,  115
cual firme basa al alto firmamento,
el bien o desventura que le viene.
    De aquesto, vos lleváis el vencimiento,
pues deja en vuestros hombros él la carga
del cielo y de la tierra, y pensamiento.  120
    La vida que en la vuestra ansí se encarga
muy bien puede vivir leda y segura,
pues de tanto cuidado se descarga;
    gozando, como goza, tal ventura
el gran señor del ancho suelo hispano,  125
su mal es menos y nuestra desventura.
    Si el ánimo real, si el soberano
tesoro le robó en un solo día
la muerte airada con esquiva mano,
    regalos son qu'el summo Dios envía  130
a aquél que ya le tiene aparejado
sublime asiento en l'alta jerarquía.
    Quien goza quïetud siempre en su estado,
y el efecto le acude a la esperanza
y a lo que quiere nada le es trocado,  135
    argúyese que poca confianza
se puede tener d'él que goce y vea
con claros ojos bienaventuranza.
    Cuando más favorable el mundo sea,
cuando nos ría el bien todo delante  140
y venga al corazón lo que desea,
    tiénese de esperar que en un instante
dará con ello la Fortuna en tierra,
que no fue ni será jamás constante.
    Y aquel que no ha gustado de la guerra,  145
a do se aflige el cuerpo y la memoria,
paresce Dios del cielo le destierra,
    porque no se coronan en la gloria
si no es los capitanes valerosos
que llevan de sí mesmos la victoria.  150
    Los amargos sospiros dolorosos,
las lágrimas sin cuento que ha vertido
quien nos puede su vista hacer dichosos,
    el perder a su hijo tan querido,
aquel mirarse y verse cuál se halla  155
de todo su placer desposeído,
    ¿qué se puede decir sino batalla
adonde l'hemos visto siempre armado
con la paciencia, qu'es muy fina malla?
    Del alto cielo ha sido consolado  160
[con] concederle acá vuestra persona,
que mira por su honra y por su estado.
    De aquí saldrá a gozar de una corona
más rica, más preciosa y muy más clara
que la que ciñe al hijo de Latona.  165
    Con él vuestra virtud, al mundo rara,
se tiene de estender de gente en gente,
sin poderlo estorbar Fortuna avara;
    resonará el valor tan excelente
que os ciñe, cubre, ampara y os rodea,  170
de donde sale el sol hasta occidente,
    y allá en el alto alcázar do pasea
en mil contentos nuestra reina amada,
si puede desear, sólo desea
    que sea por mil siglos levantada  175
vuestra grandeza, pues que se engrandece
el valor de su prenda deseada,
    que [en] vuestro poderío se paresce
del católico rey la summa alteza,
que desde un polo al otro resplandesce.  180
    De hoy más, deje del llanto la fiereza
el afligida España, levantando
con verde lauro ornada la cabeza,
    que, mientra fuere el cielo mejorando
del soberano rey la larga vida,  185
no es bien que se consuma lamentando;
    y, en tanto que arribare a la subida
de la inmortalidad vuestra alma pura,
no se entregue al dolor tan de corrida;
    y más, qu'el grave rostro de hermosura,  190
por cuya ausencia vive sin consuelo,
goza de Dios en la celeste altura.
    ¡Oh trueco glorïoso, oh sancto celo,
pues con gozar la tierra has merecido
tender tus pasos por el alto cielo!  195
    Con esto cese el canto dolorido,
magnánimo señor, que, por mal diestro,
queda tan temeroso y tan corrido
cuanto yo quedo, gran señor, por vuestro.






ArribaAbajoSoneto de Miguel de Cervantes, gentilhombre español, en loor del autor


ArribaAbajo    ¡Oh cuán claras señales habéis dado,
alto Bartholomeo de Ruffino,
que de Parnaso y Ménalo el camino
habéis dichosamente paseado!
    Del siempre verde lauro coronado  5
seréis, si yo no soy mal adivino,
si ya vuestra fortuna y cruel destino
os saca de tan triste y bajo estado,
    pues, libre de cadenas vuestra mano,
reposando el ingenio, al alta cumbre  10
os podéis levantar seguramente,
    oscureciendo al gran Livio romano,
dando de vuestras obras tanta lumbre
que bien merezca el lauro vuestra frente.






ArribaAbajoDel mismo, en alabanza de la presente obra


ArribaAbajo    Si, ansí como de nuestro mal se canta
en esta verdadera, clara historia,
se oyera de cristianos la victoria,
¡cuál fuera el fruto d'esta rica planta!
    Ansí cual es, al cielo se levanta  5
y es digna de inmortal, larga memoria,
pues, libre de algún vicio y baja escoria,
al alto ingenio admira, al bajo espanta.
    Verdad, orden, estilo claro y llano
cual a perfecto historiador conviene,  10
en esta breve summa está cifrado.
    ¡Felice ingenio, venturosa mano,
que, entre pesados yerros apretado,
tal arte y tal virtud en sí contiene!






ArribaAbajoDe Miguel de Cervante[s], captivo, a M. Vázquez, mi señor


ArribaAbajo    Si el bajo son de la zampoña mía,
señor, a vuestro oído no ha llegado
en tiempo que sonar mejor debía,
    no ha sido por la falta de cuidado
sino por sobra del que me ha traído  5
por estraños caminos desvïado.
    También, por no adquirirme de atrevido
el nombre odioso, la cansada mano
ha encubierto las faltas del sentido.
    Mas ya que el valor vuestro sobrehumano,  10
de quien tiene noticia todo el suelo,
la graciosa altivez, el trato llano
    aniquilan el miedo y el recelo
que ha tenido hasta aquí mi humilde pluma
de no quereros descubrir su vuelo,  15
    de vuestra alta bondad y virtud summa
diré lo menos, que lo más no siento
quién de cerrarlo en verso se presuma.
    Aquél que os mira en el subido asiento
do el humano favor puede encumbrarse,  20
y que no cesa el favorable viento,
    y él se ve entre las ondas anegarse
del mar de la privanza, do procura,
o por fas o por nefas, levantarse,
    ¿quién duda que no dice: «La ventura  25
ha dado en levantar este mancebo
hasta ponerle en la más alta altura:
    ayer le vimos inesperto y nuevo
en las cosas que agora mide y trata
tan bien que tengo envidia y las apruebo»?  30
    D'esta manera se congoja y mata
el envidioso, que la gloria ajena
le destruye, marchita y desbarata.
    Pero aquél que con mente más serena
contempla vuestro trato y vida honrosa  35
y del alma dentro, de virtudes llena,
    no la inconstante rueda presurosa
de la falsa fortuna, suerte o hado,
signo, ventura, estrella ni otra cosa
    dice qu'es causa que en el buen estado  40
que agora poseéis os haya puesto,
con esperanza de más alto grado,
    mas solo el modo del vivir honesto,
la virtud escogida que se muestra
en vuestras obras y apacible gesto,  45
    ésta dice, señor, que os da su diestra
y os tiene asido con sus fuertes lazos
y a más y a más subir siempre os adiestra.
    ¡Oh sanctos, oh agradables dulces brazos
de la sancta virtud, alma y divina,  50
y sancto quien recibe sus abrazos!
    Quien con tal guía, como vos, camina,
¿de qué se admira el ciego vulgo bajo
si a la silla más alta se avecina?
    Y, puesto que no hay cosa sin trabajo,  55
quien va sin la virtud va por rodeo,
y el que la lleva va por el atajo.
    Si no me engaña la experiencia, creo
que se ve mucha gente fatigada
de un solo pensamiento y un deseo:  60
    pretenden más de dos llave dorada,
muchos un mesmo cargo, y quien aspira
a la fidelidad de una embajada.
    Cada cual por sí mesmo al blanco tira
donde asestan otros mil, y sólo es uno  65
cuya saeta dio do fue la mira;
    y éste quizá, qu'a nadie fue importuno
ni a la soberbia puerta del privado
se halló, después de vísperas, ayuno,
    ni dio ni tuvo a quien pedir prestado:  70
sólo con la virtud se entretenía
y en Dios y en ella estaba confiado.
    Vos sois, señor, por quien decir podría
(y lo digo y diré sin estar mudo)
que sola la virtud fue vuestra guía,  75
    y que ella sola fue bastante y pudo
levantaros al bien do estáis agora,
privado humilde, de ambición desnudo.
    ¡Dichosa y felicísima la hora,
donde tuvo el real conoscimiento  80
noticia del valor que anida y mora
    en vuestro reposado entendimiento,
cuya fidelidad, cuyo secreto
es de vuestras virtudes el cimiento!
    Por la senda y camino más perfecto  85
van vuestros pies, que es la que el medio
tiene y la que alaba el seso más discreto;
    quien por ella camina, vemos viene
a aquel dulce, süave paradero
que la felicidad en sí contiene.  90
    Yo, que el camino más bajo y grosero
he caminado en fría noche escura,
he dado en manos del atolladero,
    y en la esquiva prisión, amarga y dura,
adonde agora quedo, estoy llorando  95
mi corta, infelicísima ventura,
    con quejas tierra y cielo importunando,
con suspiros el aire escuresciendo,
con lágrimas el mar acrescentando.
    Vida es ésta, señor, do estoy muriendo,  100
entre bárbara gente descreída
la mal lograda juventud perdiendo.
    No fue la causa aquí de mi venida
andar vagando por el mundo acaso
con la vergüenza y la razón perdida:  105
    diez años ha que tiendo y mudo el paso
en servicio del gran Filipo nuestro,
ya con descanso, ya cansado y laso;
    y, en el dichoso día que siniestro
tanto fue el hado a la enemiga armada  110
cuanto a la nuestra favorable y diestro,
    de temor y de esfuerzo acompañada,
presente estuvo mi persona al hecho,
más d'esperanza que de hierro armada.
    Vi el formado escuadrón roto y deshecho,  115
y de bárbara gente y de cristiana
rojo en mil partes de Neptuno el lecho;
    la muerte airada con su furia insana
aquí y allí con priesa discurriendo,
mostrándose a quién tarda, a quién temprana;  120
    el son confuso, el espantable estruendo,
los gestos de los tristes miserables
que entre el fuego y agua iban muriendo;
    los profundos sospiros lamentables
que los heridos pechos despedían,  125
maldiciendo sus hados detestables.
    Helóseles la sangre que tenían
cuando, en el son de la trompeta nuestra,
su daño y nuestra gloria conoscían;
    con alta voz, de vencedora muestra,  130
rompiendo el aire claro, el son mostraba
ser vencedora la cristiana diestra.
    A esta dulce sazón yo, triste, estaba
con la una mano de la espada asida,
y sangre de la otra derramaba;  135
    el pecho mío de profunda herida
sentía llagado, y la siniestra mano
estaba por mil partes ya rompida.
    Pero el contento fue tan soberano
qu'a mi alma llegó, viendo vencido  140
el crudo pueblo infiel por el cristiano,
    que no echaba de ver si estaba herido,
aunque era tan mortal mi sentimiento,
que a veces me quitó todo el sentido.
    Y en mi propia cabeza el escarmiento  145
no me pudo estorbar que el segundo año
no me pusiese a discreción del viento,
    y al bárbaro, medroso pueblo estraño
vi recogido, triste, amedrentado
y con causa temiendo de su daño,  150
    y al reino tan antiguo y celebrado,
a do la hermosa Dido fue rendida
al querer del troyano desterrado,
    también, vertiendo sangre aún la herida
mayor, con otras dos, quise hallarme  155
por ver ir la morisma de vencida.
    ¡Dios sabe si quisiera allí quedarme
con los que allí quedaron esforzados
y perderme con ellos, o ganarme!
    Pero mis cortos, implacables hados,  160
en tan honrosa empresa no quisieron
que acabase la vida y los cuidados,
    y al fin por los cabellos me trujeron
a ser vencido por la valentía
de aquellos que después no la tuvieron.  165
    En la galera Sol, que escurescía
mi ventura su luz, a pesar mío,
fue la pérdida de otros y la mía.
    Valor mostramos al principio y brío,
pero después, con la esperiencia amarga,  170
conoscimos ser todo desvarío.
    Sentí de ajeno yugo la gran carga,
y en las manos sacrílegas malditas
dos años ha que mi dolor se alarga.
    Bien sé que mis maldades infinitas  175
y la poca atrición qu'en mí se encierra
me tiene entre estos falsos ismaelitas.
    Cuando llegué vencido y vi la tierra
tan nombrada en el mundo, qu'en su seno
tantos piratas cubre, acoge y cierra,  180
    no pude al llanto detener el freno,
que a mi despecho, sin saber lo que era,
me vi el marchito rostro de agua lleno.
    Ofrescióse a mis ojos la ribera
y el monte donde el grande Carlo tuvo  185
levantada en el aire su bandera,
    y el mar que tanto esfuerzo no sostuvo,
pues, movido de envidia de su gloria,
airado entonces más que nunca estuvo.
    Estas cosas, volviendo en mi memoria,  190
las lágrimas trujeron a los ojos,
movidas de desgracia tan notoria.
    Pero si el alto cielo en darme enojos
no está con mi ventura conjurado,
y aquí no lleva muerte mis despojos,  195
    cuando me vea en más alegre estado,
si vuestra intercesión, señor, me ayuda
a verme ante Filipo arrodillado,
    mi lengua balbuciente y cuasi muda
pienso mover en la real presencia,  200
de adulación y de mentir desnuda,
    diciendo: «Alto señor, cuya potencia
sujetas trae mil bárbaras naciones
al desabrido yugo de obediencia,
    a quien los negros indios con sus dones  205
reconoscen honesto vasallaje,
trayendo el oro acá de sus rincones:
    despierte en tu real pecho el gran coraje,
la gran soberbia con que una bicoca
aspira de contino a hacerte ultraje.  210
    La gente es mucha, mas su fuerza es poca,
desnuda, mal armada, que no tiene
en su defensa fuerte, muro o roca;
    cada uno mira si tu armada viene
para dar a sus pies el cargo y cura  215
de conservar la vida que sostiene.
    Del amarga prisión triste y escura,
adonde mueren veinte mil cristianos,
tienes la llave de su cerradura.
    Todos, cual yo, de allá, puestas las manos,  220
las rodillas por tierra, sollozando,
cercados de tormentos inhumanos,
    valeroso señor, te están rogando
vuelvas los ojos de misericordia
a los suyos, que están siempre llorando;  225
    y, pues te deja agora la discordia,
que hasta aquí te ha oprimido y fatigado,
y gozas de pacífica concordia,
    haz, ¡oh buen rey!, que sea por ti acabado
lo que con tanta audacia y valor tanto  230
fue por tu amado padre comenzado.
    Sólo el pensar que vas pondrá un espanto
en la enemiga gente, que adevino
ya desde aquí su pérdida y quebranto».
    ¿Quién dubda que el real pecho begnino  235
no se muestre, escuchando la tristeza
en que están estos míseros contino?
    Bien paresce que muestro la flaqueza
de mi tan torpe ingenio, que pretende
hablar tan bajo ante tan alta alteza,  240
    pero el justo deseo la defiende.
Mas a todo silencio poner quiero,
que temo que mi pluma ya os ofende,
y al trabajo me llaman donde muero.






ArribaAbajoAl señor Antonio Veneziani


ArribaAbajo    Si el lazo, el fuego, el dardo, el puro yelo
que os tiene, abrasa, hiere y pone fría
vuestra alma, trae su origen desde el cielo,
ya que os aprieta, enciende, mata, enfría,
¿qué nudo, llama, llaga, nieve o celo  5
ciñe, arde, traspasa o yela hoy día,
con tan alta ocasión como aquí muestro,
un tierno pecho, Antonio, como el vuestro?
    El cielo, que el ingenio vuestro mira,
en cosas que son d'él quiso emplearos  10
y, según lo que hacéis, vemos que aspira
por Celia al cielo empíreo levantaros;
ponéis en tal objecto vuestra mira,
que dais materia al mundo de envidiaros:
¡dichoso el desdichado a quien se tiene  15
envidia de las ansias que sostiene!
    En los conceptos que la pluma
de la alma en el papel ha trasladado
nos dais no sólo indicio pero muestra
de que estáis en el cielo sepultado,  20
y allí os tiene de amor la fuerte diestra
vivo en la muerte, a vida reservado,
que no puede morir quien no es del suelo,
teniendo el alma en Celia, que es un cielo.
    Sólo me admira el ver que aquel divino  25
cielo de Celia encierre un vivo infierno
y que la fuerza de su fuerza y sino
os tenga en pena y llanto sempiterno;
al cielo encamináis vuestro camino,
mas, según vuestra suerte, yo dicierno  30
que al cielo sube el alma y se apresura,
y en el suelo se queda la ventura.
    Si con benino y favorable aspecto
a alguno mira el cielo acá en la tierra,
obra ascondidamente un bien perfeto  35
en el que cualquier mal de sí destierra;
mas si los ojos pone en el objeto
airados, le consume en llanto y guerra
ansí como a vos hace vuestro cielo:
ya os da guerra, ya paz, y[a] fuego y yelo.  40
    No se ve el cielo en claridad serena
de tantas luces claro y alumbrado
cuantas con rica habéis y fértil vena
el vuestro de virtudes adornado;
ni hay tantos granos de menuda arena  45
en el desierto líbico apartado
cuantos loores creo que merece
el cielo que os abaja y engrandece.
    En Scitia ardéis, sentís en Libia frío,
contraria operación y nunca vista;  50
flaqueza al bien mostráis, al daño brío;
más que un lince miráis, sin tener vista;
mostráis con discreción un desvarío,
que el alma prende, a la razón conquista,
y esta contrariedad nace de aquella  55
que es vuestro cielo, vuestro sol y estrella.
    Si fuera un caos, una materia unida
sin forma vuestro cielo, no espantara
de que del alma vuestra entristecida
las continuas querellas no escuchara;  60
pero, estando ya en partes esparcida
que un fondo forman de virtud tan rara,
es maravilla tenga los oídos
sordos a vuestros tristes alaridos.
    Si es lícito rogar por el amigo  65
que en estado se halla peligroso,
yo, como vuestro, desde aquí me obligo
de no mostrarme en esto perezoso;
mas si me he de oponer a lo que digo
y conducirlo a término dichoso,  70
no me deis la ventura, que es muy poca,
mas las palabras sí de vuestra boca.
    Diré: «Celia gentil, en cuya mano
está la muerte y vida y pena y gloria
de un mísero captivo que, temprano  75
ni aun tarde, no saldrás de su memoria:
vuelve el hermoso rostro blando, humano,
a mirar de quien llevas la victoria;
verás el cuerpo en dura cárcel triste
del alma que primero tú rendiste.  80
    Y, pues un pecho en la virtud constante
se mueve en casos de honra y muestra airado,
muévale al tuyo el ver que de delante
te han un firme amador arrebatado;
y si quiere pasar más adelante  85
y hacer un hecho heroico y estremado,
rescata allá su alma con querella,
que el cuerpo, que está acá, se irá tras ella.
    El cuerpo acá y el alma allá captiva
tiene el mísero amante que padece  90
por ti, Celia hermosa, en quien se aviva
la luz que al cielo alumbra y esclarece;
mira que el ser ingrata, cruda, esquiva
mal con tanta beldad se compadece:
muéstrate agradecida y amorosa  95
al que te tiene por su cielo y diosa».






ArribaAbajoSoneto de Miguel de Cervantes al autor


ArribaAbajo    Ya que del ciego dios habéis cantado
el bien y el mal, la dulce fuerza y arte,
en la primera y la segunda parte,
donde está de amor el todo señalado,
    ahora, con aliento descansado  5
y con nueva virtud que en vos reparte
el cielo, nos cantáis del duro Marte
las fieras armas y el valor sobrado.
    Nuevos ricos mineros se descubren
de vuestro ingenio en la famosa mina  10
que al más alto deseo satisfacen;
    y, con dar menos de lo más que encubren,
a este menos lo que es más se inclina
del bien que Apolo y que Minerva hacen.






ArribaAbajoSoneto de Miguel de Cervantes


ArribaAbajo    ¡Oh venturosa, levantada pluma
que en la empresa más alta te ocupaste
que el mundo pudo, y al fin mostraste
al recibo y al gasto igual la suma!,
    calle de hoy más el escriptor de Numa,  5
que nadie llegará donde llegaste,
pues en tan raros versos celebraste
tan raro capitán, virtud tan summa.
    ¡Dichoso el celebrado, y quien celebra,
y no menos dichoso todo el suelo,  10
que tanto bien goza en esta historia,
    en quien envidia o tiempo no harán quiebra;
antes hará con justo celo el cielo
eterna más que el tiempo su memoria!






ArribaAbajoRedondillas de Miguel de Cervantes al hábito de Fray Pedro de Padilla


ArribaAbajo    Hoy el famoso Padilla
con las muestras de su celo
causa contento en el cielo
y en la tierra maravilla,
    porque, llevado del cebo  5
de amor, temor y consejo,
se despoja el hombre viejo
para vestirse de nuevo.
    Cual prudente sierpe ha sido,
pues, con nuevo corazón,  10
en la piedra de Simón
se deja el viejo vestido,
    y esta mudanza que hace
lleva tan cierto compás
que en ella asiste lo más  15
de cuanto a Dios satisface.
    Con las obras y la fe
hoy para el cielo se embarca
en mejor jarciada barca
que la que libró a Noé;  20
    y, para hacer tal pasaje,
ha muchos años que ha hecho,
con sano y cristiano pecho,
cristiano matalotaje,
    y no teme el mal tempero  25
ni anegarse en el profundo
porque en el mar d'este mundo
es plático marinero,
    y ansí, mirando el aguja
divina, cual se requiere,  30
si el demonio a orza diere,
él dará al instante a puja.
    Y llevando este concierto
con las ondas d'este mar,
a la fin vendrá a parar  35
a seguro y dulce puerto,
    donde, sin áncoras ya,
estará la nave en calma
con la eternidad del alma,
que nunca se acabará.  40
    En una verdad me fundo,
y mi ingenio aquí no yerra,
qu'en siendo sal de la tierra,
habéis de ser luz del mundo:
    luz de gracia rodeada  45
que alumbre nuestro horizonte,
y sobre el Carmelo monte
fuerte ciudad levantada.
    Para alcanzar el trofeo
d'estas santas profecías,  50
tendréis el carro de Elías
con el manto de Eliseo,
    y, ardiendo en amor divino,
donde nuestro bien se fragua,
apartando el manto al agua,  55
por el fuego haréis camino;
    porqu'el voto de humildad
promete segura alteza
y castidad y pobreza,
bienes de divinidad,  60
    y ansí los cielos serenos
verán, cuando acabarás,
un cortesano allá más
y en la tierra un sabio menos.






ArribaAbajoMiguel de Cervantes a Fray Pedro de Padilla


ArribaAbajo    Cual vemos que renueva
el águila real la vieja y parda
pluma y con otra nueva
la detenida y tarda
pereza arroja y con subido vuelo  5
rompe las nubes y se llega al cielo:
    tal, famoso Padilla,
has sacudido tus humanas plumas,
porque con maravilla
intentes y presumas  10
llegar con nuevo vuelo al alto asiento
donde aspiran las alas de tu intento.
    Del sol el rayo ardiente
alza del duro rostro de la tierra,
con virtud excelente,  15
la humidad que en sí encierra,
la cual después, en lluvia convertida,
alegra al suelo y da a los hombres vida:
    y d'esta mesma suerte
el sol divino te regala y toca  20
y en tal humor convierte
que, con tu pluma, apoca
la sequedad de la ignorancia nuestra
y a sciencia santa y santa vida adiestra.
    ¡Qué sancto trueco y cambio:  25
por las humanas, las divinas musas!
¡Qué interés y recambio!
¡Qué nuevos modos usas
de adquirir en el suelo una memoria
que dé fama a tu nombre, al alma gloria!;  30
    que, pues es tu Parnaso
el monte del Calvario y son tus fuentes
de Aganipe y Pegaso
las sagradas corrientes
de las benditas llagas del Cordero,  35
eterno nombre de tu nombre espero.






ArribaAbajoSoneto al mismo santo, de Miguel de Cervantes


ArribaAbajo    Muestra su ingenio el que es pintor curioso
cuando pinta al desnudo una figura,
donde la traza, el arte y compostura
ningún velo la cubra artificioso:
    vos, seráfico padre, y vos, hermoso  5
retrato de Jesús, sois la pintura
al desnudo pintada, en tal hechura
que Dios nos muestra ser pintor famoso.
    Las sombras de ser mártir descubristes,
los lejos, en que estáis allá en el cielo  10
en soberana silla colocado;
    las colores, las llagas que tuvistes
tanto las suben que se admira el suelo,
y el pintor en la obra se ha pagado.






ArribaAbajoDe Miguel de Cervantes en loor del autor y de su obra


ArribaAbajo    El casto ardor de una amorosa llama,
un sabio pecho a su rigor sujeto,
un desdén sacudido y un afecto
blando, que al alma en dulce fuego inflama,
    el bien y el mal a que convida y llama  5
de amor la fuerza y poderoso efecto,
eternamente, en son claro y perfecto,
con estas rimas cantará la fama,
    llevando el nombre único y famoso
vuestro, felice López Maldonado,  10
del moreno etíope al cita blanco,
    y hará que en balde de laurel honroso
espere alguno verse coronado
si no os imita y tiene por su blanco.






ArribaAbajoDel mismo al mismo


ArribaAbajo    Bien donado sale al mundo
este libro, do se encierra
la paz de amor y la guerra,
y aquel fruto sin segundo
de la castellana tierra;  5
    que, aunque le da Maldonado,
va tan rico y bien donado
de sciencia y de discreción,
que me afirmo en la razón
de decir que es bien donado.  10
    El sentimiento amoroso
del pecho más encendido
en fuego de amor, y herido
de su dardo ponzoñoso
y en la red suya cogido,  15
    el temor y la esperanza
con que el bien y el mal se alcanza
en las empresas de amor:
aquí muestra su valor,
su buena o su mala andanza.  20
    Sin flores, sin praderías
y sin los faunos silvanos,
sin ninfas, sin dioses vanos,
sin yerbas, sin aguas frías
y sin apacibles llanos,  25
    en agradables conceptos
profundos, altos, discretos,
con verdad llana y distinta,
aquí el sabio autor nos pinta
del ciego dios los efetos.  30
    Con declararnos la mengua
y el bien de su ardiente llama,
ha dado a su nombre fama
y enriquecido su lengua,
que ya la mejor se llama,  35
    y hanos mostrado que es solo
favorecido de Apolo
con dones tan infinitos,
que su fama en sus escritos
irá d'éste al otro polo.  40






ArribaAbajoDe Miguel de Cervantes, soneto


ArribaAbajo    Cual vemos del rosado y rico oriente
la blanca y dura piedra señalarse
y en todo, aunque pequeña, aventajarse
a la mayor del Cáucaso eminente,
    tal este (humilde al parecer) presente  5
puede y debe mirarse y admirarse,
no por la cantidad, mas por mostrarse
ser en su calidad tan excelente.
    El que navega por el golfo insano
del mar de pretensiones verá al punto  10
del cortesano laberinto el hilo.
    ¡Felice ingenio y venturosa mano
qu'el deleite y provecho puso junto
en juego alegre, en dulce y claro estilo!






ArribaAbajoDe Miguel de Cervantes, soneto


ArribaAbajo    De la Virgen sin par, santa y bendita
(digo, de sus loores), justamente
haces el rico, sin igual presente
a la sin par cristiana Margarita.
    Dándole, quedas rico, y queda escrita  5
tu fama en hojas de metal luciente,
que, a despecho y pesar del diligente
tiempo, será en sus fines infinita:
    ¡felice en el sujeto que escogiste,
dichoso en la ocasión que te dio el cielo  10
de dar a Virgen el virgíneo canto;
    venturoso también porque heciste
que den las musas del hispano suelo
admiración al griego, al tusco espanto.



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