La niña es la mujer que respetamos | ||||
y la mujer la niña que engañamos. |
Según creen los amantes | ||||
las flores valen más que los diamantes. | ||||
Mas ven que al extinguirse los amores, | ||||
valen más los diamantes que las flores. |
Al pintarte el amor que por ti siento, | ||||
suelo mentir, pero no sé que miento. |
Te sueles confesar con tu conciencia, | ||||
y te absuelve después sin penitencia. |
Algún día, a pesar de tus encantos, | ||||
te matará otro a ti cual tú me matas, | ||||
que, en materia de ingratos y de ingratas, | ||||
venimos a salir tantas a tantos. |
Ser fiel, siempre que quieres, es tu lema. | ||||
Pero tú ¿quieres siempre? He aquí el problema. |
Aunque el amor suele morir de hartura, | ||||
lo que nunca se hastía es la ternura. |
No te ablandes oyendo sus acentos, | ||||
que el diablo en ocasiones | ||||
acalora los buenos sentimientos | ||||
para hacer cometer malas acciones. |
Aunque tú por modestia no lo creas, | ||||
las flores en tu sien parecen feas. |
Todo en amor es triste; | ||||
mas, triste y todo, es lo mejor que existe. |
Hay quien pasa la vida | ||||
en ese eterno juego | ||||
de hacer caer a la mujer, y luego | ||||
rehabilitar a la mujer caída. |
Te vas a confesar, y el cura dice | ||||
que a ti, en vez de absolverte, te bendice. |
—180→
Si la codicia de pedir es mucha, | ||||
el hombre reza, pero Dios no escucha. |
El amor es un himno permanente | ||||
que, después que enmudece el que lo canta, | ||||
otra nueva garganta | ||||
lo vuelve a repetir eternamente. |
Miré... pero no he visto en parte alguna | ||||
ir del brazo la dicha y la fortuna. |
Cual todas, tú pretendes, como Elena, | ||||
ser amada por bella y no por buena. |
Ese ilustre mortal lleno de hastío, | ||||
era pobre al nacer; mas, rico ahora, | ||||
mirando a su palacio, siente frío, | ||||
cuando se acuerda de su choza, llora! |
Te vi una sola vez, pero mi mente | ||||
te estará contemplando eternamente. |
Purifica el olor de la opulencia | ||||
cuando huele a tomillo la indigencia. |
Tengo, Amalia, un secreto aquí escondido | ||||
que me hará enloquecer: | ||||
escúchale... más cerca... así... al oído... | ||||
-«Aunque soy ya tan viejo, has de saber...» |
Es tu historia en mi vida entremezclada | ||||
una sombra, en la sombra, condensada. |
Cuando oigo tus acentos | ||||
se vuelven mis ideas sentimientos. |
Te casaste y... ¿lo ves? Ya te decía | ||||
que no iguala al afán con que se ansía | ||||
la dicha que se alcanza. | ||||
Por ardiente que sea la esperanza, | ||||
al convertirla en realidad es fría. |
Si no quieres tu paz ver alterada, | ||||
cree mucho en Dios, y en las mujeres nada. |
¿Por qué amé a aquella pórfida? Lo ignoro. | ||||
La esperanza es infiel y yo la adoro. |
¡Bella estación! Todo a gozar convida | ||||
del placer sin medida... | ||||
-Mas, ¿qué es eso que vuela? | ||||
Una hoja que cae, y nos revela | ||||
la nada de las cosas de la vida. |
Al decirte hoy adiós, Hortensia mía, | ||||
permite a mi amistad que te declare | ||||
que, como el hijo de Sión, decía: | ||||
«de mí me olvide yo, si te olvidare». |
La música es el cielo prometido. | ||||
Cuando un pintor retrata a un elegido, | ||||
lo envuelve en nubes de oro, | ||||
y lo pinta subiendo embebecido | ||||
oyendo de los ángeles el coro. |
Mas que cuestión de suelo | ||||
es la mujer una cuestión de cielo. |
Vive niña, advertida, | ||||
que el que ama tiene cerca la locura, | ||||
y que acaba muy pronto con la vida | ||||
la fuerza de una idea en calentura. |
¡Qué formas de belleza soberana | ||||
modela Dios en la escultura humana! |
No puedo ver con ánimo sereno | ||||
Borjas, cual tú, tan puras y apacibles; | ||||
pues juzgo, como hay Dios, menos temibles | ||||
las Borjas del puñal y del veneno. |
Resígnate a morir, viejo amor mío. | ||||
No se hace atrás un río, | ||||
ni vuelve a ser presente lo pasado. | ||||
—181→ | ||||
Y no hay nada más frío | ||||
que el cráter de un volcán, si está apagado. |
Es la fea graciosa | ||||
mil veces más terrible que una hermosa. |
Se matan los humanos | ||||
en implacable guerra | ||||
por la gloria de ser, en mar y en tierra, | ||||
devorados por peces y gusanos. |
Se asombra con muchísima inocencia | ||||
de cosas que aprendió por experiencia. |
Como todo es igual, siempre he tenido | ||||
un pesar verdadero | ||||
por el tiempo precioso que he perdido, | ||||
por no haber conocido | ||||
que el que ve un corazón ve el mundo entero. |
¡Belén! para el amor no hay imposibles. | ||||
Lo mismo que las palmas | ||||
a veces nuestras almas | ||||
se encarnan a distancias increíbles. |
Te morías por él, pero es lo cierto | ||||
que pasó tiempo y tiempo, y no te has muerto. |
La desgracia es precisa | ||||
para grabar los hechos de la historia. | ||||
O se escribe con sangre nuestra gloria, | ||||
o la borra al pasar cualquiera brisa. |
Ya no leo ni escribo más historia | ||||
que ver a mi niñez con mi memoria. |
No insultes el pudor en mi presencia | ||||
porque sabes reír con inocencia; | ||||
porque si no mi intrépida mirada | ||||
te dejará clavada | ||||
en la trémula cruz de tu conciencia. |
Bien merezco, Mariana, la fortuna | ||||
de escribir en este álbum el primero, | ||||
porque sin duda alguna | ||||
soy el que más y el que mejor te quiero. |
A todo ser creado | ||||
le gusta, como a Dios, ser muy amado. |
Procura hacer, para apoyar la frente, | ||||
un blando cabezal de la conciencia. | ||||
Para poder dormir tranquilamente | ||||
no hay un opio mejor que la inocencia. |
Sé firme en esperar, que de este modo | ||||
algo le llega al que lo espera todo. |
El amor a los niños y a las flores, | ||||
son amores tan dignos de los cielos, | ||||
que son tal vez los únicos amores | ||||
que nunca dan a los amantes celos. |
Al campo voy como a mi hogar primero, | ||||
pues, al ir desde el valle hasta el otero, | ||||
de distancia en distancia | ||||
el olor a tomillo y a romero | ||||
me recuerdan las dichas de mi infancia. |
Le eres fiel, mas ya cuenta cierta historia | ||||
que entre él y tú se acuesta otra memoria. |
¡Necio soy! Con inútiles medidas. | ||||
te quise sorprender, mas tú eres de esas | ||||
que para ser de pronto sorprendidas | ||||
se preparan con tiempo las sorpresas. |
Poniéndose y quitándose alfileres | ||||
hacen sitios de Troya las mujeres. |
Los mortales son siempre los mortales. | ||||
Y en el mar y en la tierra, cerca o lejos, | ||||
los juegos de los niños son iguales, | ||||
como lo son los sueños de los viejos. |
Se jura amar una existencia entera, | ||||
y en un día no más se ama y se olvida. | ||||
—182→ | ||||
Y ¿cómo remediarlo? Así es la vida, | ||||
y jamás ha de ser de otra manera. |
¡Igualdad y miseria! Como todo, | ||||
cuando Dios creó el sol, ¿lo hizo de lodo? |
Egoísta y falaz, siempre he creído | ||||
que el velo te pondrás de desposada | ||||
tan pura como el día en que has nacido, | ||||
mas pura con el alma desflorada. |
Conocerás, lector, por tu conciencia, | ||||
que allí donde hay amor, no hay inocencia. |
Deja que mi ternura | ||||
te cuente mis amores, | ||||
porque soy, cuando miro tu hermosura, | ||||
un árbol carcomido que echa flores. |
¿Qué es de tu amor? -No sé. Le di mi mano | ||||
a aquel objeto de las ansias mías, | ||||
pero a los pocos días | ||||
dejó de ser mi esposo, y pasó a hermano. |
Se oye a los seres que nos son queridos | ||||
poniendo hasta en los ojos los oídos. |
Háblame más... y más... que tus acentos | ||||
me saquen de este abismo; | ||||
el día en que no salga de mí mismo | ||||
se me van a comer los pensamientos. |
La amé el año pasado, | ||||
y ya hace un siglo, o dos. que la he olvidado. |
Aunque te admiro tanto, | ||||
perdona, Clara Lengo, | ||||
si, temiendo afligirte, no te canto, | ||||
porque, a la edad que tengo, | ||||
lo que empieza en canción, acaba en llanto. |
En lo ideal mecida, | ||||
el llamarte a las cosas de la vida | ||||
es inútil empeño, | ||||
para ti el despertar, o estar dormida, | ||||
es dejar el delirio por el sueño. |
Sé que al morir para alcanzar la gloria | ||||
limpió su corazón de tu memoria. |
Alegría y tristeza | ||||
suelen ser un error de perspectiva, | ||||
sobre todo al juntarse en la cabeza | ||||
con los sueños de abajo los de arriba. |
Hay quien es, aunque alegre y casquivana, | ||||
por cálculo más casta que Diana. |
Ten siempre con un manto | ||||
velados tus encantos pudorosos, | ||||
porque, en cosas de encantos misteriosos, | ||||
perdido ya el misterio ¡adiós encanto! |
Conforme el hombre avanza | ||||
de la vida en el áspero camino, | ||||
lleva siempre a su lado la esperanza, | ||||
mas tiene siempre enfrente a su destino. |
Ya sé, ya sé, que con formal empeño | ||||
soñaste en resistir; pero fue un sueño. |
—183→
Renovando mis tiernas emociones, | ||||
me han probado tus quince primaveras | ||||
que son nuestras postreras ilusiones | ||||
iguales en frescura a las primeras. |
Como oye hablar del hecho hasta el abuso, | ||||
llama un cura al amor el vicio al uso. |
Preguntas ¿qué es amor? Es un deseo | ||||
en parte terrenal y en parte santo: | ||||
lo que no sé expresar cuando te canto: | ||||
lo que yo sé sentir cuando te veo. |
Al dar este abanico aire al semblante | ||||
tal vez pueda templar, Eugenia mía, | ||||
esa alma delirante | ||||
que no tuvo en la vida un solo amante | ||||
ni vivió sin amar un solo día. |
Jamás mujer alguna | ||||
ha salido del todo de la cuna. |
Recibe, hermosa Gloria, | ||||
este retrato mío. | ||||
Tú has dejado en mi vida una memoria | ||||
más blanca que la estela de un navío. |
¿Qué placer hay tras el amor primero? | ||||
La devoción, que es nuestro amor postrero. |
Busca en todo rivales tu mirada; | ||||
y recuerdan tus celos | ||||
un marino en el mar con sus gemelos | ||||
que siempre está mirando, y no ve nada. |
La amo poco, es verdad. Mi alma rendida, | ||||
¿a quién dirás que adora? | ||||
A la muerte, la sola poseedora | ||||
de todos los descansos de la vida. |
El amor que más quiere, | ||||
como no viva en la abstinencia, muere. |
La conciencia, al final de nuestra vida, | ||||
sólo es un laberinto sin salida. |
Deja que miren mi vejez cansada | ||||
esos ojos risueños, | ||||
pues echa, sin quererlo, tu mirada | ||||
un revoque al palacio de mis sueños. |
Aunque es la infiel más pecadora que Eva, | ||||
no se preocupa de ello, | ||||
pues cree que ha de ir al cielo porque lleva | ||||
la Virgen del Pilar colgada al cuello. |
Las almas muy sinceras, | ||||
confundiendo mentiras y verdades | ||||
después que hacen de sueños realidades, | ||||
elevan realidades a quimeras. |
Ayer le enajenabas con tu acento; | ||||
pero hoy ya le constipas con tu aliento. |
La gloria vale poco ante la historia, | ||||
pero ¿vale algo más lo que no es gloria? |
Le dieron una flor, y ahora nos cuenta | ||||
que su alma enamorada | ||||
tan solo se alimenta | ||||
del olor de una rosa disecada. |
Me suelo preguntar de dudas lleno: | ||||
-¿Son mejores los buenos, o los justos? | ||||
Y la elección va en gustos; | ||||
yo doy todos los justos por un bueno. |
Sabiendo mi virtud ¿por qué te extraña | ||||
que me encuentre, a mi edad, alegre y sano? | ||||
De remiendo en remiendo una cabaña | ||||
vive más que Pompeya y Herculano. |
—184→
En cuanto a castidad todo la espanta; | ||||
ve un espejo y se oculta la garganta. |
Teme a las ilusiones; | ||||
que es peor la ilusión que las pasiones. |
¡Sufre! ¡Sufre! ¡Traidora que abomino! | ||||
Tu vida al lado de él, es un camino | ||||
que conduce al infierno. | ||||
¡Ya ves que muchas veces el destino | ||||
adelanta los juicios del Eterno! |
Las Gracias fueron tres sin duda alguna: | ||||
pero, desde hoy, el que lo diga, miente. | ||||
Las gracias eran tres antiguamente: | ||||
después que ésta nació ya no hay más que una. |
Tiene este abanico el don | ||||
de dar al viento ligero | ||||
todo acento de pasión, | ||||
por eso oculto un «te quiero» | ||||
que siento en mi corazón. |
Una sola mirada, si no es pura, | ||||
en mujer a una niña transfigura. |
Mártir en lo pasado, ya inclemente | ||||
aspira a ser verdugo en lo presente. |
¡Falsa! Al hablarme, una ilación extraña | ||||
me trae a la memoria | ||||
que a mí sólo me engaña | ||||
cuando me dice la verdad, la historia. |
¡Ay! Como el cielo te ha dado | ||||
gracia, juventud y amor, | ||||
cuando te veo a mi lado | ||||
parece que Dios ya ha echado | ||||
sobre mi tumba una flor. |
Tal vez hallar consiga | ||||
a mis grandes errores un consuelo, | ||||
viendo que, a veces, por bondad del cielo, | ||||
el rayo que va a un rey, da en una hormiga. |
He amado a esa mujer de tal manera, | ||||
que no me volví loco, porque lo era. |
¡Qué bien has aprendido en tu provecho, | ||||
que ser mala es un cálculo mal hecho! |
¿Es sueño, o realidad, lo que he vivido? | ||||
No lo sé, pues, yo que hablo, no estoy cierto, | ||||
si al juzgarme despierto, estoy dormido, | ||||
o al creerme dormido estoy despierto. |
Siempre es para vosotras peligroso | ||||
un ánimo aguerrido | ||||
y un uniforme hermoso. | ||||
El fausto militar ¡sexo precioso! | ||||
siempre ha sido y será tu prometido. |
Yo suelo con tu nombre, niña hermosa, | ||||
por más que el curso de mi edad avanza | ||||
hacer mi alma dichosa. | ||||
¡Sabe tan bien el pan de la Esperanza | ||||
que ya no me alimento de otra cosa! |
—185→
Tus ojos, con que el alma nos sondeas, | ||||
son dos soles que alumbran con ideas. |
En novelas de amor el sentimiento | ||||
tiende a empezar por el final del cuento. |
No le gusta el placer sin violencia; | ||||
y por eso ya cree la desgraciada | ||||
que ni es pasión, ni es nada, | ||||
el amor que no turba la conciencia. |
Tan grande es tu virtud que estoy seguro | ||||
que es verdad lo que dicen muchas gentes | ||||
que a fuerza de ser puro | ||||
se mueren con tu aliento las serpientes. |
Aspiré a verte un día, | ||||
pero después de verte | ||||
como dijo Jesús, Dolores mía, | ||||
«mi alma quedó triste hasta la muerte». |
Feliz si en tu semblante aun ve tu esposo | ||||
la materia en estado luminoso! |
¿Por qué se olvidaría la escritura | ||||
de hablarnos de los tristes por hartura? |
Al darme la postrera despedida, | ||||
me lanzó una mirada | ||||
que en el pecho clavada | ||||
la llevé todo el resto de mi vida. |
¡Es un sueño de amor su triste historia! | ||||
Nació; fue amable, candorosa y bella. | ||||
Amó; reinó, murió; se abrió la gloria, | ||||
entró, y el cielo se cerró tras ella. |
Lleva el bien del palacio a la cabaña | ||||
cual la inmortal Santa Isabel de Hungría; | ||||
y, puesta en los altares, algún día | ||||
la llamarán Santa Isabel de España. |
Hay seres con el alma más pesada | ||||
que el barro vil sobre que va encarnada. |
Te sobra corazón, y, siempre amante, | ||||
aplicas a otras cosas el sobrante. |
Dejando al tiempo que ande, | ||||
y viviendo en un éxtasis risueño, | ||||
como decía Calderón el Grande | ||||
voy tomando la vida como un sueño. |
No hay mujer que no sea, | ||||
al huir de algún hombre, Galatea. |
Merced a tus encantos sobrehumanos | ||||
no pueden retratarte los pintores, | ||||
porque, al ver de tu cara los primores, | ||||
el pincel se les cae de las manos. |
Odiando el matrimonio, | ||||
¿te casas? Pues mejor para el demonio. |
Cuanta es mayor por ti mi idolatría, | ||||
tanto más admirarte necesito, | ||||
pues halla al contemplarte el alma mía | ||||
cuando escucha tu acento, la alegría; | ||||
Cuando mira a tus ojos, lo infinito. |
Quise un día pintarte en mi embeleso, | ||||
Blanca, este fuego que en mis venas arde, | ||||
mas callé, porque vi que para eso | ||||
o yo nací muy pronto, o tú muy tarde. |
Con tal que yo lo crea, | ||||
¿qué importa que lo cierto no lo sea? |
No llores y hazte cargo | ||||
que esa prenda querida | ||||
al dejar esta vida | ||||
pasó de un sueño corto a un sueño largo. |
¡Dichoso ser! ¡Muere con el consuelo | ||||
de pensar que morir es ir al cielo! |
—186→
¿Pues no quiere que crea | ||||
que vio en Valencia una hortelana fea? |
Ahora que a hablar de su virtud comienza, | ||||
yo me cubro el semblante, | ||||
porque me da vergüenza | ||||
de pensar lo que pienso en este instante. |
Nos da la Iglesia el inmortal consuelo | ||||
de que el bueno al morir nace en el cielo. |
Convirtiendo en virtud la hipocresía, | ||||
y ajustando las leyes a su gusto, | ||||
como muchos fanáticos de hoy día | ||||
para ser más bribón finge ser justo. |
Mientras de unirme a ti se acerca el día, | ||||
tu amor recuerdo y tu virtud imito, | ||||
tu virtud que era inmensa, madre mía, | ||||
y tu amor maternal que era infinito. |
La que ama un ideal, y sube... y sube... | ||||
suele morir ahorcada de una nube. |
Pues que tanto te admira | ||||
el saber de los viejos, | ||||
voy a darte el mejor de los consejos: | ||||
cree sólo esta verdad: «Todo es mentira». |
Para él la simetría es la belleza, | ||||
aunque corte a las cosas la cabeza. |
Odia esa ciencia material que enseña | ||||
que el que muere es feliz, duerme y no sueña. |
No olvides que a Dios plugo | ||||
curar con un deseo otro deseo. | ||||
Mata el verdugo al reo, | ||||
y al verdugo después otro verdugo. |
Es mi fe tan cumplida | ||||
que adoro a Dios, aunque me dio la vida. |
El corazón hacia los veinte abriles | ||||
suele creer con el más vivo anhelo | ||||
que es dueño universal de esos pensiles | ||||
cerrados por la bóveda del cielo. |
Odio a esa infiel; mas durarán mis sañas | ||||
hasta el día feliz en que me llame, | ||||
pues cuando toca a ellas esa infame | ||||
siempre le abren las puertas mis entrañas. |
Nunca tendrán utilidad alguna, | ||||
sin el amor, la ciencia y la fortuna. |
Como te amaba tanto, | ||||
el curso se torció de mi destino; | ||||
pues iba para santo, | ||||
y después que te vi, perdí el camino. |
Una vieja muy fea, me decía: | ||||
«en cuanto a la virtud, creo en la mía». |
Yo creo al contemplarte tan hermosa | ||||
que hasta serias en Atenas diosa. |
Toda cosa es nacida | ||||
para tener un trágico destino; | ||||
y girar y girar en remolino | ||||
en torno del sepulcro: ésta es la vida. |
Como los quieras complacer a tantos | ||||
a millares tendrás los desencantos. |
¡Cuántas horas felices y tranquilas | ||||
pasará de ti enfrente, | ||||
el que pueda vivir eternamente | ||||
asomado al balcón de tus pupilas! |
Mientras ya me dan pena | ||||
el oro y los diamantes, | ||||
envidio esos instantes | ||||
en que van, agachándose en la arena, | ||||
a coger caracoles dos amantes. |
—187→
¡Feliz, quien como un canto del camino | ||||
se deja ir y venir por el destino! |
Eres, Julia, tan bella, que estoy cierto | ||||
que ve en tu rostro el que a tu lado pasa | ||||
el manantial que Agar vio en el desierto | ||||
cuando fue despedida de su casa. |
Toda mujer, en el amor postrero, | ||||
se rebaja cada año un año entero. |
Esa fue tan coqueta, tan coqueta, | ||||
que era, excepto en matarse, una Julieta. |
No hay experiencia ni saber que impida | ||||
el tener desengaños, | ||||
yo haré pronto cien años | ||||
y no he hecho más que errar toda mi vida. |
Cual la hormiga, juntamos el dinero, | ||||
y luego... esparce Dios el hormiguero. |
De la mujer, cual tú, que nada espera, | ||||
amando a falta de hombres, cualquier cosa, | ||||
como el ave simbólica y famosa | ||||
el corazón arde en su propia hoguera. |
Si en amar soy prudente | ||||
es porque, escarmentado, | ||||
para obrar con cordura en lo presente, | ||||
tengo puesto un oído en lo pasado. |
Es buena, pues se duerme como un leño | ||||
y al irse la virtud se lleva el sueño. |
Fue causa de mis muchos desencantos, | ||||
una asceta instruida, | ||||
que aprendió por la vida de los santos | ||||
las cosas menos santas de la vida. |
¡Quién de su pecho desterrar pudiera | ||||
la duda, nuestra eterna compañera! |
Tu amor ardiente y tierno, | ||||
es tan puro además, que será eterno. |
Sólo la edad me explica con certeza | ||||
por qué un alma constante, cual la mía, | ||||
escuchando una idéntica armonía | ||||
de lo mismo que hoy saca la tristeza, | ||||
sacaba en otro tiempo la alegría. |
Prohíbeles tu amor con tus desdenes. | ||||
Sin frutos prohibidos no hay Edenes. |
¡Pensando en los adioses de aquel día, | ||||
en llanto me deshago! | ||||
¡No puede describirte el alma mía | ||||
los cien siglos de horror de un día aciago! |
Que no pidas, Manuela, te suplico | ||||
a mi edad madrigales ni consejos, | ||||
porque sé que detrás del abanico | ||||
os burláis las mujeres de los viejos. |
—188→
Vas cambiando de amor todos los años, | ||||
mas no cambias jamás de desengaños. |
Si a comprender aspiras | ||||
la ciencia de las duras realidades, | ||||
hallarás que de todas las verdades | ||||
la mitad por lo menos son mentiras. |
Pinchando a sus rivales, | ||||
te escribe con la espada madrigales. |
Nunca me hallo sin fausto ni dinero, | ||||
porque veo en la sombra lo que quiero. |
Esa mujer tan bella, | ||||
fue por mí tan querida | ||||
que alguna vez, para morir por ella, | ||||
tan sólo me falto perder la vida. |
El pobre está seguro que su perro | ||||
ha de formar su séquito en su entierro. |
Aún tengo confianza | ||||
de que Dios me dará la fe perdida. | ||||
¡Bien haya el que ha inventado la esperanza | ||||
que es la muerte el principio de otra vida! |
Contra esa infiel que con rubor se aleja, | ||||
porque un día mató mis esperanzas, | ||||
tome la más atroz de las venganzas | ||||
dejándola morir de fea y vieja. |
Voy sembrando esperanzas por los vientos | ||||
y recojo después remordimientos. |
Si aunque tierna y vivaz aun eres pura, | ||||
no olvides el consejo que te ofrece | ||||
esta eterna verdad de la escritura: | ||||
«Todo el que ama el peligro en él perece». |
Cuando halla algún buen mozo que le agrada, | ||||
¡qué bien se suele hacer la deslumbrada! |
Yo sé quien, de una dicha que no alcanza, | ||||
va bebiendo en tus ojos la esperanza. |
Pocas veces te vi, pero no olvido | ||||
que yo te amé como no amó Macías, | ||||
y que fue la pasión que te he tenido | ||||
un amor inmortal de cuatro días. |
Por no ser natural hace, cuando ama, | ||||
de cada paso de comedia un drama. |
Cual tú, Mendes Leal, busqué afanado | ||||
una gloria fingida, | ||||
para saber al fin, desengañado, | ||||
que no hay más dicha que ésta en nuestra vida: | ||||
nacer, vivir, amar, ser olvidado. |
Al mostrar a esta niña encantadora, | ||||
suele decir su madre embebecida: | ||||
«Aquí tenéis la Aurora | ||||
de los días más bellos de mi vida». |
Si te casas, Inés, ten por seguro | ||||
que todo novio es un traidor futuro. |
Ya, al pretender ser tierno, | ||||
sale del pecho mío | ||||
un aliento más frío | ||||
que una ráfaga de aire del invierno. |
La cuna y el altar son dos moradas | ||||
donde viven las madres prosternadas. |
De esa antigua coqueta la hermosura | ||||
las ganas me quitó de hacerme cura. |
A todo va la inmensidad unida; | ||||
si entre el ser y no ser media un instante | ||||
—189→ | ||||
tiene el punto presente de la vida | ||||
un infinito atrás y otro delante. |
A ti, ducha en amor, ya te da risa | ||||
una loca de atar como Eloísa. |
¡Oh, Isabel! ¡Cuántas veces a hurtadillas | ||||
a través de estas pórfidas varillas, | ||||
con tus pupilas de ternura llenas | ||||
a algún hombre feliz, de ti adorado, | ||||
lo mirarás apenas, | ||||
por temor de mirarle demasiado! |
Tanto aumenta la gloria su estatura, | ||||
que a ese genio gigante | ||||
lo llamarán el grande allá en la altura | ||||
Shakespeare, Ariosto, Calderón y Dante. |
Aunque ve que la engañan con frecuencia, | ||||
no se quiere curar de su inocencia. |
El que sufre, lo mismo que el que adora, | ||||
creen que todo en el mundo, o quiere, o llora. |
Desde que te ha sufrido, | ||||
ya no me extraña tanto | ||||
que como Job el santo | ||||
maldiga el hombre el día que ha nacido. |
No rechaces tus sueños, hija mía; | ||||
sin la ilusión, el mundo ¿qué sería? |
En su primera confesión a Pura | ||||
ya no le dio la absolución el cura. |
Ya sabes que aunque tanto te he querido | ||||
cuando eras una pobre verdadera, | ||||
después que fuiste altiva y heredera | ||||
te honré con un desprecio merecido. |
Para una inclusa | ||||
Si al pasar el umbral de la existencia, | ||||
ves que no encuentras a tu madre allí, | ||||
bendiciendo la causa de su ausencia, | ||||
llama a esta puerta y la hallarás aquí. |
Siempre vuela mi mente | ||||
a buscar el Edén de tus amores, | ||||
como constantemente | ||||
se vuelven hacia el sol algunas flores. |
¿Quién puede ser dichoso ni en la gloria | ||||
si allí existe del mundo la memoria? |
Las niñas más juiciosas y más puras, | ||||
al llegar la razón hacen locuras. |
Te advierto, ángel caído, | ||||
que ya has perdido en la opinión las alas, | ||||
y que el olor de santidad que exhalas | ||||
ya sólo lo percibe tu marido. |
¿Me quieres? le pregunta, y ya la esposa | ||||
dice sí, más pensando en otra cosa. |
Cayó; y al mes siguiente | ||||
ya era un frío deber su amor ardiente. |
Aunque huir de ella intento | ||||
no sé lo que me pasa, | ||||
porque yo voy donde me lleva el viento, | ||||
y el viento siempre sopla hacia su casa. |
Agita tu abanico muy aprisa | ||||
y verás cómo el céfiro ligero | ||||
te cuenta muchas veces, María Luisa, | ||||
lo mucho, pero mucho, que te quiero. |
No pretendas mi cantar | ||||
Isabella-Roma oír. | ||||
¿Por qué quieres ver llorar | ||||
hoy que te toca reír? |
—190→
¡Es la esencia mejor de la belleza | ||||
el olor sin olor de la limpieza! |
Canta el aire, en sus trovas misteriosas, | ||||
las penas y alegrías de las cosas. |
Sé padre, que era un topo, | ||||
la juzgaba inocente todavía, | ||||
cuando yo averigüé que ya entendía | ||||
la moral de las fábulas de Esopo. |
Por ser tan instruida | ||||
ya entre ella y su niñez media una vida. |
Ama con furia y odia con tal ira, | ||||
que clava sus ideas cuando mira. |
A esa ética feliz, la va matando | ||||
la fiebre que ha cogido | ||||
durmiendo horas enteras, y soñando | ||||
a la sombra del árbol prohibido. |
¡Oh! ¡Qué cosas tan tiernas te diría, | ||||
al contarte, Enriqueta, mis pesares, | ||||
si esta alma, que es tan tuya como mía, | ||||
estuviese en la edad en que tenía | ||||
el ardor del cantar de los cantares! |
Espero con gran fe, Pepita bella, | ||||
que el hombre fiel que ha de llamarte esposa, | ||||
haciéndote dichosa, | ||||
en ti desmentirá la frase aquella | ||||
de -«¡Ay infeliz de la que nace hermosa!» |
En cuanto al bien y al mal nada hay lejano; | ||||
todo se halla al alcance de la mano. |
No escribo versos aquí | ||||
porque mi nombre recuerdes, | ||||
sino para que te acuerdes | ||||
que yo me acuerdo de ti. |
Sensible, débil, religiosa y vana, | ||||
eres en todo una verdad humana. |
Cierra el joyero, Inés, ponte una rosa, | ||||
que una bella está bien con cualquier cosa. |
Al decirte hoy adiós, Hortensia mía, | ||||
permite a mi amistad que te declare | ||||
que como el hijo de Sión decía: | ||||
«de mí me olvide yo si te olvidare». |
En materia de flores y de amores, | ||||
estoy por los amores y las flores. |
Teme más al ardor de sus sentidos | ||||
y a su propia bondad, que a diez bandidos. |
La vida es un bostezo continuado, | ||||
pues al rico y al pobre, a juicio mío, | ||||
les hace bostezar, según su estado, | ||||
pobres el hambre y ricos el hastío. |
Yo sé quien, de una dicha que no alcanza | ||||
va bebiendo en tus ojos la esperanza. |
—191→
Su gracia de ángel pasará a la historia, | ||||
pues al ver de su risa los fulgores, | ||||
la copian encantados los pintores | ||||
para hacer las rompientes de la gloria. |
A mis ruegos el céfiro sonoro | ||||
contándote estará toda tu vida | ||||
lo que dijo un autor a su querida: | ||||
«¡Maldito sea yo si no te adoro!» |
Tu comercio de amor naturalista | ||||
no gira más que letras a la vista. |
¡Ay! ¡Como el cielo te ha dado | ||||
gracia, juventud y amor, | ||||
cuando te veo a mi lado | ||||
parece que Dios ya ha echado | ||||
sobre mi tumba una flor! |
Cuánta diablura te diría, cuánta, | ||||
si tú, en vez de mujer, no fueses santa! |
Me atrae tanto el cielo | ||||
que extraño alguna vez como no vuelo. |
Por burlarse tal vez de lo que es santo, | ||||
creo que fue el demonio | ||||
quien llamó al matrimonio | ||||
la noble institución del desencanto. |
En guerra y en amor es lo primero | ||||
el dinero, el dinero y el dinero. |
Te vi una sola vez, pero mi mente | ||||
te estará contemplando eternamente. |
Al verte aborrecida, | ||||
notarás, recordando cierta cosa, | ||||
que a todas nuestras faltas en la vida | ||||
las liga una cadena misteriosa. |
De una mujer como Virginia, honrada, | ||||
lo mejor que hay que hablar es no hablar nada. |
Imita a aquella nueva Galatea, | ||||
pues, al ver que algún hombre la subyuga, | ||||
para no ser vencida, siempre emplea | ||||
la gran estratagema de la fuga. |
Los padres son tan buenos | ||||
que hasta el menos iluso | ||||
anhela para yerno un noble ruso, | ||||
o un príncipe italiano por lo menos. |
La mujer cuando olvida es que aun aprecia. | ||||
El hombre que perdona es que desprecia. |
Nuestra alma ve de admiración suspensa | ||||
que el campo todo al Creador inciensa, | ||||
y juzga con encanto verdadero | ||||
que es una orquesta inmensa | ||||
la gran palpitación del mundo entero. |
Tan grande fue, que ante él todo es pequeño, | ||||
«un delito el nacer», «la vida un sueño». |
No temas de mi amor nada imprudente; | ||||
sólo se ama a las santas santamente. |
Si como el héroe de la Mancha, antaño | ||||
realice por tu amor grandes hazañas, | ||||
hoy sentado a la sombra de un castaño, | ||||
pensando mucho en ti, como castañas. |
Se casó ayer, y hoy ya por cualquier cosa | ||||
apuesta la cabeza de su esposa. |
Es tan casta, que ignora de seguro | ||||
que hay algo de hez en el amor más puro. |
Después que nos han hecho | ||||
viejos la edad y tristes la experiencia, | ||||
llevamos dos infiernos en el pecho, | ||||
que son el corazón y la conciencia. |
En mí, cada mirada que me lanzas | ||||
se deshace en millones de esperanzas. |
—192→
Los terremotos | ||||
I | ||||
Si esperamos en Dios con alma honrada, | ||||
premiará nuestra fe su providencia. | ||||
¿Qué es el temblor de nuestro globo? Nada, | ||||
al lado del temblor de la conciencia. |
II | ||||
Colma nuestros deseos, | ||||
librando a nuestra patria, ¡cielo santo! | ||||
de estos días de espanto | ||||
en que rezan a solas los ateos. |
III | ||||
Aunque el hombre se aterra | ||||
al ver temblar bajo sus pies el suelo, | ||||
¿quién sabe si en el cielo | ||||
será ordenar el trastornar la tierra? |
IV | ||||
Conmueve de placer nuestras entrañas, | ||||
el ver que, consolando ajenos males, | ||||
va la piedad, desde las casas reales | ||||
a barrer la miseria a las cabañas. |
V | ||||
-¿Qué haremos, cuando el cielo | ||||
casas y templos con fragor derriba? | ||||
-¿Qué haremos, preguntáis, almas de hielo? | ||||
¡Tener fe en la justicia de allá arriba! |
VI | ||||
Debe el bueno sentir que tiembla el suelo | ||||
como el justo de Horacio con firmeza, | ||||
y ver también que se desploma el cielo | ||||
sin inclinar siquiera la cabeza. |
¡Nadie sabe, mortales, | ||||
por qué cuarteando el globo nos castiga | ||||
ese gran Dios para quien son iguales | ||||
los destinos del hombre y de la hormiga! |
Cuando se abre la tierra estremecida, | ||||
el bueno reza, se resigna y muere, | ||||
que es el único sabio en esta vida | ||||
el que sabe querer lo que Dios quiere. |
¿Oyes, Concha, los céfiros alados | ||||
que agita tu abanico en derredor? | ||||
Pues todos son suspiros o recados | ||||
que te manda al oído. |
—193→