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Capítulo tercero

De las dos cartas graciosas



Súmase el capítulo 3.
QUINTILLAS DE PIE QUEBRADO
 
     El fullero escribe y pica
     A la pícara Justina;
     Ella, picando, replica,
     Y, repicando, repica,
     Y con furiosa bolina
     Le demuestra
     Que su burla fue más diestra,
     Lo otro, más provechosa,
     Lo tercero, más graciosa,
     En fin, burla de maestra,
     En todo el mundo famosa.
     Y ainda.
 
     Este es un tralado bien y fielmente sacado de un scripto y rescripto que pasó entre mí, Justina, y el bachiller Marcos Méndez Pavón, en razón de una burla mayor de marca, que después de haber pasado en cosa juzgada por espacio de nueve años, retoñando las quejas en el corazón y lengua del sobredicho bacalario, enviaron a las quince un correo a su pluma y ella al papel, y todos dieron de rebato sobre la pobre Justina, a quien con parte de real y medio, bien llorado y mal pagado, le publicaron la sentencia y misiva siguiente, que a no poder apelar para la respuesta, era casi casi cosa de afrenta.
 
Va de carta.
 
     «Yo, el bachiller Marcos Méndez Pavón, el agraviado, a vos, Justina Díez, ovejita de Dios, trasquilada a cruces, que a precio de vuestras vergüenzas comprastes las que yo tengo de mis faltas en dinero y mis sobras en manilargo. Por estos mis escritos, os reto a campo abierto para que aguardéis las asadoradas de mis razones, no con menos paciencia que la que mostráis en esa insigne escuela, teniendo tantos actos y aguardando en ellos tantos argumentos cornutos de tanto género de estudiantes capigorristas, resolviéndoles y resolviéndoos sin dificultad ni impedimento cuantas objeciones os representan.
     No podéis negar que una mía vale por ciento, pues, por una palabrita que en el aire os dije de las bulas de coadjutoria, armastes todo el caramillo que ha pasado y metido más obra que los cazos de Toledo y monumentos de Sevilla, y creed que en buena philosophía natural -la cual vos sabéis ya muy bien, atento que profesáis mucho los movimientos sentibles de que ella trata-, toda causa es mejor que su efecto, y por tanto, se conoce que mi burla fue mejor que la vuestra, pues ella os hizo a vos parir la que me hecistes. Reventáredes con ella el cuerpo.
     Otrosí, bien sabéis que todo licor mezclado no es tan perfecto en su especie como el puro, y, pues mi burla fue burla de todos cuatro costados, sin brizna ni mezcla de veras, ni de ofensa, ni de venganza, fue burla más perfecta en su especie que la vuestra, la cual vino envuelta en un muy verdadero y averiguado latrocinio. Creedme que, así como se tienen por malas las burlas del burro y otros animales de su jaez, porque no se saben burlar sin estampar uñas o patas, así vuestra burla se ha de llamar burral, por cuanto en ella señalastes las manos y aun las uñas. Yo burlas he visto de damas que, con amor fingido, parece que echan llamaradas y queman la olla del seso, y de recudida espuman la bolsa, pero vos, no con demostración de amor, sino a título de trueco, engañastes, y por trueco bautizastes el hecho. Ruégoos que si otro trueco hubiéredes de hacer al tono deste, lo primero que troquéis sean esas manos por otras, so pena de que, a pocas tretas, os cortarán las uñas para asentaros el guante, y no sólo os cortarán las uñas, pero los pasos.
     No se alabe tanto, que sepa que yo pensaba darle la pieza que me llevó y más barata y con menos trotes de pasos, que si bien se acuerda, anduvo al trote desde la iglesia al mesón para topetar con yo. ¡Pecadorcita, en qué vicio dio! Menos inconveniente fuera dar en otro vicio menos costoso en quien, aunque llevara carga, pero no de restitución. No le declaro el vicio porque de ese menester se le entiende mucho. Diráme voarced: señor licenciado, todo se andará y aun todo se ha andado. Créolo, porque el vicio que yo digo y el hurto son grandes camaradas. Por eso dijo el otre que los vicios son conejos. Allá en Salamanca le declararán este latín, que, a lo que yo perjunco, quiere decir que como los conejos y conejas todos paren y ninguno es estéril, así, un vicio pare más vicios que un conejo gazapos.
     Engañóme su merced, pero puédome alabar que me engañó tomando por medio un agnus de cera, cordero mudo. Hágome cuenta que tomó la pieza de mi cuello, como tomaron a Cuenca los soldados en hábito y forma de ovejas y corderos a la misma hora que voarced me hizo el tiro. Sólo me pesó que para un hecho tan humano tomase un medio tan divino. ¡Herejota! ¿Por fuerza había de serla burla en cosas de las tejas arriba? ¿No me podía hacer la burla en unas calzas de obra que yo tenía en la posada o en algún dinero seco? Mi fe no se atrevió a venir cara a cara, sino que se metió detrás de un santo como fugitiva y lebrona. ¿Por qué no me pretendió hacer la burla de Pero Grullo, el de Arenillas? Por estas pocas que aquí Dios me puso, que si yo fuera el obispete y conmigo las hubiera, que yo la había de traer un extra tempora y me había de salir del carricoche ordenada o desordenada de mi mano.
     Yo juraré que dejó su merced en León bien cacareada y pregonada la burla que me hizo. Eso creo yo, que mujeres no saben callar cosa, aunque sea la caca y el coco y el cuco. ¡Gran hazaña! ¿Por qué no les dijo que me enviaba preñado por obra de gatuperio, que a trueco de llevar adelante el nombre y opinión de mesonera burlona, dirá eso y más, y porque la crean dará un cuarto al diablo? ¡La inocentilla! ¡Y con qué sencillez me decía si quería prestado los cincuenta y cinco y un cuarto! El cuarto déle ella a Bercebú, y no sea el trasero porque no paguen justos por pecadores. Los cincuenta y cinco guárdelos, porque siquiera se pueda decir della que entró una vez en su poder un mazo y se descartó dél.
     ¿Cómo digo de aquel bolso que le dio en vistas su novio? ¡Oh, válame San Macario!, si cada uno de sus novios le hubiera de dar un bolso para vistas del pleito. Y qué de bolsos tuviera, aunque todos los tuviera necesarios, si es que ha de ir adelante en embolsar muy a menudo de manos a boca docientos y cuarenta y cuatro que me llevó en un soplo. Si pensara que tenía alma, rogárala que me lo dijera de misas, pues que tiene tantos capellanes como días hay en el año, y en el bisiesto dos más, para andar conforme al tiempo, a uso de potrosa. Mas no la quiero encargar esto ni meterla en escrúpulos excusados, porque me temo que si se encarga de decir estas misas, cuando se muera, hallará tan quejosos los del purgatorio como los que acá quedan, que, si bien lo mira, son todos los estados, que cuando tan atrevidamente se atreve a entrar burlando y burlando de el estado eclesiástico, cuyo mínimo profesor y acólito cuadragenario soy, no ha de dejar hombre a vida. ¡Ay, hermanita! ¡Ay, nueva parca de bolsas, Caribdis del dinero, silla de piezas de oro, tarasca de sombreros, gomia de capas, zángano de meleros, condesa de gitanos, pícara de tres altos! Ruégola, mi santita, que se reporte; no piense que es grandeza menudear tanto el hacer burlas a los hombres, que alguna vez vendrá por lana y muy cicofanta.
     Ya que quiso hacerme la burla, ¿para qué volvió barras y sacó a somorgujo el agnus de la manga?, ¿no fuera mejor rostro a rostro? Pero es de casta de caracoles, que hacen su hecho a traición. No le pediré el hurto ante justicia, que ya sé que no teme varas altas, pero apareje el zarzo que yo la haré vomitar la empanada. No me dieron pena los ducientos reales, pues de una asentada gano yo más a los boquirrubios de su tierra, pero pésame del mal empleo.
     Avíseme de su salud y si llega ya a tener el alma setena, que de su edad ya otras tienen seis almas y media. A lo menos, bien pienso yo que si con cada muela que se cae entra un alma de nuevo, pasan ya de doce sus almas, y terná ya las encías hechas un purgatorio. Sobre todo, me diga si ha entrado algún cardenal en la corte de sus espaldas, y si le han frisado la costilla que le cupo en el repartimiento de Adán, que no me holgaría yo poco una tan gentil tundidora de bolsas ajenas hallase un buen frisador de espaldas proprias. Mas en manos está el pandero que le sabrán tañer, porque me dicen que el señor corregidor de esa ciudad -buena vida le dé Dios- los pone como nuevos a los que tienen los dedos de más de marca, y porque me nombres, te digo que Marcos te llama marca de más marca.
     Con esto, ceso, y no de rogar a Dios que, si es posible, en la resurrección de la carne, por burlarte, te hurte el cuerpo un caimán y salga tu alma trocada, metida en un bolso o bolsa de arzón o manga de sayuelo, como el cordero que fue signo de tu cielo y memoria de mis penas.
     Fecha en el General, donde dicen leyes, en la universidad de Asma.-El bachiller Marcos Méndez Pavón.»
 
     Respuesta de Justina por los tenores
     mismos de la carta arriba dicha
 
Advierte la aguda correspondencia de todas las razones desta carta a las del fullero y su arriba puesta.

     «Yo, la licenciada Justina Díez, llamada por otro nombre la Guzmana de Alfarache, y Pícara de prima por claustro, a vos, el bachiller Marcos Méndez, fullero, burlón de palabras y burlado de obras, nariz de alquitara, ojo de besugo cocido, pescuezo de tarasca, cuerpo de costal, piernas de rastrillo, pies de mala copla, que a precio de la desvergüenza que me dijistes en el camino de Mansilla, comprastes la privación y traspaso jurídico de una buena pieza de oro y perlas que decís estar en mi poder; salud e gracia. Sepades... Digo salud que os reviente, gracia que mejor os venga que la mía, y sepades, para que no os engañen ni os esquilmen.

     Primeramente, por estos mis escritos, os inhibo de mi fisgón y os apercibo que para el tiempo que durare el resolveros el alma con dichos y la bolsa con hechos -que será el que la nuestra merced durare-, os arméis de la paciencia que tuvo vuestra charitativa madre en oír llamar a su marido, vuestro putativo padre, hijo de Cornelio Tácito, por vía de hembra, y por la del varón, de Rabí Sidraque. No podréis negar, señor ojunregazado, que una mía vale por mil, pues de un golpe os engañé en mil géneros de cosas, cuya suma vos la podéis hacer como a quien más le toca, y como tocóos en las tres potencias del alma, y aun en las de la bolsa. En la voluntad os tocó, pues, con cebo de amor, llegastes y quedastes oliendo el poste como el amo de Lazarillo; en el entendimiento, porque os hice ver por tela de cedazo y creer que tenía vergüenza de vos quien no os estimaba en un pelo de buboso, salvo el guante a la pieza y a la chrisma -si es que estáis bautizado, siquiera de socorro-, y no me engañaría si dijese que el zahumerio de la burla llegó a vuestra memoria, pues la ternéis y debéis tener de mí mientras durare el nombre y vida de Justina, a quien Dios conserve muchos años, y a vos también, aunque sea hecho tarazones y en escabeche.
     Ponéis tacha a mi burla que tiene más obra que los cazos de Toledo, pero si yo fui el Juanelo del artificio, vos fuistes el pagador del trabajo. Mirad vos quién es el más medrado en este lance. ¿Con filosofía me acotáis o azotáis? Yo no sé qué es filosofía, ni la he menester, porque para saber yo que vuestros ojos no salieron por el orden común de naturaleza, sino, cuando mucho, por alguna jeringa, ni vuestra fullería se dio por el arancel de los honrados, no he yo menester filosofía natural, ni moral, ni enviar por sabios a Grecia.
     Preciáisos de que vuestra burla parió la mía. Ahí veréis vos que me sirvo yo de vos como de potra paridera. No me diera Dios mayor trabajo que, si conversáramos mucho, haceros cada año escupirme más renta que una potranca de las de buena arca, que maldito más me diera que tener cada año una mula boba, bija de madre.
     Ríome mucho de que repudiéis mi burla por ir mezclada con veras; ¿pues ahora sabéis que todas las cosas vivientes, cuanto más perfectas, son más mixtas? Hermanito, mi burla era viva y vivirá, y porque fuese más perfecta, la hice mixta. Es que soy boticaria de entre christianos y no curo con simples, como árabe, sino con pildoritas que le hagan buen provecho. No hay mentira sin mezcla de verdad, ni mal sin mezcla de bien, ni aun bobo -como vos bien sabéis- sin mezcla de discreto, y aun vos, con ser tan tonto, comenzastes a querer soñar de poder tener algo de discreto.
     El tiempo que os duró el fisgar de mí, decid: ¿no tenéis vos por buena burla el ser fullero? Pues, por mi fe, que vuestras fullerías no van forradas menos que en pellejo de garduña. Mi burla no tiene lugar de ser llamada coz burral, que os haría yo agravio al quitaros ese nombre y usurpar el título que tenéis avinculado y puesto en cabeza de mayor asno. ¿Sabéis cómo podéis llamar mi burla? Llamalda retozo de garduña, ojimel de daca y toma, agridulce de bobos, que estos nombres le vienen mejor, y si no, sea como su reverencia mandare, con que no tenga pena que por acá nos corten las uñas, que moza soy yo que no sólo sé trocar mi plata por su oro, pero sé asentar el guante y, tras él, las uñas, y tras todo, armar mamona, sin ser necesario traer de acarreo quien suelte la ballestilla.
     De la intención con que pensábades darme el Christo dado, no tenéis para qué darme cuenta, que yo creo alforjaríades mil chimeras; pero uno piensa el bayo y otro lo ensilla. No tengáis por consejo sano dar joyeles dados, que no hay peor juego que el dado. Y si vine apriesa y dejé la iglesia para venir al mesón a buscaros, sabed que era porque sabía que aunque estuviera a todas horas en todas las iglesias del mundo, en ninguna os había de encontrar, porque sé que lo que vos tenéis de oficio no se cursa en la iglesia; y si dejé vísperas de nuestra Señora, fue por las del Christo.
     Los consejos que me dais de escoger vicios que no deban restitución, la villa os los pague, pero tomaldos para vos, y no en el juego de la primera, en el cual me dicen que, de puro escoger, echáis en la mesa muchas primeras que no se hacen ellas, sino vos las hacéis por un molde hecho en Asís. Debe de ser que como enseñáis a otros a escoger pecados, vos os habéis enseñado a escoger cartas, y pues vos hacéis primeras a vuestro gusto, no os metáis en los flujes de bolsa que yo hago al mío. Y, pues sabe que los vicios andan de camarada, como él y los fulleros que trae en rueda, aprovéchese de ese buen consejo para advertir que cuando viere una moza de buen fregado, como yo, carilucia, barbiponiente, pieza suelta, sin tío ni sobrino al lado y sin can que la ladre, sino sólo con su borrico y su picarico y su baldeo y moza de la jábega y a Dios que me mudo, no la crea; santígüese della, lea en un libro como su primo el ermitaño, conjúrela, y por relucir que vea las cosas, no piense que son oro, aunque se lo diga un platero de oro o un orero de plata, que de bajo de un bolsito de tela hay mil telas y mil engaños. Desto le puede servir aquel ejemplo de los zamarrones de Cuenca que trajo a tan buen propósito.
     Y si le parece que mi burla es caso Inquisición, hable a esos señores y cuénteles el caso, que quizá les entretendrá y aliviará un poco del cansancio que suelen tener de tratar con algunos tan grandes bobibellacos como él. Ello bien puede ser caso de Inquisición, mas crea que no me acusa la conciencia del haber consentido deliberadamente en pensar que una imagen de un Christo crucificado en poder de un sayonazo como él no andaba segura, y es charidad quitar la ocasión. Alegarme ha en su favor que fueron parientes suyos los que labraron la cruz a Christo; pues, ¡pesia tal con él!, ¿labró una de palo y quiere poseer en pago una de oro? Para renovar memorias, una de palo le bastaba, demás de las muchas que hace cada momento en los dedos para jurar que pierde, aunque gane. ¡Linda maña, mentir aboque de abaque, y ahí está la cruz que lo atestiguará! Ahora bien, unas nuevas le quiero dar, y son que los christianos viejos le damos licencia para que pueda traer al cuello una cruz de palo, para que Dios le libre de los relámpagos de Justina, aunque a un motolito como él debajo de los pies le saldrán ocasiones y peligros que temer, que para los bobos se hizo la mala fortuna y mal caso, que a los discretos nada les sucede acaso, porque todo lo previenen.
     Paréceme que a su noticia ha venido la burla de Pero Grullo. ¿Y júramelas? ¡Ay, bobito, bobito!, con él me deparara mi dicha siempre que yo fuese a caza, que a fe que no la tuviéramos mala, y a fe que si él fuera el bigornio, yo le hiciera entender que la carreta era bolso.
     No le quise hacer la burla en calzas, que yo no trato de echarlas a pollos. Demás de que la burlada yo lo fuera, si me cargara de sus calzas de obra, que a mí no me la podían hacer buena, ni tengo por buena burla espulgar vestidos de mona. ¿Alega que no fui cara a cara y que volví barras? A eso digo: lo uno, que en guerra de retorno son lícitas las tretas; lo otro, que si fue engaño, fue engaño a vista de oficiales. ¿No estaba un platero delante, con sus pesas y apatusco, y entre ellos dos lo ordenaron como quisieron? ¿Qué más quiere? ¿No le dije yo que guardase bien el agnus en el bolsillo, porque el oro de Portugal, de puro fino, se toma? No quise decir que se tomaba él de fino, sino que por ser tan bueno le deseaban muchos tomar y le tomaban, y echáralo de ver cuán presto se toma, pues no se le hube bien dado, cuando fue tomado de mí.
     No le dé cuidado pensar si acaso parlé el chiste en León, que le digo de verdad que nunca fui amiga de vender secretos que se suelen pagar por calles públicas, y no quiero yo que por falta de secreta me hagan hacer la digestión en la calle, jeringándome las espaldas con alguna penca o rebenque o cualque cosi. Acá, para conmigo, confieso que mil veces me parlo el chiste entre pecho y espalda, y a su costa traigo forradas en risa todas las tres potencias del alma, especialmente cuando me acuerdo que se queja de mí porque, con inocencia fingida, le ofrecí si quería prestados los cincuenta y cinco y un cuarto. Sepa que a tontos como él no se pueden ofrecer los cincuenta y cinco justos; lo uno, porque no vienen bien justos con pecadores; lo otro, porque como es número de mazo, moriráse por él, como gavilán por rábanos, y así, no se le podrán envidiar de falso. ¿Y dirá que no me descarto de mazos y descártome de él? Ofrecíle un cuatro. ¿Pregunta si es trasero o delantero? El que su merced mandare, que para él tanto monta, que me dicen hace a dos luces, como candil de mesón, y que ha estado a pique de una plaza él y otro por ser amigos de atrás, y aun dicen de él que es dado a perros.
     No se espante que le dé el bolso de los novios, porque quien no vio, novio es. Si no está roto el que le di, por su vida que me le envié con un poco de almizcle, porque después que tomé en las manos su carta, me huelen a sudor de jalma, y prométole, si me le envía, de pagárselo en mandar a una recua de tontos que traigo tras mí con cebo de que serán mis novios, que bailen toda una tarde por su ánima, disfrazados con vestidos hechos de ochos y nueves, que es librea muy a su gusto. Mas eso de hacerle decir misas ni sacrificios, ¡no me lo mande voarced no me lo mande voarced!, porque unos pocos de capellanes amigos que tenía están depuestos como gallinas cluecas. Si él quisiere que por su intención y a su costa haga que me recen cada día a mi puerta la oración del justo Cordero, yo lo haré con que me envíe el agnus de plata que me tomó, que, tal como es, a mí trie hace falta y a él sobra, por ser cosa buena y de devoción.
     Ya sé que tengo enojado el purgatorio, mas también sé que tiene él por amigos los del infierno; cuente a cómo salimos. Cuando leí los muchos títulos que me daba, conocí que esa debe de ser la letanía que reza: cual es el devoto, tal el santo y tal la devoción.
     Lo menos a propósito para él es contar mis años, porque si con los pocos que tenía entonces le di la papilla que papó, ¿qué le parece al papenco que será agora si le tornase a requerir el cañal, después de haber comido mán guindas que él arrobas de bobo?
     ¿Por los dientes me cuenta el alma? Bien parece que le mordí. Por lo menos, sabe que soy viva, pues muerdo. Con salud lo cuente, y sea tanta que le reviente por los ijares. Ya pensé que tenía olvidada esta burla, mas paréceme que según busca consuelos, no debe de tener aún bien sana la llaga. Échela un poco de massea y mascunda, con un granito de sal de necio, y luego sanará.
     Por acá no hay nada de nuevo, sino que el cardenal vive en esta ciudad y trae orden de desterrar todos los vagamundos y fulleros. Avísole porque no le tiente el diablo de venir a esta tierra en tan mala coyuntura, porque, demás y allende que los cardenales desta tierra son muy rigurosos, tenemos un corregidor en esta ciudad que a cincuenta pasos huele cuerpos malhechores. Por allá, que es tierra de bobos, se le correrá bien el oficio, que por acá hendemos un cabello por veinte partes.
     Lo de la marca se borre, que el rey no comete el marcar a gente de tan ruin marca, cuanto y más que un pigmeo como él no puede marcar a una giganta como yo.
     Ríome de que se me firme Pavón. ¿Cómo digo de aquella bendita limosna que me pidió su pariente, el que nos vendió el galgo? ¿Sabe qué veo? Que les viene tan de casta el ser ladrones como el ser engañados.
     A buenas noches, Pavón, deshace el rodancho, mosquilón, arrímate, gigantón, que eres un bobarrón, y por si acaso quisieres presentar esta carta a la justicia para pedir lo que fue ganado en buena lid, advierte que va de letra de un escribano muerto, que suele ser falso, y sin firma, porque sólo un tonto como tú podrá firmar carta semejante. Fecha en Salamanca, en el mes gatuno, entre once y mona.»
APROVECHAMIENTO
     La gente disoluta no se empacha de publicar sus maleficios por palabra y por escrito, pero Dios las escribe en el libro donde las leerán con gran confusión y mengua suya.

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