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Libro tercero

De la pícara pleitista

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Capítulo primero

De la hermana perseguida



TERCETOS DE ECOS ENGAZADOS
 
Suma del número.      Pusieron en Justina sus hermanos
     Manos, lengua, y tras esto, una demanda.
     Manda el juez pague costas de escribanos.
     Vanos jueces (dice), apelo al Almirante,
     Ante el cual llamaré a Justes de Guevara,
     Vara de manteca y pecho de diamante.
 
       Ya, Dios norabuena, asenté real en Mansilla. Pero fueme como en real, pues contra mí asestaron sus tiros los que más obligación me tenían, hermanos y hermanas, unos por codicia y todos por envidia. Y esto duró lo que bastó y aun lo que sobró para desengañarme, que la esperanza de buen suceso era ninguna, porque la ocasión era tan durable como mi persona aunque a los principios me mostraban hocicos solos a boca cerrada, de ahí a poco abrieron la boca y desbocáronse. Luego, mostraron dientes, luego me mostraron las manos y luego las uñas, cada cosa por su orden. Tras ten con ten, pinicos; tras pinicos, andadura; tras andadura, trote, y tras trote, asomo de garrote. Como el odio es fuego, si una vez mina el alma, crece, y cuando más no puede, revienta.
Vale mal en su pueblo.
Justina reprehendida de libre.      Mis hermanos siempre salían con decirme que yo era libre y pieza suelta, y esto de pieza suelta me repetían cada paso, porque, demás de parecerles injuria, la tenían por brava elegancia.
     Yo jamás les respondía de veras, por no les dar ocasión a que la tomasen, sino hacía mis letradas por vía de gracia, que siempre tuve esta por muy buena manera de responder, que la tal respuesta tiene lo bueno de la venganza y lo bueno de la trapagija; es fruta madura para el dador y verde para quien la recibe.
Aprovéchase del nombre de pieza suelta para excusar su libertad.      A esto de pieza suelta les solía yo decir:
     -Por cierto, que no os entendéis. En realidad de verdura que una moza villana (digo de villa), yendo a ciudad, es como peón, que en yendo suelto se hace más presto dama, según dicen los jugadores del juego de los de Alba, que es el de los escaques.
     Decíales más:
     -¿Qué sabéis vosotros si con esto granjearé yo un casamiento con que honre a mi linaje y sea nuestro mesón casa solariega, y se llame la casa de los Dieces o de los Justinos? ¿Cuántas doncellas las envían sus padres a comedias y fiestas para que finjan que van sin licencia, en demonstración de las finezas de amor, sólo a fin de que acarreen a casa un novio mostrenco de los que creen a las quince? Andad, que bolos son diablos, como dijo el otro que iba a birlar y le faltaban diez. Donde no se piensa salta la liebre, y andaba sobre un tejado. Creed que, antes, ser pieza suelta me ha de hacer a mí mucho provecho, y quizá a vosotros.
     Otras veces, pardiez, espumaba la olla y se desespumaba la mar, y les decía con toda la cólera del mundo y del diablo y la carne:
Justina aborrece el encerramiento y la monjía.      -¿Qué pensábades, que me había yo de estar aquí hecha monja entre dos paredes? Nunca medre Justina si vosotros tal viéredes en los días de vuestra vida, aunque viváis más que Matuta. No ha habido monja en nuestro linaje; no quiero yo ser la primera que quiebre el ojo al diablo. No en vano, dice el cantar: «Mariquita, daca mi manto, que no puedo estar encerrada tanto».
       Estas gracias no podían sufrir, que eran para ellos sol de Marzo, que parece que sabe y da mazada. En fin, viéndome moza de tan buen descarte, mis hermanos me querían tan mal, como si de hermana me hubiera vuelto en almorrana. ¿Qué piensas? Viniéronse a poner conmigo en contarme los pasos, en fingir chimeras, y todo era sobre que yo les pedía mi hacienda. ¡Ah, interés, interés! Más puedes que la naturaleza, pues ella me dio hermanos y tú me los volvistes culebrones. Hacíanme fieros, y aun si va de confesión, me pusieron las manos, y no para confirmarme ni aun para componerme el albanega. ¡Ay, me!, que no hay peores ni más crudos verdugos para una mujer que hermanos. Estos, para decir desvergüenzas, se aprovechan del privilegio de hermanos; para reprimir y quitar gustos, del oficio de padres; para regalar y hacer bienes, se acotan a hombres; y no más, que en esto se dice que son tiranos, y para si una pobre moza hace alguito, luego tocan a la hermandad y aun el arma. Un mal hermano es enemigo como la carne, que no la podemos echar de nosotras. Quien dijo hermano, dijo herir con la mano. Hablo de los que tienen tan corrompido el amor corno el nombre.
 
Hermanos son crueles enemigos.
Hermanas cizañeras.      Mis hermanas me ayudaban poco, antes creo que ellas descomponían la paz y armaban las pendencias, y sabido el porqué, no era otro sino que me olían dama y orgullosa de condición y no podían llevar mis cosas. Maleaban con los de fuera mi crédito y con los de dentro mellaban mi honra. La tijerada me daban que me toreaban la ropa y ainda. Decían de mí que era una arpía, que había yo sola gastado a mis padres más que todas, y tenían razón, que yo gasté a mis padres todo el caudal de entendimiento y no dejé que heredasen. Esto sí gasté más que ellas, mas de hacienda, yo seguro que la mitad del tiempo comí lo que no entrara jamás en casa, si no fuera a contemplación mía.
Declara cómo gastó más hacienda que nadie.
Persigue el villano perseguir al de buen entendimiento y noble de condición.Tráese el jeroglífico de la águila y la corneja.Alas de Águila corroen las de la corneja.

Epantera.

     Es ordinario en gente de condición villana perseguir las personas de buen entendimiento. A este propósito pintaron los sabios a la villanía como corneja y a la nobleza como águila, y es la causa porque el águila es tan noble de condición, como libre, y la corneja tan envidiosa como villana. Es de manera que la corneja siempre anda machinando males al águila, tanto que cuando más no puede, se le pone frontera al águila para hacerla gestos, más ella, como reina, no estima por afrenta lo que hace una ave vil, vasalla suya, que es tan para poco, que, aun muerta, el águila puede comer y de hecho con sus alas come las suyas y las de la epantera.
       Esto para mí no era consuelo, porque yo quisiera comerlas en vida y no aguardar a cuando muerta, que entonces no es tiempo de comer.
Ignorantes persiguen a los sabios.

Enemiga del ratón y elefante, a propósito.

     Es muy proprio de ignorantes envidiar a los sabios, y todo menesteroso tiene envidia de aquello que no tiene. Cuando yo veo que el elefante sufre que se quiera con él levantar a mayores un ratón, no me admiro de la enemiga y odio natural y entrañado que tienen los hombres de corto y ratero y ratonado entendimiento con los de bueno. Persigue el ratón al elefante por ver que el elefante tiene todo lo que a él le falta. El elefante es enamoradizo, y tanto, que los pechos de una doncella pueden matarle de amores, con ser hembra de especie diferente, y como el ratón es tan vil, que tiene por madre y padre la corrupción, telarañas y tierra de sotambanos, y las menos veces engendra un ratón a otro, de aquí procede que el ratón persigue al animal en quien florece la inclinación de engendrar, la cual, según he oído, llaman los philósophos divinísima. Y a fe, que es mucho para ser cosa tan de acá bajo.
Calidades del elefante.      Otras muchas propriedades tiene el elefante, como son grandeza, proceridad, compañía, habilidades varias, gustos de comidas, nobleza, gratitud y excelencias que no hay en ratón, por lo cual, no reparando en que el elefante le puede sorber como a mosquito, le pretende hacer guerra con grande detrimento suyo, no por otra causa sino porque lo que al ratón le falta de cualidad, le sobra de envidia al elefante. En fin, que mis hermanas eran ratones y yo elefante. Mal haya el haber nacido sin trompa, que a tenerla, trompeara el cuerpo y trampeara la hacienda.
     Con estas consideraciones me animaba a tener por honra esta contienda y por cualidades esta porfía; pero como, en fin, las mujeres no somos de hierro, no es mucho que ratones que matan elefantes, minando la trompa de mi entono, de cansada me venciesen.
     Tras todos mis males, me pusieron demanda de mi hacienda ante la justicia de mi lugar. Para mí fue la justicia justicia, para mis hermanas misericordia. En resolución, el señor Justes de Guevara, que así se llamaba el cogedor de mi pueblo, me condenó a desheredada y a que pagase costas de escribanos. ¡Qué aliño para no quererlos como a dolor de ijada! ¡Ay de mí! Para mí tenía vara de hierro y para mis contrarios de manteca; harta desta enjundia hacían mis hermanas. A estas sí consentían mis hermanos que saliesen a deshora a informar la justicia en el pleito y esto no les afrentaba, y si yo miraba al cielo, ya pensaban que llevaba el río el ojo a la puente. Todo esto se excusara si Justez me hiciera justicia, Dios nos libre de pleitear en pueblos chicos, donde hace la cabeza del proceso la envidia; el proceso, el soborno; los autos, la afición; la apelación, la del alcalde; la revista, solturas y, sobre todo, el dinero. Hízome daño el ser conocida por burlona, que nadie se atrevía a hacer conmigo alparcería pensando medrarían conmigo como el melado y Bertol. Llamábase el corregidor de mi pueblo Justez de Guevara, y aunque por el nombre de Justez me debía favorecer de justicia, más paréceme que se acotó el apellido de Ladrón. Mas a fe que no se fue alabando, que de pe a pa lo conté al Almirante, mi señor.
Justicia torcida.
Condenan a Justina.

Mujeres sobornadoras.

     Viendo, pues, que cada día salía para mi el sol con ceño y para ellas sol de boda, determiné ir a buscar tierra donde el sol no fuese embarrador; en fin, determiné irme a Rioseco, adonde estaba el Almirante, mi señor, a seguir el pleito en grado de apelación y hacer a derechas el negocio de mi partija.
     Muchos hermanos juntos por maravilla están en paz; son como nabos muy atestados, que no los penetra el fuego; como arcabuz muy atacado, que revienta, y como plantas juntas en la tierra de do nacieron, que si no se apartan y trasplantan, nunca medran. Y con esto terná suficiente excusa mi determinación, y si esta no bastare, llámome Marimaricas, que es tanto como hacer ceribones.
     Dirásme:
     -Pues, ¿cómo se partió Justina tan de sópito?
     Aguarda, amigo interrogatorio, verás que tomé gentil carrera para el salto, y sábete que para esto veinte días antes hice un ruido hechizo, y fue que descerraje unas arcas en que me tenían encerradas unas joyas mías, las cuales saqué con otras niñerías comuneras que valían buen dinero. Moneda no la saqué, porque no faché geito, como dijo el Galateo, y porque no estaba madura, como dijo la zorra; ello, voluntad visto habías, como dijo el vizcaíno. Mas porque el disimulo del descerrajar no era bastante a encubrirme, antes, en caso que me partiese, me hacía mucho más sospechosa, hice otra cosa que me aseguró, y fue que a cierto galán floreado, a quien yo daba alguna audiencia a la buena fin, le dije que me importaba que a las cuatro de la mañana pasase por mi calle y por junto a mi puerta corriendo y fuese por cierta vereda, y que si fuesen tras él, hurtase el cuerpo a quien le siguiese, y al revolver de un cantón, quitase una media nariz postiza, y que si le diesen grita y le dijesen al ladrón, él también a bulto lo dijese para disimularse, y que lo más presto que pudise pusiese los pies en polvorosa. No le dije más, y él lo hizo sin discrepar, que como el amor es ciego, a cierra ojos obedece.
     Aguardé al punto concertado, y poco antes que pasase, arrojé desde la ventana dos piezas de plata, una taza y un copón, y comencé a dar voces:
     -¡Al ladrón, al ladrón, que nos lleva robada la hacienda!
     Levántanse despavoridos y en camisa los de mi casa y los vecinos, corren tras él, y no le pudiendo dar alcance más que si fuera hombre de sombra o sombra de hombre, se tornaron, no con poca risa de la gente que los vio ir y venir desnudos.
     Yo les dije al venir:
     -Levantad esas dos piezas de plata que se le cayeron al bellaco.
     Y con esto hízose más que creíble que aquel ladrón había entrado y descerrajado las arcas.
Disimulo de ladrones.      El mozo no pudo ser descubierto, porque, demás de que corría con la ligereza de un pensamiento, se puso la media nariz de máscara que yo le di, y al revolver de una calle se la quitó y tornó atrás y comenzó con los otros a apellidar el ladrón, con lo cual fue imposible dar en él como ni en mí.
     Yo luego comencé a entablar mi juego, y les dije que mirasen que aquello era castigo de Dios, y todos aquellos veinte días antes que me partiese a Rioseco, hacía ruidos hechizos como de trasgo y estallidos como de amenazas de ruina, hasta que un día de San Christobal, puesta de rodillas ante una imagen, oyéndome ellos, dije:
     -Yo hago voto a tal y a tal (ellos pensaron que de meterme monja, y parece ser que se alegraban, esperando que renunciara lo demás de mi legítima, mas salióles el sueño del perro), voto a tal y a tal, de no anochecer en esta casa, porque no quiero que se caiga y me coja en pecado mortal de odio y de rencor, que no sólo hay en ella ladrones de la hacienda, sino de la paciencia, y aun parece que los diablos andan en esta casa.
     Díjelo con tal grima que les puse miedo, y aunque me dijeron que estaba loca, tenían temor, y tanto, que aunque me vieron tomar el manto y mi hatillo, me dejaron salir, pensando que de veras y de temor me iba en casa de alguna vecina. Ya yo tenía prevenido un truchero cosario que me llevase a Rioseco, y así lo hizo.
Entra en Rioseco.      Entramos las truchas y yo frescas y corriendo sangre; frescas, porque entramos de mañana, y corriendo sangre, porque la burra sin duda iba pensando algún consonante para alguna copla, cuando se le resbaló un pie quebrado y me sarjó las narices de la vena de las dos ternillas, y fue la sangre que me salió mucha.
     ¡Así supiera hablar aquella sangre inocente! Y cómo dijera:
     -¡Aquí de Dios, justicia contra los mesoneros de Mansilla y contra aquel ladrón de Guevara!
     Y sí debió de decir, sino que con el frío llevaba el pecho apretado, y lo otro, era de mañana, y como estaban todos en las camas, no la oyó nadie gritar.
     Púdose decir por ella lo que dijo el alcalde bobo a Mariforzada:
     -De hablar, hableste, mas no te entendieste.
 
APROVECHAMIENTO
     Los malos no saben tener paz aun entre sí mismos, que lo heredan del demonio, que es príncipe de las discordias.



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