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CANCIÓN MAYOR
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Suma del número. |
¡Que no viera yo un barbero acaso, |
Habla con Calíope. |
O siquiera un albeítar no se hallara, |
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Que con ballestilla o mano de mortero, |
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De la vena poética sangrara |
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Un triste rozayerbas del Parnaso! |
Finge el autor que, de
enfado desta inicua vieja,
no quiere aun sumar el
número en verso. Es figura
retórica que encarece la
materia. |
¿No basta media vez decir no quiero, |
Sino que a fuer de fuero, |
Me pidas, Musa mía, |
Símil. |
Que con mi talante |
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Los hechos de una vieja en verso cante? |
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Que doña Lucía, |
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Si no una parca, una arpía en el alma y gesto, |
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Vaya en prosa, que de verso sobra aquesto. |
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Pinta un río y su ornato. |
Así como los caudalosos ríos se van ufanamente gallardeando por
junto a las márgenes de la tierra, sustentando un paso grave y
entonado, usando de sus hinchadas olas como de brazos para ir
poniéndolos sobre las cabezas de las tiernas plantas que a uno y otro
lado le acompañan, llevando un ruido majestadoso y autorizado, pero
en entrando en la corte de la mar, en presencia del emperador
Neptuno, enmudecen y se esconden, sin dar más muestras de
autoridad que si se hubieran convertido en terrestre limo o polvo seco
y menudo, así yo, la que entre estudiantes, galfarros, barberos,
mesoneras, bigornios, pisaverdes, mostré mi entono, sin poder alguno
medir conmigo lanzas iguales, reconociéndome todos superioridad,
dando a la excelencia de mi ingenio título de grandioso, ahora que
entré a competir con el mar de una morisca vieja, hechicera, experta,
bisabuela de Celestina, me verás rendir mi entono y humillar mi no
domada cerviz, sin más ruido ni semejanza de quien fui que si nunca
fuera. |
Justina, río, y la vieja, mar. |
Encarece las astucias de la
vieja. |
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Vieja de Andújar. |
Esta vieja, en cuya casa posaba, era advenediza, natural de
Andújar. No dudo sino que me recibió de buena gana en su posada
por parecerle que era yo algo a propósito para enseñarme el arte, ca es
muy proprio de herejes y de brujos desear herederos de su profesión.
Son como los bubosos, que quieren beber por todos los vasos porque
hereden todos sus bubas. Ella era morisca inconquistada, y aún tengo
por cierto que sabía mejor el Alcorán que el Padrenuestro, y viéraselo
un niño, no sólo en la lengua, pero en las obras, de las cuales diré
algo, no para escandalizar al lector, sino para que fíe poco de viejas
ruines que parecen rezaderas y ejemplares y no relucen sino al candil
del diablo, y para que te guardes de tales. |
Herejes y brujos son como
bubosos. |
Vieja indevoluta debe ser
huida. Refiérense sus
blasfemas necedades. |
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Yo creo en Dios, pero que ella creía en él, créalo otro. Cuando se
persinaba, no hacía cruces, sino tres mamonas en la cara, como quien
espanta niños, y cuando llegaba al pecho, hacía un garabato y dábase
un golpecito con el dedo pulgar en el estómago. Entiende por allá el
presignum. |
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Si la quería enmendar, respondía: |
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-No querer máx persino, que no ser santiguadera. |
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Preguntábala si sabía el Ave María. |
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Respondía: |
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-Ben saber Almería, e Serra de Gata e todo. |
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En las cuatro oraciones decía más herejías que palabras, que por no
hacer agravio a tan santas oraciones, no quiero conquistar la risa con
trabucos de necedades y aun blasfemias. |
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Preguntábala por qué no se había casado ni quería casar. |
Por qué no se quería casar
la morisca. |
Respondía: |
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-No haber marido bueno si no ser morisco. |
Algunos moriscos,
sospechosos. |
No sé en qué lo podía fundar, sino en que temía casarse con quien
la hiciese ser christiana. |
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No niego que pueda haber y haya muchos moriscos buenos
christianos, mas cosa notable es que los más no quieran casarse con
christianos viejos. Quién duda sino que dan sospecha, de que quiero
callar, por no me acordar del cuento del que castigaron, y yo conocí,
que antes que bautizasen un hijo o él hiciese alguna aparencia de
christiano, decía. |
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-Perdonar, Mahoma, que no poder más, so pena de caraña. |
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En lo que toca a ir esta mujer a misa, era hablar en cosas
excusadas. Una sola vez la vi ir a misa, y mientras estaban alzando, se
echó de hinojos sobre la tierra, y todo el más resto de la misa estuvo
tosiendo, con ser la mujer más enjuta y avellanada que en mi vida vi,
y tanto, que jamás, sino entonces, la vi toser. |
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¡Maldita sea persona que de cuantas veces Dios nos visita con sus
bienes, no va a visitar a Dios en su casa! Pero si yo se lo decía,
cumplía con trómposelas. Veis aquí un clavo para la herradura. |
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Y ahora me acuerdo que un día, tratando ella y yo de la obligación
que todos teníamos a la Iglesia y a los señores curas, que son nuestros
pastores. |
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-Sí, hija, que el primer medio real que yo gano cada año lo guardo
para el cura. |
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Yo que pensé que tenía devoción de dar aquel medio real al cura
para aceite de la lámpara o para la fábrica de la iglesia, o por otra
cualque devoción, y no era sino que ella pensaba que todo el toque de
la confesión y de los misterios de la Iglesia consistía en pagar el
medio real, y que con eso se acababan cuentos. Nunca vi tal vieja. |
Otras indevociones. |
De la gente en procesión se espantaba y huía, y cuando había
truenos, se salía a la calle. Si pasaba el Sacramento, luego tenía en qué
entender en algún retrete, y si había un ahorcado, se descervigaba por
mirarlo, y hasta perderle de vista, le hacía ventana, que era pura para
dama de ahorcados. El día que los había era el día de sus placeres, y,
con ser coja, todos aquellos tres días siguientes no cojeaba, antes con
gran prisa salía todas aquellas tres noches de casa. Lo cierto era que
no iba a rezar por ellos, sino que la primer noche traía los dientes que
podía, la segunda de la soga y la tercera hacía conjuros al pie de la
horca. ¡Qué demonio! Dábala osadía el diablo, que es el maeso destas
obras. Era cosa particular el agua que gastaba en lavatorios y
cocimientos. Malditas sean personas que tan sin gusto, ni honra, ni
provecho se dejan engañar del diablo. Siempre yo entendí della que
era bruja, y no me engañaba, porque ella hacía unos ungüentos y unos
ensalmos, que no era posible ser otra cosa. |
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Brujas reprehensibles. |
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Si no me tuviera Dios de su mano, yo hubiera caído en tentación de
rogarla que, pues sabía tanto de nigromancia, me resucitase a mi
padre, según y de la manera que la hechicera de Saúl le resucitó a
Samuel, o al diablo por él. Y a fe, que si a mi padre resucitara, le
había de preguntar que quién libraba peor en el infierno, porque me
han dicho que los que más carena llevan son los malos escribanos, y
otros, que los letrados injustos, y otros hablan diversamente. Pardiez,
yo sospeché que me dijera que ni unos ni otros, sino los confesores
absolvedores destos, pues sin celo de gusto ni intereses los absuelven,
como ignorantes. Mas no quiera Dios que yo pidiera que a mi ruego se
pusiese en cerco al diablo, que es gran pecado, porque, en buen
romance, es tener al diablo por amigo y con marchán. |
Brujas, amigas de enseñar
sus bellaquerías. |
Ella bien me quisiera enseñar el oficio por pegarme la sarna, y aun
si yo quisiera aprovecharme de cosas que ella me decía, bien supiera
yo en una noche coger sangre para hacer morcillas. Pero no quise, lo
principal, por temor de Dios, y lo segundo, porque siempre fui
enemiga de oficios que se hacen medio durmiendo como este de la
brujería, en el cual por la mayor parte -como yo vía- las brujas se
quedan amodorridas de sueño, y lo que en sueños hacen les persuade
el diablo que es de veras, con unos enredos que, si los hubiera de
contar como ella me los refirió, nunca acabara. |
Brujas, todo lo que hacen,
sueñan. |
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Bueno es saber de todo, no para usarlo, ni aun para saberlo, sino
porque ya que se sabe, sirva de defenderse una persona de bellacas
brujas sanguijuelas, que así llamaron los antiguos a las lamias, brujas
y megas. Y advierto que es cosa de risa pensar que es cosa de
importancia, ruda, ni salvia, ni otras destas cosas sólo naturales, pues
no pueden impedir que el demonio chupe la sangre y se la dé a las
brujas. Lo que es de más importancia es, sobre todo, rezar; lo
segundo, traer el Evangelio de San Juan escrito, y lo tercero,
bendiciones santas. |
Advertencia contra viejas. |
Remedio contra brujas. |
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Y así decía esta bruja: |
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-¡Ay, hija! Las matronas (que así llamaba a las brujas), las
matronas no temen ruda ni salvia, poleo ni yerbabuena, sino conjuros
de abad. |
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Llamaba la vieja conjuros de abad a las santas oraciones que
nosotros reverenciamos. |
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Con todo eso, por el bien que me hacía, estaba con ella en paz, no
siendo jamás fautora de sus ensayos. |
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No denuncié della porque, como ignorante, se me escapó la
obligación que yo tenía de decirlo a los señores inquisidores, y si la
hice bien, fue por la natural obligación que tiene cada cual a querer
bien a quien le hace bien. |
Bolsa inconquistada. |
Estábamos como madre y hija, y aunque me quería bien la diablo
de la vieja, con todo eso, ni por amores que la decía, ni servicios que
la hacía, jamás pude conquistar la bolsa, porque cuando yo pensaba la
cosa, ya ella iba dos leguas adelante. |
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Eran sus mañas, enredos y ardides tantos y tan disimulados, que
me hizo caer en la cuenta de una cosa que leí y dudaba sin atinar
salida. Leí que en el templo de Arcadia dibujaron al dios Júpiter de la
estatura de un gran gigante que tenía los pies sobre una tinaja vuelta
boca abajo, y hacia la parte de la tierra, una vieja chica y fea.
Significaban en esto que Dios tiene debajo de sus pies la luna del cielo
y el terreno mundo, y el jeroglífico se concierta desta suerte: por la
tinaja entendían la luna, porque ésta preside el agua, significada por la
tinaja; y por la vieja entendían el mundo, porque los engaños y
embustes del mundo no pueden tener mejor imagen y dibujo que una
vieja hechicera. |
Jeroglífico de las viejas
astutas y malas. |
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Refrán y su emposición. |
También entonces entendí un refrán que dice: «La águila enseña a
vivir sin mengua», y creo quiere decir que como el águila cuando se
remoza se despide de ser vieja, puédese decir que cuanto más desecha
la vejez, desecha menguas que están avinculadas al estado de la
senectud femenina, a lo menos, cuanto a la significación jeroglífica. |
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Confieso que me acobardó tanto su ingenio, que ya, aunque dejara
el arca del dinero abierta, no me atreviera a hacerle de menos un
comino, antes hiciera como el Draque, que cuando vio las puertas de
La Coruña abiertas, huyó y temió, pensando que era ardid. |
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Pero, ¿quién diablos se ha de atrever a una bruja, que es el diablo
el reñidor de sus pendencias? |
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APROVECHAMIENTO
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Mujeres viejas que son indevotas dan indicio que son un abismo de
mil miserias y hechicerías. |