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11

Los loci y las imágenes de la retórica tradicional fueron usados por Cervantes, al lado de la conversión de la novela en pintura, para dar una visión perspectivista de su obra; es lo que sostiene, con referencia al Persiles, Aurora EGIDO, «La memoria y el arte narrativo del Persiles», Nueva revista de filología hispánica, XXXVIII (1990), n.º 2, pp. 621-641.

 

12

[CICERO] Rhetorica ad Herennium, Cambridge, The Loeb Classical Library, 1954, p. 208. (La traducción es mía). Sobre el tema vid. Frances A. YATES, L'arte della memoria, Torino, Einaudi, 1993, [The Art of Memory, 1966], pp. 3-26.

 

13

Cfr. Mauricio MOLHO, «Utopie et uchronie: sur la première phrase du Don Quichotte», Actes du Colloque sur «le temps du récit», Madrid, Publications de la Casa de Velázquez, 1988.

 

14

Cfr. L. KARTTUNEN, «Referenti testuali», en M. E. CONTE, (ed.), La linguistica testuale, Milano, Feltrinelli, 1989, pp. 121-147.

 

15

El texto guarda memoria de sí mismo y recurre a ella para dar origen a nuevos episodios a partir de lo ya dicho. Es ésta una técnica de los narradores orales que ha rastreado en textos medievales E. Janes BURNS, «La repetition et la mémoire du texte», en B. ROY, y P. ZUMTHOR, Jeux de memoire: aspects de la mnémotechnie médievale, Montréal, 1985, pp. 65-71.

 

16

Uso aquí conceptos bien conocidos de la teoría de los actos de habla. Cfr. J. L. AUSTIN, Cómo hacer cosas con palabras, Barcelona, Paidós, 1981, pp. 44-47 [ed. inglesa, 1962]. J. SEARLE, Actos de habla, Madrid, Cátedra, 1980 [ed. inglesa, 1969].

 

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Nuestras notas son deudoras del excelente estudio de Isabel Castells Molina (1998), que realiza una exhaustiva revisión del concepto de la metaficción [p. 38] (metaescritura) cervantina y su repercusión (crítica y creativa) en algunos narradores modernos (Unamuno, Azorín, Luis Martín-Santos, Juan Goytisolo, Gonzalo Torrente Ballester, Julián Ríos, Luis Landero y José María Merino). La reflexión que la autora propone de algunas cuestiones trascendentales de la narración y del arte narrativo de Cervantes (la intertextualidad, la noción de «novela-espejo», la construcción del relato en su proceso interno de composición, la dialéctica de las funciones autoriales y los efectos del personaje lector-escritor del personaje) enlaza directamente con los fundamentos de la escritura que se escribe como reflexión («novela crítica»), como creación («novela haciéndose») o como recepción («novela vivida»).

 

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Los modelos literarios adoptados como credo por don Quijote o por Quijótiz (libros de caballerías, novelas pastoriles) se aceptan como manual ético, como portadores de una verdad revelada, como escrituras de validez canónica, como llamadas a la realización: sobre el ejemplo de las autoridades escritas, el caballero andante procede «religiosamente» al aplicarles un sentido de norma primaria y fundamental. Como en la concepción del Libro en las religiones de la escritura (cristianos, judíos y musulmanes), el texto «decide sobre la corrección de una afirmación y sobre la legitimidad o ilegitimidad de una acción; ninguna conclusión es cierta si está en desacuerdo con la verdad del Libro; ninguna norma ni conducta son válidas si contradicen la nomología revelada en él» ( M. García Pelayo [1991: 1553]). Don Quijote persigue vivir y pensar según lo escrito: «...fue que le pareció convenible y necesario... hacerse caballero andante, y irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que había leído que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasión y peligros donde, acabándolos, cobrase eterno nombre y fama» (seguimos la edición revisada y actualizada del Quijote de Martín de Riquer [1996: 36], por la que citaremos en adelante; la cursiva es nuestra). Al fiar la voluntad y el conocimiento en/por los libros, lleva a efecto el proyecto más extremo de mimetización literaria: la que, por efecto de la alienación lectora, proyecta el mundo de la letra en la letra del mundo; a partir de entonces el personaje, usurpador del espacio de [p. 39] la persona, traslada al mundo el universo de signos de la literatura caballeresca, que promete reconocer y aplicar, bajo el dictado de la Fama: para las condiciones de la gloria caballeresca en relación con la escritura, véase M. R. Lida (1983): desde Herodoto la letra procura la inmortalidad de las «grandes y maravillosas obras», o se castiga a los traidores con el olvido de la no escritura (17 y 18); la fama duradera que el poeta otorga al héroe mediante sus escritos se refuerza en la esfera religiosa medieval por la especial veneración que la tradición judeocristiana concede a la escritura: véanse los elogios al libro escrito en Berceo, Richard Bury, Alain de Lille, Dante, Pero López de Ayala, Santillana, Jean de Meung, Benzo de Alba o Rabino de Carrión (154 ss.), citados por Lida: «A los ojos de la clerecía medieval, ser «metido en escripto» es un honor que consagra para siempre al hombre o al hecho que lo han merecido [...] Por eso, contra la argumentación expresa de San Agustín y de Santo Tomás, el letrado medieval [...] pasa a reconocer el deseo de fama como móvil de la acción virtuosa, y la veneración judeocristiana al libro viene a sumarse, por distintas vías, a la fama poética que, para el griego y el romano, aseguraba la inmortalidad» (156 y 158).

 

19

Para los usos y funciones de la retentiva, véase A. Egido (1994): «... la memoria actúa desde un pasado libresco hacia un futuro que también se pretende acabe en los libros y en el arte, provocando una ruptura del tiempo y una aspiración a la eternidad heroica, pues don Quijote trata por todos los medios de que su nombre se instale para siempre en el panteón épico» (101).

 

20

Ed. cit. Reseñamos la parte y la página.