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A don Juan Sansano

Miguel Hernández

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A don Juan Sansano

   Poeta, si al fértil suelo de tu niñez apacible

pudieras llegar, salvando la agobiadora distancia

que de ella te aleja echando por medio un páramo horrible,

sintieras cantar de nuevo dentro del pecho tu infancia.

   Mil gestos de pasmo alegre tu boca lírica hiciera,

e igual que un bosque de palmas donde un diluvio se tira

de gotas de agua pasando por cada estoica palmera

sonora, rítmicas músicas diera al ambiente tu lira.

   ¡Está tan hermoso!... ¡Tanto!... Bajo los arcos triunfantes

del cielo de azul suntuoso con tul de nubes barrocas,

aboca en la lejanía y al pie de montes tajantes

que bate rabiosamente, galas a cántaras locas.

   Verdece Koré que el reino del dios Plutón ha dejado;

Pomona cansa de frutos las tiernas ramas amigas;

y Flora, de rosas cálidas su bella sien ha incendiado

en tanto que su oro ofrecen a Deméter las espigas.

   El dios de la brisa armónica juega en los nuevos ramajes

y enreda sus breves cuernos en las melódicas cañas:

y silfos, faunos y ondinas, soltando gritos salvajes,

sus brujas moradas dejan para alegrar las campañas.

   Al borde de las acequias y los riachuelos corrientes

que quieren fingir turbantes siendo doradas heridas,

los largos rosales truenan igual que tracas potentes

con rosas hoscas cual truenos de sangre fuerte vestidas.

   Las ramas de los granados, en sus igníferas frondas

esquilas de fuego bate -flores de vívidos lomos-;

y cada obtusa morera, bajo las hojas redondas

sus moras azucaradas madura en grávidos pomos.

   Los trigos tejen en oro versos que empiezan su urdimbre

con altas letras mayúsculas de espigas en muchedumbre...

Sus platas echa en el céfiro de los canarios el timbre...

Su bronco perfil irrita de luz ferviente la cumbre...

   Palomos y flor de acacias iluminando los cielos.

Desflore de azahar... Sarmientos verdes rizando las parras...

Regatos, azarbes, fuentes... cuerdas de sol en los suelos

que fingen con las clavijas de las palmeras guitarras...

   Adentro de las viviendas de los heroicos huertanos,

por vías de cañas, como pequeños trenes de luces,

avanzan con sus vagones de hilo sutil los gusanos;

y afuera los lirios tienen forma gentil de arcaduces.

   Y toda la extensión regia de la huertana llanura,

debajo de la calina como un cristal de agua inquieta,

palpita en un arrebato de abrumadora hermosura

y allá contra los encajes del horizonte se aprieta.

   ¡Romántico bardo, presto! ¡Ven a la tierra asombrosa

que en medio de sus naranjos miró tu infancia perdida!

... Y en ella serán tus sueños igual que aquellos: de rosa;

y en ella tal como entonces, será sabrosa tu vida.

   ¡Ven presto, trovador dulce! ¡Que al ver tu tierra de encanto,

el gozo asirá tu pecho con el temblor de su zarpa,

e igual que un palmar en donde cae de agua espesa un gran llanto

sonora, bajo tus dedos dará sus trinos tu arpa!


MIGUEL HERNÁNDEZ

Orihuela, abril, 1931.