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A María Santísima

Miguel Hernández

(En el Misterio de la Encarnación)

Hecho de palma, soledad de huerta

afirmada por tapia y cerradura,

amaneció la Flor de la criatura

¡qué mucho! virginal, ¡qué nada! tuerta.

Ventana para el Sol ¡qué solo! abierta:

sin alterar la vidriera pura,

la Luz pasó el umbral de la clausura

y no forzó ni el sello ni la puerta.

Justo anillo su vientre de Lo Justo,

quedó, como antes, virgen retraimiento,

abultándole Dios seno y ombligo.

No se abrió para abrirse: dio en un susto,

(nueve meses sustento del Sustento),

Honor al barro y a la paja Trigo.


(En el de la Asunción)

¡Tú!, que eras ya subida soberana,

de subir acabaste, Ave sin pío

nacida para el vuelo y luz, ya río,

ya nube, ya palmera, ya campana.

La pureza del lilio sintió frío;

y aquel preliminar de la mañana

aire ¡tan encelado! en tu ventana,

sin tu aliento ni olor quedó vacío.

¡Todo! te echa de menos: ¿qué azucena?

no ve su soledad sin tu compaña,

ve su comparación sin Ti en el huerto...

Quedó la nieve, sin candor, con pena,

mustiándole el perfil a la montaña;

subiste más, y viste el cielo abierto.


(En Toda su Hermosura)

¡Oh Elegida! por Dios antes que nada;

Reina del Ala, Propia del zafiro,

Nieta de adán, creada en el retiro

de la Virginidad siempre increada.

Tienes el ojo tierno de preñada;

y ante el sabroso origen del suspiro

donde la leche mana miera, miro

tu cintura, de no parir, delgada.

Trillo es tu pie de la serpiente lista,

tu parva el mundo, el ángel tu siguiente,

Gloria del Greco y del cristal Orgullo.

Privilegió Judea con tu vista

Dios, y eligió la brisa y el ambiente

en que debía abrirse tu capullo.


MIGUEL HERNÁNDEZ GINER