Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Anterior Indice



  —191→  

ArribaAbajo-¿La animación a la lectura? -Bien, gracias, y ¿después qué?


Jane Austen es así dueña
de una emoción mucho más profunda
de lo que aparece en la superficie.
Nos estimula a aportar
lo que no está allí. Lo que ofrece
es aparentemente una cosa
sin importancia, sin embargo
contiene algo que se expande
en la mente del lector y dota
de la forma de vida más duradera
a escenas que son en apariencia
triviales...


Virginia Woolf.                


  —192→  

Es evidente que las técnicas de animación a la lectura convierten a ésta en un espectáculo festivo; o por lo menos pretenden presentar al libro como un objeto divertido. Este es su objetivo y tampoco podemos pedir ni esperar más de ellas. Después de todo leer es descubrir, conocer; y el conocer es un apetito innato en el ser humano. La necesidad de explorar, de descubrir está tan viva en el niño, que su satisfacción mediante la lectura se convierte en una vía privilegiada de acceso al placer del descubrimiento.

En este sentido podemos decir que si bien es cierto que el niño no nace lector, también es cierto que el niño no nace no lector, ya que se nace con una predisposición positiva, exploratoria. Convertirle en lector es favorecer esa faceta.

Las técnicas aquí desarrolladas ayudan a ese empeño; pero no nos hagamos ilusiones, las técnicas solas no hacen niños lectores porque leer es arduo; leer requiere esfuerzo. Las técnicas difunden contenidos de libros, provocan la imaginación y la curiosidad, despiertan el interés, recrean situaciones novedosas (o disparatadas) e incluso llegan a conseguir que todos los niños estén a lo que se celebra; y eso los niños lo agradecen (y lo celebran). Pero el paso desde esa actividad colectiva, festiva y lúdica a la lectura individual, silenciosa y aislada no es automático, ni podemos esperar que lo sea. La una no lleva a la otra necesariamente. Son más las diferencias entre una actividad y otra, que las semejanzas. La más notable distancia entre ellas la determina el hecho de que en un caso nos movemos en el ámbito de lo público mientras que el otro tiene como característica lo privado e íntimo.

La diversión en la actividad colectiva viene dada por la propia definición de lo que debe ser una técnica de animación. El placer de leer en cambio es posterior a la capacidad de leer. Ser capaz de leer significa dominar el sistema gráfico con soltura y agilidad mental, para partiendo de esto hacer de la actividad lectora una operación eminentemente activa. Esta actitud implica   —193→   saber esperar y saber interrogar, ya que la lectura es un acto comunicativo en el que se mantiene implícito un diálogo cuyo interlocutor está ausente, aunque no su pensamiento. El lector escucha y se escucha, interroga y avanza hipótesis mientras recrea el pensamiento del autor. Esta actitud intelectual y sensible es la que nos dice quién es capaz de leer. Una vez llegados a este punto podemos disfrutar de la lectura.


ArribaAbajoPero ¿qué pasa cuando leemos?

Las consideraciones hasta aquí apuntadas nos obligan a dar al acto de leer un significado de mayor complejidad que el que podría desprenderse de la relación de técnicas de animación lectora-consecución de hábitos lectores. Saber leer es algo más que una cuestión mecánica o instrumental; es más que una habilidad. Leer es una actividad donadora de sentido. A pesar de ello esta capacidad no depende de la edad; aunque sí es fruto de la educación.

Los estudios más recientes del acto lector rebaten por insuficientes los dos modelos teóricos tradicionales sobre este proceso: por una parte el modelo que defiende una línea de acción y movilización de abajo-arriba (del texto al lector); por otra el modelo que sostiene una corriente de animación de arriba-abajo (del lector al texto). El modelo final que conciben los citados estudios estaría integrado por las dos direcciones de actuación de los modelos anteriores, resultando así que la construcción de significado sería la consecuencia del proceso interactivo entre los dos elementos fundamentales de la lectura: por una parte el texto, por la otra el lector con sus conocimientos, sus habilidades y sus estrategias. En consecuencia si la interpretación es producto de la interacción entre texto y lector, no la podemos reducir exclusivamente a los signos del texto ni a las aptitudes del lector.

  —194→  

La lectura es un proceso con dos componentes: el acceso léxico que supone el reconocimiento de las palabras y el acceso comprensivo que por un lado afecta a las proposiciones individuales del texto (microprocesos) y por otro implica la integración del significado global de toda la información suministrada por el texto (macroprocesos); en este último nivel es en el que el lector va construyendo el significado del texto; para ello aplica reglas y estrategias mentales y cognitivas a medida que va leyendo.

Cuando un niño empieza a leer un cuento, espera encontrar una estructura concreta: unos personajes, en un contexto, a los que les ocurrirán determinadas vicisitudes concatenadas, con un momento culminante y una resolución. Esa expectativa es una estrategia cognitiva que le ayudará a comprender la historia y a ligar las diferentes proposiciones unas con otras, realizando inferencias para rellenar los huecos que deja el texto y construir así una representación global, jerárquica y organizada.

La auténtica lectura tiene que ser activa porque desde la primera frase se están poniendo en funcionamiento esquemas mentales; dichos esquemas son estructuras abstractas de conocimientos previos. La mayor o menor complejidad de estas estructuras estará en función de la edad y formación del lector. Los esquemas más sencillos estarán plagados de interrogantes, hipótesis y expectativas. El avance de la lectura irá despejando las incógnitas, reestructurando y reelaborando el esquema, o bien configurando otro nuevo con otras hipótesis y expectativas, y así sucesivamente.

Para que se produzca una comprensión efectiva de un texto, y por lo tanto un disfrute, es necesario que el niño pueda enmarcar el contenido dentro de los esquemas generales disponibles en su memoria. Cuando el niño detecta la estructura de un texto la emplea como estrategia y la lectura cobra una nueva dimensión en su mente. Estamos ante un salto cualitativo en los procesos intelectuales de ese lector. Naturalmente todos estos   —195→   procesos mentales son posibles a partir del conocimiento general que el alumno tiene de la estructura de los textos narrativos («estructura compuesta de ambientación, tema, trama y resolución») por un lado, y por otro del conocimiento general del mundo. Y tanto el conocimiento del mundo como la familiarización con las estructuras textuales (narrativas, descriptivas, poéticas, etc.) se adquieren, entre otras vías, por medio de la lectura. Cuanto más se conoce más se goza con la lectura; y se conoce más cuanto más se lee. De ahí que un libro llame a otro libro; sin embargo en los primeros eslabones de esta cadena hay que emplear un mayor esfuerzo, ya que se dispone de menos esquemas mentales, son más rudimentarios y no se tienen consolidadas las estrategias cognitivas; ese esfuerzo puede disuadir de continuarla. Aunque estos obstáculos intelectuales pueden parecer infranqueables, si se logra su superación proporcionan una gran satisfacción personal, siendo la forma idónea de conseguir el placer estético.

En este punto es donde cobran su importancia las técnicas lectoras acercando una y otra vez el libro al niño mediante el juego; nada más (ni nada menos). Pero ya hemos visto que el proceso de la lectura es más complejo. Por eso no se puede esperar más de ellas, ni podemos conformarnos sólo con ellas. Hay que reforzar esos hábitos intelectuales con otras actividades, en otros ámbitos (familiar, escolar,...), que no son el objeto de este libro. Si sólo nos quedamos con la animación podríamos caer en un activismo, en un hacer por hacer, desconectado de la verdadera razón de ser de las técnicas: esto es, fomentar la lectura. Y es que las técnicas favorecen el gusto por la lectura, pero no crean niños lectores.




ArribaAbajoEl encuentro de dos mundos

Italo Calvino disecciona el acto de leer en sus dos componentes ya mencionados aquí, si bien profundiza con gran sagacidad en cada una de ellas; por una parte el   —196→   libro y la escritura contenida en él pertenecen al mundo material, tangible, presente. En cambio la transcripción mediante el acto de leer revive el pensamiento, la imaginación, la fantasía literaria, los sueños (todos ellos hibernados), que pertenecen al mundo invisible, intangible e inexistente por pasado. (O tal vez sólo existan cuando el lector los evoca, tomando cuerpo así en la mente del lector). El libro es pues el envase sólido, el vehículo por el que penetramos en un mundo inmaterial, un mundo de silencio, lleno de sombras, misterios y fantasmas que rescatamos y revivimos cuando leemos. El lector da vida al escritor, en la medida en que éste existe cuando el lector reproduce su pensamiento y alumbra la obra gestada por aquél. El lector ofrece su conciencia a las ideas del autor. La ficción se convierte en realidad mediante el efecto que es capaz de desencadenar en el lector. Henry James nos recuerda que en la lectura se vive una transformación consistente en la experiencia admirable de «llevar temporalmente una vida distinta».

En el acto de leer, cada lector va alumbrando al mundo material esos entes incorpóreos e intangibles que por un momento cobran vida propia y se manifiestan acariciando, reconfortando, perturbando o golpeando las emociones y sentimientos de quien está ejerciendo de comadrona. Por eso el acto de leer es un ejercicio forzosamente personal («necesariamente individual, mucho más que escribir», dirá Calvino) e intransferible.




ArribaAbajoEl sentido de la lectura

De esto último podemos deducir que la lectura es también soledad; soledad y refugio (aunque se puede leer para no estar solo). En efecto, la lectura ha recibido acusaciones de provocar la huida de la realidad, de favorecer la soledad y el aislamiento; sin embargo este escape hacia la experiencia interior es individualmente placentero y socialmente eficaz porque enriquece y regenera.

  —197→  

El sentido de los textos de ficción posee la característica de la imagen pero a través de una elaboración intelectual. La imagen es el producto que se desprende de la interpretación de los signos y de la comprensión del lector. En la fusión con el texto el lector crea las condiciones para que el texto pueda realizar su efecto con el lector. El resultado no es explicable sino experimentable. Por eso el lector sale transformado. Pero la experiencia personal no puede ser experimentada por otra persona.

La auténtica lectura es pues la que se sumerge en el mundo silencioso del interior del lector. Es la opción del leer frente al escuchar a quien lee. Evidentemente escuchar al que habla es incompatible con el silencio; no es un acto individual y tampoco es un acto en libertad. Leer en cambio es un ejercicio de suprema libertad; el lector puede pararse, retroceder, saltar, acelerar el ritmo o ralentizarlo; el lector es un pequeño dios creador de mundos, inventor de lo que no ve, recreador de lo que no es. Pero cada lector es único, original en su identidad, únicos su inteligencia y sus procesos mentales; también será único cada mundo recreado o vivido por ese lector, que por otro lado no coincidirá con el conjunto de intenciones y sensaciones que la narración pretenda provocar; siempre hay aspectos que el texto no dice y que el lector cree percibir y otros que pretendiendo ser dichos el lector no percibe. Aquí está el valor y la riqueza del acto de leer personal y su enorme potencial de posibilidades.

Así, pues, si la lectura es una aventura personal, abstengámonos de decir al lector lo que éste debe reconocer como significado del texto, y no le arrebataremos el placer de experimentar con su interpretación dicho sentido. En la lectura, como dice Gombrich para el arte, es difícil distinguir lo que se nos da de lo que nosotros aportamos en el proceso de proyección puesto en marcha por el reconocimiento.

  —198→  

He aquí otra prueba más de la gran distancia entre las técnicas de animación a la lectura dirigidas a un potencial lector universal, homogéneo, inexistente, y el irrepetible acto de leer personal y concreto. El placer de la lectura es tan íntimamente personal que se hace difícil comunicarlo a los demás. El protagonismo es sólo del lector. Seamos conscientes de estas contradicciones insalvables y a partir de ello continuemos impulsando lectores individuales, libres y silenciosos aunque utilicemos métodos colectivos, dirigidos y ruidosos.





  —199→  

ArribaAbajoAbecedario bibliográfico

A

VV. AA., Mis amigos de los cuentos (Álbum editado por el Colegio Público «Cuevas del Castillo», de Vargas -Cantabria-). Santander: Ediciones del Castillo, 1994.

Grupo Peonza, Cómo educar en la lectura, Santander: Alfaguara, 1994.

B

Bradbury, R., Fahrenheit 451, Barcelona: Plaza y Janés, 1974.

Ortega, E., El baúl volador, Zamora: Junta de Castilla y León, 1986.

Pestum, J., El pirata en el tejado, Madrid: SM, 1992.

Sennell, J., El bosque encantado, Madrid: Espasa-Calpe, 1985.

Uribe, M.ª L. y Granger, N., Nomo Nemi Portero del Gran Bosque Verde, Barcelona: Juventud, 1984.

C

Moreno, V., El juego poético en la escuela, Pamplona: Pamiela, 1989.

Muñoz, M., La poesía y el cuento en la escuela, Madrid: Consejería de Educación, 1983.

Rodari, G, Gramática de la fantasía, Barcelona: Reforma de la Escuela, 1976.

  —200→  

D

Bignon, A., Los derechos del niño, Ikusager, 1990.

Polanco Alonso, J. L., Los derechos del niño en la literatura infantil. Selección bibliográfica y propuestas de trabajo. Santander: M.E.C., 1994.

Tejima, K., El cielo del cisne, Barcelona: Juventud, 1992.

VV. AA., Los derechos del niño, Barcelona: Lumen, 1989.

E

Cone Bryant, S., El arte de contar cuentos, Barcelona: Nova Terra, 1974.

Patté, G., ¡Dejadles leer!, Barcelona: Pirene, 1988.

Rodari, G., Cuentos para jugar, Madrid: Alfaguara, 1980.

Rodríguez Almodóvar, A., Cuentos al amor de la lumbre, Madrid: Anaya, 1994.

F

García Sobrino, J., «Un libro de fiesta», en Quima, núm. 12, Santander, 1987.

VV. AA., El libro. La prensa, Madrid: M.E.C., 1986.

G

Balzola, A., Por los aires, Madrid: S.M., 1990.

Meléndez, F., Leopold. La conquista del aire por Oskar Keks, Barcelona: Aura Comunicación, 1991.

  —201→  

H

Bonet, R., y otros, Morfonética del humor, Barcelona: PPU, 1984.

Sarrió, «Cuando el humor entra en la escuela», en Cuadernos de Pedagogía, N.º 228, Barcelona, 1994.

Ziu, A. y Diem, J. M., El sentido del humor, Bilbao: Deusto, 1989.

I

Casas. L. y Centellas, J., Yo leo, Barcelona: Pirene, 1989.

Kandinsky, V., Punto y línea sobre el plano, Barcelona: Labor, 1991.

J

Abril, P., El divorcio de Arturo y Clementina, CLIJ, núm. 65, págs. 50-56.

Janer Manila, G., El rey Gaspar, Barcelona: La Galera, 1976.

Janosch, El tío Poppoff, Barcelona: Lumen, 1982.

Paola, T., Oliver Button es un nena, Valladolid: Miñón, 1984.

K

Eliade, M., Historia de las creencias y de las ideas religiosas, Madrid: Ed. Cristiandad, 1978.

Pérez-Rioja, J. A., Diccionario de símbolos y mitos, Madrid: Tecnos, 1988.

L

Delgado, M. C. - Domech, C. - Martín, N., Animación a la lectura. ¿Cuántos cuentos cuentas tú?, Madrid: Popular, 1994.

  —202→  

Flor Rebanal, J., «Cómo animar un libro», en Quima, núm. 5. Santander, 1985.

Flor Rebanal, J., «Historia de un ratón que buscaba factores e implicaciones en las páginas de un libro (o cómo seguir animando un libro)», en Quima, n.º 7, Santander, 1985.

Lázaro, M. - Miranda, J. - Palomero, A. P., Los libros y los niños: la biblioteca escolar, Zaragoza: M.E.C., 1992.

Sarto, M., La animación a la lectura, Madrid: S.M., 1984.

M

Coronas, M., «El Museo de los Cuentos», en CLIJ, núm. 54, Barcelona, 1993.

García Sobrino, J., «Museo de los cuentos», en Peonza, núm. 20, Santander, 1992.

N

Díaz, L., «La noche se escondió en el Trabenco, oídla», en Boletín Acción Educativa, N.º 54, Madrid, 1989.

Els Comediants, La nit, Barcelona: Aura, 1990.

Ñ

Krahn Uribe, F., El otro techo del mundo, Barcelona: Edebé, 1994.

Neuschafer-Carlon, M., Antonio en el país del silencio, León: Everest, 1991.

VV. AA., Multiculturas en los libros españoles infantiles y juveniles, Madrid: Anaya, 1994.

  —203→  

O

Bettelheim, B., Psicoanálisis de los cuentos de hadas, Barcelona: Crítica, 1977.

Propp, V., Las raíces histórica del cuento, Madrid: Fundamentos, 1974.

Ventura, N., Cuentacuentos, Madrid: Pablo del Río-Editor, 1980.

P

Moreno, V., El deseo de leer, Pamplona: Pamiela, 1985.

Polanco Alonso, J. L., El último viaje del «Sirena del Pas», Santander: Ediciones del Castillo, 1994.

Q

Flor Rebanal, J., «La animación en clase: un juego de pistas», en Contraportada, núm. 1, Madrid, 1994.

R

López Tamés, R., Introducción a la literatura infantil, Santander: Universidad, 1985.

Martín, F., (Re)crear la escuela, Madrid: Nuestra Cultura, 1980.

Pelegrín, A., La aventura de oír, Madrid: Cincel, 1982.

S

Soladana Carro, A., Cómo leer textos poéticos. Hacia una lectura creativa, Madrid: Akal, 1989.

Tusón, V., La poesía en las aulas. (Experiencias de creatividad), Madrid: Asociación de Profesores de Español, 1993.

  —204→  

T

Acevedo, J., Para hacer historietas, Madrid: Popular, 1987.

Alonso, M., Imágenes en acción, Madrid: Akal, 1990.

Gasca, L., El discurso del cómic, Madrid: Cátedra, 1988.

U

Pennac, D., Como una novela, Barcelona: Anagrama, 1993.

V

Guilera i Benito, M.:, «Las visitas de autor», en Peonza, núm. 22, Santander, 1992.

Casas, L., «¡Hello, Roald!», en CLIJ, n.º 2, Barcelona, 1989.

W

Carroll, L., Alicia en el País de las Maravillas, Barcelona: Lumen, 1985.

Lindgren, A., Mi mundo perdido, Barcelona: Juventud, 1985.

Pastoriza, D., El arte de narrar, un oficio olvidado, Buenos Aires: Guadalupe, 1981.

Rodari, G., «Nuevas maneras de enseñar a los niños a odiar la literatura», en Sugerencias para una lectura creadora. Barcelona: Aliorna, 1988.

Tournier, M., El árbol y el camino, Madrid: Alfaguara, 1993

  —205→  

X

Bonet, R. - Laborda, J. - Rincón, F. - Sánchez-Enciso, J., Sintaxis del suspense y la aventura, Barcelona: P.P.U., 1984.

Besora, R. - Fluvia, M., «De mica en mica s'omple la pica», en Del plaer de llegir al joc d'escriure, Vic: Eumo, 1986.

Y

Barrientos, C., Libro-fórum: una técnica de animación a la lectura, Madrid: Narcea, 1982.

VV. AA., Leer un libro, Madrid: Santillana, 1988.



  —206→  

ArribaAbajoAlfabeto de ilustraciones

A

Alicia.

Ilustrador: John Tenniel.

Carroll, L. Alicia en el País de las Maravillas, Barcelona: Lumen, 1985.

B

Bella durmiente.

Ilustrador: Gustavo Doré.

Perrault, Ch., Cuentos de antaño, Madrid: Anaya, 1983.

C

Cepillo.

Ilustradora: Carme Solé.

Calders, P., Cepillo, Barcelona: Hymsa, 1987.

D

Danny.

Ilustrador: Jill Bennet.

Dahl, R., Danny, el campeón del mundo, Madrid: Alfaguara, 1986.

E

Elmer.

Ilustrador: David McKee.

McKee, D., Elmer, Madrid: Altea, 1990.

  —207→  

F

Ferdinando.

Ilustrador: Werner Klemke.

Leaf, M., Ferdinando, el toro, Salamanca: Lóguez, 1984.

G

Gandalf.

Ilustrador: Jorge Díaz-Romeral.

Tolkien, J.R.R., El hobbit, Barcelona: Minotauro, 1982.

H

Heidi.

Ilustrador: Paul Hey.

Spyri, J., Heidi, Barcelona: Juventud, 1927.

I

Indio.

Ilustradora: Susan Jeffers.

Longfellow, H. W., Hiawatta, Palma de Mallorca: Olañeta, 1994.

J

Jim Botón.

Ilustrador: F. J. Tripp.

Ende, M., Jim Botón y los 13 salvajes, Barcelona: Orbis, 1988.

  —208→  

K

Kikufo Yep-Yep Nami-Gú.

Ilustrador: Francisco Meléndez.

Meléndez, F., Kikufo Yep-Yep Nami-Gú, Vitoria: Ikusager, 1992.

L

Lobo.

Ilustrador: Gustavo Doré.

Perrault, C., Cuentos de antaño, Madrid: Anaya, 1983.

M

Munia.

Ilustradora: Asun Balzola.

Balzola, A., Munia y la señora Piltronera, Barcelona: Destino, 1987.

N

Nicolás.

Ilustrador: Sempé.

Goscinny, R., El pequeño Nicolás, Madrid: Alfaguara, 1981.

Ñ

Ñuton.

Ilustrador: Paco Díaz.

Equipo Peonza, ABCdario de la animación a la lectura, Madrid: Amigos del Libro, 1995.

  —209→  

O

Ojáncano.

Ilustrador: José Ramón Sánchez.

Hernúñez, P., Monstruos, duendes y seres fantásticos de la mitología cántabra, Madrid: Anaya, 1994.

P

Pinocho.

Ilustrador: Carlo Chiostri.

Collodi, C., Las aventuras de Pinocho, Madrid: Anaya, 1983.

Q

Quijote.

Ilustrador: José Ramón Sánchez.

Cervantes, M., Don Quijote de La Mancha, Madrid: Anaya. 1993.

R

Robinson Crusoe.

Ilustrador: J. J. Grandville.

Defoe, R., Robinson Crusoe, Madrid: Anaya, 1984.

S

Sherlock Holmes.

Ilustrador: José Ramón Sánchez.

Saiz Viadero, J. R., Mis héroes de papel, Santander: Alerta, 1984.

  —210→  

T

Tarzán.

Ilustrador: Burne Hogarth.

Burroughs, E. R., Tarzán de la Selva, Madrid: Montena, 1983.

U

Unicórnalo.

Ilustrador: Horacio Elena.

Sennell, J., La guía fantástica, Barcelona: Juventud, 1979.

V

Valiente.

Ilustrador: Harold Foster.

Foster, H., Príncipe Valiente, Barcelona: B, 1993.

W

Wendy.

Ilustradora: Mabel Lucie Attwell.

Barrie, J. M., Peter Pan y Wendy, Barcelona: Juventud, 1991.

X

Xun Wukong.

Ilustrador: Wu Cheng'En.

Cheng'En, W., Viaje al oeste. La aventura del rey mono, Madrid: Siruela, 1992.

  —211→  

Y

Yakari.

Ilustrador: Derib.

Derib-Yob, Yakari, Barcelona: Juventud, 1979.

Z

Zipi y Zape.

Ilustrador: José Escobar.

Escobar, J., Festival Escobar, Barcelona: Ediciones B, 1994.



  —212→     —213→  

ArribaPosada reposada de citas

Andersen, H. C., «La Sirenita», en Cuentos de Andersen, Barcelona: Noguer, 1977.

Burroughs, E. R., Tarzán y el hombre león, Barcelona: Juventud, 1994.

Carroll, Lewis, Alicia a través del espejo, Madrid: Alianza Editorial, 1987.

Defoe, D., Robinson Crusoe, Madrid: Anaya, 1984.

Ende, M., La historia interminable, Madrid: Alfaguara, 1982.

García Lorca, F., Federico García Lorca para niños, Madrid: Ediciones de la Torre, 1986.

Gisbert; J. M., El misterio de la isla de Tökland, Madrid: Espasa-Calpe, 1982.

Hazard, P., Los libros, los niños y los hombres, Barcelona: Juventud, 1982.

Irazu, Joseba (Bernardo Atxaga), Memorias de una vaca, Madrid: S.M., 1992.

James, H., Otra vuelta de tuerca, Madrid: Anaya, 1986.

Kipling, R., El Libro de la selva, Madrid: Anaya, 1988.

León, M. T., Rosa-Fría, patinadora de la luna, Madrid: Ediciones de la Torre, 1990.

Montero, R., El nido de los sueños, Madrid: Siruela, 1991.

Nöstlinger, C., Entrevista en Faristol, núm. 8, Barcelona, 1989.

Ñuton, Reflexiones metafísicas de un físico, Santander: en preparación.

  —214→  

Obiols, M., Datrebil. 7 cuentos y un espejo, Madrid: Espasa-Calpe, 1982.

Poe, E. A., Las aventuras de Arthur Gordon Pym, Madrid: Anaya, 1982.

Quevedo, F., Francisco de Quevedo para niños, Madrid: Ediciones de la Torre, 1991.

R = Cossío, J., Romancero popular de la montaña, Santander: Sociedad Menéndez Pelayo, 1933.

Sánchez Ferlosio, R., Industrias y andanzas de Alfanhuí, Madrid: Salvat, 1970.

Twain, M., Las aventuras de Tom Sawyer, Madrid: Salvat, 1970.

Uribe, M. L., Quién lo diría Carlota María, Madrid: Alfaguara, 1981.

Verne, J., Viaje al centro de la Tierra, Madrid: Anaya, 1982.

Wilde, O., El retrato de Dorian Gray, Madrid: Anaya, 1993.

Xistente, I., Didáctica de lo inverosímil, Santander: Edición de la autora, 2001.

Yourcenar, M., Cuentos orientales, Madrid: Alfaguara, 1982.

Zimnik, R., Los tambores, Barcelona: Lumen, 1981.



Anterior Indice