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ArribaAbajoFiesta

F




Tío-vivo


Los días de fiesta
van sobre ruedas.
El tío-vivo los trae
y los lleva.

Corpus azul.
Blanca Nochebuena.

Los días abandonan
su piel, como las culebras,
con la sola excepción
de los días de fiesta.
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Estos son los mismos
de nuestras madres viejas.
Sus tardes son largas colas
de moaré y lentejuelas.

Corpus azul.
Blanca Nochebuena.

El tío-vivo gira
colgado de una estrella.
Tulipán de las cinco
partes de la tierra.

Sobre caballitos
disfrazados de panteras
los niños se comen la luna
como si fuera una cereza.

¡Rabia, rabia, Marco Polo!
Sobre una fantástica rueda,
los niños ven lontananzas
desconocidas de la tierra.

Corpus azul.
Blanca Nochebuena.


Federico G. Lorca, Canciones (1921-1924).                


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Francamente creo que necesitamos un poco de alegría; tal vez sea el momento de organizar una Fiesta. Vamos en busca de la diversión y el regocijo que nos puede proporcionar unas caneforias, unas lupercales o cualquier zambra. Es casi seguro que los griegos, los romanos y los moriscos nos harían disfrutar de unos momentos inolvidables; sin embargo no nos sirve cualquier leila o caneicito, les falta algo imprescindible en nuestro alfabeto, los libros. Con la FIESTA DE LOS LIBROS queremos hacer un agasajo, una caricia para ganar la voluntad de los niños. El libro es el héroe de nuestra celebración, por lo tanto todo lo que vamos a hacer está escrito en sus colores y pintado en sus letras. Esta fiesta se puede realizar en cualquier ámbito o lugar, con todos los participantes que se animen y puede durar un día, dos o tanto como las saturnales.

En las estanterías de las aulas o de las bibliotecas viven cotidianamente, recibiendo la visita de los lectores y a veces, demasiadas veces, del enojoso manto de polvo que se posa como un velo de olvido sobre su canto. Los sacamos del tedio y los llevamos a los pasillos, a las ventanas e incluso los colgamos de los techos. Con pequeñas exposiciones itinerantes conseguimos que vean la luz y que reciban las caricias que los niños les regalan con sus ojos inquietos.

Abrimos las páginas del libro al azar y nos encontramos con los personajes que viven sus aventuras: Konrad, Nathaniel Maris, Mo y Bilbo nos invitan a disfrazarnos como una vaca, como un hobbit, como un filibustero o... Para qué seguir, si hay tantas posibilidades como estrellas en el cielo. Ese día todos acudirán vestidos igual que el protagonista elegido y   —48→   permanecerán así toda la jornada. El ambiente se teñirá de nuevos colores, de extrañas formas y de sugerentes aromas, al recibir a los insignes pobladores de la novela, la poesía o el teatro.

Retrocedemos página a página hasta llegar a la portada y contemplar el nombre del escritor. Leo Lionni, Astrid Lindgren, Joles Sennell y María de la Luz Uribe nos animan a coger la pluma e inventar nuestras propias historias. Empezamos escribiendo un lema, una frase sobre este día. Continuamos relatando la segunda parte de La isla del tesoro, o una nueva aventura de Gulliver en el País de los Gigantes. Podemos terminar buscando un nuevo final a Cenicienta, porque ha engordado y ya no le vale el zapato de cristal. Todas las narraciones que broten se pueden recoger en una edición especial de la revista escolar, de la radio municipal o del suplemento literario de la corte, que va a abrir una sección para jóvenes e infantes.

Al comienzo del capítulo cuatro vemos una ilustración de un cuélebre, e inmediatamente oímos las voces de Mercè Llimona, David McKee, Francisco Meléndez y Mabel Piérola; nos ofrecen sus pinceles para que llenemos de colores y formas los espacios blancos que encontremos en nuestro camino. Un cartel conmemorativo sirve de primer paso. Los paisajes que veía Tom Sawyer, la selva que cobijaba a Robinson Crusoe o los rascacielos que miraban a Caperucita en Manhattan, nos pueden sugerir imágenes muy atractivas. Las aventuras que han creado los nuevos escritores también constituyen un campo extenso, fértil y de resultados sorprendentes. Toda la cantidad de pinturas que se van a producir nos servirán para crear en las paredes, puertas, pasillos, escaleras... una impresionante exposición de ilustraciones infantiles; sus destellos derramarán su cromatismo e intensidad por todos los rincones de la fiesta.

Ferdinando

Más adelante, una vez adentrados en la parte determinante del argumento, cerca de la página 111, nos disponemos a aprehender su contenido haciéndolo   —49→   nuestro, aunque a veces sólo sea fugazmente. Las aventuras, cuentos, poemas, escenas dramáticas..., que cada libro alberga, tienen que ser difundidas a los cuatro vientos y por los siete mares. Para ello organizaremos un Circuito Narrativo que contará con la participación de todos los presentes. Los muchachos de más edad llevarán la voz «contante». Ellos se distribuirán en grupos y cada uno habrá preparado previamente un libro, una narración o un romance, lo que les guste. También cada grupo creará una terrible prueba sobre la historia   —50→   elegida. Los jóvenes de menor edad serán los escuchadores y también se repartirán en grupos, tantos como los de contadores. Entonces... ¡ya puede empezar la bacanal literaria!; todos los grupos de oyentes irán a escuchar uno a uno a los grupos de contadores y tendrán que realizar todas y cada una de las pruebas que en el camino se les presenten. No es tanto lío como aparentemente parece, al final se habrán oído mil y un cuentos o quizá alguno más, y la fiebre narradora habrá embriagado a otros tantos chavales.

Seguimos pasando hojas y nos encontramos el ultílogo; en esta parte final del libro hallamos una hermosa propuesta: hacer un obsequio. No hay nada mejor para terminar nuestra celebración que la de regalar un libro a cada uno de los asistentes. Todos llevan al colegio o a la biblioteca uno y cuando llegue el momento final hacemos los intercambios, para lo cual usaremos la fórmula que mejor convenga a cada situación. Así los niños y los mayores se volverán para casa con un regalo en la mano y una profunda alegría en el fondo de su imaginación.



  —[51]→  

ArribaAbajoGlobo

G

Muy pronto comprenderás el profundo sentido de tu hazaña. Ahora, por fin, cuando lo que tanto soñé ha sido culminado, puedo revelar el motivo de tanto misterio. Vas a saberlo ahora. Te ruego que escuches con toda atención. Mi voz ya es débil y pronto he de exhalar el último suspiro. Temo no poder llegar hasta el final...


J. M. Gisbert, El misterio de la Isla de Tökland.                


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Ganamos altura y llegamos a la letra número siete, una letra mágica que nos va a hacer volar con un... GLOBO. Se trata de una propuesta de animación a la lectura poética a la par que aerostática, y que muy bien se puede ilustrar con estos versos del poema «Niño» de Miguel Hernández:


Rueda que irás muy lejos.
Ala que irás muy alto.

Consiste en la reunión, en un espacio al aire libre, de un grupo de participantes en algún tipo de actividad literaria, cada uno de los cuales ha caligrafiado sobre cartulina un texto poético, propio o ajeno, y que ha atado a un globo relleno de helio (cuerpo simple, gaseoso, incoloro y muy ligero, cuyo número atómico es 2 y su símbolo He, como es sabido por todos); la conclusión de cuyo acto es la suelta simultánea de todos los globos, que ascienden hacia el cielo por la conjunción de la fuerza de elevación de la poesía y la levedad del helio.

Esta actividad parece muy adecuada como final del programa de un Día del Libro o Semana Cultural desarrollados por una escuela, biblioteca o ayuntamiento emprendedores. Requiere una preparación minuciosa y la participación de un número amplio de niños y jóvenes si se le pretende dar vistosidad, y suficientes organizadores para que resulte eficaz. Es muy importante que, a lo largo de las actividades a las que la suelta de globos servirá de colofón, los montgolfieres aficionados tengan el tiempo y sientan la implicación necesaria para elaborar sus poemas, que irán o no acompañados de un dibujo, escritos sobre una tarjeta que podrán recortar,   —54→   plegar, añadir flecos u otros aditamentos, del modo que más les plazca.

Los globos han de tener un tamaño suficiente y ser resistentes. No resulta demasiado caro serigrafiarlos con el motivo, dibujo y palabras, correspondientes a la celebración. En cuanto al rellenado con el gas, caben dos opciones. La primera, recurrir a los servicios profesionales de un maestro globero (lo que elevaría, nunca mejor dicho, el presupuesto final del acontecimiento). Segunda posibilidad, comprar una bombona de helio a una empresa suministradora (lo que obliga a iniciarse en la no tan fácil como parece destreza del justo recipientado de globos). En cualquiera de los dos casos, es necesario considerar que, según el número de participantes, la logística será más o menos, pero siempre, laboriosa: Hay que inflar el globo, anudarlo, atarle un cordón y, a éste, unirle la tarjeta; así hasta no sé cuántos cientos. Por tanto: planificación detallada que tenga en cuenta el tiempo de preparación, edad de los participantes (no es lo mismo niños de educación infantil que ESOs chavales)... Así será posible evitar el fracaso de un acto que ha de ser de alegría y sorpresa y en ningún caso de frustración. Esto quiere decir que todos los globos deben partir hacia lo alto a la vez y que ningún niño ha de quedarse sin globo por un pinchazo o pérdida accidental, que habrá que prever para su reposición inmediata.

Con lo que llegamos a la señal de salida. Ésta puede ser el final de la lectura de un breve (por lo de la impaciencia) poema, o el lanzamiento de un globo de mayor tamaño con una pancarta o similar, o cualquier otro sistema que ingeniar se pueda (a evitar, por favor, el molesto y ruidoso pistoletazo).

Gandalf

Y en esto que, después de tanto quebradero de cabeza, tantas idas y venidas, tanto encargo de globos y de bombonas, tanto verso inspirado, en un instante, ¡zas!, los globos suben y suben con su carga de poesía, menguan a la vista, el viento los arrastra... y desaparecen, se acabó el acontecimiento. Ciertamente, se   —55→   trata de una actividad fugaz en relación al esfuerzo invertido en su preparación; pero qué decir de la riqueza visual de cien, doscientos, trescientos o más globos multicolores recortando en ascenso su rojo, amarillo, verde, blanco, azul contra el azul, o gris, del cielo, cada uno portando un algo de ilusión de cada uno de los cien, doscientos, trescientos o más niños congregados en la transformada plaza del pueblo o patio del colegio... Se   —56→   trata de un acto básicamente poético y gratuito que nos muestra que nada se pierde en el universo porque, aunque la mayoría de artefactos, por los caprichos de las corrientes de aire, borrascosas o anticiclónicas, perdida la fuerza del gas insuflado descenderán sobre lugares inaccesibles (la copa de un árbol, la mar océana, una antena parabólica) y sólo unos pocos lleguen a unas manos sorprendidas, en la memoria de todos los participantes y espectadores pervivirá el recuerdo de ese momento mágico:


Asciende, rueda, vuela,
creador del alba y mayo...



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