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Vol. VII, carta de Agosto de 1812. Ha estudiado bien las ideas de Blanco White sobre la colonia, Moreno Alonso, 1993.

 

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Gerard Dufour identifica dos ediciones londinenses, una de 1819 y otra de 1825, con esas mismas iniciales.

 

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Lockhart fue acerbamente criticado por su colaboración con el editor Blackwood. Ver al respecto los capítulos IV y V de Lang, 1897.

 

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Hay muchas referencias al grupo de Edimburgo, a Walter Scott y a su hija Mrs. Lockhart y a Lockhart mismo en Fox, 1923, especialmente págs, 115 y 122.

 

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Ha sido para mí muy útil el Capítulo VI, «Reviews and magazines in the early years of the Nineteenth Century», escrito por A.R.D. Elliot en The Cambridge History of English Literature, 1964.

 

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La reseña aparece sin nombre del autor en el vol. XII del Blackwood’s Edinburgh Magazine. Abarca 10 páginas (730-740), extensión inusitada en notas de ese tipo. Tras proporcionar un extenso resumen del argumento, se compara Vargas con la obra de Walter Scott y se transcriben dos capítulos enteros de la novela. La nota está salpicada de importantes observaciones críticas.

 

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Menéndez y Pelayo traduce de la 2.ª edición (Blanco White, 1834). En la pág. 193 indica la existencia de dos versiones españolas, una de 1856 y otra de 1868, atribuidas a Luis Usoz del Río.

 

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Utilizo la edición francesa (Llorente, 1817-1818) por ser la primera y constituir una fiel copia del manuscrito original. Es la edición que Blanco White manejaba. Adolfo de Castro corrige a Llorente en un pequeño detalle: el error de unir los nombres de Cornel y Bohorques deriva de una mal entendida frase de Limborch. (Castro, 1851, pp. 433-434).

 

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Como se sabe, Blanco procuró una ayuda monetaria de la corona inglesa para Llorente y Moratín. Ver Llorens, 1967, pp. 57-73.

 

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Son bien conocidas las muchas menciones de Blanco White a Cervantes y a su obra. En el Bosquexo de la historia del entendimiento en España, publicado en Variedades, I, Enero de 1824, manifiesta indirectamente la idea, casi pre-unamuniana, de que el Quijote entendido como simple parodia de la caballería ha causado un mal al espíritu español, pues lo apartó del quijotismo de los siglos anteriores. Por consiguiente, existe otra posible lectura que habrá de devolver esa perdida dimensión. En su propia novela objetivará, pues, en personajes como Don Félix y Meneses, esas dos interpretaciones contradictorias. Hay también sobradas referencias en las Letters... y en otros escritos a la novela picaresca. En Febrero de 1837, Blanco está releyendo el Gil Blas de Lesage, en una bonita edición con viñetas. Considera que los españoles no deben lamentar demasiado el plagio de Lesage, cuya mente compara con una serpiente ágil, flexible, fría y lista para clavar los dientes. La humanidad del Gil Blas, y tal vez de toda la picaresca, le parece «una tribu de reptiles». (Blanco White, 1822, pp. 279-280).