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21

Permítanseme estas observaciones, al parecer algo subjetivas, a riesgo de que se me pueda reprochar un procedimiento «poco académico» del análisis partiendo de mis propias «vivencias de lectora». Alegaré, sin embargo, que hasta en las ciencias naturales, cuyo afán de objetividad por lo general resulta indiscutible, se viene reconociendo la diferencia significativa que resulta de la posición del observador. Así, una galaxia espiral presentará aspectos totalmente distintos según el ángulo desde el que se la mire. (N. del A.)

 

22

La autoridad de don Lope reside, como bien señala Tsuchiya (336-37), en su elocuencia, su poder de manipulación de la palabra, reflejo a su vez de la sociedad patriarcal circundante, donde a las mujeres no se les permite «decir esta boca es mía». De hecho, el silencio femenino nos parece característico de muchas obras literarias de la época, prolongándose el fenómeno hasta la «nueva novela latinoamericana» (compárese el silencio consciente de Meme o Santa Sofía en Cien años de soledad, de García Márquez). (N. del A.)

 

23

Por lo demás, éstas son creencias ya superadas por las investigaciones etológicas recientes, que comprueban la capacidad de ciertos animales -no sólo primates- de «fingir» para aprovecharse de ciertas situaciones, sobre todo en el ámbito del comportamiento sexual. (N. del A.)

 

24

Véanse Correa, (262-67) y Asís Garrote. (N. del A.)

 

25

Sackett (75, 79). Me parece también digno de mencionar que en Zumalacárregui Galdós, en términos muy semejantes, reserva el «lugar más terrible de los infiernos» a los militares y fabricantes de armas, cuyo concepto de «gloria militar es la aureola de fuego con que el Demonio adorna su cabeza» (824). Nótese, en cambio, que según Felipe Díaz, el abuelo tiránico de Horacio y prototipo del burgués avaro y sin sentido artístico, «el lugar más calentito de los infiernos debía ser para [los artistas]» (50), con la argumentación de que «eran [...] viles usurpadores de la facultad divina, e insultaban a Dios queriendo remedarle, creando fantasmas o figuraciones de cosas, que sólo la acción divina puede y sabe crear». (N. del A.)

 

26

A mi modo de ver, ese fenómeno encuentra cierto paralelismo en el plano socio-político, en la transición evidente de los valores de la aristocracia (en especial el «honor», la «honra» personal) a los valores de la burguesía («Utilidad», «rendimiento económico», «pragmatismo») ejemplificados en el arte culinario por el que aboga Tristana al final de la novela. (N. del A.)

 

27

Así se intitula el primer capítulo del libro de Doris F. y David A. Jonas. (N. del A.)

 

28

Para una comparación entre la versión novelesca y la filmada véase el artículo de Sackett, así como el reciente estudio revelador de Neuschäfer (es menos convincente el ensayo de Dixon y Ortiz Carboneres del mismo año). (N. del A.)

 

29

Los estudios de la escuela lacaniana, más todavía que los clásicos de Freud, ponen en evidencia que los fenómenos neuróticos en realidad constituyen un «lenguaje» particular que al analista le cabe descifrar. (N. del A.)

 

30

Encontré, en un ensayo del año 1703 del polígrafo August Bolise, un razonamiento muy original para ponderar las ventajas del italiano, comparándolo con otros idiomas que se estudiaban en aquella época: «En cuanto al italiano se refiere, éste también le será sumamente necesario a cualquier político de nuestros días, ya que en muchas cortes la lengua italiana se viene estimando mucho más que la francesa, aparte de que no deja que desear nada en cuanto a amenidad y textos ingeniosos. Y aprenderla no cuesta tanto trabajo como sucede con el francés, ya que la lectura y la pronunciación son mucho más fáciles. Además, la mayoría de las palabras tiene que ver más con el latín que aquél; de modo que, quien supiere sólo un poco de latín, podrá hacer avances muy rápidos en él». (Texto citado en Schröder [9]; la traducción es mía). (N. del A.)