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261

Cf. el bull-dog anestesiado en el caso de Fuencarral (Cronicón, p. 15; Juicio oral, p. 49).

 

262

Baroja, op. cit., pp. 98-99.

 

263

V. Cronicón, p. 47, y Lida, art. cit., p. 279. Cf. además, el caso reciente (1968) contado minuciosamente por Sandor Frankel en Beyond a Reasonable Doubt (New York, 1971) del robo y asesinato de tres personas sin que hubiera testigo alguno. En este crimen no se pudo probar sin dejar lugar a dudas la culpa de los procesados porque las dos personas que les oyeron hablar del hecho no eran testigos muy fidedignos: la mujer que reveló la identidad de los probables asesinos era traficante en drogas y adicta a ellas, y murió después de grabar su testimonio, pero antes del juicio. El otro estaba preso y podía beneficiarse contribuyendo a la convicción de los acusados. El jurado falló a favor de estos, a pesar de sospechar que eran en realidad los autores del crimen.

 

264

En la novela Realidad los «para sí» se distinguen de los «apartes» por ser más largos, aunque no tanto como los soliloquios, y porque parecen indicar algo pensado por el personaje, y no dicho aparte. En el drama faltan los «para sí», aunque alguno pasa de la novela a ser un «aparte».

 

265

Ramón D. Perés, «Galdós», en A dos vientos, p. 99.

 

266

Alas, op. cit., p. 292.

 

267

Ibíd., pp. 296-298.

 

268

Ibíd., p. 299. Galdós parecería compartir esa opinión en lo que se refiere al teatro representado porque redujo a un mínimo lo fantástico en el drama Realidad (1892).

 

269

V. supra, p. 68.

 

270

Cf. Sobejano, op. cit., p. 83.

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