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1

El origen y el modo de actuar de la luz han despertado el interés desde tiempos inmemoriales, no sólo de los intelectuales sino de todos aquéllos que se han preocupado de sus usos prácticos. Platón, en uno de sus diálogos, Timeo, aludía ya a los misterios de la luz, aunque admitía que ahondar en los mismos era asunto exclusivo de los dioses. Aunque los griegos no eran empíricos en sus intentos de comprender los fenómenos físicos, está demostrado que uno de sus filósofos, Aristófanes, trató de concentrar la luz mediante grandes espejos cóncavos, y en su obra Las nubes, escrita hacia el año 423 a. de J. C., menciona la posibilidad de tal concentración por medio de lentes apropiadas para destruir testimonios no deseables. Doscientos años después, se atribuye a Arquímedes de Siracusa el empleo de la concentración de la luz solar en espejos cóncavos para incendiar las naves romanas que asediaban Siracusa.

Al igual que en otros muchos aspectos de la ciencia desarrollados con anterioridad a la era científica, apenas queda constancia de los conocimientos logrados empíricamente, ya que los esfuerzos hechos para explicar los fenómenos físicos fueron principalmente de tipo filosófico. La era científica comenzó con los trabajos de Galileo (1564-1642), especialmente en el campo de la mecánica. La bibliografía sobre el comportamiento y origen de la luz es muy vasta y, si bien se ha progresado mucho, existe todavía un doble sentido referente a la naturaleza de la luz que no ha podido resolverse satisfactoriamente por completo. En muchas de sus manifestaciones, la luz se comporta como una onda en movimiento y en otras como un fenómeno corpuscular.

 

2

Ramón Trujillo plantea este problema con claridad y rigor: «Es evidente que tratar de buscar los límites del significado en las relaciones entre lenguaje y realidad es una empresa quimérica, porque los términos de un sistema lingüístico no están nunca bien definidos, si salvamos las terminologías científicas o técnicas. Los límites sí existen, pero no hay que buscarlos por este procedimiento infantil, ni radican en la naturaleza de las oposiciones que les sirven de base. Una misma relación estructural entre signos puede conformar varias sustancias diferentes. Los límites semánticos están fijados en cada sistema lingüístico, pero no pueden extraerse de la confrontación de lengua y realidad. Los límites existen en la lengua, sin duda, y es posible que en la realidad también, pero se trata de cosas distintas: están claros en la lengua con respecto a la lengua misma, siempre que, en este último caso, hayan sido objetivamente definidos, como ocurre en el ámbito de las terminologías técnicas». (En Elementos de Semántica lingüística, Cátedra, Madrid, 1976 p. 88).

Véanse también:

  • Bobes Naves, M. C.: La semiótica como teoría lingüística Gredos, Madrid, 1979.
  • Coseriu, E.: Principios de semántica estructural Gredos, Madrid, 1977.
  • ——. Gramática, semántica, universales Gredos, Madrid, 1978.
  • Dubois - Charier - Galmiche: Semántica generativa Narcea, Madrid, 1978.
  • Geckeler, H.: Semántica estructural y teoría del campo léxico Gredos, Madrid, 1976.
  • George, F. H.: Introducción a la semántica Fundamentos, Madrid, 1974.
  • Guiraud, P.: La semántica F.C.E., México, 1960.
  • Katz, J. - Fodor, J.: La estructura de una teoría semántica Siglo XXI, Madrid, 1976.
  • Leech, G.: Semántica Alianza Universidad, Madrid, 1977.
  • López García, A.: Elementos de semántica dinámica. Semántica Española, Pórtico, Zaragoza, 1977.
  • Palmer, F.: Semántica, Siglo XXI, Madrid, 1978.
 

3

«Para el hombre primitivo, las notas genéticas, pero, sobre todo, las notas específicas que en el plano lingüístico-conceptual constituían la invariante de significado denotativo-referencial, son equivalentes a las notas que una mentalidad racionalista o positivista -fundamentalmente lógica- más evolucionada consideraría como connotativas.

Si los semas específicos e incluso los genéricos descritos constituyen la invariante de significado de los términos «día» y «noche», y, por consiguiente, su función denotativa, ¿cuáles son sus posibles connotaciones? Sin duda, no puede negarse el hecho de su existencia, evidenciando a través de los textos más antiguos, la connotación era, para el hombre primitivo, la función más importante y característica de cualquier elemento significante (lingüístico o extralingüístico), en virtud del gran desarrollo de la imaginación como forma de conocimiento predominante y compensatoria frente al escaso desarrollo de la actividad racional».


(Fernández Leborans, M. J.: Campo semántico y connotación. Planeta, Málaga, 1977, p. 109)                


 

4

«En nuestra mística carmelita, la antinomia "luz" / "oscuridad", y otras unidades de sus campos léxico-semánticos, tales como "fuego", "tinieblas", "sol", "niebla", etc., se constituyen en imágenes de fenómenos o realidades metafísicas, sobrenaturales. La expresión literaria de los fenómenos místicos se caracteriza por la extraordinaria prodigalidad de imágenes, connotaciones y símbolos, ya sea en su versión renana, árabe o española. De ahí la índole esencialmente poética y lírica de los textos místicos.

Es específico de la literatura o poesía mística la apelación a imágenes relativas o fenómenos de la Naturaleza para expresar contenidos metafísicos, religiosos o teológicos. El elemento arquetípico vuelve una vez más a constatarse: la luz, la noche, el sol, el fuego, la montaña, el alba, etc.»


(Fernández Leborans, M. J.: Op. cit., p. 170)                


 

5

Cf.:

  • Aguirre, J. M.: Antología de la poesía española contemporánea Clásicos Ebro, Zaragoza, 1962.
  • Agulló y Cobo, M.: «La poesía española en 1961» en Cuadernos Bibliográficos. C.S.I.C, Madrid, 1963.
  • Alberti, R.: La Arboleda Perdida. Memorias Seix Barral, Barcelona, 1975.
  • Bozat, V.: «La renovación artística en 1925 en España» en C.H.A., 194, 1966, pp. 248-258.
  • Cano, J. L.: Antología de la nueva poesía española Gredos, Madrid, 1958.
  • ——: Poesía española del siglo XX. De Unamuno a Blas de Otero. Guadarrama, Madrid, 1960.
  • ——: La poesía de la Generación del 27 Guadarrama, Madrid, 1970.
  • Castellet, J. M.: Notas sobre literatura española contemporánea Laye, Barcelona, 1955.
  • Cernuda, L.: Estudios sobre poesía española Guadarrama, Madrid, 1969.
  • Cirre, J. F.: Forma y espíritu de una lírica española. 1920-1935 F.C.E., México, 1950.
  • Debicki, A. P.: Estudios sobre poesía española contemporánea (La Generación de 1924-1925) Gredos, Madrid, 1968.
  • García Gómez, J. M.:«Pedro Pérez-Clotet, auténtica y traspasada poesía» Caleta, Cádiz, 1975.
  • ——: «Pedro Pérez-Clotet, vida y obra» Caleta, Cádiz, 1935.
  • Hernández Guerrero, J. A.: «Estudio semántico de la función poética del tiempo» Gades n.º 8, Cádiz, 1981.
  • Huesa López, G.: Imagen, luz y color en el paisaje del poeta Pedro Pérez-Clotet. Publ. Casa Municipal de la Cultura, Ronda, 1974.
  • Miranda, J.: «Dos voces» Caleta, Cádiz, 1975.
  • Montero Galvache, F.: «Prólogo de Presencia Fiel» Ed. Católica Española, Sevilla, 1944.
  • Ruiz Copete, J.: Nueva poesía gaditana Ed. de la Caja de Ahorros, Cádiz, 1973.
 

6

  • «Pedro Pérez-Clotet, un nombre para una transición» ABC, Sevilla, noviembre 1976.
  • «Pedro Pérez-Clotet, un poeta para una transición» Caleta, Cádiz, 1975.
 

7

Signo de Alba, p. 40.

 

8

Ibidem, p. 7.

 

9

A orillas del silencio, pp. 15-16.

 

10

Como un sueño, p. 52.