Antología poética
Epístolas
Carta
Al señor don Pedro A. de Alarcón acerca de
la poesía
Carta
A don Bernardo Ferrándiz acerca de la pintura
Carta
A don Gaspar Núñez de Arce con motivo de
su libro «Gritos del combate»
Al señor don Alfredo Weil, poeta
Rimas
- I -
A orillas del ancho río
- II -
Para saltar las piedras del torrente
-III-
¿Porque a la cumbre de la ciencia subes,
-V-
Nuestras ideas y pasiones copia
-VI-
Callad ya, sonoras trovas
-VII-
De tu hipócrita fe roto ya el
velo
-VIII-
Cruzaba contigo el valle
-X-
En las grietas de la vieja
-XII-
Si la humana razón con lumbre
intensa
-XIV-
Del lodazal de la tierra
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«-¿Quién eres tú que, en la apartada cumbre, A orillas del ancho río Ahí, tendido en la desierta arena, Amigo, cedo al fin. Los que dispersos Anoche me decías, Blanca, gallarda, envuelta Callad ya, sonoras trovas. Cantemos a la diosa en cuyo templo augusto, Comenzaba el otoño. El sol caía Como naves ancladas Con las sedas de Persia mal velados Con venenosa mentira Cruzaba contigo el valle Cuando en un breve instante Cuando la tierra toda Cuando nació en el agua que rompe en las arenas, Cuenta una vieja fábula que, cuando el Señor quiso De la orilla del mar de Galatea, De las blancas estrellas, ¡De Ovidio los dulces versos De tu hipócrita fe roto ya el velo, Del lodazal de la tierra Del norte huyendo las glaciales brumas, Desde el antiguo hogar, donde corrieron, Detrás del tronco del añoso sauce El día en que yo vi la luz primera, Ella, la que acompaña Era el primero de noviembre. Lánguido Eras alegre, bella y discreta; Fingid que el deshonor turbia y desdora ¡Huye el tiempo veloz! Rápido avanza La aldea en que vivo cierran La mar, tras la borrasca, se estremecía sorda La nave que deja el puerto, Ni el bien pasado ni el dolor presente Niño, aprendí la impura No muere el sol en el cenit, ni el río No siempre, ajena a tu pasión ilusa Nuestras ideas y pasiones copia Nunca sabrás tal vez que yo te adoro; Para saltar las piedras del torrente ¡Paz en la tierra! El águila romana Pintor, ¿no lo recuerdas?... ¡Han pasado ¿Por qué el silencio acusador que guardas ¿Porque a la cumbre de la ciencia subes, «Quien coja audaz el fruto de la ciencia ¿Quién mintió que la noble, Ríe, mi dulce bien: Dios en tu risa Seca en la frente del otoño acuoso Seis años ya que el alma de mi alma Si la humana razón con lumbre intensa ¡Siempre el sincero amor fue poesía! Sólo cuando el pesar mi alma quebranta, torre ¡Triste ley de la Tierra! Eternamente Un año más en el hogar paterno Vedla ya allí: cual punto diamantino ¿Ves esa lámpara triste ¡Volad, volad por la extensión vacía, Vuestro encargo cumplí. De mano propia Ya del oscuro Citerón las cumbres Ya promediado el curso de mi vida,
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