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Abajo

Antología poética

Juan José Vélez Otero






ArribaAbajoPanorama desde el ático




ArribaAbajoI


AbajoRecuerdo los naranjos y la aulaga
del sur, las noches blancas de azahares,
recuerdo de la tarde las campanas,
las ebrias golondrinas, las paredes
de gruesa cal y sombras de poniente.
Recuerdo, desde el ático, la lluvia
camino del colegio y las muchachas,
de chicle las sonrisas, la anilina
mezclada de los parques y balcones.
Recuerdo.
Y desde el ático ahora veo
la gris, quieta epidermis del asfalto,
el gris, lento carruaje de las nubes
de otoño, de noviembre, de este día
sentado en el salón. Sobre la mesa
la mano del recuerdo vive sola.
La aulaga, los naranjos, la epidermis
tan dura del asfalto, y la desidia.




ArribaAbajoIII


¿Cómo era, Dios mío, cómo era?

(J. R. Jiménez)                


ArribaAbajoMagnolias en mis sábanas dejaba,
magnolias, azahar y labios duros.
Sus senos, de la tarde flor dormida,
aroma de amapolas y cerezas,
temblaban en mi boca, entre mis dedos.
Magnolias y sabor a playa y barro,
a sol y arena, hierba y gorriones.
Oh, cómo retornar ya a este vacío
la luz de la alborada por sus ojos,
el vino de su piel y su cabello.
Magnolias en mis sábanas dejaba,
su cuerpo de clepsidra y su alma nueva.




ArribaAbajoV


ArribaAbajoSi he venido a colmar de enredaderas
la nieve de tu talle es porque tengo
cansado el corazón de tantos siglos
en busca del incendio de la aurora.

Hoy vengo del desorden y a la nada
retornaré con labios florecidos,
al yugo de la noche, a las quimeras
del sueño y al olvido complaciente.

Yo seguiré asomado a mis balcones
rodeado de astrolabios y de estrellas,
de inciertos firmamentos y de mirtos
dormidos sobre viejos ataifores.




ArribaAbajoVII


ArribaAbajoCuántas veces, la frente en los cristales,
mirando caer la lluvia sobre el patio,
pensaba —voz de cémbalos el agua—
el niño en manantiales eviternos.
Espectros de la tarde y de las sombras,
de insectos y campanas, proferían
canciones ancestrales y espejismos
hermanos de la fábula y el sueño.
La lluvia en la ventana y en los ojos
la bruma vespertina de los muelles
y hermosas procesiones de violetas.
La vida dio carlanca a la inocencia,
al humo incierto y bello de la aurora.
Cuántas veces, su vaho en los cristales,
la tarde rememora aquellos días
y el hombre busca el alma desterrada
clamando a las campanas del poniente.




ArribaAbajoXI


ArribaAbajoHay tintes de domingo, hay esencias
de otoño ya en las tardes de este pueblo
y hay niños invisibles en las voces
lejanas que se escapan del silencio.
E1 viento ya parece haber callado
su acento en los alambres de los huertos.
Qué muda soledad entre las vides,
qué extraña languidez la de los cuerpos,
ausente en el altar qué sola el alma,
qué quedos los naranjos. En los suelos,
allá, desde el balcón, hacen las sombras
enormes abanicos de cemento.




ArribaAbajoXVII


ArribaAbajoYa sabes. Es tan bello este ostracismo,
tenderme junto a ti, sentir tus dedos
rodarme por la piel en esta alcoba
caliente y apartada del vacío...
Lo sabes cuando beso, cuando hiero
tu boca con torrentes de amapolas,
lo sabes cuando busco tu saliva
y toco tus pezones como almendras.
La carne hecha canela, el aire entero
dehesas de ambarinas deliciosas.
Lo sabes que me huelen tus cabellos
cual huelen las higueras en septiembre,
cual huelen los geranios en los patios
y el aire de las huertas tras la lluvia.
Es bello estar tendido, acostumbrado
al musgo de las ingles delicadas,
que sólo el tragaluz sea blanca orilla
del mundo que ahí afuera nos pretende.




ArribaAbajoXXIII


ArribaAbajoJamás lo olvidaré. Por las ventanas
veíanse las tunas y la playa
de arenas amarillas y los barcos
azules y las redes en el muelle.
Veíanse a lo lejos en la bruma
la sal, las cañas verdes, las angostas
veredas que llevaban a las conchas,
los altos eucaliptos de la huerta,
el humo de los buques hacia el río
paciente entre la niebla y las marismas.
«La dulce boca que a gustar convida...»
escrito en la pizarra por la mano
del triste profesor. Aquel silencio
de hormigas y bolígrafos baratos.
Jamás lo olvidaré. Tenía los ojos
del verde de los musgos en enero
y el cuerpo despertando a la caricia
cual nacen aguaturmas junto al río.
Jamás lo olvidaré. Yo la miraba
callado en el enigma de la clase,
mordiendo la emoción que engendra nubes.
«A fugitivas sombras doy abrazos...»
«Escrito está en mi alma vuestro gesto...»
Petrarca, Juan Ramón, Jorge Manrique,
Quevedo, Garcilaso, Juan de Mena...
La magia de los versos y del tiempo
parado en los dibujos medievales.
Jamás lo olvidaré. Jamás la tuve,
o sí, la tuve asida a la inocencia,
la tuve en los poemas de las tardes
sentado a la templanza de los sueños.
La tuve cuando era caballero
y torpe trovador ilusionado,
la tuve entre las juncias de mi patio,
en jarchas y canciones provenzales,
cuando la vida era a nuestros ojos
un libro sin abrir, un mar ignoto,
«rumor de besos y batir de alas».




ArribaAbajoXXVI


ArribaAbajoNo encuentro la razón de esta tristeza
que viene sigilosa a la ventana,
ni entiendo que en las tardes de domingo
se atreva sin aviso a visitarme,
pasteles bajo el brazo, acicalada
cual fuera un familiar. Es la presencia
estéril de la estatua que no mira.
Se sienta junto a mí. Ante la mesa
las tazas de café sorbe despacio,
las copas de licor que difuminan
la blanca realidad en los espejos.
Y la oigo musitar sin entenderla,
apenas sin saber que me acompaña
vestida de amarillo y perlas grises
cayéndole hacia el seno perfumado.
Me vierte la resina de su aliento
antiguo en la redoma de las horas
y lléname la sala de humo dulce:
aroma de capilla y de cadalso.
Después me besa fría en las mejillas
y vuelve a los cristales de la noche
colmando de vacío los fragmentos
de vida que conducen a la nada.




ArribaAbajoXXX


ArribaAbajoDormidas en el ático han quedado
la sombra del reloj en las cortinas,
la brújula del sueño y de las nubes
que giran sin dejar lluvia en las tejas.
He vuelto las vasijas boca abajo
y es blanca soledad lo que derraman
al suelo contagiado de alas secas.
La rosa de los vientos he tomado
naciendo del escombro. Hay un destino
que llama desde el mar y oigo bocinas
silbando entre la niebla que clarea.
Un nuevo sol desnudo se levanta
detrás de los cristales del rocío,
un nuevo mar de índigas espumas
y cándidas ciudades ribereñas.
Recuerdo los naranjos y la aulaga...
Ya es vano recordar, que quiero olvido,
eterno bebedizo de esperanza
y enjambres de hojas verdes en las manos.




ArribaAbajoEse tren que nos lleva




ArribaAbajo1


ArribaAbajoNo tardes. Si no vienes la tarde es una hoguera
de gélido cansancio, de lluvia sin sentido.
No tardes, que los peces del mar se desorientan,
se van las avefrías camino del otoño.

No tardes. Los jazmines despiertan de la siesta
y vuelven a dormirse callados por la ausencia.
No tardes, que las calles no encienden sus farolas,
ni empiezan en los cines los sueños inventados.

No tardes, que te espero sentado en la reliquia
cansada de mi alma antigua como el vino.
No tardes, no me abras las páginas pintadas
de olvidos y resacas, de nieve en los espejos.




ArribaAbajo4


ArribaAbajoSiempre fuiste viajera golondrina de tardes
que cruzaba mi calle con sus alas de libros,
la mirada perdida y la blusa celeste
de colegio de monjas.
Golondrina de tardes,
te miraba asomado por los vidrios de enero.
Se imantaba mi pecho en aquellas ventanas
apagadas de luces, telegramas de lluvias.

ArribaAbajoSiempre fuiste viajera y cruzabas mi calle
hacia el blanco ciruelo y las cepas podadas,
hacia un mundo de cañas y macetas azules
donde estaba la casa, nido tibio de invierno.

ArribaAbajoVino un tiempo deleble, de siluetas lejanas
y tu casa quedó atracada al olvido
y mecida en la niebla de los muelles borrosos.

ArribaAbajoViene el tiempo a su cauce, mariposa invisible,
y volviste volando sin la blusa celeste,
sin los libros del aire y tus alas son otras.

ArribaAbajoPero un nuevo temblor resucita en mis labios
y aún revienta la luz en la cal de la calle
desde donde la tarde pensativa se asoma
al balcón de las olas repetidas de entonces.




ArribaAbajo9


Ser poeta no es una ambición mía.
Es mi manera de estar solo.

(Alberto Caeiro)                



ArribaAbajoLa hueca soledad de ruinas calladas
que se acuesta en las tapias de las casas caídas
por el viento de siglos y las lluvias tenaces,
la misma soledad de búcaro en invierno
que ha llamado a mi puerta y me espera paciente,
sabe bien que es eterna tentación en la umbría
de los muros vencidos que ya nada resisten.
La sorda soledad que conozco hace tiempo,
que ha vivido conmigo en ciudades diversas,
en diversos recintos acotados al musgo.

La soledad desnuda, de pechos prodigiosos
y tentadora boca que llevan al olvido,
la soledad amante, puta súbita y bella
en los vidrios sin brillo, en el cáliz gozoso
de abandono lascivo, ha llamado a mis huesos
y me pide cansancio, y me ofrece un celeste
relicario de sombras.

Soledad o clemencia,
sucesión de los días por las aguas dormidas.

Tomaré la tristeza que me ofrecen sus pechos,
volveré hasta el aljibe de los pájaros dulces,
al incendio de chopos amarillos del alba.




ArribaAbajo10


ArribaAbajoBorracho de tabernas, papel y bibliotecas,
de luces otoñales, de angustias y de brumas,
de besos olvidados, de libros y de cines,
me tiendo en el silencio angosto de la noche.

Borracho a cada hora de vida encandilada,
borracho incompetente que espanta a los nacidos
del bien y del progreso, los hijos de la era
final de nuestro siglo. Borracho. Me emborracho
de nuevo y me repito borracho por las calles,
borracho por las plazas, borracho por la vida
que no tiene sentido si no es estar borracho,
borracho por vivirla, borracho de perderla,
borracho por sentirla borracha por la sangre.

Borracho de tabernas, papel y bibliotecas,
orino en las aceras del tiempo que me espanta
y sigo tan borracho que no tengo conciencia
del sueño que me toca vivir pero borracho,
borracho por la savia de vida que me inunda
la piel de escalofríos: enigma de los cuerpos
que marchan en los trenes que parten sin aviso.




ArribaAbajo14


...yo voy muerto, por la luz
agria de las calles

(J. R. Jiménez)                



ArribaAbajoEs día de difuntos, exequias de noviembre,
me anudo la corbata y asisto al funeral
del hombre sumergido en tumbas de ladrillos,
del hombre sepultado que asiste a la agonía.

Cuerpos a la deriva por pasillos de insomnio
he visto esta mañana, por las dunas de asfalto
y jardines de hierro; ataúdes de carne
en esquinas heladas. Muertos en las aceras,
todavía calientes, respirando lo hueco.
Muertos en los negocios que producen el oro
que requiere Caronte.

Hoy he visto rebaños
de difuntos al paso que les marca el entierro,
sin dolor ni recelo; el espanto es de vivos
y los muertos no sienten, sólo habitan la nada.

Es día de difuntos, día exangüe de niebla,
cementerio de vivos, columbario de ideas,
es un día cualquiera, como tantos, vacío,
sólo lleno de muertos, sólo lleno de muertos.

Muertos, trenes de muertos disidentes de vida,
empañados del vaho que les ciega el cerebro.

¿La esperanza está viva? Quién nos pone los trenes
sin cabinas ni vías, sin ventanas al viento.

Oh, necrópolis vanas, apestáis al vacío
de las tumbas sin cuerpos. Quién nos pone los trenes...
Olvidad la esperanza, que también dios ha muerto.




ArribaAbajo17


ArribaAbajoSe prohíbe pensar en las tardes de octubre
frente al faro y las dunas cuando todos se han ido,
cuando el mar se oscurece y las horas no existen,
sólo un grato silencio de cenizas dormidas.

Se prohíbe pensar abrigado en la arena
o mirando al temblor de las últimas olas,
a los pájaros blancos y a las sombras del aire.
Se prohíbe pensar, corazón, no es tu tiempo,
ni es el tiempo preciso de gozosas mareas.

Se prohíbe pensar, sólo un tibio arrecife
se permite crecer en la sangre parada.

Se prohíbe pensar, despertar se prohíbe,
se prohíbe vivir como vamos muriendo.




ArribaAbajo19


ArribaAbajoA veces el mar tiene un extraño sosiego
que las aves imitan, una incierta conciencia
de la vida que pasa inútilmente bella,
hermosamente vana, calladamente quieta.
Es el mudo deseo de ser hoja en la brisa
lo que emulan las aves. A veces el mar tiene
una cierta tristeza que las aves imitan,
el rotundo vacío de un poniente sin ecos
de veranos antiguos. Es la blanca nostalgia
de la infancia sin prisas lo que emulan las aves.
A veces el mar tiene las ventanas abiertas
y el batir de visillos que las aves imitan,
un aroma de fruta otoñal y madura
en el cesto dormido. Es el lento destino
en espejos de agua lo que emulan las aves.
A veces el mar tiene reflejos de mis alas.




ArribaAbajo25


ArribaAbajoEsa noche bailaron el vals de la ternura
en la casa habitada por recuerdos y cactus,
el vals que sólo bailan los cuerpos solitarios.
Decoraron la mesa con flores encarnadas
y brindaron con besos en las copas antiguas.

Bailaron esa noche un vals hasta el desmayo.
Apagaron las luces y sólo las farolas
testigos fueron albos detrás de las ventanas.

Se pusieron los trajes de los días de fiesta
y bebieron la dicha de los peces del alba.
Y mecieron sus cuerpos como tallos dormidos
en los brazos borrachos de dulzor y diamantes.

Bailaron desde el sueño el vals de la ternura,
tuvieron en la boca las uvas del estío.

En el patio la noche les olía a mimosas
y tomaron la senda de la aurora de mayo
dejando la tristeza desnuda en el armario.

Cogidos de los labios huyeron del escombro.




ArribaAbajo27


ArribaAbajoYa lo sé. No hace falta que me escribas postales,
ni me envíes esquejes de cristales oscuros.
Hace tiempo que vivo con mis libros a solas
y me invento aventuras en las islas lejanas.

Ya lo sé. Bebo mucho y redacto poemas
que se van al olvido en cajones helados
donde guardo la magia de las nubes de invierno
y una bruma arenosa de veranos difusos.

Aún conservo el espejo que en las tardes me habla
de pezones rosados y caderas fugaces.

Tengo mapas guardados de tesoros deshechos
y las llaves del frío las escondo en el alma,
como estas que abren el caudal de los versos
y el espectro agotado de cenizas furtivas.

Te olvidaste un pañuelo y una blusa de encajes
en el cuarto de baño, y una barra de labios
me dejaste en la silla donde nadie se sienta.

Ya lo sé. No estoy solo. Tengo aún la memoria
y una voz que dispersa sus espumas al viento,
y unos versos ahogados en un mar de abandono,
y unas pálidas manos que acarician mis horas.

Ya lo sé. No hace falta que me escribas postales,
ni me envíes las fotos de los ecos de un cuerpo.
Tengo flores de sombras en jarrones sin agua
y un sabor en la boca a cadáver hermoso.




ArribaAbajo30


ArribaAbajoLo que un día dejaste en el agua del pozo
has venido buscando, pero el pozo está seco
como nube en el horno de mañana de estío.

Ahora vienes y encuentras soledad, que no es poco,
unos pájaros sordos en los trenes del humo
y una niebla escondida detrás de los cipreses.

Un ejército dulce de libélulas rojas
se ha posado en las cañas del poniente morado
anunciando la noche, cuna vieja de insectos.

Y te vas a la playa solitaria y vacía
sin querer ser feliz, pues la dicha no es nada,
sólo un labio fugaz que se pierde en el alba.

Lo que un día dejaste en el agua del pozo
ahora vienes buscando, pero el pozo es un lecho
de guijarros dormidos, de madera olvidada,
ese tren que nos lleva por crepúsculos ciegos.




ArribaAbajoJuegos de misantropía




ArribaAbajo[Qué más quisiera]


ArribaAbajoQué más quisiera.
Es difícil escribir, en estos tiempos,
de las magnolias blancas,
de los crepúsculos de otoño,
de labios de grosella,
manos de seda
y cuellos de muchachas de Giorgione.

Yo qué más quisiera
que hablar de ojos o de estrellas
o de cabellos al viento,
de las zarzamoras de la infancia,
de los huecos vacíos del alma.

Qué más quisiera que escribirte un soneto
y enviártelo en telegrama
aunque en ello se me fuera
el jornal del día.

Estuve haciendo cuentas
y no me cuadraban los adjetivos
ni los acentos obligados;
quedaba antigua la referencia al beso.

Qué más quisiera, amor,
que regalarte un sueño,
que regalarte un pétalo.




ArribaAbajo[El día que me enterraron]


ArribaAbajoEl día que me enterraron
no tenía nada de especial.
Ni llovía
ni hacía un día florido
de primavera dulce.
El día que me enterraron
tapiaron el alma
con ladrillos gruesos
de indiferencia y nieve.
No recuerdo
a qué hora me enterraron,
ni dónde.
Sólo
creo tener el presentimiento
vago
de haber notado
aquel frío eterno en las entrañas,
este frío intenso y paralizante
que aún siento,
a veces,
cuando los vivos vienen a visitarme.




ArribaAbajo[Hoy ha amanecido pronto en el sanatorio]


ArribaAbajoHoy ha amanecido pronto en el sanatorio
y andamos todos locos buscando
nuestra ración doble
de Sinogán con leche.
Andamos todos
con pies desnudos de sosiego
pisando el patio,
la basura bella y necesaria
de la aurora epiléptica,
la filoxera
dulce de la demencia.
Ya pronto los cuidadores,
los no contagiados,
los elegidos
y entendidos
en materia de salud,
comenzarán la asidua tarea ingrata
de repetirnos por televisión,
radio,
prensa
o circuito cerrado
las normas escritas del manicomio,
la guía de comportamiento
del loco fiel,
el manual de higiene y salud
mental, se supone,
que ha de regir este día.
Hoy ha amanecido marrón apagado,
asfixiante,
con la mala leche de los débiles
y el de la 215 ha vuelto a vomitar
una iguana blanca con pendientes de silicona
y un tetrabrik de miedo bajo el brazo.




ArribaAbajo[Este espejo del cuarto de baño]


ArribaAbajoEste espejo del cuarto de baño
me conoce como yo mismo,
casi me habla.
Por las mañanas me saluda
con sus pecas blancas de jabón
y salpicaduras de crema dental.
Por la noche aparta la vista
por no ver la cara mustia y cansada,
la de poros violentos y ojos de pescado.
Este espejo del cuarto de baño
conoce mis secretos íntimos
y mi verdad oculta:
la ansiedad precisa de los fracasos
de los días y las noches,
cotidianos, repetidos,
sin solución aparente.
A este espejo
hace tiempo que se le pudrió
la lámpara,
pero me observa y saluda
desde la sombra sorda,
desde la eterna nada
que florece en el silencio.




ArribaAbajo[En mi cocina vive una cucaracha roja]


ArribaAbajoEn mi cocina vive una cucaracha roja.

Cuando llego por las noches
me recibe huyendo,
y yo, por costumbre ebrio,
me siento en la silla de formica beige
y le hablo dulcemente
con voz de algodón
y alcohol de tabernas.

Pero ella, paciente e irrespetuosa,
espera a que se apague la luz
para salir de nuevo,
alevosa y nocturnal,
a hurgar en mis cacharros,
obviándome,
despreciando mi ternura.

Hoy he llegado a pensar
que somos incompatibles
y que no hay ya lugar
para los dos
en esta casa.




ArribaAbajo[Bésame la boca]


ArribaAbajoBésame la boca
con tu boca de rosas,
con tu boca de mirtos,
con tu boca de cáscara de naranja mandarina.
Bésame la boca
y ahuyenta mi tristeza de lata en la basura.
Llévame al garaje,
el día es frío y ando a tres pistones.
Bésame.
Famélico de labios me ato a la camilla
y fumo del recuerdo.
Bésame la boca,
píntate los labios de carmín oscuro
y bésame la boca
con tu boca de cáscara de naranja mandarina.




ArribaAbajo[Fue lo único que mereció la pena]


ArribaAbajoFue lo único que mereció la pena
en todo el día,
en todo el tiempo.
Porque el tiempo
sólo pasa cuando se cuenta
allí estaba perdido
en el teléfono.
Eran blancos los minutos
y su sombra
se escapaba por los hilos
que temían al silencio.

De dónde venía aquel día
si no sabía adónde iba.
Estaba en el mundo,
clavado e inmóvil,
en el mundo
donde el amor es sólo una grafía.
El silencio.
Levemente descorría los visillos
porque la boca le sabía
a eternidad y a álgebra.
Fue lo único que mereció la pena.
Era gris y gelatinoso el día.
Ochenta y dos pesetas el minuto:
«Te amo».




ArribaAbajoEl álbum de la memoria




ArribaAbajo[Luna blanca]


ArribaAbajoLuna blanca
en las noches de la mar,
luz de plata
sobre los montes de sal.

El faro,
centella y cal,
guiña el ojo
a las boyas del canal.

Luna blanca,
luz redonda del pinar.




ArribaAbajo[Me gusta cómo huele la tarde en los plumieres]


ArribaAbajoMe gusta cómo huele la tarde en los plumieres,
la luz que desde el atrio se asoma a las ventanas
y baña los pupitres, los mapas, los cuadernos,
los libros de hojas gruesas y pastas ya gastadas
por años casi eternos; son libros del hermano
que ya pasó de clase y estudia la pisada
historia de este pueblo. Me afligen esas letras,
de hielo y leche, escritas en la pizarra amarga:
son símbolos cansados de niños silenciosos,
tan tristes como el Cristo que cuelga sobre el mapa.
Me gustan los colores, las líneas de los ríos,
los montes, los países que viven en el atlas.
Me angustia lo del tiempo, lo eterno, irretornable,
y el miedo que no entiendo por qué me aprieta el alma.




ArribaAbajo[Hoy la calle no tiene el rumor de otros días]


ArribaAbajoHoy la calle no tiene el rumor de otros días
ni andan niños jugando a la luz de la tarde,
hoy la calle es un pozo de silencio en la lluvia
y es el tiempo un balcón como espuma en el aire.

Tiene voz este invierno de semilla enterrada
y una música oscura de reló en los cristales.

Cuervos negros se ocultan en las torres perdidas.

De la tierra mojada nace un río incesante
de futuros recuerdos, de pretéritas noches
y de días que irán oxidando las llaves.




ArribaAbajo[He salido del cine esta tarde de invierno]


ArribaAbajoHe salido del cine esta tarde de invierno
y el domingo bosteza.
Un cuaderno me espera
en la mesa apagada de mi cuarto. Soy viejo
aunque tengo diez años y me sabe a tristeza
esta niebla en la boca, la resina del sueño.

He salido del cine caminando hacia el miedo
de los lunes sin luz, de las lluvias con grietas,
de las horas eternas del oscuro colegio.

(Aunque tengo diez años. Y está quieta la adelfa
en el patio vacío de palomas y viento).




ArribaAbajo[Es una mezcla de perfume y sueño]


ArribaAbajoEs una mezcla de perfume y sueño.

Llovía por los muelles. Y los barcos
anclados dormitaban. Era un viento
del Sur. Sobre la arena y las espumas
los pájaros, sombreros del invierno,
volaban del silencio hasta las dunas.

Llovía ferozmente sobre el limo
abisal de las tardes. Yo, en la bruma,
viajaba por los mares de mis libros
con London, con Stevenson, Melville...

Con John el Largo en la taberna oscura
pasé un invierno al lado de un candil.




ArribaAbajo[Viña baja de luna, alta nube de pinos]


ArribaAbajoViña baja de luna, alta nube de pinos,
ofrecedme las manos desde entonces inertes,
ofrecedme raíces contagiadas de vinos
encantados de sueños olvidados de muertes.

Ofrecedme la niebla sobre el árbol podado,
y la luz amarilla de la playa y la arena,
y los higos de sangre, y el silencio olvidado
en la esquina dormida de la calle serena.

Atended la llamada que en el eco se pierde
como mágicas sombras en la noche indolente.
Atended a este miedo que descansa en el verde
remanal del cansancio y en la oscura simiente.

Ahora sueño en el viento con retazos de vida,
preguntando a la tarde y esperando que mienta.
¿Volverás algún día a los campos de menta
donde habita el aroma de la infancia perdida?




ArribaAbajoLa soledad del nómada




ArribaAbajoPrimer asunto


ArribaAbajoPorque sabes que es tangible el dolor
como lo es la música, la ausencia
o el aire en los rincones,
y como la oscura fiebre del desengaño
nos hace despertar con el sudor del miedo,
es preciso tomar el equipaje
y marchar donde los recuerdos
sean astros de otros cielos
y las cicatrices viejas de los ceniceros
no tengan el mismo color
que los espejos de noche.
Has dejado tres monedas
en el platillo oscuro del oráculo
y una jarra de vino para los espíritus
de la conciencia.
Sales al atardecer,
cuando las moscas ácidas de la tristeza
se escapan de las casas y recorren las calles
buscando otras ventanas de luz donde posarse.
Te llevas la esperanza bajo el brazo
y una brújula de viento y carne viva
sin puntos cardinales.
El viejo mapa de la desafección
te indicará caminos nuevos
y destinos escondidos entre las piedras yermas.
No sé por qué te vas. Tal vez te marchas
por declarar batalla ante la muerte,
la muerte que nos tiene toda una vida en vilo
cuando al fin y al cabo sólo aparece una vez.
La vida irá pasando como el volar de las abejas.
Si vuelves, nos traerás tu cabeza sangrante
en una bandeja de plata.




ArribaAbajoLa soledad del nómada


ArribaAbajoLa diaria trashumancia del barro,
esta deletérea sensación humana
de saberse nómadas del tiempo
que nos roba la sombra, nos recuerda
la ira de los dioses, la venganza
por el hurto
ancestral del fuego.

Es esto:
caminar sin rumbo hacia el olvido,
sortear las tumbas del deseo
y del fracaso,
compartir la incertidumbre
con las tribus hermanas
oliendo el aire y sus serpientes
lo mismo que una loba.

Nada más solitario que el hombre
y su condición de hombre
fugaz y trashumante
que pasa las tardes mirando las veletas.

Nada más solo
que un poblador del desierto
necesitado y áspero.

Observa, y no lo pienses,
cómo te excluyen los planetas.

Van llegando al estanque las últimas palomas
mientras tiendes los brazos a la noche
en atávico rito de estrellas incipientes.

Mas ya nada te salva.

No hay más remedio, tú eliges:
Nietzsche, el alcohol, la demencia, el suicidio.




ArribaAbajoCarta de otoño


ArribaAbajoHoy te escribo porque sé que estás sola
y oyes la radio en una habitación
sin vistas al mar y lees libros
que leíste hace tiempo.
Porque sientes
como si fuera a llegar la noche de inmediato,
la inquietud de una tarde de espera
en la aséptica sala de un dentista.
Hoy te escribo porque sé que estás sola

y se han roto tus sueños,
y tus mitos murieron,
y la tarde está fría y no hay nadie en la calle.

Y menuda miseria asumir los errores
y los golpes al aire, el olor del fracaso,
las arrugas del tiempo y los días perdidos.

Trazas en el espejo
con el lápiz de labios el mapa
trashumante de la vida y lo vuelves
a borrar por retomar de nuevo
el mismo camino que reiniciaste
mil veces. Con el lápiz de labios.

Quién conoce la senda que buscaste,
quién tiene
en la mano la llave que perdiste,
muchacha de vaqueros y suéter.

El mar sigue rompiendo en la orilla,
en la misma orilla
por donde andabas descalza
y mirabas —pezones agraces
y alma incendiada—
al horizonte y la bruma.

Hoy te escribo un poema
que tal vez nunca leas,
que tal vez nunca llegue a tu cuarto de humo
donde suena la radio
esta tarde de otoño.




ArribaAbajoRetorno (Paréntesis)


«This used to be my playground»



ArribaAbajoEsta solía ser la calle donde jugabas,
la calle de los murciélagos
surgiendo en tropel de las bodegas
cuando afinaban sus élitros
los primeros grillos de la noche,
la calle donde al sol, por las mañanas,
dormían las lagartijas de las tapias.

Solía ser en esta calle
donde ocupabas las tardes
inmensas del verano
entre el navazo y la playa,
donde eran dulces las siestas y sencillas,
largas, debajo de los árboles dorados,
la calle espectadora de los pájaros,
de insectos y de cal; de los visillos.

Solía ser la calle donde jugabas,
la calle de las primeras lluvias,
de las oscuras nubes de poniente
y amarillas hojas otoñales.

La calle del silencio.

Después llegaba el invierno
y podaban las moreras: la luz
donde las ramas, sobre las piedras
desnudas.

Cuántas veces, merienda en la mano,
esperabas que tu padre
regresara del trabajo
con los primeros desmayos del crepúsculo.

Solía ser la calle donde jugabas,
la de amigos olvidados,
la de amigos ya turbios
por la niebla del cronómetro,
la calle indeleble en la memoria,
el paladar y los ojos. La calle
donde vuelves perdido buscando las farolas,
a barrer con la vista las puertas del sueño,
a llorar la distancia con tus ojos vacíos,
a llenar de rumor ese hueco del alma.




ArribaAbajoTocata y fuga


ArribaAbajoHay noches en las que el insomnio avisa
y no te asalta el cuarto por sorpresa,
ni te sostiene los brazos y te asedia.

Hay noches en las que el insomnio avisa
y no se te hace la indolencia extraña
ni el fracaso se torna repentino
en esta soportable habitación deshabitada.

Son noches en las que no te acuestas
y te pasas las horas a las puertas de un poema;
deambulas por la casa y fumas
y te asombras del silencio
que hay detrás de las ventanas.

El latido nómada de tu voz menguada
busca el verso exacto del cansancio
que te permita retornar al desierto
donde fuiste un día mercader de sueños.

Y piensas. Y se te insinúa la vida
en la música, la luz y los cuadernos.

El alcohol de la repisa se te ofrece fácil y barato
como una prostituta triste.
Y amas entonces la música,
y Ella Fitzgerald llora por ti,
y la oyes, y estás contento
de que alguien llore por ti
y de que la desolación no consiga inmutarte.

Te vengas de la vida en la pereza
y haces inventarios de tus sueños
en un poema nuevo
—menos triste de lo que esperabas—
que rompe la placenta y te abandona.

Se va,
se va,
se va
y cierra la puerta
dejándote más solo todavía.




ArribaAbajoFoto del 63


ArribaAbajoHay una luz de claustro en esta foto,
de soledad, de esperma
y de locura, una luz
de tormenta de otoño
y de colegio de fantasmas.

Hay un niño y un mapa
y una bola del mundo
que lleva años enteros
girando en un cajón oscuro.

Hay una sonrisa de metal helado,
de mercurio de termómetro difunto,
un humo de alquimista
sonámbulo y misericorde
que se forja en el frío
de los muertos en vida.

En esta fotografía
hay cristales rotos de un sueño diezmado
y espumas olvidadas de una playa distante.

Un suicida
podría haber escrito en su reverso
la despedida solemne y temblorosa
del cansancio y la duda.

Mientras, el niño sonríe
completamente ajeno al espejismo
donde se iban formando en silencio
las larvas venenosas de la nostalgia.




ArribaAbajoMal día


ArribaAbajoHoy, como siempre,
puse todas las esperanzas
en que los dioses me fueran favorables.
Hoy que amaneció lloviendo, hoy
sin paraguas, hoy
que alimenté todas las ilusiones.
Hoy que salí acicalado
porque no volvieran a irse de fiesta sin mí.
El presagio empezó a insinuarse, hoy,
cuando puse la radio al levantarme
y apareció una niña cantando
de pata negra. Hoy
que la guerra sigue sin terminar
y el hombre sigue amando
el color de la sangre, la resina del odio,
el hedor de las desdichas. Hoy
el autobús ha pasado dos veces completo.
Hoy la planta carnívora del deseo
ha vuelto a morderme el corazón.
Entré en el supermercado, hoy,
y han vuelto a subirme el whisky.
Hoy me siento más fracasado que nunca,
el cartero ha pasado de largo
y tú no piensas volver. Hoy
paseo de nuevo solo por las calles.
Hoy sigo defendiéndome de mí,
de ti, de la tristeza.
Hoy de nuevo he perdido la partida,
y son las horas muy largas,
y no he leído ni un verso,
y he despistado a las musas, y tengo la sangre quieta.
Hoy ha faltado la alumna que me gusta,
y ha oscurecido pronto,
y he vuelto a casa un poco triste.
Estaba la sala sola, desnuda y fría
y el servicio contestador de Telefónica
me informa de que no tengo mensajes.




ArribaAbajoLolita


ArribaAbajoQué estupidez a mis años
jugando a las muñecas
contigo. ¿Qué castigo se impondrá,
según el Libro,
por pecar de pensamiento
con las hijas de los hombres?

No hay dioses que me culpen
si sienten lo que siento.

Tengo la edad de tu padre,
aunque no existe duda
de que te miro con otras gafas.

Espero que no trascienda.

Cómo me gustaría desabrocharte la camisa.

Ese bullicio de hormigas en el pecho
es el premio secreto a tu sonrisa.

Debo de estar enfermo porque me siento feliz:
esta mañana
me he levantado antes de lo acostumbrado
para besar las colillas
que ayer tarde dejaste en mi mesa.




ArribaAbajoÚltimo asunto


Estoy cansado de haber soñado pero no cansado de soñar

(F. Pessoa)                



ArribaAbajoQuema las fotos de los álbumes,
si tienes,
y rompe los espejos de la casa.

Cierra los armarios con sus llaves
y tíralas al pozo del olvido.

Que tus vecinos no vean
la luz en las ventanas,
ni salgan mensajes de duda
con el humo de tu chimenea.

Cámbiate a un nuevo lugar y sigue
contemplando a tu vez la diferencia
entre el hombre y su sueño de más vida.

Volverás tranquilo y solo
a pasear por las calles extrañas,
pues no te habrá de delatar
tu rostro turbio de actor secundario.

Las puertas a escena
pocas veces se abren.

Deshazte para siempre del guión
y exhibe en la bandeja tu cabeza sangrante.

Lo que pudo ser no ha sido.




ArribaAbajoEl sonido de la rueca




ArribaAbajo[Ahogado en soledad, duela de olvido]


ArribaAbajoAhogado en soledad, duela de olvido,
ujier del abandono, día a día
frecuento el lupanar de la poesía.
Y sueño, no descanso, lucho, pido

la luz; viene la sombra, el alarido
nielado, sin cesar la lluvia fría,
la noche viene negra, la agonía
de amar la aurora azul y estar perdido.

Enferma, la razón quiere dejarla,
mas llama a la pasión, tierna rabiza,
y muero por morderla y por besarla.

Se escapa por la sangre y descuartiza
con saña el corazón, que por amarla,
la toma por hetaira y por nodriza.




ArribaAbajo[¿Adónde van los sueños, la sonrisa...?]


Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando...

(J. R. Jiménez)                



ArribaAbajo¿Adónde van los sueños, la sonrisa,
adónde la ilusión, dónde los años,
adónde la pasión, la voz, los caños
de luz y de color van tan deprisa?

¿Por qué la ola abrupta se hace lisa
y empiezo ya a contarme los peldaños
del tiempo y desempolvo los antaños
que ordeno como un viejo en la repisa?

Agarro con la voz y con los dientes,
agarro como un loco agonizando
los prados de mi tiempo y las corrientes.

Cualquiera que me oiga: estoy bramando,
mañana seré polvo entre vivientes.
Se quedarán los pájaros cantando.




ArribaAbajo[Disfruta, sí, los zumos de Sileno]


ArribaAbajoDisfruta, sí, los zumos de Sileno,
la miel sabrosa y dulce de Aristeo,
no duermas mientras dure el apogeo
de címbalos y flautas sobre el heno.

Oh, goza de la ménade su seno,
da mano, sí, ¡evohé!, libre al deseo,
que el vino, ciegas aguas del Leteo,
arrastren la conciencia al negro cieno.

Oh, bebe de la vid gozosa fuente,
oh, liba sin cesar del vientre nuevo,
oh, brinca con la ninfa en la corriente.

Y piensa que si hoy eres efebo,
los días pasarán severamente;
mañana dormirás en el Erebo.




ArribaAbajo[Yo muero en ti al morderte la madura]


ArribaAbajoYo muero en ti al morderte la madura
granada de la boca, la amapola
del labio y al sorber de su corola
el jugo de uva tierna y lengua dura.

Yo muero, amor, y muero en la textura
de fruta verde, pluma y caracola.
De azúcar, de almorí, de pulpa sola
la carne de tu flor caliente, oscura.

La carne de tu flor, la sangre ardiente
que suena por tus labios como un río
crecido por la lluvia de repente.

Yo muero, amor, y muero en la corriente
sin límites del beso, en el rocío
inquieto que rezuma de tu frente.




ArribaAbajo[Al hombre que me mira en el espejo]


ArribaAbajoAl hombre que me mira en el espejo
apenas lo conozco, es un extraño
que vive junto a mí y año tras año
conmigo lentamente se hace viejo.

El rostro que me mira es fiel reflejo
del otro sorprendido por el daño
del tiempo que en cautela fluye a caño
dejando su ira atroz en el pellejo.

La misma soledad, el mismo hastío,
el mismo batallar por estar vivo,
la misma sinrazón y el mismo frío

llevamos a la mar en nuestro río,
perpetuo celador, gregal esquivo,
extraño del espejo, hermano mío.




ArribaAbajo[Os miro y viene el humo de la infancia]


Algún día
se pondrá el tiempo amarillo
sobre mi fotografía.

(Miguel Hernández)                



ArribaAbajoOs miro y viene el humo de la infancia
opaco y amarillo a mi cabeza
expuesta del otoño a la tristeza.
Os miro en esta foto quieta y rancia,

Jacinto, Luis, Manuel, Jesús, fragancia
de tinta y borrador. Con qué presteza
el tiempo, sueño ayer, hoy despereza
su voz de liquen negro en la distancia.

¿Quién pudo aquí amarrar el tiempo al nudo
escueto del papel y la memoria?
Quien pudo sostener el tiempo pudo

parar en luz de ayer la lenta noria
de olvido y soledad, de llanto mudo,
de efímero soñar y vana historia.




ArribaAbajo[¿Te acuerdas de aquel sol, de aquel venero...?]


Mais non, —ma jeunesse est finie...
Adieu, doux rayon qui m'as lui,—
Parfum, jeune fille, harmonie...
Le bonheur passait, —il a fui!

(Gerard de Nerval)                



ArribaAbajo¿Te acuerdas de aquel sol, de aquel venero
de paz, de aquella infancia vigilada
espléndida de mar —por la mirada
dulcísima del aire del estero?

¿Recuerdas hoy, María, el avispero
del pecho y de la boca avergonzada
del beso, la caricia inmaculada
del trigo de tu pelo, mies y albero?

He visto pasear contigo a solas,
sin rumbo ya, el fantasma aniquilado
del tiempo. A tus oídos caracolas

buscando aquellos días has llevado.
No es ya la misma voz la de las olas
ni el mismo aquel rumor de tu pasado.




Arriba[Quiero vivir, vivir, estar despierto]


ArribaQuiero vivir, vivir, estar despierto
al mar, al cielo azul, a las caderas,
al labio. Festejar las primaveras
quiero. Vivir, vivir y no estar muerto.

Quiero vivir, vivir, notarme cierto,
amar, alzar la voz a las esferas,
que dejen su telar las Hilanderas,
danzar de sol a sol, de puerto en puerto.

Yo siento digerir la luz ardiendo
mi alegre corazón y con los dientes
devoro este festín de estar viviendo.

Quiero vivir, vivir, sentir valientes
los golpes de mi sangre repitiendo
trompetas de clamor por todas fuentes.





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