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21

«Revista de Filología Española», IV, 1917, pp. 65-74.

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22

Ibidem, V, p. 80.

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23

Ibidem, VIII, pp. 67-76.

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24

Fue injusto silenciar lo que en Cejador había de utilizable. Concretamente, en el problema de la lírica española no todo lo que dijo fueron disparates, sino que apuntó -y más que apuntó- ideas que la historia ha comprobado ser ciertas.

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25

Muy poco tiempo hace, un gran maestro dedicó unas emocionadas palabras «a un hombre sabio y desgraciado [...] y al que errores propios y ajenos, así como causas muy complejas (tan complejas como su enorme labor, no siempre acertada y en ocasiones desaforada), han rodeado de un silencio injusto, que no merece. Me refiero, con piadosa reparación, a don Julio Cejador» (Emilio García Gómez, Todo Ben Quzmán. Madrid, 1972, t. III, p. 12).

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26

«Estudios literarios». Col. Austral, 28, pp. 157-219.

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27

Muy poco antes de estas líneas (pp. 13-14), había escrito:

Dicen todos que la métrica de los cantares populares es irregular, hasta el punto de que nadie se ha puesto a medirlos. El único libro que yo sepa haberse publicado sobre la lírica popular es la Versificación irregular en la poesía castellana, Madrid, 1920. El mismo título pedía se tratase de la métrica, esto es, de La Versificación; pero su autor, el americano Pedro Henríquez Ureña, ni aun siquiera trató de medir un solo verso. Verdad es que diríase haberse querido curar en salud llamándola, como todos los demás, versificación o métrica irregular. Pero métrica irregular es métrica sin metro o medida, y métrica sin metro no es métrica. Si hay versificación y versos, su medida tendrán, su metro propio.


Volverá obsesionado por la cuestión en las pp. 52-53 de ese mismo t. I.

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28

Floresta de la antigua lírica popular. Madrid 1921-1924. El t. IX, índices, sólo se publicó en 1930.

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29

Al pasar un arroyo (Lope, 1916), Hermitaño quiero ser (Encina, 1917), No son todo ruiseñores (Góngora, 1920), En la verde orilla (id.), Ángeles divinos (Lope, 1920), Pues andáis en las palmas (id.). De Góngora no volveré a ocuparme, por eso quiero dejar constancia en este lugar de que su poesía tuvo unos caracteres musicales que no pasaron ignorados a sus contemporáneos, cfr. Miguel Querol Gavaldá, Cancionero musical de Góngora. Barcelona, 1975.

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30

Cejador lo había incluido [1921] en su Verdadera poesía, I, n.º 825; II, n.º 1.135. En las Séguedilles anciennes, las 74-77 comienzan con nuestro primer verso («Revue Hispanique», VIII, 1901, p. 315). El cantar sigue vivo, cfr. Eduardo M. Torner, Lírica hispánica. Relaciones entre lo popular y lo culto. Madrid, 1966, p. 41, n.º 17. El texto, conocido como queda dicho ya en 1916, pudo leerse en la comedia Al pasar el arroyo (edic. Academia, X, p. 280 a).

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