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Puede leerse en sus Œuvres romanesques et voyages. Edición, introducción y notas de M. Regard. Paris: Gallimard, 1969, vol. II, Bibliothèque de la Pléiade, 210. Estudio y texto de Les Aventures du dernier Abencérage en pp. 1347-1401; bibliografía y notas en pp. 1748-1765. Véase también Arié. «Le Royaume nasride de Grenade».

 

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Irving contó que, desde entonces, Granada fue objeto de sus ensueños [«a subject of my waking dreams»]. Citado por Stanley T. Williams. The Life of Washington Irving. 2 ed. New York: Octagon Books, 1971, vol. I, pp. 297-298.

 

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Cito la traducción de Francisco Morales Souviron. «Cartas de Washington Irving desde la Alhambra». [Clavileño, 15 (1952), 44-50], reproducida en Washington Irving (1859-1959). Granada: Universidad, 1960, pp. 87-117 (pasaje citado en pp. 96-97). Colaboran en este volumen Francisco Ynduráin Hernández, Francisco Morales Padrón, Andrés Soria Ortega y Antonio Gallego Morell. La última contribución que conozco a la copiosa bibliografía sobre el autor, es la Introducción por José Antonio Gurpegui a la edición de los Cuentos de la Alhambra citada supra, nota 8. En esta carta, Irving nos da una versión intimista del impacto emocional que, por siglos, experimentaban los visitantes de la Alhambra al creerse en el escenario mismo de la muerte injusta de los mitificados Abencerrajes, cuyo fin augura el derrumbe de la Granada nazarí. Dentro de los espejismos que nutren las leyendas, la vinculación de su linaje al Patio de los Leones encuentra un eco retrospectivo en un aporte reciente de la ciencia arqueológica: un edificio del siglo XIII, recientemente excavado por Antonio Fernández Puertas dentro del terreno de la Alhambra, se identifica como el palacio de los Abencerrajes, construido en el siglo XIII. «Tomándolo en su conjunto con el anómalo estanque, este palacio tiene una planta compatible únicamente con la del Palacio de los Leones, del cual podría haber sido su inmediato precursor...» (p. 150a). James Dickie (Yakub Zaki). «Los palacios de la Alhambra». Al-Andalus. Las artes islámicas en España. Ed. Jerrilynn D. Dodds. Madrid: Ediciones El Viso y Nueva York: The Metropolitan Museum of Art, 1922, pp. 135-151.

 

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Señala este enfoque, subrayando la simbólica relevancia del ejemplo, William L. Hedges. Washington Irving: An American Study (1802-1832). Baltimore: The Johns Hopkins Press, 1965, pp. 254-257.

 

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Véase ««Los Abencerrages». En Cuentos de la Alhambra, pp. 256-267.

 

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En la versión revisada de The Alhambra, que apareció en 1850, es todavía más manifiesta la tendencia a subjetivar la experiencia de pérdida y desengaño asociada a la temática del libro.

 

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Me ocupé de esta producción en El moro de Granada en la literatura, caps. VII-XII. Sobre la reciente historiografía, cf. Leonardo Romero Tobar. Panorama crítico del romanticismo español. Madrid: Castalia, 1994. Cita Muhamad Abdo Hatamleh. El tema oriental en los poetas románticos españoles del siglo XIX. Granada, Anel, 1972.

 

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Fenómeno estudiado por Lily Litvak en El sendero del tigre. Exotismo en la literatura española de finales del siglo XIX (1880-1913). Madrid: Taurus, 1986), pp. 55-108, y por José Antonio González Alcantud. La extraña seducción. Variaciones sobre el imaginario exótico de Occidente. Granada: Universidad, 1993.

 

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Me refiero a los poemas atribuidos al apócrifo poetazo de línea postromántica Isidoro Capdepón Fernández. Véase Francisco García Lorca. Federico y su mundo. 3 ed. Madrid: Alianza Tres, 1990, pp. 106-113. Estas composiciones aparecen, como sección preliminar, en la Antología moderna. Edición y estudio de Miguel García Posada. Granada: La Veleta, 1995. Ya hemos visto (cf. supra, nota 27) que no por ello excluyó García Lorca de su poesía, en los años de aprendizaje, las evocaciones del pasado medieval, con su faceta orientalista.