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Lola, núms. 1,2, 5, 6-7, de diciembre de 1927 a junio de 1928.

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Carta a Raimundo de los Reyes, 3 de noviembre de 1932.

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En cuanto a las reseñas de Perito en lunas, la más positiva fue la de José Ballester en La Verdad de 29 de enero de 1933; encomiaba en Miguel «su buril maravilloso, con la soltura del maestro», y la habilidad con que había logrado hermanar «elementos contemporáneos y bouquet gongorino». En el mismo diario, el 16 de marzo, Rafael de Urbano, en un artículo impreciso y ambiguo, consideraba Perito en lunas un libro meritorio y renovador, propio y digno de su época, «con giros desconcertantes pero atrayentes». Las restantes reseñas fueron, a decir verdad, poco entusiastas. La anónima (¿de Pedro Salinas?) del número 2 de Índice Literario (1933) señala que el libro de Miguel se encuadra en la conmemoración neogongorina de 1927, si bien con resultado poco inteligible y alejado de su modelo. La igualmente anónima [firmada «P.», de Pedro Mourlane Michelena] aparecida en El Sol de 6 de junio de 1933 considera también que los poemas hernandianos son bellos pero «arcanos». La brevísima -32 palabras- de Antonio Oliver Belmós en Presencia (1934) define el libro como «poesía para cultos», turbadora por «su hermosa tradición lírica» y desconcertante para los no iniciados «por su atrevida y luminosa levantinidad poética». La reseña de Alfredo Marqueríe en Informaciones de 15 de febrero de 1933, compartida con Armando Palacio Valdés es claramente adversa: «Sometida sin duda a depuración y cultivo la flora poética del joven pastor, fue injertando poco a poco lo erudito en lo popular. [...] Hay efectivamente en su poesía algo de curso estudioso, de lección gongorina, bien aprendida -pero lección al finque no puede confundirse con la espontánea destreza. [...] Al dejarse arrastrar por la influencia gongorina se nos oscurece o extravía. Y es que la poesía no consiste en eludir el nombre de las cosas, sino en expresarlas del modo más puro y nítido, con la mayor y más clara resonancia emocional». En 1935 -La Voz, 25 de noviembre-, Domenchina, en un artículo repleto de estúpidos juegos de palabras, repasa las publicaciones de Miguel hasta la fecha, para concluir que «merece la atención y el estímulo de los amigos de la verdad y de la belleza».

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Marie Chevallier, Los temas poéticos de Miguel Hernández, Madrid, Siglo XXI, 1978, págs. 15 y 23. Se ha dicho, con ligereza y cayendo una vez más en el tópico, que la imitación en Perito en lunas del modelo gongorino queda singularizada por la adición del ruralismo consustancial a la visión del mundo de Miguel Hernández. Se olvida que la Fábula de Polifemo y Galatea transcurre en una Edad de Oro inherentemente agropecuaria, y que Acis, y sobre todo Polifemo, son agricultores, recolectores y ganaderos. En la Fábula se mencionan agricultura, viticultura, horticultura y apicultura (octavas 9, 10, 11, 12, 18, 19, 21, 25, 26, 29, 44, 50, 52), y también ganadería (20, 21, 22, 25, 29, 49, 51; en concreto se citan cabras en 6, 50, 52, 59): en total más de la mitad de las octavas de la Fábula, que tiene 63.

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Miguel Hernández, Obra completa, ed. Agustín Sánchez Vidal, José Carlos Rovira y Carmen Alemany, Madrid, Espasa Calpe/Generalitat Valenciana/CAM, 1992, vol. I, pág. 798.

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Algo no exclusivo de Miguel: véanse la «Soledad tercera» de Alberti, la Fábula de Equis y Zeda de Gerardo Diego, y la mayoría -los más escorados hacia Góngora que hacia Garcilaso- de los sonetos de Misteriosa presencia de Juan Gil-Albert.

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