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ArribaAbajoDiálogo Tercero

Armonía y tejido del verso


Sofronia. Mucho me alegro, que hayas vuelta, porque tengo el mayor deseo de continuar mi estudio.

Metrófilo. Me consuela lo que dices porque es señal, que has comprehendido bien toda la materia de las dos últimas conferencias.

Sofronia. No sé, si lo he entendido todo; pero he aprendido a lo menos a pensar sobre el asunto. Habiendo hecho algunas reflexiones sobre lo que me enseñaste en el primer Diálogo acerca del verisímil, me ha nacido una duda, que me tiene algo suspensa.

Metrófilo. Veamos, que duda es esta.

Sofronia. He leído en estos dias un romance; y he reparado, que todas las falsedades, que se cuentan en él, tienen aquel mismo aspecto de verisimilitud, que tú me descubriste. Esta reflexión me ha hecho sospechar, que la ley del verisímil no es para solos los Poetas, sino también para otros escritores.

Metrófilo. Es muy plausible la duda, que me propones; porque efectivamente un romance, una novela, o una fábula, es una especie de composición fantástica, que no se dirige a referir la verdad, sino solo el verisímil; y por consiguiente semejantes composiciones fabulosas pueden llamarse absolutamente poéticas.

Sofronia. Según esto, el romance, que yo he leído, intitulado el Telémaco, es lo misino que una poesía.

Metrófilo. Lo mismo, ni más, ni menos. No hay otra diferencia, sino que la poesía es en verso, y el romance en prosa. Si uno escribiese en versos la historia fabulosa de Telémaco; este romance vendría a ser una perfecta poesía y si otro pusiese en prosa las aventuras de Orlando furioso; esta célebre poesía del insigne Ariosto se reduciría a un romance muy bueno. Hombres sabios y eruditos oirás a veces, que cuestionan sobre si el verso es necesario, o no, para la poesía; y se recalientan furiosamente unos contra otros, quien defendiendo un partido, y quien el opuesto.

Sofronia. En caso de hallarme en semejante disputa, sería para mí de mucha satisfacción el poder decir mi parecer.

Metrófilo. Te insinuaré de buena gana lo que podrás decir, porque sirve esto también para nuestro asunto. Sabe pues, que cualquiera cosa, que hacemos los hombres, se compone de materia y forma. El material, con que la hacemos se llama materia; y la construcción o figura, que recibe de nuestras manos, se llama forma. En el anillo, que llevas en el dedo, su materia es el oro; y su forma es la figura circular, que tiene. En el pañuelo, con que te enjugas el sudor, la tela es su materia y el corte cuadrado es su forma. En el reloj que te cuelga del cinto, su materia consiste en los metales, de que está hecho; y su forma en las varias figuras y combinaciones, que les dio el relojero.

Sofronia. ¿Pero a qué fin todo esto?

Metrófilo. A fin de que entiendas la cuestión, de que se trata, También la poesía se compone, como las demás cosas, de materia y forma. Su materia es la fábula; y su forma la armonía. Por fábula debe entenderse el tejido de verisímiles, que te expliqué en la primera conferencia; y por armonía has de entender la arreglada variedad de sonidos, que nace de la construcción de los versos. Puestos estos principios, la cuestión se suelta con la mayor facilidad. En la fábula en prosa no tenemos sino la sola materia de la poesía: pero en la fábula en verso tenemos juntamente materia y forma. Así en los ejemplos, que te he insinuado poco antes, la tela en pieza es la materia del pañuelo; pero no es todavía pañuelo: y los metales en pasta son materias de anillos y de relojes, más no son por sí mismos ni relojes, ni anillos.

Sofronia. Ahora entiendo la diversidad, que hay entre un romance y un poema. Si pongo en versos el romance; le doy forma de poesía: hago lo mismo, que el platero, cuando con un pedazo de oro hace un anillo. Si reduzco a prosa un poema; le quito la forma de poesía: hago lo mismo, que el relojero, cuando descompone y deshace un reloj.

Metrófilo. Muy bien lo has entendido. Ora pues, en oyendo tú hablar de la cuestión arriba dicha; ya sabes lo que te basta para poner fin al pleito con tu sentencia.

Sofronia. Más no tengo todavía una clara idea de la forma de la poesía, para poder hablar de ella con entero conocimiento.

Metrófilo. Este puntualmente es el objeto de la conferencia de hoy. La forma de la poesía (como te he dicho ahora mismo) es su armonía y ésta depende de dos cosas; de la construcción de cada verso de por sí; y del número y orden de todos sus versos juntos. Hoy te explicaré lo primero, que es la construcción del verso.

Sofronia. Yo leo versos muchas veces y percibo en ellos el placer de su armonía: más no sé, en que consiste.

Metrófilo. La armonía intrínseca del verso consiste toda en dos cosas solas: en el número de sus sílabas, y en la disposición de sus acentos.

Sofronia. Sobre el modo de separar o medir las sílabas, ya me instruiste Metrófilo, en el Diálogo, segundo.

Metrófilo. Mas no basta lo que te dije entonces: porque cuando hay en una sílaba dos o tres vocales juntas; los Poetas a veces, en lugar de contarlas por una sola, las cuentan por dos.

Sofronia. ¿Y cómo podré yo saber cuando se cuentan por dos, y cuando por una?

Metrófilo. Fácilmente lo entenderás. Te hablaré primero de las palabras, cuya unión de vocales está en la última sílaba, como sucede en Dios, Real, Lluvia, Delirio, Conjunción. Lo que has de observar en semejantes voces, es la situación del acento. A veces el acento no toca a ninguna de las dos vocales juntas, como sucede en rúbio, súcio, llúvia, auséncia, incleméncia, delírio, fastídio, glória, victória, fúria, injúria, párias, contrárias, &c.: en estas ocasiones las dos vocales juntas forman constantemente una sílaba sola. Otras veces cae el acento sobre la última de las dos vocales, como acontece en , yá, qué, quién, bién, pié, pués, reál, leál, fiél, miél, candiál, artificiál, león, peón, oración, conjunción, ofreció, aprendió, salteár, reír, &c.: en tales casos las dos vocales forman también casi siempre una sola sílaba pues solo por licencia poética se pueden dividir, algunas de ellas, o cuando, primera vocal es una E, corno se halla practicado en reál, león, reír, afeár, &c.; o cuando entre las dos vocales hay una H como en trahér. Otras veces finalmente carga el acento sobre la primera de las dos vocales, como se ve en éa, áhi, háy, hóy, sóy, vóy, séas, féo, arréo, menéa, posée río, mío, pío, rocío, sombrío, envía, porfía, melodía, ley, réy, múy, &c.

Si estas palabras están en fin de verso; sus dos vocales deben siempre contarse por dos sílabas diferentes: en cualquiera otro lugar del verso, en que se hallen, puede el Poeta contarlas a su placer, o por dos sílabas, o por una.

Sofronia. Ahora entiendo, cuan necesaria es la lección, que me diste sobre los acentos.

Metrófilo. Lo entenderás aun más en adelante. Continuemos lo comenzado, y consideremos las palabras, que tienen dos vocales juntas, no en la última sílaba, sino en cualquiera otra de las antecedentes, como sucede en flauta, guirnalda, y glorioso.

Sofronia. Te escucho, Metrófilo con toda la atención posible.

Metrófilo. En las palabras, de que ahora se trata, has de observar, como en las antecedentes, si cae el acento sobre la primera vocal, como en féudo y báyle; o si carga sobre la segunda, como en triúnfo y saéta. En el primer caso las dos vocales forman generalmente una sola sílaba: así verás, que lo practican todos los Poetas en áire y sáuce; en causa y cáu=sidico; en cáudal y cáu=daloso; en deléite y deléi=toso ;en áustro y áus=triaco; en día y día=mante; &c. Sólo dividen a veces las dos vocales, y forman dos sílabas en algunos nombres enteramente latinos, como Éolo Etíope, y Océano. Acerca de las palabras que tienen el acento sobre la segunda vocal hay algo más que decir.

Sofronia. No quisiera, que las reglas por su muchedumbre, me causaran confusión.

Metrófilo. Las reduciré al menor número que pueda.

Iª. regla. Cuando la primera de las dos vocales es una A, se acostumbra dividirlas en dos sílabas. Así se ejecuta ordinariamente en saéta, ahóra, traémos, distraído.

2ª. regla. Cuando la primera de las dos vocales es una E, también entonces se dividen, como en beáto, beódo, leónes, oceáno, voz poética.

3ª. regla. Cuando la primera de las dos vocales es una I; alguna rara vez se encuentran divididas en dos sílabas, de lo cual tenemos ejemplos en Adriáno, rióse y confiánza: pero por regla general forman una sílaba sola, como se halla practicado en Dióses ciélo, niégo, yélo, yérro, quiéto, quiéro, fiéra, tiérra, triúnfo, inviérno, manifiésto, viénto pensamiénto, asiénto, diénte, valiénte, paciénte canciónes, naciónes, glorióso envidióso, hiciéra, remediára, saliése quisiése, &c.

4ª. regla. Cuando la primera de las dos vocales es una O, el uso general es el de dividirlas en dos sílabas, como se hace comúnmente en oído, boáto, poéta.

5ª. regla. Cuando la primera de las dos vocales es una U, háganse las reflexiones siguientes. Iª. En palabras, en que la U se sigue a G o a Q, la sílaba es siempre una sola: sirvan de ejemplo las voces guánte, guérra, aguéro, guirnálda, lenguáje, quándo, quéda, quíto, quínto, desquício. IIª. También la sílaba es una y no más, cuando las dos vocales se hallan reducidas a una sola en otras palabras de significación semejante: así las dos vocales de ruéda, truéco, suélto, nuévo, fuénte, cuérno, se ven reducidas a una sola en las palabras rodar, trocar, soltar, novedad, fontanero, cornudo. IIIª. En todas las demás voces de nuestra lengua, donde la primera de las dos vocales es una U, suelen dividirse en dos sílabas; como sucede en ruína, suáve, cruéles, destruído.

6ª regla. Cuando las dos vocales son de una misma especie; harás bien en dividirlas en dos sílabas. Así lo ejecutarás por ejempla en azaháres, en poseémos, en piísimo, en boótes.

He aquí reducidas a muy pequeño número las reglas que te he prometido. Una sola cosa me queda por decir: y es que cuando las vocales son más de dos; la Y o I, que hallarás en medio, te ha de servir de regla para dividir las sílabas, como ya te lo dije en la última conferencia. Así dirás tu=ya, cu=yas, tro=ya, re=yes, le =yes, a=yer, a=yuda, desma=yo, arro=yo, arro=yuelo, arra=yán, alelu=ya.

Sofronia. Según esto, ya están acabadas tus reglas poéticas acerca de la medida de las sílabas.

Metrófilo. Hay todavía otra; y es sumamente necesaria. Entiende pues, que cuando una palabra acaba con letra vocal, y la palabra siguiente empieza también por vocal, entonces la sílaba última de la primera palabra, y la primera sílaba de la palabra segunda, forman las dos juntas una sílaba sola. Así acontece por ejemplo en las voces claRO ARmonioso, porque las dos sílabas RO AR, aunque en prosa son distintas, se consideran en poesía como una sola, y no como dos. Antes bien, si se aumenta el número de las dos sílabas con otra vocal de por medio, aun entonces las tres no se cuentan en verso sino por una, como se ve por ejemplo en las voces baJO O ALto, de cuyas tres sílabas JO O AL forman los Poetas una sola. Te doy esta regla general, aunque no deja de tener en la práctica sus excepciones.

Sofronia. Debieras decirme para mi instrucción, cuales son los casos particulares en que esta regla no se observa:

Metrófilo. Bastan para tu enseñanza cuatro reflexiones.

Iª. Cuando las vocales son más de tres, como en edificIO AÉreo, se suelen dividir en dos sílabas, porque el pronunciarlas en una sola parece duro y difícil.

2ª. Cuando en la primera vocal hay un acento fuerte, que pide alguna pausa mayor de la regular, es bien dividir las dos o tres vocales en dos sílabas. Ejemplos: a tI Entrego: en mI Observaste: oYÓ En su casa: melodÍA Excelsa.

3ª. Cuando entre dos vocales media una H, puedes formar con ellas o una sílaba, o dos, como mejor te viniere. Así dirás la her=mo=su=ra, o la=her=mo=su=ra; dul=ce hu=mor, o dul=ce=hu=mor; le ha=blé o le=ha=blé.

4ª. Cuando media entre las vocales una Y o una I, es costumbre casi general el dividirlas en dos sílabas. Así se practica en hAY Uno, durO YElmo, grandE Y Alto, &c.

Sofronia. Infiero de lo que has dicho hasta ahora, que las sílabas en un mismo número de palabras pueden contarse de dos modos diversos, de un modo en la prosa, y de otro en la poesía.

Metrófilo. Así les efectivamente; y te lo haré ver con toda claridad en el siguiente verso que es de nuestro dulcísimo Figueroa:

«Afloja un poco, o dolor fiero, afloja.»

Si cuentas sus sílabas según el estilo de la prosa, hallarás que son catorce.

Aflo jaunpocoodolorfieroafloja.
1.2.3.4.5.6.7.8.9.10.11.1213.14.

Pero si las contares según regla de poesía, no hallarás sino once:

Aflojaunpocoodolorfieroafloja.
1.2. 3.4.5.6.7. 8.9.10. 11.

Por motivo de esta diversidad de cuentas hacemos también diferencia en el modo de hablar; pues hablando con propiedad, las sílabas de la prosa se llaman sílabas, y las del verso se llaman pies.

Sofronia. Saco de aquí, que once sílabas o pies forman la medida justa de cada verso.

Metrófilo. No todos los versos son de once pies: los hay más largos y más cortos, como despues te diré. Pero antes quiero hacerte reparar otra cosa en el mismo verso de Figueroa.

Sofronia. Dí, que te escucho.

Metrófilo. La armonía del verso, como ya sabes, depende de dos cosas: del número de sus pies, y de la disposición de sus acentos. Ya has visto, que la armonía del verso de Figueroa pide por su naturaleza once pies. Para conocer ahora, en que consiste la armonía de sus acentos, escríbelo sobre un papel, notando con rayas o líneas todos los acentos de sus palabras.

Aflójauncoodolórfiéroaflója.
1.2.3.4.5.6.7. 8.9.10. 11.

Si quieres entender cuán necesaria es para la armonía de este verso la disposición, en que están sus acentos; disponlos de otro modo, mudando, como quieras, el orden de sus palabras. Podrás decir por ejemplo:

Aflójauncoaflójaofiérodolór.
1.2.3.4.5.6.7. 8.9.10. 11.

o bien

Ofiérodolórdeuncoafloja.
1.2. 3.4.5.6.7. 8. 9.10. 11.

Estos dos versos tuyos dicen lo mismo que el de Figueroa; tienen las mismas palabras, la misma cantidad de pies, y el mismo número de acentos, ni más ni menos. Y sin embargo de esto no tienen la misma armonía, pues suenan al oído de un modo muy diferente. Esta diversidad no puede atribuirse a otra causa, sino a la diversa situación o disposición de los acentos, como puedes observarlo por ti misma.

Sofronia. Según todo lo dicho, dos cosas son las que me has de enseñar en orden a los versos: el número de sus sílabas, y la situación de sus acentos.

Metrófilo. Ambas dos cosas las aprenderás a un mismo tiempo. Puedes dividir los versos en dos clases, dando a los unos el nombre de simples, y a los otros el de compuestos. Con esta división, que por ventura es nueva, se facilita muchísimo el arte de versificar. Los versos simples son los más pequeños, formados de un solo verso: y los compuestos son los más largos, en que se unen varios versos pequeños. Los simples, o menores, constan de solos dos pies, o de solos tres; y los compuestos, o mayores, se forman de cuatro, o cinco, o seis, o siete, u ocho, o nueve, o diez, u once. Te hablaré de todos por orden, y juntamente irás viendo, cual ha de ser en cada uno de ellos la situación de los acentos.

Sofronia. Empieza por los más cortos, que serán naturalmente los más fáciles.

Metrófilo. I.º Todo verso de solos dos pies ha de tener el acento en el primer pie. He aquí algunos ejemplos.

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2.º En los versos de tres pies has de poner el acento sobre el segundo, sin reparar, si lo tiene, o no, el primer pie. Ejemplos.

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Sofronia. Estos, que llamas, versos simples, me parecen de muy fácil construcción.

Metrófilo. Es así más sin embargo, no puedo todavía salir de ellos, sin comunicarte antes una reflexión importantísima. Te dije en el segundo Diálogo, que se llaman palabras agudas, las que tienen el acento sobre la última sílaba, como licór; palabras llanas, las que lo tienen sobre la penúltima, como licoróso; palabras esdrújulas, las que lo tienen aun antes como líquido. Sabe pues ahora, Sofronia, que también el verso se llama agudo, si acaba con palabra aguda; llano, si su última palabra es llana; y esdrújulo, si remata con palabra esdrújula. Esto supuesto, has de advertir, que el verso llano (sea simple, o compuesto) se puede reducir a esdrújulo con añadirle una sílaba; y se puede convertir en agudo con darle una de menos: pero tanto el acortarlo, como el alargarlo, se ha de hacer de modo, que queden los acentos del verso en el mismo lugar, en que estaban.

Sofronia. Si no lo veo ejecutado por ti; es difícil, que lo entienda.

Metrófilo. Luego te lo haré ver con ejemplos fáciles y claros.

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Estos dos versos de solos dos pies cada uno, son entrambos llanos y entrambos tienen el acento sobre el primer pie. Podrás decir lo mismo o con dos versos agudos, que aunque faltos de la última sílaba, conserven sin embargo el mismo acento, donde ya estaba antes; o con dos versos esdrújulos, que mantengan también el mismo acento, y en el mismo lugar, aunque aumentados con otra sílaba.

Míralo ejecutado.

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Observa juntos los tres versos: Gran: Grande: Máximo.

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El primero tiene una sílaba sola; el segundo dos y el tercero hasta tres: y sin embargo se consideran todos ellos, como si fuesen de una misma medida, y como si todos tuviesen un par de pies puntualmente, ni más, ni menos.

Sofronia. ¿Cómo puede ser este prodigio?

Metrófilo. Es cosa muy fácil de entenderse. Para pronunciar la palabra llana Gránde, necesitas de emplear dos tiempos, uno para decir gran, y otro para decir de: y estos dos tiempos son los que forman en el verso dos pies. Los mismos dos tiempos son necesarios para pronunciar en fin del verso la palabra aguda Grán, porque habiendo sobre la A un acento final, la lengua se detiene sobre aquella letra, y en cierto modo la alarga, como si dijera Gráan. Asimismo pide dos tiempos la pronunciación de la voz esdrújula Máximo; porque luego que nuestra lengua ha dicho ma, parece, que se da priesa en decir de un golpe todo lo demás, pronunciando en dos solos tiempos Má=ximo. Repara pues con cuidado, donde está el acento final de cualquiera verso; y todas las sílabas, que arrastrare aquel acento; o pocas, o muchas, cuéntelas ~ siempre por dos pies. Así

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Debes sin embargo tener presente, que esta regla, que acabo de darte, es para el fin del verso, no para su principio, ni para su seguida. Así en el discurso del verso la palabra Grán no tiene el valor de dos pies, sino de uno solo; y en Máximo, asimismo se cuentan tres pies, y en Míratelo se cuentan cuatro, cuantas son sus sílabas: y la razón es, porque el acento en el principio, y en la mitad del verso, no es tan sensible ni tiene tanta fuerza como en el fin donde la parada es más larga y más notable.

Sofronia. Con tu explicación, me parece, que he llegado a comprehender, bastantemente las tres calidades de versos, llano, esdrújulo, y agudo.

Metrófilo. Procura conservar en tu memoria las reglas, que te he dado, porque tanto sirven para el verso simple y pequeño, de que te he hablado hasta ahora, como para el largo y compuesto, de que ahora te hablaré.

Sofronia. Pasemos adelante en hora buena.

Metrófilo. Si te has hecho cargo de la construcción del verso simple, entenderás fácilmente la del compuesto, no siendo éste otra cosa, sino un verdadero compuesto de versitos o de versos simples. Es menester sin embargo, que repares, que los versitos que se unen para formar un verso, se han de considerar como un verso solo: y por consiguiente si el primer versito acaba con letra vocal, y el segundo comienza por otra vocal; este versito segundo pide una sílaba más, porque su primera sílaba (por motivo de las dos vocales) se une con la última del versito antecedente, y de las dos sílabas juntas se forma un solo pie.

Sofronia. Esto ya lo dijiste poco antes: pero con todo has hecho, bien en volvérmelo a decir, porque soy de flaca memoria.

Metrófilo. Hablemos pues ahora de todos los versos compuestos, empezando por los más pequeños.

El verso de cuatro pies se puede hacer de dos modos. El primer modo es formarlo con dos versitos de a dos pies cada uno, como se ve en el ejemplo siguiente.

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El segundo modo es colocar al principio un versito, o medio versito, de un solo pie; y luego juntarle otro versito de tres pies. He aquí su ejecución.

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Quiero darte todavía otro ejemplo de semejantes versos, parte compuestos en la primera forma, y parte en la segunda; porque entrambas formas se hallan mezcladas muchas veces sin orden alguno en un mismo cantar.

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Sofronia. El verso Me aliviáis tiene cinco sílabas; y sus pies sin embargo no son sino cuatro, por motivo de las dos vocales, que se juntan en un solo pie. Te he interrumpido con esta reflexión, para que veas, que me acuerdo de lo que me has dicho poco antes.

Metrófilo. Me alegro de tu aplicación. Ahora pues prosigamos. El verso de cinco pies, de que usan con frecuencia los italianos en sus arias o arietas, se compone de dos versitos, el uno de dos pies, y el otro de tres; y tanto puede darse el primer lugar al de tres, como al de dos. Repáralo en los versos siguientes.

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Repara en la palabra Bárbaro, que está al principio. Esta palabra esdrújula, si estuviese en el fin del verso, contaría por un versito de solos dos pies: pero no estando en el fin, has de contar en ella tantos pies (como te dije antes)cuantas son sus sílabas, sin hacer caso alguno de la diversa situación del acento.

Sofronia. Hasta ahora la composición de los versos no se me hace tan difícil, como yo temía. Despues del de cinco pies, de que has hablado ahora, se seguirá naturalmente el de seis.

Metrófilo. Así es. Las formas de los versos de seis pies son tres diferentes.

Iª. forma: Se juntan en un solo verso tres versitos de a dos pies cada uno.

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2ª. forma: Se unen dos versitos solos cada uno compuesto de tres pies.

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3ª. forma: Juntarás dos versitos, el uno de dos pies, y el otro de cuatro, dando el primer lugar a este o a aquel, como tú quisieres.

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Sofronia. Son igualmente bellas las tres formas que me has insinuado; de suerte que no sabría preferir la una a la otra.

Metrófilo. Síguese por orden el verso de siete sílabas, que puede llamarse el predilecto de Metastasio: ¡tanto es el uso que ha hecho de él en la mayor parte de sus arias! También las formas regulares de este verso son tres.

Iª. forma. Al principio de cualquiera verso de seis pies añadirás un medio versito de una sola sílaba, y con esto solo lo tendrás hecho.

Míralo ejecutado en los mismos versos de a seis, que te dije antes.

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2ª. forma. Juntarás en uno tres versitos, dos de dos pies, y uno de tres, con el orden, que más te agradare. He aquí un ejemplo.

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3ª. forma. Compondrás un verso con solos dos versos menores; el primero de tres pies, y el segundo de cuatro; o bien al contrario el primero de cuatro, y el segundo de tres.

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Sofronia. Ya que tanto gustaba Metastasio del verso de siete pies, quisiera ver unidas y entretejidas sus diversas formas en una misma poesía.

Metrófilo. Te diré, para contentarte, los últimos versos de una bellísima poesía de nuestro insigne Villegas, traductor, e imitador del griego Anacreonte.

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Sofronia. Observo, que en estos versos hay algunas palabras agudas, como qué, y decíd, en las cuales la sílaba acentuada no se cuenta por dos pies, sino por uno solo: y esto no puede ser por otro motivo, sino porque la sílaba aguda no esta en el fin del verso.

Metrófilo. Me alegro, que tengas presentes estas reglas, aunque tan menudas, porque son muy necesarias para la justa medida del verso.

Sofronia. Vamos adelante, Metrófilo, con el verso de ocho pies.

Metrófilo. Sus formas son las siguientes.

Iª. forma. Con dos versos, de los de cuatro pies cada uno, compondrás un verso de ocho pies.

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2ª. forma. Juntarás, como te he dicho ahora mismo, dos versos de cuatro pies cada uno, pero con la particularidad de que el primero sea esdrújulo.

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3ª. forma. Tres versitos, dos de tres pies, y uno de dos, colocados con el orden, que más te agradaren, forman un verso de ocho pies.

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4ª. forma. Hay otro modo particular para reunir en uno los tres versitos arriba dichos con un género de armonía muy sonora, y la más propia para una música, ruidosa. Póngase en primer lugar un versito de tres pies con acento o sílaba aguda en el fin. Añádanse después otros dos versitos; el primero de tres pies, y el otro de dos; o bien el primero de dos pies con acento o sílaba aguda, y el segundo de tres. He aquí un ejemplo.

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Sofronia. Las diversas formas, que me enseñas, para componer con varios versitos un solo verso, son sobradas para mi flaca memoria.

Metrófilo. Si no quieres confundirte, Sofronia; aprende a los principios una sola forma para cada verso, como si no hubiera otras. Cuando te habrás ejercitado bien en la primera forma de un verso; pasa consecutivamente a la segunda, y después a las demás.

Sofronia Conozco, que de este modo me será más fácil el estudio. Prosigue pues tu lición, hablándome de los versos más largos.

Metrófilo. Acerca del verso de nueve pies, son tres las formas más regulares.

Iª forma. Júntense en uno tres versos iguales, cada uno de ellos de tres pies.

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2ª. forma. Tres versos menores, el primero de cuatro pies, el segundo de dos, y el tercero de tres, forman un verso de nueve.

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3ª. forma. Colóquense tres versos menores con el orden siguiente: el primero de tres pies, el segundo de cuatro con esdrújulo, y el tercero de solos dos.

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Sofronia. Todas las tres formas, que has dicho, me suenan bien al oído.

Metrófilo. Del verso de diez sílabas basta saber dos solas formas que son las más armoniosas y usadas.

La primera forma consiste en la sola unión de versos iguales, cada uno de cinco pies.

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La segunda se ejecuta con la unión de tres versos menores, el primero de cuatro pies, y los otros dos de tres pies cada uno.

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Sofronia. Ya hemos llegado, Metrófilo al verso de once pies, que siendo el más largo de todos, debiera ser también el más difícil.

Metrófilo. Es cierto, que nuestros autores de arte poética lo hacen parecer difícilísimo, confundiendo el entendimiento de sus discípulos con una inmensidad de situaciones diversas, que se pueden dar a los acentos de cada verso. Pero con mi regla de versitos, o versos menores, verás, que la cosa no es tan ardua, como te parece.

Sofronia. Dime pues desde luego con cuantos versitos se compone el verso de once pies.

Metrófilo. Se compone, o, de tres versitos, o de cuatro, o de cinco; pero ora todos ellos llanos; ora llanos y agudos; y ora llanos y esdrújulos.

Las formas del verso de once pies en versitos llanos son tres.

Iª. forma. Juntarás tres versitos el uno de tres pies, y los otros dos de cuatro poniendo el de tres pies o a mitad de verso, o bien al principio, pero jamás al fin.

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2ª. forma. Se compone el mismo verso con otros tres versos menores: el primero ha de tener siempre cinco pies; y los otros dos han de ser desiguales; uno de dos pies y el otro de cuatro; o bien el uno de cuatro y el otro de dos.

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3ª. forma. La tercera forma, aunque muy del gusto de Dante, y de otros Poetas antiguos; ya no se usa hoy día, sino en ciertos cantares propios de marineros, en cuyo estilo han escrito algunos italianos elegantemente. Se unen tres versos menores; el primero de cinco pies; y los otros dos de tres pies cada uno.

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Tienes en estas tres solas formas todos los modos armoniosos, de que te podrás servir para componer con tres versitos llanos un verso entera de once pies.

Sofronia. Pero me dijiste, que se pueden también ir mezclando ora versitos esdrújulos, y ora agudos.

Metrófilo. Se mezclan los esdrújulos, para que salga el verso más ligero y veloz; y se mezclan los agudos para hacerlo más tardo y majestuoso. Así los unos como los otros pueden colocarse, o sólo al principio del verso, o sólo a la mitad, o a mitad y principio juntamente.

I.º El esdrújulo, a principio de verso puede ponerse en un versito, o de tres pies, o de cuatro, o de cinco: y repara, que cuantos más pies se añaden al primer versito, tantos se quitan al segundo.

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2.º El esdrújulo, a mitad de verso, lo pondrás en un versito de tres pies, o en uno de cuatro, añadiendo o quitando al primer versito el pie, que quitares o añadieres al segundo.

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3.º Cuando quieren ponerse dos esdrújulos, uno a principio, y otro a mitad de verso; se ponen en uno de dos modos; o entrambos en versitos de cuatro pies; o el primero en versito de cinco y el segundo en versito de tres.

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Estas son las mejores formas con que podrás esparcir los esdrújulos en cualquiera verso de once pies. Con la misma variedad podrás ir entretejiendo versitos agudos. No hay más diferencia, sino que éstos exigiendo más lentitud y pausa, obligan a dividir el verso no solo en tres partes, como lo has visto hasta ahora, sino también a veces en cuatro, y aun alguna vez en cinco.

Sofronia. Explícamelo todo con distinción sin dejar cosa por decir.

Metrófilo. Te hablo tan largamente del verso de once pies, porque siendo el más estimado y usado en la poesía moderna así de italianos, como de españoles, merece por esto mismo alguna mayor atención. Oye pues (para volver al asunto) los diferentes modos, con que pueden colocarse los versitos agudos a principio, y a mitad de verso.

I.º Podrás poner a principio de verso un versito agudo de dos pies y podrás también poner dos.

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2.º Podrás poner a principio de verso un solo versito agudo de tres pies; y podrás también poner dos.

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3.º Podrás poner a principio de verso un solo versito agudo de cuatro pies; y podrás también poner dos.

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4.º Podrás también poner a mitad de verso un versito agudo, o de dos, o de tres, o de cuatro pies; y aun dos versitos agudos podrás poner de seguida, y aun tres, y aun cuatro, con tal que no sean sino de dos pies cada uno.

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Sofronia. Son muy armoniosos todos los ejemplos, que me has propuesto, para poder tejer con variedad los versos de once pies. Pero habrá tal vez otras maneras, con que poderlos también hacer.

Metrófilo. Las hay sin duda; más de poca, o ninguna armonía, y más dignas de ignorarse, que de saberse.

Sofronia. Según esto ya se acabó la lección de los versos.

Metrófilo. No se acabó todavía; porque los Provenzales, y aun nuestros antiguos Españoles, usaron versos de doce pies; y ahora son de moda en Europa los de catorce, llamados en España alejandrinos, y en Italia martelianos. Pero de estas dos calidades de versos, muy poco hay que decir; porque el verso provenzal de doce pies, no es sino un compuesto de dos versos menores de seis pies cada uno; y el verso alejandrino (que es el predilecto de los Franceses) ni aun el nombre merece de compuesto, no consistiendo todo él en otra cosa, sino en la materialidad de escribir en una sola línea, dos diferentes versos cada uno de siete pies.

Sofronia. Me parece, que lo mismo puede decirse de todos los demás versos compuestos; pues tú mismo, repetidas veces, para darme ejemplo de algún verso compuesto no has hecho, más que juntar en una sola línea varios versitos sencillos.

Metrófilo. Más yo te he dicho, que a mitad del verso compuesto la sílaba final de cualquiera palabra aguda no equivale a dos pies, como en el fin del verso, sino a un solo pie; y asimismo, las tres o cuatro sílabas de cualquiera palabra esdrújula no se toman por dos solos pies, sino por tres, o por cuatro. Esto, que se verifica en los versos que yo llamo compuestos o mayores, no sucede en los alejandrinos; en los cuales al contrario el primer versito de siete pies se considera como verso entero y acabado; y por consiguiente su última sílaba, si es aguda, equivale a dos pies, y no a uno solo; y sus últimas sílabas, si son esdrújulas, equivalen también a dos pies, y no a tres, o cuatro; y su última letra, si es vocal, forma un pie por sí sola, aunque se siga otra vocal inmediatamente. Lo verás en los ejemplos siguientes.

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Sofronia. Ahora entiendo la diferencia que hay entre el verso alejandrino, y los demás versos compuestos. El alejandrino, aunque no ocupa sino una sola línea, vale por dos versos; y cualquiera otro verso compuesto no vale sino por uno.

Metrófilo. Así es puntualmente. Repíteme pues ahora (ya que hemos concluido) todo lo que te he dicho hoy acerca de la armonía intrínseca del verso.

Sofronia. Es dificíl, que sepa decirlo todo. Veré si me acuerdo a lo menos de las cosas más principales. La armonía del verso depende de dos cosas; del número de los pies; y de la disposición de los acentos. Los pies en cada verso son tantos, cuantas son sus sílabas; menos en tres casos: en caso de palabra aguda: en caso de palabra esdrújula: y en caso de unión de vocales. En la voz aguda, la última sílaba, sobre que carga el acento, se cuenta en fin de verso por dos pies. En la palabra esdrújula, todas sus sílabas últimas, o tres, o cuatro, sujetas a un acento solo, equivalen también en fin de verso a dos solos pies. Acerca de la unión de vocales las reglas más importantes son tres. Iª. regla. Cuando acaba por vocales una palabra, cualquiera que sea, y la siguiente empieza también por vocales; se unen todas en un solo pie; a no ser que dichas vocales, sean más de tres, o tenga alguna de ellas un acento fuerte, que pida separación y pausa. 2ª regla. Cuando acaba una palabra con dos o tres, vocales, en cuya penúltima cargué el acento, como sucede en río y melodía; estas últimas, vocales, al principio y a la mitad del verso, se cuentan por un pie solo; pero al fin del verso forman dos pies. 3ª. regla. Las vocales, que se hallan unidas a mitad o a principio de palabra; si carga el acento sobre la primera de ellas, como en cáusa y féudo; forman constantemente un solo pie: pero si el acento está sobre la segunda, como en beáto y saéta; ora forman un pie solo, y ora dos, según las diversas combinaciones, de que me hablaste largamente. Después de estas reglas, que sirven para la medida de los pies; me has dicho, que los versos pueden dividirse en dos clases; en simples, y en compuestos; y que sabiéndose la. distribución de los acentos en los versos simples o menores, fácilmente se forman los mayores o compuestos, sin nueva reflexión alguna. Los simples son dos solos; uno de dos pies, con acento sobre el primer pie; y otro de tres, con el acento sobre el segundo. Juntando en uno varios de estos versitos ora en una forma, y ora en otra; se componen todos los demás versos, de cuatro de cinco, de seis de siete de ocho, de nueve de diez, de once y aun de catorce pies; con sola la diferencia, que este último verso de catorce no se cuenta por un verso solo, sino por dos versos, de siete pies cada uno; por cuyo motivo en el fin del primer verso de siete pies se han de observar las mismas reglas, que en cualquiera otro final de verso.

Metrófilo. Veo, que has comprehendido muy bien todo lo que te he enseñado acerca de la armonía intrínseca de los versos. En otra conferencia te hablaré de la armonía extrínseca.