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1

Es interesante destacar que esta concepción ugarteana de la literatura prefigura en gran medida la idea de «deformación» de G. Lukács. Si la versión más lúcida de la crítica marxista -tal como es expresada por el filósofo húngaro- acierta en distinguir una imagen deshistorizante de la matriz naturalista del vanguardismo, en la medida en que el presente es al mismo tiempo tematizado y eternizado, revela, en esta metáfora clínica, sus peores proyecciones (Cfr. Steiner, G. 2003, 363 ss.). «Si se crea un mundo literario cuyo cuadro dinámico está delimitado por los falsos extremos de la mediocridad burguesa y de la excentricidad patológica, surge espontáneamente la preferencia estilística por la deformación. Esta tiene, por supuesto, su lugar en la imagen de la realidad auténtica y completa, al igual que la excentricidad y lo patológico. Pero el creador literario debe tener una clara idea social y humana de lo normal para poder situar la deformación en su justo lugar, en su correcta relación, etc., es decir, para poder tratarla como deformación» (Lukács, G. 1974, 39-40).

 

2

El itinerario de la obra de Ugarte desde sus inicios en 1895 hasta 1924 ha sido minuciosamente examinado en el excelente trabajo de Margarita Merbilhaá (2009).

 

3

Hemos analizado esta toma de distancia en términos de la existencia de dos modelos de representación de formas de subjetividad subalternas en nuestro artículo «Modelos de representación de los actores subalternos en las crónicas del viaje a Europa de principios del siglo XX: Rubén Darío y Manuel Ugarte» (Olalla, M. 2013).

 

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La rusticidad del elemento costumbrista del criollismo era comprendida por Ugarte (1908b) en la forma de un «síntoma» de autonomía cultural todavía insuficiente. El análisis de este tópico de la obra ugarteana puede hallarse en los trabajos de Claudio Maíz (2003, 84-87), Marcos Olalla (2006, 201-211) y Margarita Merbilhaá (2005 y 2009, 359 ss.).