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Nieva_retrato

Francisco Nieva, Retrato de Carlos Bousoño (hacia 1965).

Biedma_foto

Jaime Gil de Biedma. Fotografía anónima.

Jaime Gil de Biedma en «Canción para ese día», de La historia para todos, con una variación sobre la rima X incluida como cierre del poema, daba una dimensión ideal a un texto testimonial:


He aquí que viene el tiempo de soltar palomas
en mitad de las plazas con estatua.
Van a dar nuestra hora. De un momento
a otro, sonarán campanas.
Mirad los tiernos nudos de los árboles
exhalarse visibles en la luz
recién inaugurada. Cintas leves
de nube en nube cuelgan. Y guirnaldas
sobre el pecho del cielo, palpitando,
son como el aire de la voz. Palabras
van a decirse ya. Oíd, se escucha
rumor de pasos y batir de alas.



Juan Eduardo Cirlot por su lado, ya en los años cincuenta, elegía la poesía de Bécquer como base de sus experimentaciones permutatorias dando lugar a «Homenaje a Bécquer, I» (1954, aunque no publicado hasta 1968) y «Homenaje, II» (1973). El primero de ellos se plantea como una variación a partir de «Volverán las oscuras golondrinas» que lo encabeza:



Y caer
las oscuras aquellas, las tupidas
como lágrimas.
Y caer
las ardientes, aquellas de rodillas.
Sus nidos como lágrimas del día.
Sus nidos. Sí, sus nidos.
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De tu jardín absorto y de rodillas,
las palabras que el vuelo refrenaban.
Pero aquellas oscuras madreselvas,
pero aquellas tupidas golondrinas,
pero aquellas cuajadas de rocío.

Volverán del amor a tus cristales
aquellas como lágrimas del día
en tu jardín ardientes a sonar,
y otra vez a la tarde las oscuras
sus flores abrirán.
Pero mudo y absorto de rocío,
como se adora el ala al contemplar
y caer.

Llamarán las oscuras, llamarán.
Y otra vez con el ala
en tu balcón los nidos.
De tu jardín las tapias.
Volverán, las tupidas, volverán.
Pero aquellas ardientes, pero aquéllas.

Las lágrimas ardientes a escalar,
las palabras cuajadas, las palabras.
Y caer, como nidos
de tu jardín absorto ante el altar.
Madreselvas, ardientes golondrinas,
aquellas madreselvas.

Tu corazón, aquellas,
nidos, balcón, aquellas,
aquellas golondrinas.
Pero mudo y absorto,
pero aquellas rodillas.
Rodillas, tapias, tapias.

Las oscuras, oscuras
las tupidas, tupidas.
Pero mudo y absorto.
Golondrinas,
golondrinas.
De tu jardín las tapias a sonar.

Y caer, como lágrimas del día.
Pero aquellas ardientes de rocío
nidos
balcón,
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jardín,
gotas,
tapias,
vuelo,
día.

Ala,
cristales,
corazón,
altar,
nombres,
sueño.
Llamarán, llamarán, llamarán.

Volverán,
volverán,
¿volverán?
No, no, no, no, no.



Cirlot

Juan Eduardo Cirlot, historiador de arte y poeta. Fotografía anónima.

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