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Javier Salvago utiliza irónicamente el célebre final -«¡Es el amor que pasa!»- en el poema 13 de la sección «Esa chica se ha enamorado de ti», del libro En la perfecta edad (1982):


Me ha picado esta noche
la mosca de los celos en la oreja
y quisiera saber si estás en casa
o con otro, corriéndote una juerga.
Aunque andes de puntillas
se despierta la fiera
y uno que es liberal no le importa
lo que hagan con la vida, si es la ajena,
se vuelve suspicaz, mezquino, espía,
ve visiones, se amarga y se atormenta.
-Es el amor que pasa.
Pues que llame a otra puerta.



Son pruebas de cómo la poesía becqueriana se encuentra en los intersticios de la mejor poesía contemporánea española. Y también en la reflexión sobre la poesía, manteniéndose viva la tradición de los grandes poetas que hemos evocado más arriba. Un poeta de tanto prestigio y presencia social en los últimos años como es Luis García Montero ha dedicado un libro a la exégesis de su modernidad -Gigante y extraño (2001)-, culminando una dedicación de años a tratar de penetrar en los entresijos de su poética. En sus libros de poemas se cuela de continuo Gustavo Adolfo, mezclándose sus ecos con los de otros poetas. Así, en su libro Completamente viernes, son varios los poemas donde resuena el poeta sevillano. Del amigo Gustavo Adolfo se habla en «Martes y letras». En el poema «El amor» se acaba regresando al «es cuestión de palabras» becqueriano. El poema «Dudosa geografía urbana», escrito en heptasílabos y endecasílabos, busca la trascendencia poética desde una descripción realista, amparándose en Bécquer.

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Luis_García

Luis García Montero

Luis_García_1

Cubierta de Gigante y extraño (2001)

Vale la pena reproducir «La poesía», reflexión realizada bajo el paraguas de Bécquer:


La poesía es inútil. Sólo sirve
para cortarle la cabeza a un rey
o para seducir a una muchacha.
Quizás sirve también,
si es que el agua es la muerte,
para rayar el agua con un sueño.
Y si el tiempo le otorga su única materia,
posiblemente sirva de navaja,
porque es mejor un corte limpio
cuando abrimos la piel de la memoria.
Con un cristal partido,
el deseo
hace heridas más sucias.
La poesía eres tú,
un corte limpio,
una raya en el agua
-si es que el agua es razón de la existencia-,
la mujer que se deja seducir
para cortarle la cabeza a un rey.



Siempre Bécquer. Ayer y hoy. Testimonios de su leve pero indeleble huella se encuentran por doquier. Apenas algunos ejemplos más: Antonio Carvajal, Serenata y navaja (1973), el poema «Una perdida estrella»:


Tú has buscado
la rima que no abulta,
el son casi olvidado
de un par de golondrinas, que ha volado
entre las cuerdas rotas
de un arpa que no tocan esos dedos.



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Revista

Carlos Giménez, Miserere, homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer (1971). Tomado de la revista «Estudios de Información», 19-20, julio-diciembre de 1971.

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