Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

61

Madre del distinguido escritor Juan Thompson que brilló en España. Después Mandeville por su segundo enlace. En una palabra: mujer eminentemente histórica por su patriotismo, su instrucción y sus relevantes prendas sociales. (N. del A.).

 

62

¿De dónde vendrá quibebe? Se hace con zapallo. Las lenguas suelen agregar a su caudal términos cuyo origen es muchas veces un misterio filológico. El Ministro alemán Von Gülich, el que hizo el primer tratado de comercio con el Zolverein (antes de la unidad de Alemania naturalmente), conocía y hablaba bastante bien el español. A todo lo que era raro, extraño, de no muy buen gusto le decía carútico. Y en los círculos que frecuentaba «carútico» se usaba corrientemente. La voz no hizo mayor carrera. Pero bien pudo hacerla.

¿Que carútico no? En mi familia la usábamos (como cierto loco porteño que al gato le llamaba «el abate papa las ratas», al fuego «querencias» y al W. C. «habitabitángulo»), la usábamos decía, siempre que queríamos salir del paso no hallando en el acto el calificativo que cuadra. ¿De dónde viene, por ejemplo, el muy morao de nuestros paisanos? Y el chuña o chuñiento de los cordobeses (¿del pájaro chuña, come insectos, medio bobo?), ¿y el pinchila...? ¿Y gaucho, «guaso» en Chile? Seguramente no viene de Andalucía, donde «guasa» es todo menos una gauchada. ¿Y maturrango? No puede venir de maturranguero, que es español puro. Chapetón sí, se comprende por el chape de los españoles. ¿Y chumbiado y chafalote y tilíngo y charquear yendo a caballo? (N. del A.).

 

63

En los países templados. En los fríos como en Rusia, Suecia, Noruega, se comen pepinos como maíz en Estados Unidos. (N. del A.).

 

64

Había una razón principal para comer temprano, siendo la hora normal las 4, que la luz de las casas era poquísima: velas de sebo, de molde, de esperma (después dijeron estearina), lámparas o quinqués (de lo más «melancólico» diría Espronceda), alimentados con aceite bastante feo de calidad, y olor por consiguiente. Un utensilio indispensable entonces, por eso, que ahora se ve poquísimo, eran las despabiladeras, que en las casas ricas las tenían de plata maciza con su correspondiente platillo. De esta escasez de luz viene la costumbre de estar en verano casi en tinieblas, sin más luminaria que la luna. El 25 de mayo y 9 de julio se ponían candilejas de barro cocido en el cordón de la azotea y en las ventanas (y balcones). Éstas eran alimentadas con grasa de potro y una mecha de trapo. Tenían la forma de una taza común chata, y constituían parte de la preocupación del dueño de casa para que las hubiera en abundancia llegando las fiestas. El combustible era también escaso. Raras eran las casas con chimenea. El calientapiés con brasas de carbón vegetal era el gran recurso. Se vivía tiritando de frío. Y era creencia, que persiste, que el fuego no es sano. En algunas casas, el calientapiés para la cama era un pelado, raza de perro que se ha extinguido. El pelado hacía su turno y no pocas disputas ocasionaba. (N. del A.).

 

65

El pueblo iba a los del Cabildo histórico, rebanado para hacer una Municipalidad estrecha. Al lado de ésta se ve aún el balcón de Riglos. (N. del A.).

 

66

«El Infierno», de Dante, traducción de Bartolomé Mitre. (N. del A.).

 

67

Véase mi Causerie «Horfandad sin hache». (N. del A.).

 

68

Por la casa de Monsieur Caumartin, en efecto, le llegaban a mi madre encomiendas diversas de París, calzado de cabritilla, de seda y raso (el color bronceado y el negro eran sus preferencias), es decir, zapatos con atacado sin taco. Las señoras de Buenos Aires caminaban poco, como ahora, olvidando las lindas porteñas que la gordura, por falta de ejercicio, es enemiga de la belleza. Verdad que las veredas eran detestables. Pero las he visto recientemente y, siendo excelentes, ya no hay la excusa que antes daba, ¿cómo diré? digamos la molicie meridional. La casa Atkinson Plows nos traía a nosotros, a Eduardita y a mí, calzado fuerte inglés. Completaré esta nota consignando que el sastre militar con más crédito era Monsieur Moine, y el civil de los elegantes un Rodríguez, español, que tenía su casa, a la francesa, en la esquina Cangallo, acera de la actual confitería del Águila. Más o menos es la época en que llega Monsieur Bazille, que se establece con su sombrerería bajo los altos de Belaustegui, frente a la esquina de la tienda de castro (!). Es un francés rubio, fornido, que trabaja en mangas de camisa, despechugado, y que les guiña el ojo a cuantas puede, provocando más risa que malicia. Al lado ya estaba en Perú Monsieur Favre, que se fue más al norte después, con su joyería. En cuanto a platerías y todo lo concerniente a aperos, chapeados, ponchos de lujo, riendas trenzadas, algunas, verdaderas obras de arte, había que ir a la calle del Buen Orden. (N. del A.).

 

69

Mis otras primas eran Corina, que casó con un hombre inteligente y sano de corazón, el doctor en medicina José Higinio Solyviera; Manuela, que vive, viuda dos veces; Adela, casada con su primo y el mío Alejandro Baldez; Agustina, viuda de Francisco Pereyra, del Paraná, hijo de un antiguo amigo de mi padre y hermano del malogrado comandante Olimpedes Pereyra; y Basilia, que casó en Sevilla con el famoso compañero de Kossuth, el general húngaro Juan Francisco Czetz, anciano ya, residente en Buenos Aires, que erró su destino metiéndose en el Río de la Plata. Si se queda en Europa habría, si no gobernado, ocupado una posición como la de su subalterno el general Türr cuando la gran revolución del 48. (N. del A.).

 

70

Les hommes sont si nécessairement fous, que ce serait être fou par un autre tour de folie de n'être pas fou. (N. del A.).