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51

Obra citada, p. 149.

 

52

Las Últimas Noticias (Santiago de Chile, 3 de febrero 1930). Apud: Manuel Enrique Medina Tornero, Vicente Medina (1866-1937). Biografía, p. 6. En cuanto a la revista citada en la última línea del texto transcrito, su título completo es este «¿...? Semanario satírico», fundado por José García Vaso -abogado y político cartagenero, destacado dirigente por entonces de la Juventud Republicana- y otros miembros de la tertulia cartagenera de que formaba parte el mismo Vicente Medina (Medina Tornero, ibídem, p. 5).

 

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Tal fenómeno no es exclusivo de España; en la Francia de los años noventa «le "remords social" marque les clases bourgeoises». Vid. Jean Marie Mayeur, Les débuts de la Troisième République, 1871-1898, s. l., Éditions du Seuil, 1973; pp. 193 ss.

 

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En las referencias que encontrará el lector más adelante a los distintos versos de Cansera, me he atenido al texto publicado en la revista «Blanco y Negro» en 18 de junio de 1898, no solo por su proximidad a la primera edición de la poesía, sino también por su extraordinaria difusión; su reproducción fotográfica puede verse en la página final de este artículo. Comparemos las cifras de tirada de Aires murcianos (1.200 ejemplares) que cita Medina Tornero en su artículo «Vicente Medina Editor» cit. supra, con la amplia difusión de «Blanco y Negro», revista ilustrada fundada en 1891, y que según María Cruz Seoane «alcanzó en julio de 1898 una tirada récord de 70.000 ejemplares» (Historia del periodismo en España, II. El siglo XIX. Madrid, Alianza Editorial, 1983; pp. 308-310). Parece evidente que, si como anotó Fernández Almagro, la poesía de Vicente Medina, «dada a conocer en los días mismos de 1898, se hizo muy popular», el papel de vehículo en tal difusión que correspondió a «Blanco y Negro», no fue deleznable. Por lo demás basta contrastar los modismos específicamente murcianos que aparecen en esta edición de 1898 («arroyás», «juerza», «se jueron», «golver», «d'uva», «d'aliento»), con su desaparición en la edición de Obras escogidas de 1908, para inclinarse por la espontaneidad y la fidelidad idiomática buscada por el autor.

 

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«Rodal»: «Lugar, sitio o espacio pequeño que por alguna circunstancia particular se distingue de lo que le rodea» (DRAE, 1.ª acep.). En el mundo del pequeño labrador que describe Medina, hay tres topónimos -el rodal, la senda, el hoyo- que, al tomar el diminutivo regional en «ico», logran una humanización que especifica sustancialmente su significado. Más adelante tendremos ocasión de apreciar este fenómeno al tratar de la sendica. En cuanto al rodalico es, efectivamente «un lugar, sitio o espacio pequeño», como define la Academia; la especificación que aporta el diminutivo -es decir, la circunstancia particular que lo distingue del espacio que le rodea- es su complementariedad de la persona o las personas que en él tienen su modesta vivienda, su pequeño huerto, sus animales domésticos; en una palabra, su entorno inmediato. El rodalico es la casa y el pequeño entorno del hombre sin tierra. En cuanto al hoyico, no es un hoyo pequeño, de los que exige la plantación de un árbol; sino el destino final del hombre tan pobre, que no tiene tumba ni panteón: «Cuando mi horica me llegue, / quiero morirme en mi tierra... / ¡verla al cerrarse mis ojos / y tener mi hoyico en ella...» (En «Cantares», Poesía. Obras escogidas, ed. 1908, p. 294).

 

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Sobre las combinaciones métricas y los complementos rítmicos utilizados por Vicente Medina, véase el espléndido estudio de M.ª Josefa Díez de Revenga, La poesía popular murciana..., caps. 6 y 7.

 

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Vicente Medina «no fue huertano, hombre de la huerta; porque fue hombre de secano, que es lo que le duele en su poesía» (Francisco Alemán Sainz, Habitantes de Murcia. Murcia, Academia Alfonso X el Sabio, 1980, pp. 110-114: «Vicente Medina o el canto de la tierra». Así lo refrenda María Josefa Díez de Revenga, La poesía popular murciana..., p. 83).

 

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Véase la excelente síntesis de Ramón Garrabou, La crisis agrària espanyola de finals del segle XIX: una etapa del desenvolupament del capitalisme, en «Recerques. Història, Economia, Cultura», núm. 5: «La crisis de la societat agrària». Barcelona, Ariel, 1976, pp. 163-216. Véanse especialmente las páginas dedicadas al impacto social de la crisis sobre los pequeños y medios propietarios (pp. 208-211).

 

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Vicente Medina, El rento. Cartagena, Imprenta de Hipólito García e Hijos, 1898. Se trata de un drama en tres actos y en prosa, cuya figura central, es el viejo Antón («50 a 60 años»: más o menos la edad del protagonista de Cansera); su antagonista, Andrés el Mayorajo -obsérvese el resabio estamental del apodo-, joven de 30 años, es el propietario de la finca. Como el mismo Vicente Medina anota en una página preliminar de El rento, los que llevan o cultivan tierras en arriendo son arrendaöres; «acepción completamente opuesta a la de la palabra "arrendador"». Así lo precisa, en el mismo cuerpo de la obra, Josefa, la esposa de Antón: «el Mayorajo es el amo de esta hacienda y nosotros unos humirdes arrendaöres» (acto I, esc. III). Véase la edic. de Mariano de Paco del Teatro de Vicente Medina, Murcia, Academia Alfonso X el Sabio, 1987; pp. 59, 70.

 

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Valencia, Prometeo, 1898.