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Volumen 8 - carta nº 176

De JUAN VALERA
A   MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

Bruselas, 12 diciembre 1886

Mi querido amigo Menéndez: He recibido la amable carta de Vd. del 7, que me ha traído mucho contento.

No extrañe Vd. mis quejas y lamentos cuando no recibo cartas de Vd. o de otros amigos, que son pocos.

Aquí vivo más aislado y más triste que nunca. Mis compañeros del Cuerpo diplomático sospecho que son poco amenos, y digo sospecho, porque no sé de fijo lo que son. La ciudad es grandísima. En verano y otoño toda la sociedad estaba en el campo. Ahora llueve o nieva. Yo estoy mal de salud y apenas salgo. No hay medio de intimar con nadie. No hablo sino con los de mi familia y con el Secretario de la Legación, Tavira, envejecido como yo, revejido además, y más melancólico que un entierro. Fuera de los asuntos de la Legación, que son ningunos, o, lo que es peor, son de esas tonterías que debieran excusarse y que se escriben para pintar el expediente, no hay cosa de que se pueda hablar con el Sr. Tavira. Se dormiría indefectiblemente si de cualquier otra cosa se le hablase.

Si yo viviese aquí aburriéndome para ahorrar algún dinero, me resignaría, pero hay que gastar cuanto me da el Gobierno y cuanto tiene mi mujer, y aun así no alcanza.

Despido un cocinero, y viene otro que sisa más. Despido a un mozo de comedor, y viene otro más bandido. Si yo tuviese mejor salud escribiría más que el Tostado y me distraería, pero estoy, desde hace cerca de un año, con una extraña y no explicable enfermedad, que me quita el gusto y la fuerza para todo. Es como una calentura lenta, como un hormigueo y un calor molesto en las piernas, y éstas débiles y doloridas. Apenas puedo andar. Me cansa subir las escaleras para ir a mi cuarto de dormir.

Los aires de la patria tal vez me curarían; tengo aún esta esperanza; pero yo, con familia tan costosa, y sin oficio ni beneficio cuando deje el turrón, no me atrevo a dejarle. Si me hubiera atrevido, no hubiera venido. No le hubiera aceptado cuando me lo dieron.

En fin, aseguro a Vd. que paso muy tristes días y que no sé qué será de mí. Mi propósito ahora es resistir aquí hasta marzo, y en marzo irme a Madrid con licencia.

Es tal el estado de postración en que estoy, que no he podido escribir aún el prólogo para las Poesías del Duque de Almenara.

Tampoco he escrito el artículo 8.º de los Apuntes; pero voy recelando que tendré que escribirlos para el libro sólo, sin previa publicación en la Revista. El último número de ésta, que he recibido, es del 25 de octubre. ¿No ha salido ningún otro número después? Mi artículo 7.º, el más largo de todos, está o debe de estar en Madrid desde hace mes y medio, si es que no se ha perdido.

Albareda ni me contesta, ni paga los artículos, ni hace nada en este pícaro negocio. Decididamente, nosotros los que escribimos en España, no tenemos el menor pretexto para engreirnos y decir, como Zola en Francia, que somos los jefes intelectuales del siglo y la única aristocracia hoy posible. Lucidas están la aristocracia y la jefatura, al menos las mías.

Mi consuelo es leer. Ahora leo bastante. Vuelvo a leer en griego y en alemán y voy recordando con el uso. Joaquín Valera me ha enviado nuevos libros de Atenas. Libros alemanes hay aquí en abundancia. Ahora leo la Athenais de Gregorovius, que está muy bien hecha.

¿Conoce Vd. un libro sobre Prudencio, seguido de una traducción (en prosa francesa) del Cathemerinon, hecha por el Abbé A. Bayle? 1860.-Aunque antiguo, es de los últimos libros que he leído.

Adiós. Expresiones cariñosas a los compañeros de Academia. Soy de Vd. afmo.

J. Valera

 

Valera-Menéndez Pelayo, p. 329-331.