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Volumen 7 - carta nº 558

De JUAN VALERA
A   MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

Bruselas, 16 junio 1886

Mi querido amigo Menéndez: Acabo de recibir en este momento la carta de Vd. del 13 y la buena noticia de que ya salió a pública luz el tomo de versos míos. Dios le conceda algún éxito.

Aun no he recibido los ejemplares que dice Vd. que Catalina me envía. Cuando los reciba y lea el tomo diré a Vd. mi opinión sobre la impresión y las notas.

Muchísimo celebraré que Clarín hable con detenimiento de mis versos. Miro yo a Clarín como el más discreto, inteligente y ameno de nuestros críticos de hoy que se ocupan en hablar de los autores contemporáneos, sin desconocer que es apasionado hasta la injusticia, exagerando, por ejemplo, ya los elogios a Campoamor, ya los dicterios para Velarde; pero, en fin, como Clarín nos trata bien a Vd. y a mí, le perdonamos sus excentricidades, porque nuestro recto juicio tiene por auxiliares la gratitud y el egoísmo.

Estoy de acuerdo con Vd. en que, a más de la lista de personas que remití, debemos dar sendos ejemplares a Alejandro Pidal y al Obispo Montes de Oca. Cuando envié Vd. el ejemplar para el obispo, envíe otro a Méjico a doña Concepción Gimeno de Flaquer.

Nosotros en el seno de la confianza, lo decimos todo sin rodeos. La tal D.ª Concepción es presumida, pedantesca y con poco juicio y menos saber; pero es lástima que así sea, porque tiene extraordinaria facilidad, ingenio y hasta chiste y sentimiento.

En Méjico se ha ganado las voluntades; es admirada e influye y puede influir más aún en la divulgación allí de nuestra cultura y en que nuestros libros se vendan y se lean. Publica una especie de revista ilustrada, que se titula El Álbum de la Mujer. Me atrevo, pues, a aconsejar a Vd. que al enviar mi tomo de versos envíe a dicha sabia un ejemplar de la Historia de las Ideas Estéticas. Si Vd. planifica en el ejemplar una dedicatoria con cuatro piropos -crítico-galantes- se quedará ella muy hueca y agradecida y nos valdrá.

Es singular, y ya creo haber hablado a Vd. de esto, el completo divorcio espiritual o mental que hay entre este país y España, por más que puede afirmarse que este país ha sido España hasta fines del siglo XVII, por lo menos.

Nadie lee, nadie vende un libro español. Nadie sabe el castellano, salvo algunas señoras de origen español que le saben para hablar y sin sospechar siquiera que haya algo en español que merezca leerse.

Sin embargo, y como los periódicos han dicho que yo he compuesto novelas, a alguien debe haber entrado aquí la curiosidad de leerme, porque un librero me ha enviado recado preguntando dónde podrá adquirir libros míos para hacerlos venir y venderlos aquí. Cuando vea a este librero le diré que escriba a Fe y que le pida no sólo libros míos, sino de otros autores modernos españoles.

No he leído el libro francés sobre Quevedo de que Vd. me habla, pero le pediré y leeré.

La casa que habito aquí es muy hermosa, pero no tiene bastantes cuartos de dormir; no admite huéspedes. Si sigo aquí, tendré que mudarme en diciembre, porque los Príncipes de Galitzin, dueños de esta casa, quieren volver a Bruselas y habitarla. Entonces tornaré casa con más cuartos, y espero que Vd. vendrá a hacerme una visita, como en Lisboa. Aun pudiera ser que antes se ofreciese facilidad para esta visita, porque quizá iremos a Ostende a tomar baños de mar y allí tomaremos habitación, y si es capaz de recibir huéspedes, le rogaré a Vd. que venga, si puede. Si no, será para cuando tenga yo aquí nueva casa.

En octubre o noviembre iré a Madrid, de todos modos. Procuraré llevar concluída la Metafísica a la ligera.

Adiós. Créame su afmo. amigo

J. Valera

 

Valera-Menéndez Pelayo, p. 271-273.