Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

Volumen 12 - carta nº 176

De JUAN VALERA
A   MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

Madrid, 2 enero 1893

Mi querido amigo Menéndez: Sin contestación de Vd. a mi carta anterior, le escribo ahora para contarle mis cuitas en breve resumen. El Gobierno quiere de buena fe hacerme Embajador y yo se lo agradezco todavía, a pesar de la mala maña que se va dando para que se logre. Lo peor es que todo se lo cuentan a los periodistas, y sería mejor y más cómodo, pues se ahorrarían de contarlo, que siempre que los Ministros tuviesen Consejo fuese con asistencia precisa de un reporter de cada periódico, que oyese las deliberaciones y decisiones, ya que no tomase parte en ellas.

De esta publicidad que se da a todo resulta que me llevan y me traen y me soban sin piedad.

Por seguro se tenía que iba yo a Viena, y no hay perro ni gato que no me haya dado el parabién, pero Merry, a quien enviaban a Roma, ha creído que en Viena estaba más seguro y más de por vida y se ha empeñado con la Reina Regente y con la Archiduquesa, su madre, y no ha sido posible echarlo de Viena. El Gobierno ha pensado entonces enviarme al Vaticano, y ha tenido la imprudencia de decirlo a los periodistas, o sea al mundo todo, antes de contar en la venia del Padre Santo. De aquí que los periódicos me discutan, me supongan más o menos impío y pronostiquen que Su Santidad no me aceptará.

Mucho me temo que estos pronósticos se cumplan. El Papa no ha de leer él mismo mis obras y se atendrá a lo que digan hipócritas o fanáticos de aquí o de allá.

Es, pues, probable que sea yo rechazado, a pesar de la plena convicción en que estoy de que apenas habrá en España dos personas, no del clero, que hayan cantado, contado y ensalzado con más entusiasmo, fervor y desinterés que yo, en verso y en prosa, las excelencias del Catolicismo y su triunfante poder civilizador, que guía, desde hace siglos, a las naciones de Europa y les da la misión de extender la civilización por el mundo y el imperio y el magisterio sobre todas las razas, lenguas y tribus.

En suma, cuando recuerdo o releo y considero lo que he escrito, me parece imposible que el Papa me rechace para Embajador. Claro está que podrá hallarme más o menos creyente o más o menos pecaminoso, pero de esto no se trata, de esto daré yo cuenta a Dios en el tribunal de la penitencia, o como quiera que sea. Aquí sólo se trata de si puede haber en España muchos que, aun siendo más hábiles, sean más afectos que yo, política, diplomática y socialmente, a los intereses, al bien y a la grandeza de la Iglesia Católica.

Yo no he pretendido nada, y menos que nada he pretendido ir a Roma. El Gobierno y los omnipotentes caprichos del Sr. Merry lo han hecho todo; mas, por lo mismo, es más duro que se me exponga, tan sin culpa de ninguna clase, a un público desaire y que se me anuncie que se me negará un beneplácito que a cualquier galopin mudo, como el mismo Merry, se le concedería.

Ya Vd. imaginará cuán afligido me tiene todo esto. Sin duda que si mi propuesta a Su Santidad, se hubiera hecho en secreto, como debió ser, la no aceptación me hubiera dolido, pero no tanto. Ahora me dolerá en extremo y ya la doy casi por segura.

Si me siguen trayendo y llevando en letras de molde con despiadada ignorancia de lo que pienso y digo, defiéndame Vd., si no le molesta, ya que Vd. conoce como nadie mis ideas, mis sentimientos y mis escritos todos.

Créame Vd. su afmo. y buen amigo

Juan Valera

 

Valera - Menéndez Pelayo, p. 447-449.