Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

Volumen 16 - carta nº 554

De JUAN VALERA
A   MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

Madrid, 24 agosto 1902

Mi muy querido amigo Menéndez: Muchos días ha que recibí la carta de Vd. del 2 del corriente. No he contestado antes porque estoy tan falto de salud y de humor que apenas tengo fuerzas ni para escribir una carta.

Mucho siento que la tardanza de Vd. en contestar a la última mía haya tenido por causa la enfermedad de su señora madre. Muy de corazón me alegraré de que haya recobrado su salud la respetable y por Vd. tan querida señora.

Aquí sigue haciendo un calor insufrible. Sudamos, nos derretimos y no valemos para nada. Esta villa y corte, abandonada de su high life, que anda por ahí veraneando, está menos amena que nunca. Mi hija Carmen todavía se halla en Inglaterra. Mi nuera y mis nietos están en Rubianes, convidados por los flamantes Marqueses de Aranda. Sólo tengo aquí a mi hijo Luis, cuyas obligaciones en el Ministerio de Estado le retienen en Madrid, harto a pesar suyo. Pero como no hay mal que por bien no venga, esta forzosa permanencia de Luis en la corte, vale para que tenga yo la distracción y el consuelo de su compañía. Casi de diario viene a comer con Dolores y conmigo. Le he leído lo que dice Vd. en alabanza generosa de sus Sombras chinescas, y se ha puesto muy hueco.

Por la noche suelen hacerme la tertulia, además de mi hijo Luis, Antoñito Zayas, cuyos Joyeles Bizantinos supongo que habrá Vd. hojeado, los Condes de Doña Marina y el infatigable y fecundísimo escritor, en prosa y en verso, don Alfonso Danvila, quien cada semana se descuelga con alguna nueva obra, ya es un drama, ya es una novela, ya es una comedia, ya un libro de Historia. Don Alfonso Danvila, por la fecundidad al menos, va a echar la zancadilla a Lope, a Vd. y al Tostado.

La única cosa en que yo me empleo ahora con algún éxito, aunque mediano y muy lento, es en la confección del tomo IV del Florilegio. Es tan grande el número de los poetas que habrán de figurar en dicho libro, que el tomo tendrá que ser desmesuradamente grueso o yo tendré que desdeñar y por consiguiente que ofender a no pocos vates. Preferiré, pues, que sea muy grueso el tomo con tal de contentar a muchos, ya que no a todos.

En el alma agradecería yo a Vd., que posee cuanto hay que poseer de literatura española, así en su biblioteca como en su memoria, que me buscase y me remitiese versos de Villergas, que no sean muy verdes, ni muy desaforados, ni injuriosos y ofensivos contra determinadas personas.

De Amós Escalante, siguiendo el consejo de Vd., he incluído ya en el Florilegio, he enviado a la imprenta y hasta he corregido las pruebas de Brezos y de algunas otras composiciones. El tomo IV, así como los fuegos de artificio terminan con el trueno gordo, terminará con los poetas de mayor cuantía, ya por su mérito real, ya por la fama adquirida con razón o sin ella, pues yo no puedo menos de contar para esto con dos factores: mi propio criterio y lo que el público ha tenido a bien decidir y sentenciar. Terminará, pues, el tomo IV con versos de Vd., de Campoamor, de Balart, de Manuel del Palacio y de Gaspar Núñez de Arce.

De Vd. quiero insertar, aunque sea larga, la epístola a los santanderinos sobre los autores griegos, la Galerna y una canción de amores. Yo agradecería a Vd. que Vd. mismo designase cuál había de ser esta canción.

Ya se entiende que en el tomo IV procuraré yo que resalten las composiciones de Miguel Costa, uno de los mejores poetas que hoy tenemos, así como también los preciosos sonetos de Ayala.

No podré menos de incluir en el Florilegio alguna broza, o para que no se me piquen los autores o para que no se me acuse de que pretendo eclipsar popularidades y glorias ya conquistadas.

Celebro que haya trabajado Vd. tanto en ese su agradable retiro, y espero que antes de que concluya este año veamos completo todo el interesante trabajo sobre los viejos romances, recibamos y leamos el tomo XIII de Lope y oigamos, en Junta solemne de nuestra Academia, el discurso de Menéndez Pidal y la contestación que Vd. ha de darle.

Adiós y cuente siempre con la muchísima estimación y con el entrañable cariño de su buen amigo

Juan Valera

 

Valera - Menéndez Pelayo , p. 582-584.