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Volumen 11 - carta nº 286

De JUAN VALERA [1]
A   MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

San Ildefonso, 2 agosto [1891]

Mi querido amigo Menéndez: Supongo a Vd. tan atareado, concluyendo la Historia de las ideas estéticas, continuando la Antología de líricos castellanos y editando a Lope, que no extraño y aun le perdono que no me haya escrito. Bien puedo y debo yo empezar por hacerlo, ya que no hago otra cosa por esterilidad de ingenio o por mal humor, vejez o flojera.

Cuando se decía que le iban a nombrar a Vd. Director de Instrucción, me alegré por egoísmo, pues algo acaso hubiera tenido yo que pedirle. Cuando supe que habían nombrado a un tal Manso, a quien m'acuso de no tener en mi Parnaso, casi me alegré más, con mejor acuerdo, pues no valía la pena de que abandonase Vd. tan importantes y fecundas tareas literarias, que dan gloria y aunque poco, tanto provecho como la Dirección, para consagrarse a ésta que se reduce en España a recibir visitas, escribir cartas a pretendientes y recibirlos, y oír y aguantar sus chinchorrerías. Sólo para ser Ministro debe Vd. dejar o descuidar la literatura. A pesar de mi escasez de metales preciosos y de la amistad particular con el Monstruo, he creído, por la negra honrilla, que debía dejar el puesto en el Consejo. No ha sido gran sacrificio, porque no me tenía muy lisonjeado ser Consejero y ahora lo estaría menos aún bajo la presidencia —en mi sección— de D. Carlos Marfori. Por lo demás, como los sagastinos jamás me entusiasmaron y ahora estaba yo quejosísimo de ellos, aseguro a Vd. que me he regocijado de su caída y que me he reído de su furia, tanto como si fuese yo un Benomar, o un Bañuelos, o un Catalina.

Está en vísperas de salir a luz, si no ha salido ya, el tomo VII de mis obras, que Catalina publica. En mi artículo sobre las Cantigas no he podido resistir a la tentación de poner una nota suave, pero melancólica, sobre el desdén con que le ha mirado y el silencio en que le ha pasado el coautor triple de Don Alfonso el Sabio.

Aquello que habíamos proyectado de la Revista crítico-bibliográfica, temo que se quede en proyecto. Fe no la tiene en su éxito, y después de largos días de meditación y de estudio, me dijo que no se decidía a publicarla.

Yo pienso, con todo, que, si Vd. tuviese ánimo resuelto y le sobrase tiempo, sin descuidar los otros trabajos, y si yo tuviese bríos y no me sintiese tan desmayado, la tal Revista podría salir sin Fe. El «Macuso» podría tomarnos 100 ejemplares para las Bibliotecas Públicas, Universidades e Institutos, y, ya con este sostén, podríamos aventurarnos, seguros de que pronto la Revista se costearía, y aun nos daría provecho. Tengo por cierto, que, a los seis meses de publicar nuestra Revista, tendríamos en Francia, Alemania, Inglaterra y América otras 150 suscripciones. Aunque en España no pasásemos de otras 150, no «macusinas», juntaríamos hasta 400 con las «macusinas» y con las extranjeras. Con esto, que poniendo la suscripción a dos pesetas, haría 800, costearíamos papel e impresión y aun tomaríamos algo, aunque harto poco por nuestro trabajo, al que nos estimularían la importancia e influjo de la cosa y la esperanza de ganar más si llegásemos a aficionar y a interesar al público.

Aquí me tiene Vd. desde hace más de una semana. No escribo ni leo apenas, porque tengo una fluxión a los ojos, que espero pasará, pero que, por lo pronto, me molesta. Los de mi familia, todos bien, menos la pobre suegra que se consume y se apaga como una lámpara sin aceite.

Hay mucha animación, bailes, tertulias, cacerías, cabalgatas, paseos, tresillo a pasto, etc., etc. La Infanta D. Isabel es el centro de esta bulliciosa high life, donde descuellan por su hermosura la Marquesa de Bolaños, por su esplendidez los Bauer y los Malladas, y por sus talentos de sociedad e inagotable fecundidad para inventar juegos chistosos Arbós, el violinista, el cual, como además es bonito mozo, no se ha de extrañar que sea, o que llegue a ser, el Rizio de algunas de estas Stuardas, o el Orfeo ilegítimo de estas Eurídices.

Adiós. Déme noticias suyas y créame su amigo

J. Valera

 

Valera - Menéndez Pelayo, p. 435-437.

[1] Situamos aquí esta carta, en cuyo original no figura el año, siguiendo al Epistolario de la referencia. Pero por el cotejo de la mención de la « Revista crítico-bibliográfica» (sin duda El Observador) con lo que de ésta se dice en las cartas de 28 julio, de 30 agosto, de 3 septiembre, y por otros indicios, es dudoso que sea de esta fecha.