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Volumen 7 - carta nº 300

De MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO
A   JUAN VALERA

Santander, 25 agosto 1885

Mi muy querido amigo D. Juan: El singular placer que siempre recibo con las cariñosas y discretísimas cartas de Vd. se ha aminorado algo con saber que no anda Vd. bien de salud, aunque yo atribuyo esto más bien á aprensión y decaimiento moral que á verdadera dolencia física. La naturaleza de Vd. es robusta, fuerte y entera, y no dudo que llegará á vencer todas esas molestias. La prueba mejor es que conserva Vd. el vigor intelectual hasta el punto que lo demuestran los bellísimos versos que ayer he recibido y el haber escrito la carta-prólogo que Catalina tiene en su poder y que todavía no he conseguido leer porque no quiere mandármela sino en pruebas, para obligarme así más y más a que haga pronto las notas. Aun sin esta curiosidad y estímulo las haré yo cuanto antes para que el tomo salga á entrada de invierno.

Todavía se me ocurre alguna observación que pudiéramos llamar editorial o tipográfica. Hay tres bellísimas poesías amatorias que llevan el genérico título de Canciones, que les conviene sin duda por el sabor petrarquesco que tienen, pero que no las determina bastante bajo el aspecto específico. ¿No le parece a Vd. que seria mejor intitularlas A Lucia-Canciones, poniendo debajo del rótulo de cada una los números respectivos? El nombre de Lucía es bastante común para que no parezca indiscreción escribirle, pero Vd. decidirá.

La leyenda o narración de Reco es bellísima, no sólo por lo poético, delicado e íntimamente religioso al modo antiguo del pensamiento fundamental, sino además por la limpieza, robustez y sonoridad de los versos sueltos castellanos en que está traducida ó imitada, los cuales tienen cierta grandeza familiar y verdaderamente clásica, inusitada en nuestra lengua. Para escribir una nota digna de tal poesía me convendría tener a la vista el original de Lowell (poeta que no ha llegado á nosotros) para advertir cuidadosamente las modificaciones ventajosas que de fijo habrá hecho Vd. en el original y poner en su punto el carácter del poeta imitado o traducido. Mándeme Vd., por consiguiente, un ejemplar de los versos de Lowell, si le tiene a mano.

Con esta carta remito dos o tres composiciones de mi hermano, una de ellas en incorrectísimas pruebas de no sé qué periódico local. Vd. me dirá lo que le parece de ellas.

¿Llegó a Wáshington la Kedusah de Judá Leví? Si no, mandaré otra por el correo próximo.

Este verano me he dedicado a continuar la Historia de la Estética en España, y llevo hecho casi por entero el período del siglo XVIII que finaliza con la aparición de la Crítica del juicio de Kant. No estoy descontento de esta parte de mi trabajo.

En esta ciudad no ha habido cólera, pero sí temores y amagos de él, y todavía no estamos seguros. Mi padre es ahora alcalde de Santander y se está portando bizarramente en estas circunstancias.

Las notas de las poesías de Vd. pienso llevarlas escritas a Madrid, porque aquí tengo más libros y más reposo. Quisiera que me saliesen lo mejor posible, lo más sutil, ameno y discreto que yo acertare a escribir para que no queden enteramente deslucidas en el cotejo con la magnífica carta-prólogo que Vd. puso a mis versos.

Debe Vd. animarse a hacer alguna leyenda antes que se concluya de imprimir el tomo.

De los amigos de Madrid nada sé. Tamayo viaja por Alemania. Cañete anda delicado de salud, después de haber estado á la muerte dos o tres veces este invierno. Aureliano en su Dirección más fuerte que un roble; parece que los años y los honores y las dignidades le robustecen.

Tampoco de nuestras amigas sé mucho. Corina, en Galicia; su hermanita, en Madrid, pro more. A Ródopis no sé dónde la habrá llevado el miedo del cólera.

Escribiré á Vd. a menudo. Suyo siempre de todo corazon

Marcelino Menéndez y Pelayo

 

Valera-Menéndez Pelayo, p. 224-226.