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Carta de Miguel Hernández a Germán Vergara Donoso. Ocaña, 28 de diciembre de 1940

Miguel Hernández

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Ocaña, 28 de diciembre 1940

Querido tío Germán: Ante todo, sepa ha sido un oportuno acuerdo el de traslado a Ocaña, donde, indudablemente, ha mejorado mi situación en muchos aspectos. Se siente uno como en familia entre los buenos amigos que le esperaban.

Celebrando mi llegada a esta, ayer nos hemos reunido en una cordial comida, a cuyo final no ha habido discursos; y recordar en silencio a los lejanos y más o menos próximos camaradas ha sido la expresión de nuestra elocuencia. Esos cigarrillos que nos envió, han jugado un principalísimo papel, y esto me obliga a reconocer doblemente su delicadeza.

Me agradaría, y siempre tendrá para mí un gran interés, que hablásemos un rato, querido tío. Si un día se le ocurre tener el propósito de visitarme, no se arrepienta y realícela,

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que yo le aguardo, y será en mi existencia de hombre al margen del mundo un agradable acontecimiento. Además si realizara esa visita, pienso pedirle me exponga con detalle ese plan suyo sobre un posible viaje a las costas del Sur de su tierra. Conozco de un modo vago ese bonito plan, que tantos problemas solucionaría. Es una risueña perspectiva, que usted puede descubrir con la fuerza que le da la consolidación ventajosa en el último y reciente negocio.

Siga en salud y prosperidad. Y, precisamente en estos días festivos de fin y principio de año, que le deseo alegres, envíe mis recuerdos y abrazos a Pablo y Juvencio.

Reciba, querido tío, el afecto y el respeto que le tiene

Miguel Hernández

Querido tío:

Como le dice Miguel, estamos muy agradecidos a Vd. por habernos reunido de nuevo, pues no ignora nuestra hermandad en esta etapa adversa, que nuestra fe absoluta nos hace soportar con la esperanza puesta en un mañana mejor para todos. Mientras llega, buenos amigos, Vd. a la cabeza, nos ayudan y alientan. Gracias una vez más, querido tío, con el anhelo de poder pronto expresárselas personalmente. Desde luego no saldremos de esta Universidad con las manos vacías, pues los días son avaramente aprovechados, como merecen y es nuestro deber.

Y nada más si no es desearle el mejor Año Nuevo, junto con el respeto y cariño de

Fernando F. Revuelta