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101

Taléns y Spadaccini, p. 79. (N. del A.)

 

102

Canavaggio, p. 440. (N. del A.)

 

103

Robert Marrast, Cervantès dramaturge (Paris: L'Arche, 1957), p. 129. (N. del A.)

 

104

Correas, Vocabulario de refranes, p. 467b. (N. del A.)

 

105

«Este mozo no vuelve a ser mencionado en el resto de la novela; tal vez porque Cervantes se olvidó de él». Así anota Martín de Riquer en su ed. del Quijote (Barcelona: Planeta, 1980), p. 33, n. 10. (N. del A.)

 

106

«Resulta innegable el influjo ejercido sobre Cervantes por la literatura dialogada de época inmediatamente anterior» (Francisco Márquez Villanueva, «Sobre la génesis literaria de Sancho Panza», Anales cervantinos, 7 [1958], 123, la cita en la página 151). (N. del A.)

 

107

Tomo este término de Milagros Ezquerro, Eva Golluscio de Montoya yMichèle Ramond, Manual de análisis textual (Toulouse: France-Iberie Recherche,1988), p. 16. (N. del A.)

 

108

«En toda la obra no se vuelve a hacer mención de este mozo. Si Cervantes había pensado sacar algún partido de él, cambió en esto su plan» (Francisco Rodríguez Marín, ed. del Quijote [Madrid, 1916], p. 83). (N. del A.)

 

109

«En toda la obra no se vuelve a mencionar a este mozo. Quizá Cervantes le dio aquí entrada con el propósito de hacer luego de él el escudero de su protagonista, empleo que, al fin, confió al graciosísimo Sancho Panza» (Francisco Rodríguez Marín, ed. del Quijote [Madrid: Espasa-Calpe, 1975], I, 52). «Quizá el personaje del escudero estaba ya previsto desde el primer párrafo de la obra en ese anónimo "mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera", aunque Cervantes optase luego por encarnarlo en otro personaje» (Vicente Gaos, ed. del Quijote [Madrid: Gredos, 1987], III, 19). (N. del A.)

 

110

Aunque no me resisto a comentar una afirmación de quien defiende la hipótesis contraria. Helmut Hatzfeld piensa, en efecto, que Sancho surge en el momento oportuno, y que, hasta entonces, Cervantes no había pensado en ningún otro personaje que pudiera desempeñar la función de acompañante del caballero. Esta opinión puede ser tan válida como la de quienes sostienen lo contrario; pero no así la argumentación en que descansa, que, de puro disparatada, no se tiene en pie. Según Hatzfeld, «la primera salida del caballero sin escudero prueba que Cervantes no le tuvo en un principio ante sus ojos» (El Quijote como obra de arte del lenguaje, [Madrid: CSIC, 1949], p. 12). Pero, evidentemente, lo único que prueba esta primera salida es que quien «no le tuvo en un principio ante sus ojos» fue el viejo hidalgo, que se siente capaz de emprender su andadura sin compañía alguna. Confundir al autor con su protagonista no dejade ser, insisto, un disparate, aun viniendo de un crítico tan solvente como Helmut Hatzfeld. (N. del A.)