1
Hablando de Avellaneda, afirma Wilhelmsen en su por otra
parte interesante artículo «Don Álvaro Tarfe: ¿ente
fantasmal o hecho ficticio?»: «habiendo robado la ingeniosa
creación de Cervantes [...] había acometido la empresa de
componer una continuación
espuria, inauténtica, así como
ilegal»
(énfasis mío, 73). (N. del
A.)
2
Mucha tinta se ha derramado tratando de dejar sentada la
identidad del «tordesillesco» Alonso Fernández de
Avellaneda. Citaremos a modo de muestra algunas de las más de cien
identidades propuestas hasta la fecha. Francisco Vindel, después de
estudiar el problema «metódicamente y a fondo en toda su
extensión»
(63) llega a la conclusión de
que Alonso de Ledesma fue el autor del «falso Quijote». Justo
García Soriano deduce «con toda claridad y rigor
lógico»
(263) que el autor no puede ser sino don
Alonso de Castillo Solórzano. Ramón Díaz-Solís, por
su parte, en su extenso libro titulado
Avellaneda en su Quijote, se dedica a
«acercar» a Tirso de Molina y Avellaneda hasta el punto de concluir
positivamente que son la misma persona. Finalmente, Martín de Riquer
lanza la hipótesis «que incluso me atrevería a calificar
de 'hipótesis plausible'»
de que Avellaneda no es otro que
Gerónimo de Passamonte, compañero de armas de Miguel de
Cervantes, movido por el deseo de venganza al verse tan maltratado en el
personaje Ginés de Pasamonte de la primera parte del
Quijote. (N. del A.)
3
A este respecto, me parecen inadmisibles las siguientes dos
afirmaciones de Luis Andrés Murillo: 1) que sean un «elemento
intruso en la fábula»
(p. 16 de su prólogo a la
segunda parte) y 2) que Cervantes «se venga de él con el
silencio y la displicencia»
(p. 17). Salta a la vista
que no hay tal silencio, puesto que las alusiones son constantes, e incluso uno
de los personajes principales del libro de Avellaneda se incorpora a la obra de
Cervantes. Respecto de la primera afirmación, esperamos mostrar su
falsedad a lo largo de este artículo. (N. del A.)
4
¿Cómo explicar, por ejemplo, si la derrota en una aventura carece de importancia para Don Quijote según las palabras de Foucault que acabamos de citar, el carácter determinante de su derrota en Barcelona a manos del de la Blanca Luna? (N. del A.)
5
La venta será reconocida por Don Quijote como tal en otro capítulo posterior. (N. del A.)
6
Ya en el capítulo LVIII Don Quijote da signos de
desviarse de la similitud como modo de conocimiento (común a la episteme
preclásica y a Don Quijote, según
Las palabras y las cosas). Según
Foucault, la creencia en malos augurios, así como en la
astrología, es una consecuencia directa del modo de semejanza que es la
aemulatio. Pues bien, Don Quijote llega a
rechazar explícitamente el fundamento racional de la «aemulatio» cuando le dice a Sancho:
«Pero has de advertir que no todos los tiempos son unos, ni corren de
una misma suerte, y esto que el vulgo suele llamar comúnmente
agüeros, que no se fundan sobre natural razón alguna, del que es
discreto han de ser tenidos y juzgar por buenos acontecimientos...».
(474). (N. del A.)
7
No olvidemos que Don Quijote no distinguía entre libros de historia o de ficción, como queda demostrado en su conversación con el canónigo en el capítulo XLVIII de la primera parte. (N. del A.)
8
En el sentido que le da Karl Popper a este término en su Logic of Scientific Investigation. (N. del A.)
9
Las palabras de Don Quijote son: «... y la
tercera, que más le confirma por ignorante, es que yerra y se
desvía de la verdad en lo más principal de la historia; porque
aquí dice que la mujer de Sancho Panza mi escudero se llama Mari
Gutiérrez, y no llama tal, sino Teresa Panza; y quien en esta parte tan
principal yerra, bien se podrá temer que yerra en todas las demás
de la historia»
(487). (N. del A.)
10
Es sabido que el mismo Cervantes comete este tipo de yerros en más de una ocasión. (N. del A.)