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121

Solamente se remiten a la interpretación de Mendizábal: Alcina, Givanel, Murillo, Riquer y Rodríguez Marín (ediciones de 1927/8 y 1947/9). También Schevill/Bonilla pero sin mencionar el nombre de Mendizábal. (N. from the A.)

 

122

Debo la observación de este caso a la profunda perspicacia de la Dra. Helena Percas de Ponseti. (N. del A.)

 

123

Al dar la lectura de variantes, Bowle transcribe la de la edición príncipe, porque dice que allí se lee «esta impresa», sin el acento en «estâ» y con una sola S en «impressa». (N. del A.)

 

124

Registran por nota el arcaísmo «impresa» de la edición príncipe por «empresa» moderno (además de aludir al romance): Onís (pero no Onís/García Solalinde), Cortejón, Schevill/Bonilla, Rodríguez Marín (pero sólo en sus ediciones de 1927/8 y 1947/9), Gaos, y S. de Cortázar/Lerner. Y Riquer, que merece un aparte. Riquer, en sus primeras ediciones (cfr. las que he citado en la nota 117) moderniza la palabra directamente sobre el texto y transcribe «empresa», sin mencionar siquiera por nota la original grafía de «impressa» (así en ediciones de 1944, 1958), pero después, según compruebo, alterna este mismo sistema (ediciones de 1964, 1974, 1975 col. «Para Todos») con otro, más crítico, de conservar en el texto la grafía «impresa» y advertir por nota que este «impresa» (pero no recuerda siquiera que la edición príncipe dice «impressa», con doble SS) equivale al actual «empresa» (ediciones 1962, 1967, 1973, 1975 Clásicos Planeta, 1980). Se verá la importancia de este cambio dubitativo de Riquer al tratar de las concordancias. Cfr. nota 124. (N. from the A.)

 

125

Recomiendo al lector no especializado en bibliografía cervantina que eche una ojeada sobre los últimos estudios de crítica parcial o de detalle sobre el texto. Para botones de muestra, yo aconsejaría, entre los últimos trabajos de que tengo noticia, dos muy significativos: a) José M. Solá Solé, «El Tirant i el Quixot,» en Estudis Universitaris Catalans, 23, («Estudis... oferts a R. Aramon i Serra...», I), pp. 343-52, no sólo para conocer la solución que el autor propone para «el pasaje más obscuro del Quijote,» sino para constatar que la lista de una treintena de opiniones que recoge no comprende ni con mucho todas aquellas que podía haber recogido; y b) Margherita Morreale, «Tropiezos en la lectura del Quijote,» en Estudios sobre Literatura y Arte dedicados al profesor Emilio Orozco Díaz (Granada: Fil. y Letras, 1979, t. II, 485-94, donde la autora, a pesar de declararse no cervantista, da unos cuantos ejemplos de lecturas que han sido mal interpretadas por los cervantistas. (N. del A.)

 

126

Si nuevos descubrimientos sobre Cervantes o sobre sus escritos, o nuevos avances científicos, nos obligasen el día de mañana a las consiguientes rectificaciones, paciencia. Paciencia y volver a barajar: a fin de cuentas resulta consolador pensar que jamás se agotarán los temas de investigación. (N. from the A.)

 

127

Según Allen, que citaré, la propuesta viene de Avalle Arce; pero creo recordar que ya antes se había tratado del tema en el I Congreso Internacional sobre Cervantes, de Madrid, 1978, que nombró una comisión para el estudio, y subsiguiente puesta en práctica, de una edición de las obras de Cervantes, de la que los mismos Allen y Avalle Arce formaban parte. Bien, sea como fuera, no tiene la cosa más que interés puramente anecdótico. (Redactado este artículo a principios de 1984, he sabido luego, por conducto del propio Allen, que el proyecto de editar convenientemente las obras de Cervantes ha sido abandonado por parte de la «Cervantes Society of America». ¡Lástima! Aunque por esta circunstancia mi artículo pierda, para el lector previamente enterado de ello, actualidad, no me ha parecido oportuno enfocarlo bajo otro punto de vista, con nueva redacción, porque creo honestamente que contiene elementos aprovechables para cuando se decida, en mejores momentos, hacer revivir el proyecto.) (N. del A.)

 

128

Cfr. R. M. Flores, The Compositors of the First and Second Madrid Editions of Don Quixote Part I, London: MHRA, 1975. No han llegado a mis manos los otros trabajos que el autor anuncia en la nota 1 de la p. ix. La labor de Flores es digna de admiración, pero exagerada en sus resultados. No es momento oportuno para entrar a discutir cada una de sus afirmaciones; mas sí creo conveniente, dado que Flores parece querer vincular sus conclusiones sobre los métodos compositivos del DQ1 a las ideas que tiene sobre una moderna edición de la obra, manifestar que, si bien puede llegar a admitirse la pluralidad de cajistas en la composición manual de la edición príncipe del DQ1, por el momento no queda comprobado de manera concluyente que el reparto de tareas o destajos se hubiera hecho según los resultados a que llega Flores. Es decir, que nos faltan todavía muchos elementos de juicio para poder afirmar lo que asegura Flores: que los cuadernillos se repartieron entre cuatro equipos de cajistas y de la forma en que él los distribuye; que estos cuatro equipos trabajaron simultáneamente; que Cuesta (Madrigal/Cuesta, si se prefiere) se sirvió de otro impresor; que acaso todo ello obedecía a las prisas que se tenía por imprimir la obra; etc., etc. Aún a costa de alargar esta nota más de lo debido (y pido perdón por ello) voy a sugerir a las conclusiones de Flores algunas observaciones:

1ª. No es acertado recurrir a variantes gráficas de una palabra de frecuencia poco corriente en el texto (alcayde/Alcayde, alua/Alua, jaula/xaula, etc.) para sacar un exponente de las tendencias ortográficas de cualquier cajista de los ss. XVI-XVII, pues si en una misma página hallamos versiones gráficas diferentes de una misma palabra y se supone que toda la página la compuso el mismo cajista, ¿de qué puede servirnos hallar sólo escasísimos modelos de dos grafías diferentes en lugares muy apartados de la misma obra? Cfr. también lo que dice Eisenberg en su artículo citado. Si en vez de los 41 casos que ha escogido Flores para confeccionar su Tabla 1 y deducir de ella un reparto de destajos compositivos entre cuatro equipos de cajistas, confeccionamos nosotros otra tabla parecida a base de palabras de uso más frecuente en el texto, los resultados serán muy diferentes de los de Flores. Tomemos, p. e., los frecuentísimos casos de AHORA (232: 5 para ahora, 51 para agora, 176 para aora; hay un caso de ahoro, f295v/31, que incluyo entre los cinco de ahora), ASI (654 casos: 78 para ansi, 575 para assi, y 1 para la frase ya si nauego, f262ª/13, que probablemente deba leerse «y así navego») y MISMO (350 casos: 123 para mismo, 226 para mesmo, y 1 para mismissimo). Despreciando los casos únicos de Ya si nauego y mismissimo y los poco frecuentes de ahora, y examinando las demás grafías de estos tres términos, observamos que, a pesar de que numéricamente una de las formas se impone a la otra (aora» 77.53% sobre agora 22.47%; assi 88.05% sobre ansi 11.95%; mesmo 64.75 sobre mismo 35.25%), tal desfase total entre unas y otras formas no puede ser debido a preferencias de uno o varios equipos de cajistas frente a los otros, porque este desfase está más o menos regularmente distribuido por un igual entre casi todos los cuadernillos, pues a la norma general que rige estas indicadas proporciones o porcentajes (con más o menos regularidad) se oponen únicamente: Para AHORA: 2 casos de igualdad: ¶¶ (2 a 2) y Kk (2 a 2); y 6 casos en que agora es más frecuente que aora: R (4 a 1), Ii (2 a 0), Mm (2 a o), Nn (S a 1), Qq (4 a 0) y * (1 a 0). Para ASI: ningún caso de igualdad y ningún caso en que se rompa la proporción: siempre assi domina sobre ansi. Para MISMO: 2 casos de igualdad: Y (1 a 1) y Oo (3 a 3): y 8 casos en que mismo predomina sobre mesmo: ¶¶ (4 a 2), M (3 a 2), Z (9 a 2), Ee (12 a 3), Hh (8 a 3), Ii (4 a 2), Ll (7 a 0) y Qq (11 a 0). Y este resultado no cuadra precisamente con la distribución de los cuadernillos entre cuatro equipos de cajistas en la forma que indica Flores. Ya que ASI no da ninguna pauta a seguir, limitémosnos a AHORA y MISMO. AHORA: Los cuadernillos con más agora que aora estarían localizados, si seguimos el reparto de Flores, 3 en el equipo C (Ii, Mm, Qq), y 3 en el equipo E (Nn, R, *). MISMO: Los cuadernillos con más mismo que mesmo idem idem idem 4 en equipo C (Z, Ee, Ii, Qq), 1 en el equipo D (Hh), 2 en el equipo E (¶¶, M) y 1 en el equipo F (Ll). Esto por sí solo puede desmontar toda la teoría de Flores sobre la forma de reparto de los cuadernillos según él propone; o para dudar de los métodos que ha seguido (¿inspirados en Bowers y Hinman?). Pero el caso aún es más grave, porque si se toman otros ejemplos los resultados son aún más desconcertantes. Veamos. La expresión ASIMISMO se repite en 51 ocasiones repartidas en las siguientes posibles formas (tras las que indico, entre paréntesis, su distribución entre los cajistas que indica Flores): 0 assimismo, 1 assi/mismo (1, 0,0,0), 10 assi mismo (7,2,1,0), 3 assimesmo (0,0,2,1), 0 assi/mesmo, 17 assi mesmo (2,4,4,7), 0 ansimismo, 0 ansi/mismo, 5 ansi mismo (0,2,3,0), 2 ansimesmo (0,0,1,1), 3 ansi/mesmo (1,0,1,1) y 10 ansi mesmo (3,0,2,5). Y si el recuento se hace por los componentes de esta expresión, resulta que se reparten así: assi (10,6,7,8), ansi (4,2,2,7), mismo (8,4,4,0) y mesmo (6,4,10,15). Lo único chocante son los 15 mesmo frente a 0 mismo del equipo F; pero téngase también presente que tampoco contienen ni un solo caso de mismo (frente a varios de mesmo) otros cuadernillos pertenecientes (siempre según Flores) a otros equipos de cajistas: del equipo D: cuad. E (6 mesmo), cuad. H (6 mesmo); del equipo E: cuad. Kk (7 mesmo), cuad. Nn (7 mesmo) y cuad. * (2 mesmo). ¿Deberían estos cuadernillos pasar todos al equipo F? De ninguna manera, porque si bien su mayor abundancia de mesmo sobre mismo puede presagiar una cierta afinidad con los cuadernillos del equipo F (que en total llevan 82 mesmo frente a 17 mismo), en cambio su agora parecido a aora (4/6, 1/8, 2/2, 5/1, 4/0 respectivamente, en total: 16 agora por 17 aora) desdice extraordinariamente de la proporción que se halla en el equipo F (2 agora por 67 casos de aora). Como puede verse, no es tan sencillo sacar conclusiones, a finales del s.XX, de la anárquica conducta en materia de ortografía de los ss. XVI-XVII.

2ª. Si realmente el manuscrito de Cervantes fue repartido entre cuatro cajistas para que simultáneamente compusieran cada cual el lote asignado de manera que cupiera en el número exacto de ocho folios (o 16 páginas, igual a dos pliegos por ambas caras) de un cuadernillo, ello se reflejaría a la fuerza en la última página de cada cuadernillo por causa de los ajustes necesarios para adaptar la escritura manuscrita a una determinada longitud requerida por la escritura impresa. Es muy difícil, y aún a base de mucha práctica, calcular qué cantidad de páginas manuscritas equivalen a un número prefijado de páginas impresas, salvo que previamente se cuenten todas las letras y espacios libres del manuscrito. Hágase la prueba y se verá el resultado. Pues bien: bien examinadas las últimas páginas (cada folio 8 vuelto de cada cuadernillo) de los cuadernillos D, H, K, L, N, P, R, T, V, X, Z, Aa, Bb, Cc, Dd, Ee, Ff, Hh, Ii, Kk, Ll, Mm, Nn, Oo, Pp, Qq, es decir, aquellas páginas, donde, según Flores, finalizaba algún destajo de alguno de los cuatro equipos de cajistas, resulta que contienen (a más de una regular igualdad de renglones) un porcentaje de abreviaturas con un promedio de 7.28 abreviaturas por página, que es muy similar al promedio de las páginas iniciales y centrales de todos los cuadernillos (folios 1 anverso, 4 vuelto y 5 anverso), donde se supone que no hay interferencias por cambio de cajista, que es del orden de 6.25 por página. Y si en las páginas finales que hemos indicado hallamos un desconcertante desnivel en el número de abreviaturas (de O hasta 27), en las páginas iniciales y centrales hallamos también las mismas extrañas diferencias. Creo que el método de composición sugerido por Flores (varios cajistas componiendo simultáneamente varias partes de la obra) sólo daría resultado uniforme en la presentación final de la obra (en una de larga extensión, como es el DQ1), si para su composición los cajistas hubieran tenido a la vista o bien un manuscrito cuidadosamente programado (con renglones y letras contadas y predispuestas de antemano) o bien otra edición ya impresa sobre la que calcar la nueva edición. ¿Podría ser ésta la supuesta de 1604? Mientras no tengamos otras pruebas más seguras, no podemos admitirlo.

3ª. El privilegio de 26.9.1604 y la tasa de 20.12.1604 (cfr. nota 64) suponen un período máximo de apenas tres meses para la composición del DQ1, y ha dado motivo para que algunos críticos atribuyeran a esta premura de tiempo la descuidada composición de la obra. Pero no hay tal, pues esto no debía constituir ninguna excepción en aquella época y este tiempo sería el normal para que un impresor pudiera componer e imprimir una obra. Las fechas de los privilegios y tasas de las demás ediciones príncipes de las restantes obras de Cervantes son (de mayor a menor diferencia entre privilegio y tasa: Ga 2.2.1584 y 13.3.1585 (unos trece meses), NE 22.11.1612 y 12.8.1613 (casi nueve meses), DQ2 30.3.1615 y 21.10.1615 (casi siete meses), PS 24.9.1616 y 23.12.1616 (casi tres meses) CyE 25.7.1615 y 22.9.1615 (casi dos meses), VP 18.10.1614 y 17.11.1614 (casi un mes). Y he aquí otros ejemplos de otros autores: Espinel, Marcos de Obregón, Madrid-1618-Cuesta, 13.11.1617 y 12.12.1617 (casi un mes); y varias de Lope de Vega: Arcadia, Madrid-1598-Sánchez 15.8.1598 y 27.11.1598 (algo más de tres meses), Rimas sacras, Madrid-1614-Martín, 30.6.1614 y 24.9.1614 (casi tres meses), El peregrino en su patria, Sevilla-1604-Hidalgo, 6.12.1603 y 27.2.1604 (menos de tres meses), y La Dorotea, Madrid-1632-Imp.Reyno, 14.9.1632 y 14.9.1632 (¡el mismo día! ¡Y la fe de erratas es de siete días antes, 7.9.1632! ¿Realizada sobre un ejemplar anterior?). No tenemos un conocimiento cabal de las técnicas ni prácticas compositivas, ni de la planificación del trabajo, en los ss. XVI-XVII, para sacar de ello ninguna conclusión positiva sobre la celeridad en la composición y luego impresión de un libro, ni sobre la autenticidad de las fechas que constan en privilegios y tasas, pero podemos suponer, a la vista de la informalidad que aún en el s. XX encontramos en muchos usos librescos, que hace tres o cuatro siglos no serían más regulares los trámites y los datos aparentes con respecto a los reales.

4ª. Otras apreciaciones de Flores carecen de toda consistencia, como, p. e., la explicación que da de que a partir del cuad. C. las páginas tengan una línea menos (32 en vez de las 33 de los cuads. A y B), que sería debido, según Flores, al interés del editor para obtener unos cuadernillos más y con ello un aumento en el precio de venta del libro. El hecho admite varias explicaciones, todas posibles, inclusive la de que las planchas con cajas para unos limitados renglones estuvieran ocupadas en aquel momento en la composición de otras obras y se echara mano de las disponibles, etc. Son totalmente gratuitas también las conclusiones sobre el uso de diferentes tipos de la letra Q, que aparecen en la edición príncipe con una irregularidad que lo único que hace suponer es que andaban entremezclados estos tipos diferentes y los cajistas no reparaban en coger uno u otro. Como también son inconsistentes las conclusiones sobre el cambio de tipos en los titulillos a partir del cuad. E. También se usan en estos titulillos dos o tres tipos de M en la palabra Mancha, y dada su anormal distribución (cfr., p. e., folios 197ª, 203ª, 207ª, 219ª 223ª, 226ª, etc., y 241ª, 244ª, 246ª 247ª, etc.), cabe deducir también que los tres tipos andaban entremezclados.

No considero oportuno alargar más esta nota sobre un tema que requiere, en realidad, otra ocasión y más detenimiento. Si me he entretenido algo en justificar por qué no puedo aceptar las tesis de Flores, es porque él parece vincular su idea de una edición de las obras de Cervantes a sus particulares conclusiones sobre unas sugestiones que propone al tratar de cómo cree el propio Flores que debió componerse el DQ1. Debo finalizar, para que no se me interprete mal, que yo no niego la posibilidad de que intervinieran varios cajistas en la composición de DQ1, no: creo que es muy posible que allí metieran mano muchos operarios, acaso más de los que supone Flores y acaso en forma mucho más anárquica; pero me parece aventurado admitir como seguro que hubo una distribución previa de trabajo con composición simultánea de las diferentes partes de la obra. Esto es lo que considero que no está probado en forma alguna. Y más aún: no puedo admitir que, ni aunque se probara el reparto de las tareas compositivas, de ello pudiéramos deducir cuál era en realidad la ortografía del manuscrito que estos cajistas tenían a la vista. (N. del A.)

 

129

Aprovecho la ocasión para ilustrar un dato que puede ser útil a los interesados en la discusión del caso de vuestra/vuesa. La fórmula vuesa merced en lugar de vuestra merced no es exclusiva del castellano ni del s.XVII. Entre el estamento de la nobleza de mi tierra (Mallorca, de habla catalana en su modalidad mallorquina), jamás se dice vostra mercè, sino siempre y sin excepción vossa mercè y su plural vosses mercès, e igual ocurre con todos los demás tratamientos de cortesía: vossa excel·lència, vossa reial majestat, etc.; e incluso en la forma contracta equivalente al vuestra señoría = usía de Castilla, se elide la /t/ y queda vossenyoria (cfr. Alcover-Moll, Diccionari català-valencià-balear, Palma de Mallorca, 1954-68, t.IX; aunque en este caso no necesito yo acudir personalmente a él porque el dato me consta por conocimiento directo); y en cambio en los otros casos de vuestra y demás formas más otro substantivo, jamás se usa vossa, vosses, sino siempre vostra, vostres: «el vostre vestit» (y coloquial: «es vostro v.»), «la vostra casa», «les vostres coses». (N. del A.)

 

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Si en la «Cervantes Society of America» priva el «americanismo» por encima del «cervantismo», entonces el artículo de Eisenberg sería enteramente correcto desde su punto privativo de vista. Mas fuerza es decir que tamaño matiz localista antes sería perjudicial que beneficioso. Y no voy a discutir ahora sobre ello. (N. del A.)