Escena I
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Los trabajadores.
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EL JEFE DE LOS TRABAJADORES.-
¡Vamos! Terminemos pronto.
El dosel es demasiado ancho. (A un trabajador que está
de pie y con una Biblia en la mano.) Hermano, leed y edificadnos.
|
EL TRABAJADOR.-
(Leyendo.) «El santo templo tenía
el artesón de cedro y el techo de abeto. Salomón
lo construyó de espacio en espacio, en terrenos de
cinco palmos, con estacas de madera de cuatro caras, cubriendo
con láminas de oro su obra inmortal y colocando en
el oráculo, al lado del altar, dos querubines de pie
y con las alas abiertas.» |
TRABAJADOR 1.º-
Pues nosotros hemos
hecho más que Salomón; dicho rey, para dejar
terminados sus trabajos, empleó mil siete años
en edificar el templo y quince en edificar el palacio: a
nosotros no nos han dado más que una hora para arreglar
con suntuosidad esta gran sala. |
EL JEFE.-
Bien dicho, Enoch.
(A otro trabajador.) Tomad; esta escalera es mejor. Bien...
Hay que cuidarse mucho para colocar bien el trono donde se
ha de sentar el Protector. |
TRABAJADOR 2.º-
¿Es hoy la ceremonia?
|
EL JEFE.-
Sí. No os apresuréis demasiado, no
nos suceda lo que aquella noche... |
ENOCH.-
¿Qué noche?
|
EL JEFE.-
¿No os acordáis? Hace ya ocho años.
Era una noche fría y oscura, la del 29 al 30 de enero,
en la que también trabajábamos para milord
Oliverio. |
TRABAJADOR 2.º-
¿No fue la noche en que levantamos
el cadalso para el rey Carlos I? |
EL JEFE.-
Sí, Thom.
|
ENOCH.-
¡Ah! Ya recuerdo. Apoyamos el cadalso en el palacio;
no hicimos una construcción grosera como las que se
destinan para colgar rabinos o para quemar brujos, sino un
cadalso negro, bien edificado, como correspondía en
aquella ocasión. |
EL JEFE.-
Y sólido, capaz
de sostener a todos los hijos de Herodes; en él podía
morir cualquiera sin temor de que se viniera abajo. |
THOM.-
(Qué
está en el estrado.) Menos sólido es este trono;
el que sube en él tiembla. |
ENOCH.-
El cadalso costó
más de construir. |
EL TRABAJADOR.-
(Que tiene la Biblia
en la mano.) No se acabó de construir aquella noche;
y a aquel cadalso hay que unir este teatro. (Señalando
al trono.) Aquí nos domina Cromwell desde más
altura, y concluye la obra empezada hace ocho años;
este trono completa aquel cadalso. |
THOM.-
Nahum, el Inspirado,
lo ve todo con profundidad. |
EL NAHUM.-
Catafalco por catafalco,
prefiero el otro: ayer le tocó el turno a Carlos,
hoy nos toca a nosotros; en el catafalco negro Cromwell inmoló
al rey y en el catafalco de púrpura va a matar al
pueblo. |
EL JEFE.-
¡Silencio! No habléis de ese modo,
que pueden oíros. |
EL NAHUM.-
¡Qué me importa!
Quisiera que me oyera Cromwell, y que si trata de proclamarse
rey caiga, y que caiga maldito; y yo, que soy pobre y miserable,
le predigo la muerte. |
EL JEFE.-
(¡Imprudente!) (A ENOCH.)
Sólo nos falta colocar en el estrado el gran sillón
real. Ayúdame, compañero. |
|
(Los dos suben los
escalones cargados con el gran sillón, lleno de dorados
y revestido de terciopelo de color de escarlata, y le colocan
en medio del estrado.)
|
THOM.-
¡Hermoso sillón! Sentado
en él estará Cromwell como un rey. |
ENOCH.-
La
noche que me estabais recordando, yo mismo preparé
para Carlos un hermoso tajo de encina provisto de grapones
y de doble cadena, casi nuevo; sólo había servido
para lord Strafford. |
TRABAJADOR 3.º-
Recuerdo que vinieron
a rogarnos que no diésemos tan fuertes martillazos.
|
EL JEFE.-
Fue el coronel de servicio, que nos dijo que tanto
ruido no dejaba dormir al reo. |
EL NAHUM.-
¡Lo extraño
es que durmiese! |
ENOCH.-
Me pagaron muy bien los trabajos
de aquellas noches; con el dinero que me dieron tuvimos para
vivir dos semanas mis diez hijos y yo. |
TRABAJADOR 4.º-
Ahora
veremos si Cromwell se porta con nobleza y paga el trono
tanto como pagó el cadalso. |
THOM.-
Este trabajo sólo
es bueno para el tapicero Barebone, que es el encargado de
poner los cortinajes, los sillones y los brocados, y que
nos escamoteará las tres cuartas partes del salario.
|
NAHUM.-
Es un vendedor del templo, que pone un pie en el
infierno y el otro en el cielo. |
THOM.-
¡Silencio! Nos arrojaría
de aquí si supiera que le tratamos como él
trata a su señor. Aquí está. Punto en
boca. |
Escena IV
|
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BAREBONE, LAMBERT, JOYCE, OVERTON, PLINLIMMON, HARRISON,
WILDMAN, LUDLOW, SYNDERCOMB, PIMPLETON, PALMER, GARLAND,
PRIDE, JEROBOÁN, O´EMER y otros conjurados puritanos.
|
LAMBERT.-
(Señalando el trono a sus compañeros.)
Ya lo veis, hermanos; Cromwell, insistiendo en sus designios,
prosigue en su obra de reprobación. Todo lo tiene
dispuesto en Westminster; el estrado y el dosel y las gradas,
en las que un Parlamento vil va a faltar a su juramento,
postrado a los pies de Oliverio. Aprovechemos para obrar
los instantes que nos quedan; juzguemos al que va a proclamarse
rey, ya que su crimen es tan patente que estáis mirando
el trono que se ha erigido. |
OVERTON.-
Lo que estamos viendo
es un cadalso; si sube al trono será para caer de
más altura. Él mismo marca su última
hora. La pompa que evoca debe ser la pompa fúnebre
de su tumba, y nuestros puñales deben arrojar su cadáver
a la sombra no vengada de Stuardo. Ese déspota hipócrita
desentierra en beneficio suyo la monarquía proscripta,
y por arrebatar a Carlos el sangriento cetro, escarba en
su sepulcro para robar a la tumba su corona. La muerte de
Cromwell debe servir de escarmiento, y si más tarde
alguno se atreve a imitarle, que tenia el que lo intente
que la púrpura real se convierta en mortaja. |
LAMBERT.-
(Va
demasiado lejos.) |
OVERTON.-
¡Anatema contra él! |
TODOS.-
¡Anatema!
|
JOYCE.-
Cuando desenvainemos la espada debemos volverla a
la vaina humeando y ensangrentada hasta el puño por
segunda vez con la sangre de un rey. |
PRIDE.-
Vino a buscar
su sepulcro en Westminster, siendo el sacerdote supremo de
su secta infiel, condenada al infierno; quiso además
ser el ídolo; pues bien, para celebrar su fiesta,
inmolémosle sobre su mismo altar. |
GARLAND.-
(Fijando
la vista en los primeros rayos del sol naciente.) Jamás
brilló ante mí sol tan hermoso; jamás
sentí tanto orgullo ni alegría en andar por
el camino que el Señor me traza; ni cuando Strafford
dobló la cabeza por nuestra voluntad entre la espada
y el tajo. Ni cuando murió Land, prelado que desde
su templo, en el que renacía Bethel, volvió
hacia el Oriente el sacrílego altar; ni cuando Stuardo,
orgulloso con sus antiguos derechos, tomaba por rayos de
Dios los florones de los reyes, y soberbio se arrodilló
ante el hacha del pueblo. Cada uno de ellos creyó,
según está escrito, bajo su forma humana inmolar
al Anticristo, pero veo hoy que Sion, triunfante, hiere en
Cromwell al fatal Sicofanta, y desde las gradas del trono
mal asegurado le vuelven a hundir en el Tophet, de donde
Satanás lo vomitó. |
SYNDERCOMB.-
¡Buena puñalada
daremos hoy! |
PRIDE.-
Gran honor será para los que
pelean en nombre del Señor. |
BAREBONE.-
(Los veo decididos
a mancharme el trono de sangre; perdería mucho y no
lo puedo consentir.) Cuanto decís tiene para mí
la dulzura del ámbar, hermanos míos, y aunque
soy el último miembro de la comunidad, escuchadme.
Veo que queréis asesinar a Cromwell. ¿Es esto lícito?
¿No prohíbe el Todopoderoso herir y derramar sangre?
Si sobre este punto dudáis de lo que os digo, abrid
el Génesis y leed el capítulo nueve y el libro
de los Números, capítulo treinta y cinco.
|
|
(Los puritanos se sorprenden y se indignan.)
|
JOYCE.-
¿Quién
se atreve a hablar así? |
LUDLOW.-
¿Os habéis
vendido, Barebone? |
GARLAND.-
¿Queréis que perdonemos
al Anticristo? |
BAREBONE.-
(Balbuciente.) No he dicho eso...
|
SYNDERCOMB.-
¿Seréis un hermano traidor? |
HARRISON.-
No
somos bandidos ni asesinos a los que se debe condenar. |
OVERTON.-
Matar
no es asesinar. Ante el altar en que brilla una llama pura,
el impuro macho cabrío se transforma en víctima
sagrada y el carnicero en sacrificador. Samuel, matando a
Agac, y nosotros al Protector, representamos a los ministros
del pueblo y del Altísimo. |
JOYCE.-
(A BAREBONE.) Vuestras
miradas siniestras me están indicando que tratáis
de salvar a Cromwell. |
BAREBONE.-
¡Gran Dios, yo proteger
a Atila! |
GARLAND.-
¿Pues de qué nace la compasión
que os inspira? |
BAREBONE.-
De que derramar su sangre es violar
la ley. |
SYNDERCOMB.-
Y tendréis que teñir entonces
la púrpura. |
PRIDE.-
Barebone está loco. |
LUDLOW.-
El
escrúpulo disfraza la traición. |
BAREBONE.-
¿Eso
creéis?... (Asustado.) |
SYNDERCOMB.-
(Furioso.) ¡Silencio!
|
PRIDE.-
No reconozco a Barebone. Quizá un demonio
ha adoptado su fisonomía para socorrer a Ammón.
|
GARLAND.-
Puede ser, porque esta noche he tenido un mal sueño.
|
SYNDERCOMB.-
(Sacando la daga.) Sometamos su magia a la prueba
de la espada. |
BAREBONE.-
Pero al menos oídme. |
LAMBERT.-
Habla.
|
BAREBONE.-
Hermanos míos, no trato de salvarle de
la muerte, que es muy justa; pero podemos matarle sin cometer
un sacrilegio; por ejemplo, a golpes, estrangulándole
o envenenándole. |
SYNDERCOMB.-
(Envainando la daga.)
Eso es otra cosa. |
GARLAND.-
Yo lo había comprendido
mal. |
WILDMAN.-
Veo que por fin piensas razonablemente. |
OVERTON.-
Aunque
sea grave falta derramar la sangre, no tenemos tiempo para
matarle de otro modo. |
BAREBONE.-
Pues matadle como queráis...
(aunque me cueste caro). |
HARRISON.-
Hermanos míos,
demos gracias al Señor porque nos salva de que nos
presten apoyo los caballeros; su ayuda hubiera empañado
nuestra gloria; en esto se ve patente que el Señor
reserva al triunfo para nosotros solos, pues Él es
el que entrega lord Ormond a Cromwell, y Cromwell a los santos.
|
TODOS.-
(Agitando los puñales.) ¡Bendito sea el Señor!
|
LAMBERT.-
Pensad en que el tiempo se pasa, y que ahora mismo
la multitud invadirá este sitio y pueden sorprendernos.
|
OVERTON.-
(Bajo a JOYCE.) (Lambert siempre tiene miedo.)
|
LAMBERT.-
No debe hacernos dormir nuestra halagüeña
esperanza; debemos apresurarnos a concluir. |
SYNDERCOMB.-
Pues
librémonos de Cromwell. |
LAMBERT.-
¿Pero cuándo
y cómo? |
OVERTON.-
Como espectadores curiosos presenciaremos
la ceremonia, pero teniendo en la mano siempre el mango del
puñal. Oiremos los discursos que se pronuncien, y
cuando Cromwell reciba, sentado en el trono, la púrpura
que le presente Warwick, el acero que le presente el lord
Corregidor, los sellos de manos de Whitelocke, la Biblia
de manos de Widdrington, y cuando tome la corona de manos
de Lambert, ese debe ser nuestro instante decisivo. Entonces
le rodeamos, y cuando en su frente luzca la impura diadema,
nos lanzamos sobre él. |
TODOS.-
¡Sí, Sí!
|
LAMBERT.-
¿Quién le herirá el primero? |
SYNDERCOMB.-
Yo.
|
PRIDE.-
Yo. |
WILDMAN.-
Yo. |
OVERTON.-
Ese honor me pertenece.
|
GARLAND.-
Yo le reclamo también, porque para que el
golpe sea más seguro he bendecido la hoja del puñal.
|
HARRISON.-
Debo yo herirle el primero, porque le debe mi
daga un golpe por cada uno de los cien nombres del Señor,
y hace quince días que mi brazo se está ejercitando
en herir a un Cromwell de cera. |
LUDLOW.-
La gloria de ser
el primero en esta ocasión es grande, y yo concibo
que todos la deseemos; pero es muy oportuno en tan críticos
instantes que todos nos sacrifiquemos por el público
interés. Imitadme; yo renuncio a este honor y se lo
confiero al general Lambert. |
LAMBERT.-
(¡Nadie le pedía
esa generosidad!) |
PRIDE.-
Tiene razón Ludlow. |
SYNDERCOMB.-
Creo
lo mismo. |
LAMBERT.-
(Balbuceando.) Hermanos míos,
tanto honor me sirve de consuelo en mis aflicciones... (No
debo renunciar.) |
WILDMAN.-
Vais a tener la dicha de hacer
caer a Cromwell. |
GARLAND.-
Vais a tener a Satanás
a los pies como el Arcángel. |
LAMBERT.-
(Turbado.)
Me confunde tanto honor... |
OVERTON.-
(Bajo a JOYCE.) Observad
qué pálido está. |
JOYCE.-
(Bajo a OVERTON.)
Es un cobarde. |
LAMBERT.-
Vuestra elección me llena
de alegría, pero... |
SYNDERCOMB.-
Vuestro papel será
tan fácil como brillante. En este sillón se
sentará Cromwell. (Sube al estrado y le indica a LAMBERT
el sitio que debe ocupar cerca del trono.) Vos os colocaréis
aquí. |
LAMBERT.-
(Ya no lo puedo impedir.) |
SYNDERCOMB.-
Y
desde aquí, sin esfuerzo, sólo separando su
manto, al entregarle la corona, le hundís el puñal
en el corazón. Os envidio. |
LAMBERT.-
(A SYNDERCOMB.)
Como buen hermano, os cedo el sitio de honor, si queréis
admitirlo. |
LUDLOW.-
No; sois necesario para desempeñar
ese papel. Tenéis que presentarle la corona, y nadie
puede colocarse tan bien como vos para herirle; encargar
esto a cualquiera de los demás sería arriesgarlo
todo. |
LAMBERT.-
Pero yo soy el menos digno... |
OVERTON.-
¡Qué
es eso! ¿Vaciláis? |
LAMBERT.-
No, no, yo lo heriré.
|
TODOS.-
(Agitando los puñales.) ¡Muera el amalecita!
¡Muera Oliverio Cromwell! |
BAREBONE.-
Os suplico, hermanos
míos, que me hagáis un favor. Cuando libertéis
a Israel de un rey falso, cuando deis de puñaladas
a Cromwell, no me manchéis el trono; el terciopelo
ése es muy caro y vale diez piastras cada ana.
|
|
(Nueva
explosión de indignación entre los conjurados.)
|
SYNDERCOMB.-
¡Es un vil publicano! |
PRIDE.-
¡Es un avaro!
|
GARLAND.-
¡Creo oír hablar a Nabucodonosor! |
WILDMAND.-
¿Has
aprendido la parábola del mal rico? |
LUDLOW.-
Al sacrificar
la vida no debe pensarse en el óbolo. |
BAREBONE.-
Permitidme
que yo me explique: no soy rebelde a Dios ni traidor a la
república por tener cuidado de los bienes que del
cielo he recibido; desde la base del trono hasta lo alto
del dosel tiene diez codos de altura; ¿no he de temer que
se me estropee cuando esto es todo lo que yo poseo? |
HARRISON.-
(Contemplando
el trono.) Verdaderamente es precioso y yo no me había
fijado en él: las bellotas son de oro puro, y sólo
ese sillón de brocado vale mil jacobos. |
BAREBONE.-
Lo
menos. |
SYNDERCOMB.-
El Dios que nos protege, hermanos, concede
a sus santos los bienes del mundo. El trono nos pertenece
si Cromwell muere en él, y repartiremos entre todos
sus despojos. |
BAREBONE.-
¡Eso no! ¡Cielos, el brocado de
oro y los cortinajes de seda! |
OVERTON.-
Matémosle
primero; después ya nos ocuparemos de lo demás.
|
TODOS.-
¡Amén! |
BAREBONE.-
(¡Estos santos son piratas
y quieren saquearme!) |
OVERTON.-
Hermanos, esperando que Israel
ataque cuerpo a cuerpo al rey de Babilonia sentado en el
trono, y enarbolen nuestras manos contra Oliverio I el estandarte
donde haremos revivir el arpa y la palmera, seis de los nuestros
se apostarán en la sala de guardias. |
TODOS.-
¡Bien!
|
OVERTON.-
Doce de vosotros, ocultando los puñales,
se agruparán en las gradas del vestíbulo; cuatro
en las Aides; otros cuatro en el patio de las Tuteles. Los
demás se diseminarán por todas las capillas
de los Plantagenet, de los Stuardo y de los Tudor, defendiendo
las escaleras e impidiendo el paso por los corredores. Y
pierda o gane Oliverio podremos cerrarle o abrirnos el paso,
y atizando la cólera de la multitud que llenará
el palacio, apresurar la erupción del volcán
popular. |
TODOS.-
Sí, que le devore. |
LAMBERT.-
Hermanos,
la hora ha llegado; salgamos. (¿Cómo le daré
el golpe?) |
LUDLOW.-
Salgamos. |
|
(Todos los conjurados, menos
BAREBONE, salen procesionalmente lo mismo que entraron. En
el momento de llegar LAMBERT a la puerta de la sala, OVERTON
le retiene por el brazo.)
|
Escena VII
|
|
TRICK, GIRAFF, ELESPURU y después
GRAMADOCH.
|
|
Los tres bufones llegan a la puerta principal
y aún ven a BAREBONE que se va.
|
TRICK.-
¡Mira, mira
a Barebone con la cabeza baja! |
GIRAFF.-
No, no está
contento. |
ELESPURU.-
Es un tonto fanático. |
TRICK.-
Un
Jeremías mercader. |
ELESPURU.-
Él ha arreglado
todo esto para Cromwell. |
TRICK.-
Le roba. |
GIRAFF.-
Hace más,
le asesina. |
TRICK.-
Calma en él su sed de oro y de
sangre, y le quiere robar al mismo tiempo la bolsa y la vida.
|
ELESPURU.-
Eso no nos importa. |
GIRAFF.-
¿Dónde nos
colocamos? |
TRICK.-
En esta tribuna. |
ELESPURU.-
Bien pensado;
aquí hay sitio para todos. |
|
(Los tres bufones pasan
por detrás dé la tapicería y suben a
la tribuna.)
|
TRICK.-
Se está bien aquí. |
GIRAFF.-
Veremos
bien la función. |
ELESPURU.-
(Extendiéndose
en un almohadón y bostezando.) Buen sitio para dormir.
Hemos sido muy necios, Trick, en estar velando esta noche
y recibiendo la humedad de los árboles por ver desarrollarse
al aire libre el drama escena tras escena, y corriendo el
peligro de pillar un reumatismo. |
TRICK.-
Cromwell nos va
a indemnizar con su coronación, pues Gramadoch nos
ha prometido que tendrá raro desenlace. |
GIRAFF.-
Ahora
mismo le veremos radiante de gloria, llevando la cola de
Cromwell y empuñando la vara de marfil. |
ELESPURU.-
¡Vaya
una gloria! Yo no soy más que un bufón y desdeñaría
llevar la cola al rey Cromwell. |
GIRAFF.-
Por más que
Gramadoch quiera tener aspecto noble, será siempre
un bufón. |
TRICK.-
¿Sabréis decirme por qué
Cromwell quiere que le lleven la cola? |
ELESPURU.-
Para impedir
que el manto real arrastre por el barro y barra la sala.
|
TRICK.-
Comprendo el motivo y me parece natural; pero ¿quién
impedirá que le arrastre a Cromwell? |
GIRAFF.-
Ya lo
hubiera impedido lord Ormond. |
ELESPURU.-
Si Cromwell no le
hubiera enviado al infierno, con los pies desnudos, con la
cuerda al cuello, a hacer penitencia. |
GIRAFF.-
¡Pobre hombre!
¿Le han ahorcado ya? |
TRICK.-
No. |
GIRAFF.-
Me alegro, porque
así, cuando hayamos visto terminar este drama fastidioso,
quizá lleguemos a tiempo de verle ahorcar. ¡Es preciso
divertirse! |
TRICK.-
Pues si eso es lo que te acomoda, quizá
veamos algo de eso dentro de este palacio, porque me parece
que la muerte también tiene papel en el drama. Me
dice mi instinto que Cromwell camina directamente a su perdición,
porque su suerte fabulosa le ha abandonado. Vengo de recorrer
todo Londres y sé que se han coligado contra él
todos los partidos; todos le amenazan. |
ELESPURU.-
¿Y el pueblo?
|
TRICK.-
Está a la expectativa. Se parece al leopardo
que espera cuando ve dos lobos que luchan, y deja que se
maten ambos, convencido de que él devorará
al que quede vivo. En una palabra, creo que la mina está
cargada y que estallará bajo los pies de Oliverio.
|
GIRAFF.-
(Alegre.) Gran algazara vamos a mover los locos
y los santos; ellos blandirán las espadas y nosotros
aplaudiremos. |
TRICK.-
A propósito, señores,
me ocurre una idea. Cuando Gramadoch, que sólo tiene
un codo de altura, sostenga gravemente la cola del manto
de Cromwell ante todo el Parlamento, y en el momento más
solemne, vamos a provocar su risa haciéndole muecas.
|
ELESPURU.-
Bien pensado. |
GIRAFF.-
Sí, Sí.
|
TRICK.-
¡Pero... qué veo!, aquí viene. |
GIRAFF.-
(A
GRAMADOCH.) ¿Cómo es que vienes aquí sin vestirte
para la ceremonia? |
GRAMADOCH.-
Para dar más brillo
a la corte del nuevo rey, el hijo de lord Roberts se ha apoderado
de mi empleo, y viendo que un gran señor quiere ser
mi compañero, me resigno a ser hoy portacola honorario.
|
ELESPURU.-
¡El hijo de un lord llevar la capa de Oliverio!
Nuestra vergüenza constituye su gloria y se digna envidiarte.
Sube aquí, que quiero abrazarte, porque eres la honra
de los bufones. |
|
(GRAMADOCH sube a la tribuna y sus camaradas
le abrazan.)
|
GIRAFF.-
Nuestra alegría no era completa
porque faltabas tú. |
TRICK.-
Sí, cuanto más
bufones hay más nos reímos, como dijo el otro;
es preferible que estemos los cuatro juntos. |
GRAMADOCH.-
Yo
también lo prefiero. Pero aquí viene Milton.
La suma ya está completa. |
Escena IX
|
|
Dichos,
hombres y mujeres del pueblo; luego WILLIS, después
OVERTON, SYNDERCOMB y los conjurados puritanos.
|
|
(Llega
la gente del pueblo tumultuosamente, y una voz dice desde
dentro):
|
¡Por aquí! |
MILTON.-
(A su paje.) ¿Quién
viene? |
EL PAJE.-
Gente del pueblo. |
MILTON.-
(Amargamente.)
¡Ah, sí! ¡El pueblo!... |
HOMBRE 1.º-
Todavía
no están aquí los guardias. |
HOMBRE 2.º-
Hemos
llegado los primeros. |
HOMBRE 3.º-
Ocupemos los mejores sitios.
(Se colocan cerca del trono. Entra RICARDO WILLIS envuelto
en la capa.) |
TRICK.-
Mirad entre la multitud aquel hombre
que mira bizco; es el espía Willis. (Entran OVERTON
y SYNDERCOMB, y se confunden con el grupo de los espectadores.)
|
HOMBRE 1.º-
La ceremonia será magnífica. |
HOMBRE
2.º-
Soberbia. |
HOMBRE 3.º-
Oliverio sabe hacer bien las cosas.
|
MUJER 1.ª-
El trono es de oro macizo. |
MUJER 2.ª-
Las franjas
son preciosas. |
MUJER 3.ª-
Tendremos mucha alegría y
muchas fiestas. |
MUJER 1.ª-
En vez de predicadores monótonos
tendremos bailes. |
MUJER 2.ª-
Y carreras de caballos. |
MUJER
3.ª-
Y representaciones teatrales. |
|
(Un soldado viejo, inmóvil
hasta entonces, da un paso hacia las mujeres y grita con
voz tonante):
|
SOLDADO.-
¡Mujeres, callad! |
HOMBRE 1.º-
¿Qué
dice ese soldado? |
HOMBRE 2.º-
¿Qué tiene que reprochar
a nuestras esposas? |
SOLDADO.-
(A los hombres.) ¡Mujeres,
callad! |
LOS HOMBRES.-
¿Nosotros mujeres? |
SOLDADO.-
Sí,
sois peores que ellas. |
OVERTON.-
(Tocando en el hombro al
soldado.) Sin duda os han colmado de injusticias, veterano;
sin duda, después de muchos años de servicio,
os han quitado el empleo. |
SOLDADO.-
Tenéis razón.
|
OVERTON.-
(A la multitud.) Amigos, el soldado dice bien;
no es oportuno reír cuando el pueblo de Israel llora;
cuando un hombre, oprimiendo a los que le han protegido,
viene a imponer un trono al pueblo; cuando todo empeora las
desgracias que la Inglaterra sufre. |
HOMBRE 1.º-
Eso es verdad;
pero ese soldado habla con demasiada dureza. (La multitud
aumenta poco a poco.-Entra el trabajador NAHUM) |
OVERTON.-
Hermanos
míos, perdonad a ese noble mártir, que habla
con el corazón lacerado, y dejad que mezcle su amarga
queja a los gritos de nuestra pobre madre la patria, que
está sufriendo ahora el alumbramiento de un rey.
|
HOMBRE 3.º-
No sé por qué la palabra rey me
hace daño. |
HOMBRE 2.º-
Lo que yo no comprendía,
ese señor acaba de explicármelo. |
EL NAHUM.-
Un
rey es un tirano. |
HOMBRE 2.º-
¡Viva la República!
|
OVERTON.-
Y un rey como Cromwell, falaz y opresor. ¿Qué
era ayer? |
SOLDADO.-
Un soldado. |
UN COMERCIANTE.-
Un cervecero.
|
HOMBRE 3.º-
No podremos impedir que se verifique esta fiesta
horrible. |
HOMBRE 1.º-
¡Atreverse Cromwell a usurpar la corona!
|
NAHUM.-
En él es una impiedad querer ser rey. |
HOMBRE
2.º-
Un crimen. |
HOMBRE 1.º-
Además, está proscripta
la monarquía. |
OVERTON.-
Todo el pueblo tiene derecho
a ese trono. |
HOMBRE 1.º-
¿Por qué le había
de tener él solo? |
OVERTON.-
Porque el infierno le
marca el camino que debe seguir, y resucita a los reyes y
los abusos antiguos y nos quiere aplastar con el peso de
un trono abominable. |
MUJER 1.ª-
Se dice que ha hecho pacto
con el diablo. |
MUJER 2.ª-
Se cuenta que de noche le relucen
los ojos. |
MUJER 3.ª-
Se refiere que tiene tres filas de dientes
en la boca. |
|
(Van entrando poco a poco los conjurados puritanos,
menos LAMBERT. Se estrechan la mano cuando se encuentran
y se confunden silenciosamente con la multitud.)
|
EL NAHUM.-
Él
es el monstruo que anunció San Juan. |
HOMBRE 2.º-
Es
la bestia del Apocalipsis. |
OVERTON.-
Al fin tendremos que
ir a la puerta de su palacio a pedir limosna. |
EL NAHUM.-
No
es el trono lo que necesita Cromwell; le hace falta la horca
de Amán y la cruz de Barrabás. |
SYNDERCOMB.-
¡Muera
Cromwell! |
WILLIS.-
(Entre la multitud.) ¡Muera! ¡Muera el
usurpador! |
MILTON.-
Hablad más bajo. (A la multitud.)
|
SOLDADO.-
No queremos. |
EL NAHUM.-
Las sentencias de Dios se
proclaman en voz alta. |
OVERTON.-
(Al soldado.) ¡Silencio!
(Dice esto al ver que entra un destacamento de soldados del
regimiento de CROMWELL, con uniforme rojo, con coraza y mosquetes.)
Vienen a poner la guardia; ahora ya es preciso hablar con
tiento. |
|
(Los soldados empujan hacia atrás al pueblo
por las dos partes de la sala.)
|
EL JEFE DEL DESTACAMENTO.-
¡Plaza
a los coraceros del león de Inglaterra! Haceos hacia
atrás. |
HOMBRE 1.º-
(Se conoce en su aire altivo que
pertenece al regimiento del Protector.) |
EL JEFE.-
¡Soldados!
Ya que el Espíritu Santo nos reúne, roguemos
todos a Dios por nuestro general. |
OVERTON.-
¿Por vuestro
general? Decid por vuestro rey. |
EL JEFE.-
¿Quién se
atreve a insultarle? |
OVERTON.-
Yo. |
EL JEFE.-
Pues vos mentís.
|
OVERTON.-
Digo la verdad. |
EL JEFE.-
¡Ya se guardará
Cromwell de ser rey! |
OVERTON.-
Lo va a ser ahora mismo.
|
EL JEFE.-
¿Quién lo ha dicho? |
OVERTON.-
Mirad. |
|
(Entra
el CAMPEÓN DE INGLATERRA, a caballo, armado de todas
armas y flanqueado por cuatro alabarderos, que llevan delante
de él una bandera que tiene bordadas las armas del
Protector.)
|
Escena X
|
|
Dichos y el CAMPEÓN DE INGLATERRA.
|
SOLDADO.-
(Bajo a OVERTON.) Oigamos lo que va a decir.
|
EL CAMPEÓN.-
(Parando el caballo delante del trono.)
¡Hosanna! Os hablo en nombre del Dios vivo. El ilustre Parlamento,
después de implorar durante mucho tiempo por medio
de plegarias la inspiración del Espíritu Santo
para poner fin a los males que afligen al pueblo y a la fe,
se apoya en Oliverio Cromwell y le proclama rey. (Murmullos
entre la multitud.) |
TRICK.-
Ya se indignan los cantores de
salmos. |
CAMPEÓN.-
Si se encuentra en Londres o en
sus tres reinos cualquier hombre joven o viejo, plebeyo o
caballero, que se atreva a disputar su derecho a Oliverio
Cromwell, yo, que soy el campeón de Inglaterra, le
desafío a daga, a hacha, a sable o a cimitarra, y
le inmolaré sin cuartel y sin piedad, colgando su
escudo de las crines de mi caballo. Si ese hombre se encuentra
aquí, que venga y que hable y que sostenga su derecho
con la punta de la espada. Vosotros todos sois testigos de
que yo, limpio de todo pecado, le arrojo el guante, que quito
de mi mano derecha. |
|
(El CAMPEÓN arroja su guantelete
ante el pueblo, saca la espada y la blande por encima de
la cabeza.)
|
EL PORTA-ESTANDARTE Y LOS ALABARDEROS DEL CAMPEÓN.-
Hosanna
|
|
(Silencio de estupor en el pueblo. Todas las miradas se
dirigen al guantelete.)
|
CAMPEÓN.-
¿Nadie contesta?
|
OVERTON.-
(Si no fuera conveniente callar...) |
MILTON.-
¿Por
qué arrojar un solo guante, campeón de Inglaterra?
Vuestro señor debió arrojar tantos guantes
cuantos vasallos cree tener. (Movimiento de aprobación
en la multitud.) |
CAMPEÓN.-
¿Quién contesta?
¡Ah, es aquel ciego! Alejaos de aquí, buen hombre.
(Los soldados hacen retroceder a MILTON.) |
MILTON.-
(Retrocediendo.)
Es una desgracia ser ciego. |
CAMPEÓN.-
Estoy esperando.
¿Nadie me contesta? |
SOLDADO.-
(Es arrogante y necio.) |
SYNDERCOMB.-
(Bajo
a OVERTON.) No sé qué mano me detiene que no
le castigo. |
OVERTON.-
(Bajo a SYNDERCOMB.) Es indispensable
tener prudencia. |
GRAMADOCH.-
(Esos locos van a embrollar
la partida si recogen el guante. El drama no tiene desenlace,
es preciso impedirlo.) |
TRICK.-
¿Y Cómo? |
CAMPEÓN.-
¿Ninguno
me responde? |
GRAMADOCH.-
(Saltando de la tribuna a la sala.)
Sí, yo. (Sorpresa en la multitud.) |
CAMPEÓN.-
(Asombrado.)
¿Tú recoges el guante? |
GRAMADOCH.-
(Levantándolo
del suelo.) Sí. |
CAMPEÓN.-
¿Quién eres
tú? |
GRAMADOCH.-
Un hombre que vive de hacer muecas,
como tú. Nuestras dos máscaras son engañadoras;
mis gestos hacen reír y los tuyos causan miedo. |
CAMPEÓN.-
Tienes
aire de pillastre. |
GRAMADOCH.-
Como tú. |
CAMPEÓN.-
¡Ah!
Es un bufón. (Con desprecio.) |
GRAMADOCH.-
Precisamente.
Por gusto y por sistema pertenezco a la corte, por mi cualidad
de bufón, como tú has dicho. |
MILTON.-
¿Qué
significa esta parodia? (Los otros tres bufones se ríen
a carcajadas en la tribuna.) |
GRAMADOCH.-
Vamos a batirnos.
|
CAMPEÓN.-
¡Infeliz payaso, márchate o mando
que te azoten! |
GRAMADOCH.-
No me trates con tanto desdén,
que tú eres un maniquí como yo, pero menos
alegre. Cromwell nos paga a los dos para que hagamos ruido,
para que tu voz sea una campana y la mía un cascabel;
yo soy un porta-cola, pero tú eres su porta-voz.
|
CAMPEÓN.-
¿Qué arma eliges? |
GRAMADOCH.-
¿Yo?
Este sable de madera. (Lo desenvaina y lo agita en el aire.)
No necesito más arma que ésta para batirme
con un guerrero de paja. ¡En guardia, capitán! |
CAMPEÓN.-
(Señalando
a GRAMADOCH.) ¡Prended a ese bufón! |
|
(Los guardias
se apoderan de GRAMADOCH.)
|
GRAMADOCH.-
(Debatiéndose
para no dejarse coger y riendo.) ¡Estoy en mi derecho! ¡El
cobarde me hace prender porque me tiene miedo |
|
(Los tres
bufones aplauden y se ríen a carcajadas.)
|
CAMPEÓN.-
No
habiéndome disputado nadie el derecho que quiero hacer
constar, más que un ciego y un bufón, delante
de todo el mundo proclamo a Oliverio Cromwell rey de Inglaterra.
|
ALABARDEROS.-
¡Dios salve a Oliverio rey! |
|
(Profundo silencio
en la multitud y en la tropa.)
|
CAMPEÓN.-
Pasemos adelante.
|
|
(Vase lentamente con su cortejo.)
|
Escena XI
|
|
Los mismos
menos el CAMPEÓN DE INGLATERRA y sus alabarderos.
|
VARIAS VOCES DE LA MUCHEDUMBRE.-
¿Eso
es que ya va a salir de White-Hall? -Me parece que sí.
(Se oyen voltear las campanas y cañonazos con intervalos
iguales.) -¡Silencio! ¿Oís las campanas y el cañón?
-Sí; ya sale. -¡Gran Dios, cuánta gente hay
en la plaza! -La multitud parece un hormiguero de cabezas.
-En la plaza se han alquilado los balcones muy caros. -¡Para
ver a Cromwell! ¡Para ver a un hombre de carne y hueso! Estos
babilónicos están locos. -¡Ay! ¡Me ahogo! -Mirad,
ya desemboca en la plaza el cortejo. -¡Ah!... (Movimiento
en la muchedumbre. Todos las miradas se dirigen con avidez
hacia la puerta grande de la sala.) -¿Quién es ese
que marcha delante? -Es el mayor Skippon, es un soldado que
tiene mucha fama. -Los santos piensan manejar mucho los puñales.
-No los manejarán tan bien como en White-Hall el 30
de enero. -Si no me estuviera ahogando, iría a estrangularte.
-¡Silencio! -Aquí está el lord Corregidor.
(Sale lord Corregidor con los aldermens y todos los guardias
y dependientes de la ciudad. Se detienen a la izquierda de
la puerta grande. Entran los tribunales en procesión
y se sientan en las gradas del fondo de la sala.) -Ahí
están los barones de los tribunales con trajes de
color escarlata. |
UN UJIER.-
(Que aparece en el umbral de
la puerta y grita.) ¡Plaza al Parlamento! ¡Plaza! (Entra
el Parlamenta en dos filas, precedido del Orador, ante el
que marchan los maceros, los ujieres y los demás dependientes
de la Cámara.) -¿Cómo se llama el orador? -Se
llama Tomás Widdrington. -Parece un buen hombre. -Pues
es un Judas. |
OVERTON.-
(Bajo a WILLIAM.) El pueblo es rencoroso;
ya veis, ni una sola voz ha gritado: ¡Dios guarde a los Comunes!
|
WILLIAM.-
(Bajo a OVERTON.) ¡Dios confunda a todos los miembros
del Parlamento! Todos están vendidos al intruso y
le adoran. |
TRICK.-
¿Qué va a pasar aquí? |
GIRAFF.-
¿Qué
nos importa? |
ELESPURU.-
Por de pronto Gramadoch ya nos ha
hecho reír. |
UN UJIER.-
(Desde el balcón de
la gran tribuna que está enfrente del trono.) Milady
Protectora. (Aparece la Protectora acompañada de sus
cuatro hijas; se sientan en la parte delantera de la tribuna,
cuyo fondo ocupan las damas de su servidumbre. En el momento
que entra en escena la familia de CROMWELL se opera gran
movimiento y gran murmullo en la Asamblea, y todas las miradas
se fijan en la tribuna.) -La Protectora tiene aspecto de
ser poco inteligente. -Es hija de un tal Boucher. -Pero en
cambio ha producido una graciosa Eva. -¿Dónde está?
-A su derecha. -Es lady Francisca. -¿Su hija? -Sí.
-Entonces tiene seis o siete el Protector. -No, cuatro, las
que están delante. -¡Qué calor hace! |
|
(Se oye
un cañonazo en la plaza, muy cerca de Westminster.)
|
SYNDERCOMB.-
(Bajo al grupo de los conjurados.) ¡Ya llega!
|
|
(Segundo cañonazo. Gran murmullo en la plaza.)
|
OVERTON.-
Cada
uno a su sitio. (A los conjurados.) (Siguen oyéndose
cañonazos a intervalos iguales. El Ayuntamiento sale
a recibir al Protector.) -¡Ah! ¡Ya está ahí!
-Viene solo en la carroza. -Está mirando el reloj.
-El corregidor y los sherifs le salen al encuentro. -¿Sabéis
cómo va vestido? -De terciopelo negro. -El corregidor
le aborda. -La carroza se para. -Le dirigen una arenga y
él contesta moviendo la cabeza. -La entregan un memorial,
que él da a lord Broghill. -El Protector contesta
a la arenga. -Es lástima que no se pueda oír
lo que dice. -Se apea del carruaje. -Va a rezar a Dios en
la sala de la Cancillería. -Que se vaya a rezar al
infierno. -¡Silencio! -Mirad al portaespada y después
al portacola. -Y al reverendo ministro con su capa azul.
-El lord corregidor, a caballo, precede a su carroza con
la espada desnuda. -Ese usurpador feroz tiene el aspecto
de los reyes antiguos. -¡Muera Oliverio el último!
-Dejádmele ver. -Aquí está. |
|
(CROMWELL,
rodeado de su séquito, aparece en el umbral de la
puerta grande-Murmullo en la muchedumbre, que se descubre
con respeto. -El Protector va vestido de terciopelo negro,
sin espada y sin capa. -Cerca de él y delante se coloca
el lord Corregidor, con la espada desnuda y levantada; detrás,
también con la espada en alto, LORD CARLISLE. Con
el séquito llegan los generales DESBOROUGH, FLETWOOD,
THURLOE, STOUPE, los secretarios de Estado y los secretarios
particulares del gabinete, RICARDO CROMWELL., HANNIBAL SESTHEAD,
con sus pajes dinamarqueses; multitud de generales y de coroneles,
y el predicador Lockyer. -Se coloca junto a la puerta de
la derecha el grupo de grandes dignatarios que deben figurar
en la ceremonia; LORD WARWICK lleva la púrpura real
en almohadones de terciopelo rojo; LORD BROGHILL el cetro;
el general LAMBERT la corona; WHITELOCKE los sellos del Estado;
un regidor, que representa al Corregidor, la espada; un abogado
de los Comunes, que representa al orador del parlamento,
la Biblia.)
|
Escena XII
|
|
CROMWELL, su familia, su séquito
y la muchedumbre.
|
|
En cuanto CROMWELL aparece en la puerta
grande, cesan de oírse el vuelo de campanas, el toque
de clarines y los cañonazos, pero en cambio se oyen
las aclamaciones desde fuera de palacio.
|
VOZ AFUERA.-
¡Viva
el lord Protector de Inglaterra! |
OVERTON.-
(Bajo a GARLAND.)
Esas aclamaciones son pagadas. |
GARLAND.-
(Bajo a OVERTON.)
No tardaremos en hacerlas callar. (CROMWELL da algunos pasos
en la escena. Silencio profundo.) |
CROMWELL.-
¡La paz sea
con vosotros, en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo! |
VARIAS VOCES.-
¡Viva Cromwell! |
THURLOE.-
(Bajo a CROMWELL.)
El pueblo os apoya y os idolatra. |
CROMWELL.-
(Bajo a THURLOE.)
Como hoy aplaude mi elevación, mañana aplaudiría
mi suplicio. |
EL ORADOR DEL PARLAMENTO.-
Milord, cuando Samuel
ofrecía Sacrificios, por Medio de una parábola
viva manifestaba al rey Saúl que era un peso excesivo
para un hombre solo el gobernar un pueblo entero, por lo
que Maximiliano dice con frecuencia que es muy difícil
gobernar un imperio. En efecto, hay pocos mortales capaces
de dirigir el paso de las naciones. El inmenso carro que
arrastran los acontecimientos, cargado de hombres, rueda
pesadamente, y para guiarle por escabrosos caminos se necesitan
brazo fuerte y manos poderosas, por lo que es dificilísimo
escoger un hábil conductor: deben elegirle dos poderes,
y necesita reunir la elección del pueblo y la elección
de Dios: escogido así, llegará a ser uno de
los pocos e ilustres mortales que como faros alumbran a los
pueblos, cuya luz siguen desde lejos. De lo que acabo de
decir se deduce que sólo un brazo poderoso y hábil
es capaz de dirigir la marcha de un pueblo, y que el pueblo
necesita un jefe, y el mundo un hombre; este hombre, milord,
sois vos. |
CROMWELL.-
(Al orador.) Agradecido, manifiesto
a todas horas mi reconocimiento al Todopoderoso, porque me
ha impulsado a conseguir la grandeza y la prosperidad de
Inglaterra. En Irlanda, a pesar de las discordias civiles,
la fe rápidamente invade las ciudades; y la carnosidad
de la úlcera papista, que quema Harry, mi teniente,
la extirpa con una mano y la cauteriza con la otra. Dentro
de sus murallas Roma ya no tiene ningún apóstol.
En Escocia a los clans se les ha obligado a cumplir con su
deber. En el exterior todo va bien. Dunkerque no tiene esperanza
de salvarse, e Inglaterra, aliándose con Francia,
influye sobre España. Nuestro comercio en la India
ha progresado mucho. He enviado dos escuadras a la Jamaica.
El toscano está ya arrepentido, le perdonaremos; y
cuando todo a nuestro alrededor esté pacificado, iremos
a salvar al moscovita de las hordas del Sultán, ya
que éste nos invita y ya que Dios secunda nuestros
proyectos. Ya que conseguimos el favor celestial, inclinemos
la frente y doblemos las rodillas; recemos para que el Espíritu
Santo descienda hasta nosotros.
|
|
(CROMWELL se arrodilla;
todos le imitan. Momentos de silencio y de recogimiento.)
|
SYNDERCOMB.-
(Bajo a OVERTON y a GARLAND.) Ahora que todos
están arrodillados, con las espadas en el suelo y
distraídos, ¿por qué no nos arrojamos sobre
él? |
GARLAND.-
Ahora no. ¡Matarle cuando está
rezando! |
SYNDERCOMB.-
¿Pues qué hacemos? |
GARLAND.-
Rezar
también, por que Dios le pierda. Que elija Dios entre
las dos oraciones. |
CROMWELL.-
(Levantándose.) ¡Vamos!
|
|
(Todos le imitan. El conde de WARWICK avanza con pasos lentos
y mesurados hacia el Protector, pone una rodilla en tierra
y le presenta el manto real guarnecido de armiño.)
|
WARWICK.-
Dignaos vestir esta púrpura, milord. (Con
la ayuda de WARWICK, CROMWELL se pone el manto real.) |
OVERTON.-
Se
cubre ya con la mortaja. |
GARLAND.-
Es del color de escarlata
de la prostituida Tyro. |
WILDMAN.-
¡Tarda mucho en caer el
rayo! |
|
(CROMWELL, con la púrpura, de la que LORD ROBERT
sostiene la cola, avanza hacia el trono. El conde WARWICK
le precede con la espada en alto; lord CARLISLE le sigue
con la espada inclinada hacia el suelo.)
|
MILTON.-
(Con voz
de trueno.) ¡Cromwell, ay de ti! |
CROMWELL.-
(Volviéndose.)
¿Quién habla? |
MILTON.-
Acuérdate de los idus
de marzo. |
OVERTON.-
(A MILTON.) No divulgues nuestros secretos.
|
CROMWELL.-
Milton, explicaos. |
MILTON.-
Mane, Thecel, Phares.
(CROMWELL le mira con desprecio y sube al trono.) |
OVERTON.-
¡Sube
al trono! Respiro. |
GARLAND.-
Estemos alerta. |
|
(CROMWELL se
sienta en el trono. Se coloca a su lado WARWICK y CARLISLE
detrás del sillón; THURLOE y STOUPE a los lados.
El LORD CORREGIDOR, seguido del Ayuntamiento, avanza hasta
el pie del trono con el almohadón que sostiene la
espada; sube algunos escalones, pone una rodilla en tierra
y presenta la espada a CROMWELL.)
|
CORREGIDOR.-
Lord Oliverio,
recibid de nuestras manos esta espada. No en la fragua, sino
en la frente de los tiranos, un pueblo entero ha forjado
este acero. La hoja tiene dos filos, para que pueda servir
como espada de la justicia y como espada de la guerra. Para
que a la vez, terrible en el combate y en el templo, brille
en las manos del soldado y flamee en las manos de Dios. La
honorable ciudad de Londres os la entrega.
|
|
(CROMWELL
se ciñe la espada, la desenvaina, la blande, después
se la devuelve a LORD CORREGIDOR, que la envaina y se retira.)
|
WHITELOCKE.-
(Se aproxima a CROMWELL con el mismo ceremonial.)
Milord, aquí tenéis los sellos. |
|
(CROMWELL
toma los sellos; después se los devuelve a WHITELOCKE,
que se retira. El orador del Parlamento, con los oficiales
de la Cámara de los Comunes, avanza llevando la Biblia.)
|
ORADOR.-
Milord, aquí tenéis el libro. |
|
(CROMWELL
toma la Biblia, el orador se retira. El general LAMBERT,
pálido e inquieto, se aproxima llevando la corona
en un rico almohadón de terciopelo carmesí.
OVERTON se coloca cerca de él.)
|
LAMBERT.-
(Arrodillado
en las gradas del estrado de CROMWELL.) Milord... |
OVERTON.-
(Aquí
estoy yo, ¡valor!) |
LAMBERT.-
(¡A mi lado!) Recibid la corona...
|
OVERTON.-
(Sacando el puñal y en voz baja a LAMBERT.)
(Y la muerte.) |
|
(Todos los conjurados que están entre
la multitud llevan la mano a los puñales.)
|
CROMWELL.-
(Como
despertándose sobresaltado.) ¡Deteneos! ¿Qué
significa esto? ¿Por qué darme la corona? ¿Quién
me la da? ¿Con qué derecho vienen a confundirme con
los reyes? ¿Por qué escandalizar así nuestras
fiestas religiosas? ¡Coronarme a mí, que hice caer
la cabeza de los reyes! Milores, amigos, hermanos, que me
estáis escuchando; no he venido aquí para ceñirme
la diadema, sino para que el pueblo corrobore mi título,
para que rejuvenezca mi poder, para que renueve mis derechos.
La escarlata sagrada está teñida dos veces;
su púrpura pertenece al pueblo, y yo la recibí
de él con lealtad, pero ni le he pedido ni quiero
la corona real; que yo no daría uno solo de mis cabellos,
que han blanqueado sirviendo a Inglaterra, por todos los
florones de los príncipes del mundo. Quitad de mi
vista y llevaos ese juguete ridículo que halaga la
vanidad. Me conocen muy mal los que quieren afrentarme coronándome.
He recibido de Dios lo que ellos no me pueden dar, un don
imperdible, el de ser dueño de mí mismo. El
que es hijo del cielo no puede dejarlo de ser: por eso el
universo está envidioso de nuestras prosperidades,
y el pueblo inglés es un pueblo escogido. La Europa
es el humilde satélite de nuestra isla; todo cede
a nuestra buena estrella: parece que el Señor nos
haya dicho: «Inglaterra, sé grande y serás
mí hija predilecta» El señor nos colma con
abundantes bondades, y cada día que acaba, cada día
que amanece, añade un eslabón de oro a nuestra
cadena inmensa. ¡Y me atrevería yo a ir contra Dios,
que nos concede una suerte privilegiada entre todas las suertes
del mundo! ¡Me atrevería a hollar el derecho del pueblo
escogido posponiendo su interés al mío! ¿Creéis
cogerme con el anzuelo de una vana diadema? Ingleses, yo
he destrozado una corona en otro tiempo, sin haber llevado
nunca ninguna, y sé bien lo que pesa. No quiero cambiar
por una corte el campamento que me rodea, ni la espada por
él cetro, ni el casco por la corona; ¡no soy tan niño!
Construirme un trono es cavarme una tumba. Cromwell sabe
que el que sube ha de caer. ¡Ah! ¡Llevaos ese símbolo
execrable y odioso! Tened piedad de mí, hermanos,
en vez de envidiar al Protector, porque siento ya al peso
de los años debilitarse mis fuerzas y que está
próximo mi fin. Hace ya mucho tiempo que estoy atado
al poder; estoy viejo y cansado y necesito reposar. Cada
día suplico a la bondad divina, dándome golpes
de pecho, que aparte de mi pensamiento el vano orgullo de
querer ser rey, y voy a llamar, para que lea en mi alma,
a un teólogo que sea lumbrera de la Iglesia para consultarle
sobre este punto. Debo rendir cuentas al Altísimo
de vuestra libertad, y quiero, siguiendo su ley como mi ley
suprema, cumplir lo que dice el salmo doce. (Grandes aclamaciones
y aplausos. Las palabras de CROMWELL han disipado poco a
poco la hostilidad que el pueblo y los soldados sentían
hacia él, hasta el punto de hacerles entusiasmar.
Estupor en el Parlamento y en el séquito del Protector.
CROMWELL se levanta, y con un gesto imperioso hace callar
a la multitud.) Sobre esto roguemos al Señor con corazón
humilde que nos persevere en su santa gracia. Os he hablado
con el corazón en la mano, y como última súplica
os pido perdón por haberos entretenido con mis palabras
tanto tiempo. |
|
(Vuélvese a sentar.-Nuevos
transportes y aclamaciones del pueblo. Los conjurados puritanos,
desconcertados, guardan silencio sombrío.)
|
OVERTON.-
(¡Morirá
en la cama!) |
GARLAND.-
(Ya que le aplauden, que le sufran.)
|
VARIAS VOCES.-
¡Viva el Protector de Inglaterra! ¡Gloria
al vencedor de Tyro! |
OVERTON.-
(¡Nos ha chasqueado! Alguno
nos ha denunciado... ) |
BAREBONE.-
(Este es el único
medio de salvar mis intereses.) |
CROMWELL.-
Lambert, comeréis
hoy conmigo. (Bajo.) ¿Por qué tembláis ya si
no está a vuestro lado? |
LAMBERT.-
¿Quién? (Asustado.)
|
CROMWELL.-
Overton. Ya sé que erais del complot.
|
LAMBERT.-
Milord, os juro... |
CROMWELL.-
No juréis...
|
LAMBERT.-
Pero si... |
CROMWELL.-
Tengo testigos. Erais el
jefe. |
LAMBERT.-
¡Yo el jefe! |
CROMWELL.-
De nombre.... porque
estabais asustado de vuestra propia audacia, y no os hubierais
atrevido a clavarme el puñal frente a frente. |
LAMBERT.-
¡Milord!
|
CROMWELL.-
Me han asegurado que habéis sentido de
pronto grandes deseos de vivir en la soledad, por lo que
me presentaréis en seguida vuestra dimisión.
|
|
(CROMWELL le despide con un signo. LAMBERT desciende del
estrado y vuelve a formar parte del séquito. CROMWELL
ve en aquel momento el cetro que LORD BROGHILL ha depositado
en las gradas del trono.)
|
CROMWELL.-
¿Qué hace ahí
ese cetro? Quitad de ahí esa muñeca. Para ti,
bufón (Indicando a TRICK.) |
|
(Redoblan
las aclamaciones. Entra un ujier de la ciudad, se inclina
ante el trono y se dirige a CROMWELL.)
|
UJIER.-
Milord, el
supremo Shérif. |
CROMWELL.-
Que entre. (Entra el supremo
Shérif.) |
CROMWELL.-
¿Qué tenéis que
decir? |
SHÉRIF.-
Milord, los prisioneros, los condenados
a muerte... |
CROMWELL.-
¿Están ya ejecutados? |
SHÉRIF.-
Todavía
no. |
CROMWELL.-
Me alegro. |
SHÉRIF.-
Hewlet levantó
al amanecer la horca en Tyburn. Antes de ser conducidos al
sitio fatal desean ser introducidos ante vuestra alteza.
¿Ordeno la ejecución o la retardo? |
CROMWELL.-
¿Qué
es lo que alegan? |
SHÉRIF.-
Dicen que quieren hablaros.
|
CROMWELL.-
Traedlos. |
SHÉRIF.-
¿Aquí, milord?
|
CROMWELL.-
Aquí. (A una señal de CROMWELL el
Shérif se inclina y se va.) Doctor Lockyer, habéis
sido elegido para edificarnos con la palabra santa; os espero.
El tiempo pasa. |
|
(El doctor LOCKYER sube con embarazo al
púlpito que está enfrente del trono.)
|
LOCKYER.-
Milord,
he aquí el texto que he elegido. |
CROMWELL.-
Hablad,
hablad. |
LOCKYER.-
(Leyendo en una Biblia que tiene en la
mano.) «Un día que se reunieron los árboles
para nombrar rey, dijeron al olivo: Sed nuestro monarca...»
|
CROMWELL.-
Hermano, ¿de dónde tomáis ese texto
temerario? |
LOCKYER.-
De la Biblia, milord. |
CROMWELL.-
¿De
dónde? |
LOCKYER.-
(Presentándole el libro.)
Del libro de los Jueces; capítulo IX, versículo
VIII. |
CROMWELL.-
¡Callaos! Ese texto en nada se relaciona
con las circunstancias. Podíais haber encontrado otro
mejor en las Sagradas Escrituras; como por ejemplo: «Maldito
sea el que en su camino engaña al ciego errante o
este otro: «El verdadero sabio se atreve y duda podíais
tratar esas y otras cuestiones ante un pueblo instruido,
piadoso y grande; estoy cansado de oír esas predicaciones
de colegio; bajad de ahí. |
|
(Nuevas aclamaciones. LOCKYER,
confundido, baja del púlpito y se pierde entre la
multitud.-Entra un ujier de la ciudad, que se para en el
umbral de la puerta grande y dice en alta voz):
|
UJIER.-
Milord,
los prisioneros. |
CROMWELL.-
Que entren. |
|
(Entran los caballeros
presos; LORD ORMOND va al frente. Les precede el supremo
Shérif y vienen custodiados por arqueros y guardias
del Municipio.)
|
Escena XIII
|
|
Los mismos, ORMOND, ROCHESTER,
ROSEBERRY, CLIFFORD, DROGHEDA, PETERS DOWNIE, SEDLEY, WILLIAM MURRAY, JENKINS y MANASSÉ, con las manos atadas detrás
de la espalda, con los pies desnudos y con una cuerda al
cuello. El supremo SHÉRIF, arqueros de la ciudad y
guardias del Municipio.
|
LOS GUARDIAS.-
¡Plaza!, plaza! |
|
(Entran
los caballeros y se detienen ante el trono de CROMWELL; ORMOND
y ROCHESTER van en primera fila; conservan actitud serena,
mientras que MURRAY y MANASSÉ parecen aterrados.)
|
CROMWELL.-
¿Qué es lo que queréis? (¡Si me
pidieran perdón!) |
ORMOND.-
Somos de hierro, y no venimos
a implorar merced, favores ni perdón. Vamos a morir
y hasta nos envanece el suplicio; nada es capaz de acobardarnos
ni de envilecernos. Además, no debemos esperar piedad
del Protector. |
CROMWELL.-
¿Pues qué es lo que queréis?
|
ORMOND.-
Saber qué camino habéis elegido para
conducirnos al cielo. Nos han dicho que estamos condenados
a la horca; pero. ¿sabéis lo que somos? |
CROMWELL.-
Bandidos
condenados a muerte. |
ORMOND.-
Somos gentileshombres, y como
vemos que lo ignoráis, venimos a enseñároslo.
Los que disfrutan de nuestro rango no pueden ser condenados
a la horca; de ella está libre la nobleza; por eso
venimos a reclamar. |
CROMWELL.-
¿Es esto todo? (Me piden que
les perdone la vida.) |
ORMOND.-
Sí, os pedimos que
reflexionéis: reclamamos que en nosotros se cumpla
la ley. |
CROMWELL.-
Entonces, ¿qué es lo que deseáis?
|
ORMOND.-
Que se nos libre de la vergüenza de la horca
y de sus indignidades y que nos corten la cabeza, ya que
tenemos derecho a ser decapitados. |
CROMWELL.-
(Bajo a THURLOE.) (Estos hombres singulares no conocen el miedo, y hasta al
cadalso sube con ellos el orgullo; su preocupación
les sigue hasta la eternidad.) ¿Queréis que al entrar
en el cielo la puerta se os abra de par en par, y pensáis
que sería demasiado honor para el verdugo ahorcar
a muy altos y poderosos señores? Sin embargo, en vuestras
filas se encuentran algunos que pueden ser colgados, sin
que sus antepasados se ruboricen, porque no los tuvieron
nunca. Por ejemplo, ese judío y ese magistrado plebeyo.
|
JENKINS.-
A mí no se me puede juzgar. Carecéis
de derecho para imponerme la muerte y para castigarme con
cárcel o con multa. Soy libre, y leo en la Carta normanda:
Nulus homo liber imprisionetur. |
ROCHESTER.-
(Riendo a SEDLEY.)
Ahora se nos descuelga citando leyes del tiempo del rey Arturo.
|
CROMWELL.-
He conseguido apoderarme de vosotros, jefes y
cómplices, haciéndoos caer en vuestras propias
redes; ha llegado la hora de castigaros, y habéis
elegido mal la ocasión para pretender mis favores.
|
ORMOND.-
No pedimos favores, milord; reclamamos un derecho
de que goza la nobleza inglesa. |
CROMWELL.-
Habéis
penetrado esta noche en mi casa, con la espada desenvainada,
después de seducir a mi guardia, creyendo, sin testigos,
apoderaros de mí y en mi propio lecho; si hubierais
conseguido vuestro objeto, ¿qué hubierais hecho de
mí? |
ORMOND.-
No os hubiéramos condenado a la
horca. |
CROMWELL.-
No, porque teníais mucha prisa,
y el puñal mata más pronto. Pero habéis
caído en mis manos y os pregunto: ¿qué deseáis
de mí? |
ORMOND.-
Morir como caballeros, y morir por
nuestro rey. |
CROMWELL.-
Anciano, os vais a sentenciar vos
mismo. ¿Si hubiera caído yo en vuestro poder, me hubierais
perdonado? |
ORMOND.-
No os hubiera concedido el perdón.
|
CROMWELL.
-Pues yo os lo concedo. |
|
(Movimiento de sorpresa
entre la multitud.)
|
LOS CABALLEROS.-
¡Qué dice! |
CROMWELL.-
¡Estáis
libres! |
ORMOND.-
Si supierais quién soy... |
CROMWELL.-
Eso
no me importa. (Bajo a THURLOE.) Si dice quién es,
no respondo de que el pueblo le respete. (Se vuelve de repente
hacia LORD BROGHILL, que ha estado callando hasta entonces.)
Lord Broghill, uno de vuestros antiguos amigos está
en Londres. (ORMOND y BROGHILL se quedan asombrados.) |
BROGHILL.-
¿Quién
es ese amigo, milord? |
CROMWELL.-
Lord Ormond. |
BROGHILL.-
(¡Dios
mío! Si sabrá...) |
CROMWELL.-
Hace cinco días
que está en la ciudad, y aquí tenéis
un paquete que debe interesarle. (Saca el paquete sellado
que le cogió a DAVENANT.) ¿Sabéis su dirección?
|
BROGHILL.-
No, milord. |
CROMWELL.-
Bloum, en el Strand, Hotel
del Ratón. |
ORMOND.-
(Examinando el pergamino que CROMWELL
tiene en la mano.) (Davenant ha sido traidor y ha entregado
a Oliverio la carta del rey.) |
CROMWELL.-
Devolved a Ormond
esto de mi parte; si esa carta hubiera caído en otras
manos, le hubiera comprometido. Decidle además que
se ausente de Londres, o por mejor decir, que no vuelva,
y si necesita dinero, entregádselo de mi parte. |
ROSEBERRY.-
(Bajo
a ORMOND.) ¡Sois muy feliz! ¡Si quisiera pagarme mis deudas!...
|
ROCHESTER.-
(Bajo a ORMOND.) Me encanta su proceder delicado;
os libra de la afrenta de que pronunciéis aquí
vuestro nombre. |
CROMWELL.-
¡Milord Rochester! |
ROCHESTER.-
¿Qué
dice vuestra alteza? |
CROMWELL.-
Que os concedo la gracia
de que os vayáis al infierno. Mi docto capellán,
permitidme que os aleje de nosotros. Gracias a una fuerte
multa impuesta, es caro jurar en Inglaterra; y como vos no
podéis dejar de jurar, si os quedarais aquí
os arruinaríais muy pronto. |
ROCHESTER.-
Gracias por
el buen consejo. (El pueblo se ríe y se mofa de él.)
(¡Aplaude, raza infame!) |
CROMWELL.-
Doctor, os ordeno que
os llevéis a vuestra esposa. |
ROCHESTER.-
(Temblando.)
¡A mi esposa! |
CROMWELL.-
Sí, a milady Rochester.
(La señora GUGGLIGOY desciende precipitadamente de
la tribuna de la Protectora y se arroja al cuello de ROCHESTER.-La
multitud silba.) |
GUGGLIGOY.-
¡Querido esposo! (Abrazándole.)
|
ROCHESTER.-
(¡Esto me faltaba!) |
CROMWELL.-
Partiréis
juntos; no debe separarse una mitad de la otra. Seguid a
vuestro marido. |
ROCHESTER.-
(Sin duda quiere ver el efecto
que producen nuestras dos mitades juntas.) |
CROMWELL.-
William
Murray, recibiréis la pena de azotes que merecéis
por el pueril complot que tramasteis contra mí, en
nombre de Carlos Stuardo. |
|
(El pueblo aplaude.-Dos arqueros
y dos servidores de la justicia se opoderan de MURRAY, que
oculta el rostro con las manos, con vergüenza y desesperación.-CROMWELL
se dirige al rabino.)
|
CROMWELL.-
Ese judío, que hubiera
sido un buen racimo de horca, queda libre. (Manassé
levanta la cabeza alegremente.-CROMWELL, volviéndose
hacia BAREBONE.) En castigo le condeno a pagar tu cuenta,
Barebone. |
|
(BAREBONE saca del bolsillo un pergamino largo,
que remite a MANASSÉ.)
|
MANASSÉ.-
(Examinando
la cuenta.) ¡Dios de Sabaot! ¡Es carísima! |
CROMWELL.-
Los
demás presos quedan libres. (Los arqueros desatan
a los caballeros.) |
THURLOE.-
(Bajo a CROMWELL.) (¿Todos,
milord? Las circunstancias son tan graves que... ) |
CROMWELL.-
(Tengo
al pueblo de mi parte; ¿para qué me he de ensangrentar?)
|
|
(MURRAY se arroja de rodillas a los pies de CROMWELL.)
|
MURRAY.-
¡Perdonadme, milord! |
CROMWELL.-
¿Del castigo del
látigo? Debe honrarte que te azoten por servir a tu
rey; de ese modo lograrás ser mártir. (Hace
un signo y los arqueros se llevan a MURRAY. El Protector
se dirige a la multitud con aire imperioso e inspirado.)
Pueblo inglés, perdonemos a nuestros enemigos vencidos;
el elefante no debe aplastar a las serpientes. (El pueblo
responde al Protector con largas aclamaciones.) Quiero que
este día sea notable por mi clemencia; id a buscar
a Carr, que está preso en la Torre de Londres. |
|
(El
supremo Shérif sale.-WILLIS se acerca a ORMOND, que
está entre el grupo de los caballeros.)
|
WILLIS.-
Os
felicito, milord. |
ORMOND.-
(Asombrado.) ¡Me felicitáis
cuando estáis libre también! (¡Este hombre
es un problema!) (Bajo a WILLIS.) Davenant es un traidor,
y si le encuentro... |
WILLIS.-
No lo creáis; ya que
habéis escapado del peligro, sed prudente. |
CROMWELL.-
Stoupe,
mañana que embarquen en el Támesis a esos locos
y que salgan de Londres.-Sir Hanníbal Sesthead, aunque
sois primo de un rey, quiero que sepáis que yo sólo
mando en mi casa. Vuestras costumbres son muy ligeras, y
habéis recogido en el extranjero hábitos que
no convienen a mi pueblo: llevadlos a otra parte. |
SESTHEAD.-
(Mejor
perdona un complot que un sarcasmo, y por eso me castiga.)
|
|
(Sale con sus pajes.-La multitud le silba,
y aplaude a CROMWELL.)
|
OVERTON.-
(Bajo a GARLAND.) Ha conseguido
entusiasmar al pueblo; con sus golpes de efecto se lo ha
atraído. |
ROCHESTER.-
(A ROSEBERRY.) Contra el Protector,
Dios nos ha protegido. |
CROMWELL.-
¿Qué hace mi bufón
Gramadoch entre cuatro guardias? |
UN ARQUERO.-
Este enano
extravagante se atrevió a recoger el guante que arrojaron
en defensa de los derechos de vuestra alteza. |
CROMWELL.-
¡Tunante!
|
GRAMADOCH.-
Eso sólo podía hacerlo un bufón.
|
CROMWELL.-
Vete. (Sonriendo hace señas a los arqueros
de que le suelten. El Protector se dirige a MILTON.) ¿Estáis
contento, hermano? Yo estoy satisfecho de vos. ¿Tenéis
que pedirme algo? |
MILTON.-
Sí; una gracia. |
CROMWELL.-
Hablad
y os la concedo. |
MILTON.-
Vuestra alteza ha perdonado a todos
sus enemigos, excepto a uno. |
CROMWELL.-
¿A quién?
|
MILTON.-
A Davenant. |
CROMWELL.-
¿Pretendéis que perdone
a Davenant, que es papista y espía del rey? |
MILTON.-
Permitidme
que insista en ello. Era sublevado, es papista, y tramaba
vuestra muerte; pero habéis perdonado a todos los
que la intentaban. |
CROMWELL.-
No puedo; no hablemos más
de esto. -Deseo, mi querido Milton, proclamaros poeta laureado.
|
MILTON.-
No puedo aceptar esa honra, milord, porque el empleo
no está vacante. |
CROMWELL.-
¿Pues quién lo
desempeña? |
MILTON.-
Davenant; y ya que está
encerrado en la cárcel, dejémosle su corona
de laurel. |
CROMWELL.-
Eso son razones de poeta; ¿discurriendo
de ese modo pensáis regir a los gobernadores de los
Estados, cuando pasáis la vida atormentando las palabras
para encajonarlas en metros frívolos? |
MILTON.-
Salomón
compuso cinco mil parábolas. |
CROMWELL.-
(A su hijo.)
Ricardo, ya que has de ser mi heredero, te debo abrir las
puertas de la milicia y del Parlamento. Te nombro coronel,
par de Inglaterra y miembro del Consejo privado. |
RICARDO.-
(Con
embarazo.) Pero... las ocupaciones de la Cámara...,
mis aficiones.... me confunde tanta honra. Si me permitís
que os diga lo que pienso, os contestaré que no valgo
tanto como creéis y que me otorgáis más
de lo que deseo. |
|
(CROMWELL, descontento y desconcertado,
le despide haciendo un gesto.)
|
CROMWELL.-
(¡Si mi hijo segundo
fuese el primogénito!... ¿De qué servirá
todo lo que hago?) |
|
(Entra CARR acompañado del supremo
Shérif. Atraviesa por entre la multitud, contempla
con indignación el aparato real que le cerca, y avanza
gravemente hacia el trono de CROMWELL.)
|
Escena XIV
|
|
Dichos
y CARR.
|
CARR.-
¿Para qué me llamas? Ni los calabozos
sirven de refugio contra el tirano. ¿Qué me quiere
el apóstata y el tránsfuga? |
VARIAS VOCES.-
¡Qué
calle ese furioso! |
CROMWELL.-
Dejadle hablar, amigos: cuando
el cielo quiso experimentar a David, permitió que
le anatematizara el hijo de Semey. -Continúa. |
CARR.-
Éste
ha sido siempre tu sistema de hipocresía; ocultar
sonriendo planes engañosos y cubrir tu frente infernal
con un velo celeste; burlarte atormentando y hablar con ironía
al corazón que gotea sangre; pero para romper tu cetro
y tu máscara al mismo tiempo, el Señor me ocultó
y me dijo-: Coge el laúd, recorre la ciudad, arroja
del templo de Cromwell al pueblo servil, pulveriza el altar
y arroja su ídolo al fuego. Dile: El egipcio es hombre
y no es Dios. -Has ascendido, Cromwell, hasta tu trono de
gloria, pero tiembla, porque al día radiante sucede
la oscura noche. Recuerda al cazador Nemrod: el Señor,
triunfante, rompió su arco de hierro como un juguete
de niño. -Señor de los potentados, señor
de los poderosos, tu brazo ha borrado a su capricho los límites
de los Estados; la muchedumbre ante ti retrocede y tiembla,
y el mundo es para ti una presa, de la que te has apoderado
en tu marcha triunfal con tus grandes combates, y Dios te
ha sostenido desde arriba y el pueblo desde abajo. Tú
no eras nada por ti mismo. Eres el instrumento de la cólera
celeste. ¿Dónde están los dioses de Emath?
¿Dónde están los dioses de Ava? Esos ídolos
reinaron, y tú pasarás como ellos. Muy pronto
los santos Gab, Zabulón, Azer, Benjamín, Neftalí,
subirán al monte Hébal para maldecirte; las
mujeres y los niños te seguirán riendo; para
tus ojos, que cegará el infierno, el cielo será
de bronce y la tierra de hierro. Te dormirás en lecho
de púrpura, pero Dios te aplastará la cabeza
entre dos piedras, y llegará un día en que
veremos que los pueblos ilustrados con tus huesos apedreen
a los tiranos. Porque ya hemos visto sobre tronos impíos
Faraones en Menfis, sultanes en Etiopía, papas, duques,
emperadores y déspotas divertirse en torturar a los
pueblos. Pero entre todos los azotes que el Señor
nos envía, no ha nacido mago, monarca ni sátrapa
tan atrevido, cruel y astuto como tú. ¡Maldito seas
Cromwell.-¿Habéis concluido ya? |
CARR.-
Todavía
no. ¡Maldito seas al salir la aurora y al ponerse el sol!
¡Maldito en tu corcel de batalla! |
CROMWELL.-
¿Y qué
más? |
CARR.-
En el aire que respiras, en el lecho que
duermes, en la mesa que comes. |
CROMWELL.-
¡Basta!, que vais
a echar los pulmones. Escuchadme. Porque lo merecisteis estabais
encerrado en la cárcel. Os abro las puertas y os perdono.
Marchaos. |
CARR.-
¿Y con qué derecho? ¿Con qué
derecho me quieres arrancar del calabozo y romper las cadenas
que tú mismo me has forjado? El Parlamento largo me
encarceló; lo merecí por haberle hecho traición
y me castigó. Encerrado estuve en el fondo de una
torre, sin ver la luz del día, sumido en perpetua
noche, y tuve hambre y sed, pero el castigo era justo y lo
sufrí. ¿Pero tú con qué derecho vienes
a tocar el templo santo? Lo que los santos han ligado tú
no lo puedes desatar. Los santos me condenaron, y nadie más
que ellos tienen derecho a absolverme, y ante ese pueblo
vil yo marcho con altivez, porque soy el último vestigio
vivo de su autoridad. Prefiero mi muerte a tu destino, Cromwell;
mi torre a tu palacio, y no cambiaría mi condena por
tu crimen, ni tu cetro usurpado por mi cadena legítima.
Si quieres abrirme las puertas de la prisión y que
goce de completa libertad, pon el Estado en equilibrio, restablece
el Parlamento... Después ya veremos. Vendrás
conmigo, a mi lado, marchando los dos con la frente baja
y atados con una soga, y nos presentaremos a la barra a implorar
nuestro perdón. Mientras llega ese día, déjame
en libertad de volver a la cárcel. (Grandes risas
en todo el auditorio.) Haz callar a tu jauría. Soy
el único inglés quizá que, aunque encerrado
en mi calabozo, no te reconozco por señor; soy el
único inglés que es libre. Desde allí
te maldeciré, Cromwell. Me vuelvo a la cárcel.
|
CROMWELL.-
Como queráis. |
TRICK.-
Se equivoca. No vuelve
a su prisión, vuelve a su palco.
|
|
(Vase CARR con aire
altivo y sale de la escena entre los silbidos del pueblo.)
|
SYNDERCOMB.-
(Bajo a GARLAND.) Carr ha sido el único
hombre que ha habido entre nosotros. |
VARIAS VOCES.-
¡Gloria
a los santos! ¡Gloria a Cristo! ¡Gloria al Dios del Sinaí!
¡Dios conserve la vida al Protector! |
|
(Syndercomb, exasperado
por las imprecaciones de CARR y por las aclamaciones del
pueblo, saca el puñal y sube al estrado.)
|
SYNDERCOMB.-
(Agitando
el puñal.) ¡Muerte al rey de Sodoma! |
CARLISLE.-
(A
los alabarderos.) ¡Detened al asesino! |
CROMWELL.-
¡Dejad
subir a ese hombre! ¿Qué quieres? |
SYNDERCOMB.-
Tu
muerte. |
CROMWELL.-
Te dejo en libertad. Vete. |
SYNDERCOMB.-
Yo
soy el vengador, y si tu impuro séquito no me cerrase
la boca... |
CROMWELL.-
Habla. |
SYNDERCOMB.-
No es ésta
ocasión de hablar; si no me detuvieran el brazo...
|
CROMWELL.-
Hiere. (Presentándole el pecho.) |
SYNDERCOMB.-
¡Muere,
pues, tirano! |
|
(Va a herirle, pero el pueblo se precipita
sobre él y le desarma.)
|
UNA VOZ.-
¡Ya que con el asesinato
responde a la clemencia, que perezca el asesino, que muera
el parricida! |
|
(El pueblo, indignado, se apodera de SYNDERCOMB
y le arrastra fuera de la sala.)
|
CROMWELL.-
(A THURLOE.)
Id a ver lo que sucede. (THURLOE sale.) |
OTRA VOZ.-
¡Que
muera el pérfido! |
CROMWELL.-
Hermanos míos,
le perdono, porque no sabe lo que hace. |
UNA VOZ.-
¡Que le
arrojen al Támesis! ¡Que le echen al agua! |
THURLOE.-
(Que
entra.) El pueblo ya está satisfecho, porque lanzó
al río al furioso apóstol. |
CROMWELL.-
(La clemencia
es un medio excelente de gobierno.) |
|
(Pausa. -Óyense
los gritos de alegría y de triunfo de la multitud.
CROMWELL, sentado en el trono, saborea con fruición
las aclamaciones delirantes de la muchedumbre y del ejército.)
|
OVERTON.-
(Bajo a MILTON.) Ése ha sido una víctima
humana inmolada al ídolo; ya dispone de todo, del
ejército y del pueblo. Tiene todo lo que necesita
para afirmarse en el poder; nuestros esfuerzos sólo
han servido para engrandecerle: inútil es ya desafiarle
y combatirle; ahora puede ya anonadarnos uno tras otro; consiguió
inspirar amor y miedo. Debe estar satisfecho. |
CROMWELL.-
(Pensativo.)
(¿Cuándo seré rey?)
|