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Crónicas desde Segobriga (11). Construyendo el teatro

Juan Manuel Abascal Palazón

[Publicado originalmente en El Día de Cuenca, 29 de octubre de 2004, p. 20.]

El teatro romano de Segobriga es uno de los edificios de descubrimiento más reciente en la ciudad; de su existencia no se hace eco ninguno de los muchos documentos de las excavaciones anteriores al siglo XX, lo que es explicable porque tras su completo hundimiento, quedó oculto en la ladera septentrional del cerro de Cabeza del Griego.

Las primeras excavaciones en este espacio tuvieron lugar entre 1953 y 1955, fechas en que se retiró una parte de las tierras que cubrían el sector occidental de la cávea. Los trabajos sistemáticos en el edificio tuvieron lugar entre 1962 y 1983, siempre bajo la dirección de Martín Almagro Basch.

¿Cuánto tiempo se pudo tardar en construir un teatro romano? Naturalmente, esta pregunta admite muchas respuestas que siempre dependen del tamaño del edificio, de la complejidad de su decoración y de la topografía del terreno.

Las revisiones llevadas a cabo en los últimos años nos han permitido establecer una serie de propuestas para responder a la pregunta, al menos en este caso. Por los datos que ahora disponemos, la construcción del teatro romano de Segobriga debió comenzar a mediados del reinado de Nerón, hacia el año 60 de nuestra era, y las obras habrían terminado antes de la muerte de Vespasiano, en junio del año 79.

El edificio, en el que podían tomar asiento en aquellos años cerca de 3.000 personas, proporcionó durante la excavación un gran número de piezas correspondientes a la decoración de su gran escena monumental y a las inscripciones que se encontraban en diversos lugares del recinto.

Una de esas inscripciones es especialmente interesante. Se trata del pedestal destinado a sostener una estatua que, en su parte frontal, contiene el nombre completo del personaje allí representado. Su nombre era Manio Octavio Novato, y de él se dice que fue praefectus fabrum, es decir, responsable de un grupo de trabajadores que habían participado en alguna construcción.

Este pedestal estaba colocado en algún lugar cerca de la escena del edificio y a la vista del público durante las representaciones; evidentemente, la obra que dirigió o en la que fue responsable del trabajo no fue otra que el propio teatro romano de Segobriga. Aunque no fue arquitecto, estuvo ligado al diseño y construcción del monumento; durante años coordinó la colocación de los miles de bloques empleados en el edificio, su acarreo desde las canteras cercanas a la ciudad, la distribución de las tareas de cada trabajador, el encargo de las estatuas para la decoración, etcétera.

En unos pocos años, Manio Octavio Novato consiguió cambiar el aspecto exterior de la ciudad y modificar el paisaje que cualquier visitante veía al acercarse al núcleo urbano. Donde antes hubo un arrabal desierto apareció, durante el reinado de Vespasiano, un moderno teatro que aún hoy es el primer monumento visible cuando se llega a Segobriga. Donde solo crecían matojos resonarían desde entonces las voces de los actores y caerían muchas tardes las cortinas que ocultaban el escenario.

Su nombre quedó para siempre asociado a este teatro aunque su estatua y el pedestal que lo sostenía acabaran, varios siglos más tarde, caídos en el suelo. Nosotros no podemos devolver al edificio el majestuoso aspecto que Octavio le dio, pero podemos legar al futuro su recuerdo. Por ello, aunque su imagen pétrea se guarda hoy en el Museo de Cuenca, frente al escenario del teatro de Segobriga hemos colocado una copia del pedestal en que se lee su nombre y en que cualquier visitante puede saber que está ante el constructor de un teatro.

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