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El presente trabajo fue escrito en el marco de una Beca de Doctorado (2011-2015) otorgada por Fundación Carolina, dirigida por la Dra. Carmen Alemany Bay de la Universidad de Alicante, España. Asimismo, el artículo se inscribe dentro del proyecto «Poéticas de autor: proyecto creador y autorrepresentación» del Grupo «Semiótica del Discurso» de la Universidad Nacional de Mar del Plata, dirigido por la Dr. Laura Scarano y codirigido por la Dra. Marta Ferrari, con sede en el CELEHIS y el Departamento de Letras de la Facultad de Humanidades, UNMDP.

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Una sistematización posible del programa estético hernandiano puede leerse en el reciente artículo de Ángel Prieto de Paula, «Miguel Hernández, una recapitulación», donde el crítico establece tres parejas de elementos fundantes de dicha escritura. La primera de las mismas, de índole temática, está formada por un «elemento pastoril de cierta tradición ruralista en la que había bebido -Gabriel y Galán, Vicente Medina-», por «la sublimación bucólica de ese mundo, hasta su desleimiento esteticista». A horcajadas de ambas tendencias se encuentran los poemas anteriores a El rayo que no cesa. La segunda, de índole estética, está formada por dos propensiones antagónicas: una de tipo «clasicista», que tiene por principal referente a Garcilaso y sus continuadores; y otra «vanguardista», «en sus varias formas de manifestarse en los años de su primera madurez (neobarroquismo, plétora nerudiana, irracionalismo)». La tercera pareja de elementos constituyentes, referida a la intención y el tono, está formada, «por una parte, por la inclinación hacia una poesía donde asoma el yo personal, en sus diversas expresiones psíquicas y sentimentales; y, por otra, hacia la poética coral, hímnica en su enunciación y subversiva en sus propósitos», vinculada estrechamente con las circunstancias sociopolíticas posteriores a 1935 (13).

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«Mi concepto del poema» fue publicado por Leopoldo de Luis en Papeles de Son Armadans en diciembre de 1961. Por las ideas que allí expone el autor, el texto podría fecharse entre 1933 y 1934. «Fórmulas» fue publicado por Agustín Sánchez Vidal en la edición de las Poesías completas de Hernández de 1979.

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De aquí en más la obra de Miguel Hernández se citará por la siguiente edición: Hernández, Miguel (1992). Obra Completa. Tomo I: Poesía. Tomo II: Teatro, prosas, correspondencia. Madrid: Espasa Calpe. Edición a cargo de Agustín Sánchez Vidal y José Carlos Rovira con la colaboración de Carmen Alemany Bay.

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Dicha «asfixia de la "ficción/función"», falacia enunciada por Romano (14), se contrapone de modo notorio con el efecto de verdad y confesionalidad que su poesía posterior suele generar en los lectores.

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Cuando Pablo Neruda entra en contacto con los poetas españoles, él ya había escrito Crepusculario (1923), Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924), El hondero entusiasta (1933) y primera Residencia en la tierra (1933). Pero no hay duda de que fue el último poemario el que causó mayor impacto entre estos, especialmente entre los poetas más jóvenes, debido a la mencionada edición española de 1935.

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Tales notas caracterizadoras aparecen en la «Elegía» (a Ramón Sijé), aunque aún no con el ímpetu apasionado y el caudal visual propios de composiciones escritas más tardías, ya decididamente en ese nuevo registro. Piénsese, por ejemplo, en la «Oda entre arena y piedra a Vicente Aleixandre» o en la «Oda entre sangre y vino a Pablo Neruda».

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Este texto puede fecharse en junio de 1936 y fue publicado por primera vez por Sánchez Vidal en El torero más valiente, La tragedia de Calisto, Otras Prosas, en 1983.

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