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De nuevo sobre bibliografía estructurada

Jaime Moll





Enfrentarse con un texto para su edición -indudablemente también en otros muchos aspectos de su estudio- presupone una amplia variedad de posibilidades. No es lo mismo un texto manuscrito que un texto impreso; si sólo se conservan testimonios tardíos de su transmisión o si éstos son cercanos al autor; si tenemos un testimonio único, manuscrito o impreso, o múltiples testimonios que habrá que cotejar y valorar, etc. A partir de las distintas circunstancias se han ido creando metodologías diferentes, que, a veces, se han extrapolado sin tener en cuenta las especificidades que presenta el nuevo caso. No es nuestra pretensión hacer un análisis crítico de los caminos diversos de la crítica textual, aunque sí es preciso acotar el campo en el que nos vamos a mover: el de la transmisión impresa. Inicialmente nos interesa considerar los casos de transmisión textual de obras de éxito, o sea de las que ofrecen múltiples ediciones. El problema que nos presentan es si un editor ha de considerar todas las ediciones conservadas, por lo menos las editadas dentro de una cronología más o menos cercana a la de la primera edición, preocupándose por sus variantes, que estudiará y analizará en pie de igualdad. Esta pasión por la variante ¿está justificada? ¿Es una aportación real al camino hacia la versión del texto que escribió el autor, objetivo que, creemos, ha de ser la finalidad de toda edición crítica?

Ante este panorama, -en realidad extrapolación del método usado al trabajar sobre textos de transmisión manuscrita de los que se han perdido los eslabones más cercanos al autor- ya hace años lanzamos un nuevo concepto dentro del amplio campo bibliográfico, el de bibliografía estructurada, que no era más que una consecuencia del análisis tipológico de las ediciones1. Se trata de agrupar e interrelacionar las ediciones de una obra, teniendo en cuenta dos factores básicos, que un previo análisis bibliográfico nos permitirá establecer: la relación con el autor y la propia identidad de la edición. Esta estructura, que no stemma, aunque podrán coincidir en algunos casos, nos aclarará nuestra posición ante la relación del texto con el autor y, al mismo tiempo, nos permitirá entrar en los interesantes aspectos de la sociología de la edición, relacionada con la sociología de la lectura. Ver las expectativas de éxito editorial, que, habitualmente, nos indican la acogida que entre el público comprador y lector tiene una obra, en relación con el lugar y el tiempo de sus sucesivas ediciones.

Pero si nuestra meta es acercarnos en lo posible al texto que elaboró el autor, todo análisis de las ediciones de una obra deberá girar en torno a la posible intervención del autor en la realización de ciertas ediciones. Intervención posible, decimos, pues no siempre podemos conocer la realidad de la misma. Lo que sí podemos afirmar es su no intervención en determinadas ediciones, que no presentan, por lo tanto, ningún interés textual desde este punto de vista.

Reunidas todas las ediciones de una obra, su análisis, como hemos dicho, nos permitirá agruparlas y establecer una estructura. Un primer grupo, el que ofrece un interés textual, mayor o menor, según los casos, es el formado por las ediciones autorizadas por el autor. El hecho de considerar este grupo de ediciones como la base única para la edición de un texto, no significa un ciego seguimiento de su contenido; siempre es imprescindible un análisis crítico basado en el conocimiento de las vicisitudes y posibilidades que encierra la relación del autor con el texto impreso, resultado de un proceso en el que han intervenido diversas personas y elementos. Mencionemos sólo algunas de las posibilidades2. Hay autores que entregan su original y se despreocupan de la impresión, mientras que otros cuidan de ésta en todas sus fases. El original que pasa a la imprenta puede ser el escrito por el propio autor, con las posibles malas lecturas del componedor, al no interpretar siempre bien la escritura del autor, o bien se ha hecho una copia realizada por un amanuense, que estará más o menos bien corregida. El problema de la cuenta del original, mejor dicho, de los errores en la cuenta del original, puede ser causa de variantes introducidas por el componedor, que ignorará el autor si no ha estado a su cargo la corrección de pruebas. Y no olvidemos la, quizá, principal causa de variantes entre el original manuscrito y el impreso: las consecuencias de la rápida lectura global que hace el componedor, su temporal retención del texto leído para pasar a su «escritura» en tipos. No vamos a alargarnos en los problemas que pueden presentar las ediciones autorizadas de una obra, sólo diremos que en el caso de varias ediciones autorizadas, además de las variantes fruto del proceso de composición, pueden existir variaciones textuales obra del autor, que ha ido revisando su obra, aunque no parece que sea esto lo más habitual en el Siglo de Oro. La limitación que debe imponerse el editor moderno a este tipo de ediciones, las ediciones autorizadas, es no aceptar automáticamente el texto que ofrecen. Como hemos antes señalado, un análisis crítico siempre será necesario.

Si desde el punto de vista de la relación -posible- del texto con el autor hemos distinguido dos grupos iniciales para establecer la bibliografía estructurada, ediciones autorizadas y ediciones no autorizadas, a efectos prácticos y de análisis bibliográfico, también en dos grupos podemos dividir estas últimas, las ediciones hechas al margen del autor: ediciones legales y ediciones ilegales3.

Ante la expectativa de éxito de una obra, los editores de los reinos para los que el autor no tiene la exclusiva de edición, o sea el privilegio, la publican, sin tener contacto alguno con el autor, ni económico ni textual. Es algo muy habitual la existencia de estas reediciones, que habían sido llamadas piratas, aunque no lo son, pues no usurpan ningún derecho del autor y se someten a la legislación del correspondiente reino en que se publican. El interés para la sociología de la edición es grande, frente al nulo interés textual que ofrecen. Las ediciones no autorizadas sólo nos darán a conocer, como ya dijimos en 1979, cómo se interpretaban dentro del sentir de la época algunos casos de erratas o malas lecturas del original4. Es lo único que pueden ofrecernos las ediciones no autorizadas desde el punto de vista textual.

Aparentemente, los datos que se indican de su producción en las distintas ediciones nos han de permitir separar estas ediciones legales hechas en otros reinos al margen del autor. Pero ante la posibilidad de que los datos expuestos no representen la realidad de la edición, es preciso realizar siempre un análisis bibliográfico, para la comprobación de lo que se nos dice. Si los datos editoriales ofrecidos no se corresponden con la realidad, entramos en la forma más frecuente de ediciones ilegales, hechas al margen de lo legislado en cada reino y que, a veces, precisamente por falta de conocimiento de esta característica, han ocasionado muchos problemas entre los editores modernos.

Hay que partir de la idea que toda obra de éxito editorial presenta problemas bibliográficos. Puede parecer una exageración, en ciertos casos lo es, pero ello nos ha de permitir evitar lo que podríamos llamar el mal uso de las ediciones. Por ejemplo, el plantearse el problema de variantes en una segunda edición, que podían representar una revisión del texto por el autor, cuando esta segunda edición no se imprimió en Madrid sino en Sevilla, con datos falsos de Madrid, y una imitación de la marca de impresor. Las variantes se deben tan solo a errores de cuenta, pues mientras la primera edición está compuesta en letra atanasia, para la contrahecha se eligió un cuerpo más pequeño, lectura, para de esta manera abaratar la edición, al ocupar menos pliegos. Nos referimos a las Novelas ejemplares5. Se ha dado también el caso de hacer constar en la introducción de una edición actual que no se ha visto la edición contrahecha que de una obra de principios del siglo XVII se hizo en el siglo XVIII, señalada por un investigador anterior, y estar utilizándola, en lugar de la edición original. La lista podría alargarse, pero no pensamos señalar errores cometidos, sólo procurar evitar errores futuros.

Aunque en realidad, si todas las ediciones que nos dan datos falsos podrían considerarse como falsificadas, un hecho nos permite diferenciarlas en dos apartados: las ediciones contrahechas y las ediciones que simplemente llamaremos falsificadas. En las primeras los datos de la edición están copiados de una edición auténtica anterior. Ello plantea el problema de determinar cuál es la contrahecha. Si hemos intentado ver el mayor número de ejemplares de las ediciones estudiadas será más fácil la detección de dos ediciones distintas con los mismos datos. Esta separación de ediciones es básica y fundamental, pero no podemos pararnos aquí, sin realizar un análisis bibliográfico a fondo, pues las posibilidades que se nos pueden ofrecer son varias:

a) Reedición autorizada. El primer problema que hemos de resolver es el establecimiento del orden cronológico de las ediciones, al que seguirá intentar ver si el autor ha intervenido y realizado variaciones textuales.

b) Una de las ediciones ha sido identificada como contrahecha. Ello, en fase inicial, es suficiente para el editor moderno, que prescindirá de esta edición no autorizada. Una investigación bibliográfica nos permitirá localizar la ciudad e imprenta donde se produjo y si es coetánea de la edición suplantada o muy posterior.

Llegamos a un punto que quizás se podría considerar como el más difícil en la calificación de las ediciones de una obra. La existencia de una dualidad de ediciones con el mismo pie de imprenta ya nos indica la presencia de un problema que hemos de resolver. Sin embargo, cuando se trata de una edición con determinados datos sobre su producción que no se repiten en otras ediciones de la obra, no es de extrañar la aceptación de los datos que nos ofrece y la calificación que se deriva de los mismos. Pero no siempre el caso al que nos enfrentamos es tan claro pues los datos que figuran en la edición pueden ser falsos. Nos encontramos ante una edición falsificada. Su detección puede ser difícil: incongruencia en los datos que figuran en los preliminares, que fueron copiados de cualquier edición que se tuviese a mano (queremos señalar el hecho de licencias firmadas después de la muerte de quien las otorga); algún detalle o elemento tipográfico que llame la atención, son los dos principales hechos que nos obligan a iniciar una investigación sobre la procedencia de la edición. No es fácil la detección de estas ediciones y es probable que existan bastante más de las conocidas. El problema es mayor cuando la edición falsificada es la primera edición de una obra, aunque, por supuesto, sea ésta no autorizada6.

Si nos atenemos a las conclusiones que nos ofrece una bibliografía estructurada, muchas de las ediciones falsificadas ya habrán sido eliminadas textualmente por no estar autorizadas. Por lo tanto, será irrelevante, desde el punto de vista del aprovechamiento textual, el conocer o desconocer su calidad de falsificadas, aunque no lo sea para los estudios de sociología de la edición.

Lo expuesto hasta aquí nos presenta brevemente lo que podríamos llamar estructura típica de una transmisión impresa normal de una obra de éxito. Un autor, con privilegio a su favor, logra un editor para su obra. Esta puede ser reeditada autorizadamente. El problema fundamental es acercarnos a la posible intervención del autor en la primera edición y en las sucesivas. La obra tiene éxito y se multiplican las ediciones de los distintos tipos señalados. Pero ¿siempre se sigue este esquema?

Pensemos en el teatro del Siglo de Oro y sus múltiples ediciones al margen de los dramaturgos, basadas en las copias facilitadas o vendidas por los autores de comedias. Pensemos, por ejemplo, en Quevedo, concretamente en El Buscón. Una tradición manuscrita llena de problemas y una única edición, Zaragoza, 1626, con interés textual, aunque se haya hecho sin control de Quevedo. No lo tienen la contrahecha sevillana de 1626, la contrahecha gerundense de 1628, con variaciones hechas por su impresor al margen de Quevedo, ambas con pie de imprenta de Zaragoza, y el grupo de seis ediciones legales impresas entre 1626 y 1631 (1632) fuera de los reinos de Castilla7.

Y no olvidemos otras dos obras, que no es preciso calificar, de las que nos falta, por lo menos, la primera edición «autorizada»: la Celestina y el Lazarillo. No pretendemos explicar la metodología a seguir en estos casos. Nuestra pretensión ha sido más limitada. Intentar llamar de nuevo la atención en el camino a seguir en el caso de obras que han tenido una difusión impresa que podríamos llamar normal, por lo menos en el caso de obras de éxito. Y evitar el despilfarro de tiempo y esfuerzo en la búsqueda de variantes que no servirá para acercarnos a lo que salió de la pluma del autor.



Esquema de estructura bibliográfica
AUTÓGRAFO
(o copia corregida por el autor)
  
Ediciones con permiso del autorEdiciones sin permiso del autor
PRIMERA EDICIÓN
(¿intervención del autor?)
Datos tipográficos falsosDatos tipográficos auténticos
REEDICIONES en vida del autor
(¿intervención del autor:
correcciones, variaciones?)
Ediciones contrahechas:
  • fecha auténtica
  • fecha falsa
Reediciones en vida del autor
Reediciones póstumas
(¿incorporan variaciones hechas por el autor?)
(¿con intervención de preparadores de la reedición?)
Ediciones falsificadas 
Reediciones o primeras ediciones posteriores a la muerte del autor





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