Escena
primera
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GABRIELA y DON VICENTE.
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GABRIELA.-
¿Ha vuelto
ya? |
DON VICENTE.-
Todavía no, y son ya las ocho menos
cuarto. Quizá se haya quedado a comer con el señor
Aguilar. Hoy es lunes y los lunes comen allí varios
amigos, entre otros, don Federico Vilches, mozo de quien
gusta mucho hace ya tiempo la marquesita, pero con el cual
no quiere casarse por razones de peso. Con que me parece
que usted y el señorito deberían tomar un bocado.
Cuando su excelencia, mi amo, estaba de mal humor, solía
decir, al sentarse a la mesa, restregándose así
las manos: «Ea, vamos a comer, que tripas llevan corazón.» |
GABRIELA.-
Gracias; no tengo apetito. ¿Qué hace Tomás? |
DON VICENTE.-
Está en su cuarto, con los codos apoyados
en una mesa y la cabeza entre las manos. Desde la puerta
le he estado viendo, y él ni siquiera me ha sentido.
De cuando en cuando suspira, y unas veces dice: «¡Leal!»
(En tono de aflicción.) ¡Como quería tanto
al perro! Y otras dice: «¡Leandro!» (En tono de cólera.)
¡Como le han hecho esa perrada! |
GABRIELA.-
¡Pobre Tomás! |
DON VICENTE.-
Pues también él ha dicho: «¡Pobre
Gabriela!» |
GABRIELA.-
¿Sí? |
DON VICENTE.-
Sí,
señora; y al decirlo, empezó a dar unos resoplidos
tan fuertes que yo me asusté y le pregunté
si quería algo. |
GABRIELA.-
(No; Leandro no me ama.
¡Qué vanidoso es! ¡Qué malo es! Dios mío,
si me caso con él, ¿qué va a ser de mí?) |
DON VICENTE.-
(Contemplándola.) (Habla sola.) |
GABRIELA.-
(No
veía más que a ese hombre cuando mi corazón
empezaba a sentir; amparó mi orfandad; creí
que le amaba. Sí, alguna disculpa merezco; pero cuando
pienso que he creído amarle, siento una rabia tan
grande contra mí misma...) |
DON VICENTE.-
(Parece que
se enoja.) |
GABRIELA.-
(¿Qué haré para evitar
este casamiento? Le diré la verdad. Me apartaré
de su lado... ¡Si fuera yo la mujer a quien quiere Tomás!...
¡No lo permita Dios! Padecería aún más
de lo que ahora padezco: no me consolaría nunca de
haber tenido tan cerca la dicha sin reparar en ella. ¡Dichosa
la mujer a quien ame un hombre tan bueno!) |
DON VICENTE.-
Ahí
está, señorita. |
GABRIELA.-
(Con alegría.)
¿TOMÁS? |
DON VICENTE.-
No: don Leandro. |
GABRIELA.-
(Enjugándose
las lágrimas.) ¡Oh! |
DON VICENTE.-
(¡Qué cara
de vinagre!) |
Escena III
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GABRIELA y LEANDRO.
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LEANDRO.-
Espera: tenemos que hablar. |
GABRIELA.-
Di. |
LEANDRO.-
Ya lo has visto. |
GABRIELA.-
¿Qué? |
LEANDRO.-
Que Tomás no puede seguir viviendo en mi
compañía. |
GABRIELA.-
¿Por qué? |
LEANDRO.-
¿Por
qué, preguntas? Yo no puedo tolerar que haya en mi
casa estos escándalos. |
GABRIELA.-
Advierte... |
LEANDRO.-
Es
preciso que Tomás se marche de aquí. |
GABRIELA.-
¿Vas
a despedir a tu bienhechor como se despide a un criado?
|
LEANDRO.-
Le pagaré lo que le debo. |
GABRIELA.-
Te dio
su corazón; no le puedes pagar. |
LEANDRO.-
Gabriela,
mide tus palabras. |
GABRIELA.-
Si al fin llega a convencerse
de que le odias y le desprecias, ¡qué golpe recibirá
el desdichado! Vuelve en ti. No arrojes de tu casa al amigo
que te acogió en la suya. Sé agradecido. ¿A
quién habrá amado este hombre? Todo el mundo
ama a sus padres. Querrías a los tuyos, ¿verdad? Pues
bien; te lo pido por la memoria de tus padres. |
LEANDRO.-
De
seguir viviendo juntos los dos, pudieran sobrevenir graves
males, que debo evitar. |
GABRIELA.-
Tomás se irá,
no lo dudes; aguarda a que te deje por su voluntad. |
LEANDRO.-
Por
su voluntad no me dejará nunca. Se ha de ir en seguida.
Si yo se lo digo tendremos nuevo escándalo; díselo
tú. |
GABRIELA.-
¿Yo? |
LEANDRO.-
Créeme y haz
lo que te encargo. |
GABRIELA.-
Me encargas una infamia. |
LEANDRO.-
Estás
abusando de mi paciencia. |
GABRIELA.-
¿De qué no has
abusado tú? |
LEANDRO.-
Díselo, Gabriela. |
GABRIELA.-
No. |
LEANDRO.-
¿No? |
GABRIELA.-
¿Te has vuelto sordo? No. |
LEANDRO.-
Es
que yo quiero que se lo digas. |
GABRIELA.-
Es que yo no se
lo quiero decir. |
LEANDRO.-
Corriente; serás responsable
de lo que suceda. Se lo diré yo. (Dirigiéndose
a la puerta de la derecha de primer término.) |
GABRIELA.-
(Poniéndose
delante.) ¡Leandro! |
LEANDRO.-
¿Está en su cuarto?
Déjame. (Asiéndole una mano para apartarla.) |
GABRIELA.-
No; no has de verle... |
LEANDRO.-
¿Que no? |
GABRIELA.-
Piénsalo
siquiera esta noche. |
LEANDRO.-
¡Aparta! |
GABRIELA.-
No seas
infame, Leandro. |
LEANDRO.-
Aparta, digo. (Oprimiéndole
la mano con violento furor.) |
GABRIELA.-
¡Ay! (Dando un grito.)
|
LEANDRO.-
¿Qué? ¡Te he lastimado? (Muy confuso y avergonzado.)
Tal vez sin pensar... |
Escena IV
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DICHOS y DON VICENTE.
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DON VICENTE.-
¿Qué es eso, señorita?... ¿Por
qué ha gritado usted? (Mirando alternativamente a
GABRIELA y LEANDRO.) |
GABRIELA.-
No..., no es nada. |
DON VICENTE.-
¿Por
qué se mira usted esa mano? |
GABRIELA.-
Por nada....
don Vicente..., por nada. |
DON VICENTE.-
Dijo un día
su excelencia, mi amo, dando así una patada en el
suelo: «No es hombre el que maltrata a una mujer.» |
LEANDRO.-
¿A
qué ha venido usted aquí? Ya estoy harto de
usted. |
DON VICENTE.-
Y yo de usted. |
LEANDRO.-
¡Don Vicente!
Fuera de mi casa mañana mismo. |
DON VICENTE.-
¿Mañana?
No señor; esta noche. en cuanto haga el hatillo; y
antes me hubiera marchado si no me diera tanta pena salir
de una casa donde han corrido treinta y cinco años
de mi vida, y donde quería morir como su excelencia,
mi amo. Con la manda que él me dejó tengo yo
más que suficiente para pasarlo hecho un patriarca;
y lo que su excelencia, mi amo, dijo, poniéndose así
colorado de rabia, una vez que se enfadó con un señor
muy tonto y muy presumido y muy insolente: «¡Caramba con
el hombre, que no se le puede aguantar!» |
LEANDRO.-
!Si no
mirase que tiene usted canas!... (Dirigiéndose a la
puerta de la derecha de primer término.) |
GABRIELA.-
Retírate,
Leandro. Yo hablaré a Tomás. |
LEANDRO.-
¿De
veras? |
GABRIELA.-
Sí; te lo prometo. |
LEANDRO.-
Es
lo mejor. (Vase por la puerta de la derecha de segundo término,
que cierra.) |
Escena V
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GABRIELA y DON VICENTE.
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DON VICENTE.-
¡Habrase
visto el arrapiezo! ¡Pues ni que uno fuera otro Job! Liaré
el petate, y... (Dirigiéndose hacia el foro.) |
GABRIELA.-
¡Don
Vicente! (Llamándole.) |
DON VICENTE.-
Señorita. |
GABRIELA.-
¿De fijo se va usted a marchar? |
DON VICENTE.-
¡No
que no! Por la posta. |
GABRIELA.-
¿Dónde dormirá
usted esta noche? |
DON VICENTE.-
Ahí, más abajo;
en una casa de huéspedes. El ama es paisana y amiga
mía. Mujer muy limpia y honrada a carta cabal. |
GABRIELA.-
Hágame
usted un favor, don Vicente. |
DON VICENTE.-
Con alma y vida. |
GABRIELA.-
Lléveme usted a esa casa. |
DON VICENTE.-
¿También
usted se quiere ir? |
GABRIELA.-
Sí, señor.
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DON VICENTE.-
¡Ánimas benditas! ¡Me deja usted con
la boca abierta! |
GABRIELA.-
Mi resolución es irrevocable.
Sé coser y bordar Tengo tiendas conocidas donde me
darán trabajo. Trabajaré. Dios me abrirá
camino. |
DON VICENTE.-
La verdad es que a usted no le convenía
casarse con ese caballerito. Y más vale comer patatas
con sosiego, que trufas rabiando. También esto se
lo oí decir a mi amo en cierta ocasión. Pero
antes debe usted pensar... |
GABRIELA.-
Me iré sola
si usted no me acompaña. |
DON VICENTE.-
Eso no, y todo
cuanto yo tengo es de usted Lo que más me duele es
verme solo en el mundo al cabo de mis años. ¡Ojalá
pudiera servirle a usted de padre! |
GABRIELA.-
Gracias, don
Vicente, gracias. |
Escena VI
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DICHOS y TOMÁS.
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TOMÁS.-
¿No estaba aquí Leandro contigo? |
DON
VICENTE.-
Aquí estaba ese Fierabrás. |
TOMÁS.-
Ya
le tengo a usted prevenido que delante de mi... |
DON VICENTE.-
Sí,
defienda usted a quien es capaz de maltratar a la señorita. |
TOMÁS.-
¡Eh ¿Qué quiere usted decir? |
GABRIELA.-
¡Don
Vicente, por Dios!... |
TOMÁS.-
¿Qué ha hecho
Leandro? |
GABRIELA.-
Me tenía cogída una mano;
apretó sin querer... |
TOMÁS.-
¡Villano! |
DON
VICENTE.-
¡Oiga! ¿Con que ya estamos de acuerdo? Me alegro
mucho. |
TOMÁS.-
¿Dónde se oculta? |
GABRIELA.-
Óyeme.
Es Preciso que salgas al punto de esta casa. |
TOMÁS.-
¿Te
ha encargado que me eches? |
DON VICENTE.-
Está visto
que el hombre se quiere quedar solo. |
GABRIELA.-
Vete, por
favor. |
TOMÁS.-
Me iré cuando le haya hablado.
Aún no sabes... Si los dos tenemos mucho que hablar.
¡Leandro! (Llamándole.) Ha cerrado la puerta. (Empujando
la puerta de la derecha de segundo término.) |
GABRIELA.-
¿También
tú desoyes mis súplicas? |
TOMÁS.-
Nada
temas. ¡Leandro! (Dando golpes en la puerta.) |
DON VICENTE.-
(Si
éste me le diera un buen susto... |
TOMÁS.-
¿No
quieres verme? ¿Es por miedo o vergüenza? |
Escena VIII
|
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LEANDRO y TOMÁS.
|
TOMÁS.-
No
era regular que dos amigos de toda la vida, como nosotros,
al ir a echar cada cual por camino distinto, ni siquiera
se dijesen adiós. Siéntate. (Acercándole
una silla.) |
LEANDRO.-
Me encuentro bien. |
TOMÁS.-
(Con
tono imperioso.) Siéntate. |
LEANDRO.-
Como gustes.
(Se sienta.) |
TOMÁS.-
¿Quieres? (Sentándose
a horcajadas en una silla y sacando de la petaca un cigarro
de papel.) |
LEANDRO.-
No; gracias. |
TOMÁS.- | | Mal hecho.
¿No conoces la copla del marinerito y el soldado? (Meciéndose
a compás en la silla mientras canta esta copla.) | |
El marinerito y el soldado | | | | se suelen a veces enfadar, | | | | pero
de los dos cesa el enfado | | | | luego que se ponen a fumar. | | |
|
|
LEANDRO.-
¿Te
burlas? |
TOMÁS.-
¿Burlarme yo de ti? Ni por pienso.
(Encendiendo un fósforo, y en él el cigarro.)
Con que vamos a ver: ¿qué te parece a ti de este mundo?
Está muy mal arreglado, ¿eh? Pero a bien que tú
vas ya arreglándole poco a poco. |
LEANDRO.-
Se conoce
que tienes gana de broma. |
TOMÁS.-
Ya los pobres hallan
amparo; respeto los humildes. |
LEANDRO.-
¿Qué Más? |
TOMÁS.-
Ya es cosa probada que el tener dinero no
da derecho para tener soberbia y mal corazón. |
LEANDRO.-
¡Tomás! |
TOMÁS.-
Ya gracias a Dios, hay un rico bueno que sepa
cumplir con su deber. Uno solo, es verdad.. Sólo uno,
sí, señor. Todos los ricos son pícaros
desalmados: todos menos éste, que es una alhaja. (Poniéndole
una mano en el hombro.) |
LEANDRO.-
¡Basta' (Levantándose.) |
TOMÁS.-
¿Qué ha de bastar, si ahora empiezo
a insultarte? (Levantándose también.) Tú,
que ambicionabas riquezas para dar una lección a los
ricos, mira allí (señalando al retrato.) , y
delante de aquél tápate la cara abochornado.
Tú, que llamabas a los ricos egoístas y vanidosos,
¡tú sí que eres vanidoso y egoísta!
Como a esclavo tratas a todo el que depende de ti; exprimes
el jugo al que tiene poco para tener tú más;
niegas al pobre la limosna que necesitaba para alargar su
vida; te avergüenzas del amigo que te dio su pan cuando
sentías hambre, te avergüenzas de la mujer que
te amó cuando únicamente miseria podías
ofrecerle; te avergüenzas del padre que te engendró.
No puede hacer cosa buena quien se avergüenza de su
padre. |
LEANDRO.-
Calla. no prosigas. |
TOMÁS.-
Pero,
en cambio, pidamos coches y muebles dorados a París;
en cambio, hagamos asunto principal de la vida sentar a un
duque a nuestra mesa; casémonos, en cambio, con una
mujer a quien no quiero, que no me quiere, que tal vez quiera
a otro. ¿Qué importa? Aquí no se trata de amor:
se trata de un negocio. Yo tengo dinero, ella un título.
Pues señor, trato hecho; venga el título y
ahí van los cuartos. |
LEANDRO.-
¿Por dónde sabes
que me voy a casar con la marquesa? ¿Por dónde lo
sabes? |
TOMÁS.-
Lo sé porque oí tu conversación
con el señor Aguilar, oculto detrás de aquella
colgadura. |
LEANDRO.-
¡Qué acción tan ruin!
¡Qué villanía! |
TOMÁS.-
Sí, hombre,
sí; asústate, que tú debes asustarte
de las malas acciones. |
LEANDRO.-
Me odias; te aborrezco.
Los hombres no han de insultarse como mujeres; estoy a tu
disposición. |
TOMÁS.-
¿Qué es eso? ¿Me
desafías? ¡Tonto! Un millonario, un marqués
en ciernes, no puede reñir con un menestral. Lo que
sí puede suceder es que el menestral pierda los estribos
y rompa la crisma de un puñetazo al senor marqués.
Leandro, pase todo lo que has hecho, todo lo que intentas
hacer; todo, menos que abandones a Gabriela. Habéis
vivido juntos; es público que os habéis amado;
si tú ahora no te casas con ella, quedará deshonrada
a los ojos de cuantos no tengan, como yo, pruebas seguras
de su virtud. Gabriela te ama; Gabriela es un ángel
que aún te puede salvar. Leandro, ¡por el cariño
que te tuve! ¡Por el que te profeso aún! Sí;
todavía te quiero como se quiere a un mal hermano
Te perdono que hayas matado a Leal; te perdono que me desprecies.
Ahora mismo saldré de esta casa; no nos volveremos
a ver, a no ser que algún día necesites de
mí, que entonces me tendrás a tu lado, dispuesto
a darte lo que me pidas; hasta la sangre de mis venas. Pero
cásate con esa infeliz. Cásate con ella y-¿qué
más?-te daré un abrazo de despedida. (Abrazándole.) |
LEANDRO.-
Lo siento, pero ya lo sabes, Tomás; estoy
comprometido formalmente con la marquesa. |
TOMÁS.-
¿Y
con Gabriela no? |
LEANDRO.-
La verdad: no la amo. |
TOMÁS.-
¿Y
a la otra sí? Di que tú no eres capaz de amar.
¿Por qué te pusiste entre ella y yo? ¡Yo sí
que la amaba! ¡Yo sí que la hubiera hecho feliz!
|
LEANDRO.-
¿Amas a Gabriela? |
TOMÁS.-
¡Con todo mi corazón,
con toda mi alma! |
LEANDRO.-
¡Qué dicha! Todo puede
arreglarse. |
TOMÁS.-
¿Cómo? |
LEANDRO.-
Cásate
con ella. |
TOMÁS.-
Pero ¿no sabes que ella a mí
no me tiene amor? |
LEANDRO.-
Yo la dotaré: os daré
dinero, mucho dinero. |
TOMÁS.-
¡Qué iniquidad!
¿Quieres comprar un marido para Gabriela? ¿Quieres dársela
a un canalla? Sí; únicamente los canallas se
dejan comprar. |
LEANDRO.-
No, Tomás; no es ésa
mi intención; pero tú... |
TOMÁS.-
Calla,
que si te oigo una palabra más tendré que matarte.
Con razón has creído que yo no debía
seguir viviendo a tu lado. Vivir con un tunante no podía
convenirle a un hombre de bien. Espera. (Vase por la puerta
de la derecha de primer término.) |
Escena IX
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LEANDRO;
a poco, TOMÁS; después, GABRIELA; luego, DON
VICENTE.
|
LEANDRO.-
¡Qué horrible día! ¿Por
qué tolero que me insulte? ¿Le asistirá derecho
para insultarme? Logro lo que deseo, y el corazón
se me contrista. |
TOMÁS.-
Ahí va tu frac. (Saliendo
por la misma puerta con la blusa y la gorra que llevaba en
el primer acto. Trae en la mano el frac, y le arroja al suelo.)
Con él puedes engalanar a uno de tus lacayos. Ahí
va tu dinero. (Sacando dinero de los bolsillos y arrojándolo
también al suelo.) ; quizá te haga falta algún
día. Lo que he gastado en tu casa durante un mes,
váyase por lo que tú gastaste en la mía
durante más de tres años. Saca la cuenta, y
si aún te debo algo, dímelo y te lo pagaré.
No quiero deberte nada; quiero quedar en paz contigo, y,
sin ser ingrato, poderte despreciar con todas las fuerzas
de mi alma. |
LEANDRO.-
Te ciega la cólera. Me ofendes
sin razón. |
TOMÁS.-
Otra cosa te dice a gritos
la conciencia. ¡Gabriela! (Acercándose a la puerta
de la izquierda y gritando.) |
LEANDRO.-
¿Qué intentas
hacer? |
TOMÁS.-
Vas a verlo. ¡Oh! (GABRIELA sale por
la puerta de la izquierda, con el vestido de percal que llevaba
en el acto primero.) Ven aquí, (Asiéndola de
una mano.) Es preciso que lo sepas. Leandro no te quiere.
Va a casarse con otra. Ha pedido la mano de la marquesa. |
GABRIELA.-
Mira. |
TOMÁS.-
¿Ese traje?... |
GABRIELA.-
Antes
de saberlo, había yo resuelto separarme de él. |
LEANDRO.-
¿Estás loca? No lo consentiré jamás. |
GABRIELA.-
Leandro, tú y yo deseamos vernos libres
el uno del otro. |
TOMÁS.-
¿No le amas? |
GABRIELA.-
Si
le amara, conociéndole, me moriría de vergüenza. |
LEANDRO.-
¡Oh! |
TOMÁS.-
¡Te conoce al fin! ¡Ya no te
ama! Y yo sentía que fueses malo! Muy bien que haces
en serlo. Esto nada más tengo que agradecerte. Gabriela,
saliendo de aquí, renuncias al lujo, a las comodidades. |
GABRIELA.-
Cuando he vuelto a ponerme este vestido de percal
se me ha ensanchado el corazón. |
TOMÁS.-
Gabriela,
tú necesitas amparo. Hay un hombre que te ama. Es
pobre, pero ante el mundo y ante el cielo puede levantar
serena la frente. En otras circunstancias, nunca se hubiera
atrevido a confesártelo. El hombre que te ama hace
tiempo, el hombre que no piensa más que en ti, que
no vive más que por ti, ese hombre soy yo. |
GABRIELA.-
¡Tú!
¡Ay, no puedes imaginar lo que siente mi alma en este momento! |
TOMÁS.-
Eres honrada; algún día quizá
llegues a quererme. ¿Verdad que no es imposible que me quieras?
Responde, una esperanza, una palabra, una sola delante de
él. |
GABRIELA.-
¿Por qué no vi antes quién
era él, y quién eras tú? |
LEANDRO.-
¡Pérfidos,
hipócritas! Os quejabais de mí, y me habéis
estado engañando villanamente. Dile que le amas; díselo. |
GABRIELA.-
¿Quieres que se lo diga? Se lo diré, si
tú lo mandas. ¡Amarle es mi consuelo, mi rehabilitación,
mi orgullo! |
TOMÁS.-
¿Has dicho que me amas? ¿Has dicho
eso? A ver, repítelo. |
GABRIELA.-
Ten compasión
de esta pobre mujer, y no me hagas la ofensa de dudarlo.
¡Te lo juro por Dios! |
TOMÁS.-
¿Lo oyes, Leandro? A
ti no te quiere, y a mí sí. ¿Qué más
puedo pedir al cielo? |
LEANDRO.-
Idos pronto; dejadme. |
TOMÁS.-
ven
a ser mi esposa. |
GABRIELA.-
¿Tu esposa yo? No; no lo merezco. |
TOMÁS.-
Yo sí que no merezco tanta ventura. |
GABRIELA.-
¡Bendita sea tu bondad! |
DON VICENTE.-
Vamos andando,
señorita. (Saliendo por la puerta del foro, con el
sombrero y un paraguas en la mano y un lío de ropa
debajo del brazo.) Abajo esperan a usted, en un coche, para
ir al teatro, el señor Aguilar, su pupila y don Federico
Vilches, un amiguito de la casa. (A LEANDRO.) |
TOMÁS.-
Anda,
insensato, anda a buscar lo que te parece felicidad. La felicidad
es ésta (Señalando a GABRIELA.) ; se viene conmigo,
huye de ti. Millonario insolente, ¿de qué te sirven
tus millones? Rico de ayer, date prisa a gastar tu dinero;
gástalo casándote con una mujer que no te ama;
gástalo satisfaciendo ruines vanidades que endurezcan
y prostituyan tu corazón. Quiere la justicia eterna
que el rico malo compre su desgracia a peso de oro ¡Adiós
para siempre! (Dirígese al foro con GABRIELA. Síguelos
DON VICENTE. LEANDRO se queda meditabundo, con la cabeza
inclinada hacia el suelo.) |