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Discurso de Gabriela Mistral, cuando arriba al puerto de Valparaíso, Chile, en 1954. [Transcripción]

Gabriela Mistral





Mi primer recuerdo al acercarme a nuestro Valparaíso, será el de dos colegios: mi escuela rural de Montegrande, que no tenía piso ni ayuda alguna de los ricos hacendados. Y ese colegio austral cuya vida entera fue dulce y grata para mí hasta el último día. Yo la dejé solamente, porque el clima casi polar dañó mi salud.

En cuanto a Valparaíso, vive en mi memoria por la cordialidad de su gente, más esa su alegría que parece una gracia que él reciba del mar. Si yo viviese en Chile y esto puede pasar algún día, pues nunca lo he olvidado, no necesitaría para ser feliz sino de ese aire juguetón, y de la presencia marina, que en todas partes me hace dichosa y cura mis males.

Yo pido respetuosamente a mis jefes, que si es posible, me acuerden el favor de tener a Valparaíso o a uno de sus alrededores por residencia durante mi estadía en Chile. Desde esa residencia, puedo yo subir hacia mi valle de Elqui y bajar hasta mi Punta Arenas. Esto es un deseo, pero además una deuda. De paso por las provincias del sur y por la mía me será muy grato conversar con mi gente y recoger el material que me falta sobre la flora chilena en un largo poema sobre Chile, que está casi acabado. Nada más voy a peder a mis jefes de quienes me siento muy deudora de esta invitación, al regresar a mi patria.

La invitación me sorprendió bastante, porque en mi larga ausencia de mi país yo recibo un mínimo de correspondencia chilena, un mínimo. La correspondencia mía de Chile es muy inferior a la que me llega de otros pueblos, que conozco o no conozco. Por lo tanto, aquella autorización para volver a la patria, fue para mí no sólo grata, sino gratísima.

Algunos de ustedes saben que yo tengo un trabajo no acabado, muy largo ya pero no acabado que es un poema descriptivo de Chile. Yo he vivido en varias regiones de mi país pero hay bastantes que no conozco y no es cuestión de esta vez, en esta ocasión de escribir un poema a base de mentiras o a base de imaginación, porque la imaginación me haría fabricar cuentos sobre mi tierra, y la verdad de ella, la cara de ella, el semblante de ella, no puede ser más hermoso de lo que es. Así es que no es cuestión de inventar un país bonito, sino de ir a copiar así como un estudiante muy humilde y torpe además, a copiar lo que vean mis ojos.

Yo espero de que me ayuden, me guíen, pero quiero quedar en Santiago poco tiempo, porque Santiago lo conozco, lo conozco bastante. En Valparaíso, región que quiero mucho, también yo conozco algo. Entonces será la cuestión la de guiarme en lo que yo no conozco y de atenderme, porque llevaré aquel papelito largo, mejor dicho aquellos cuadernotes de ese poema que está lleno de espacios vacíos y que creo que no es difícil llenar si soy ayudada y acompañada.

Mi vista no es nada buena y necesito que diversas personas me guíen según las regiones. Me gustaría tener una especie de guía de la provincia misma en donde esté. La idea de aquella persona de darme un guía de Santiago para que me lleve hasta el extremo sur es muy bondadosa, pero creo que sea mejor el que me guíen las personas de la localidad. No les daré más molestia, que algunas preguntas. Generalmente, cada uno conoce su tierra ya. Llevo la ilusión de poder tener fuerzas para conocer todo lo que desconozco. Yo sé que el chileno ayuda al extraño con gran buena voluntad. Ahora les toca guiar a una de los suyos. A la linda chinchilla, que yo creo que es el animalito más hermoso de este mundo, son muchos los que no la conocen. No se preocupen de darme de comer mi comida, es de dieta yo sólo la sé hacer o enseñar. No se ocupen de darme siesta, me cansan mucho, yo necesito dormir mi noche entera, pero como soy muy charlatana, conversaré con ustedes donde sea, por donde ande, con mucho gusto y ustedes me contarán cosas que me ayuden para este trabajo.





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