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Alegría reflexiona sobre la indiferencia de los Modernistas ante los problemas sociales: «La tragicomedia de una escuela literaria como el Modernismo es que, mientras se arrebosa con los signos más obvios de una cultura clásica y acepta arrobada su rol de subproducto de lujo en una sociedad de capitalismo subdesarrollado, junto a ella, encima y debajo, se precipita la decadencia del Positivismo, se estratifica la economía colonial y de dependencia imperialista, se conmociona la estructura entera de una sociedad que no puede parchar ya sus contradicciones. Los modernistas pasan por el lado de afuera de esta realidad social... Por eso se hizo tanta mofa de ellos en la España de fin de siglo cuando la generación del '98 empujaba el amoblado viejo de la burguesía española con el ánimo de lanzarlo por la ventana» (Alegría, p. 28).

 

2

Rodríguez Monegal aporta una valiosa información en cuanto a la crítica que deformó la imagen de la escritora en Sexo y poesía en el 900 uruguayo.

 

3

Todorov profundiza en lo ambigüo de esta figura: «The love for death... is known as necrophilia. In the literature of the fantastic, necrophilia habitually assumes the form of a love consummated with vampires or with the dead who have returned among the living. This relation can once again be presented as the punishment for excessive sexual desire; but it may be present also without its receiving a negative value... When vampires and devils are «on the right side» we must expect priest and religion itself to be condemned and vilified with the worst names» (Todorov, p. 138).

 

4

En referencia al tema del tú en Todorov, Rojas explica: «Los temas del tú son los de la sexualidad, tienen que ver con la relación del hombre con su deseo y su inconsciente, son temas del discurso porque implican la relación dinámica con los otros hombres. Estos temas son, por ejemplo, el incesto, la ambigüedad relativa del sexo de la persona amada, la necrofilia (el amor por la estatua y el vampirismo). Lo superlativo del deseo sexual se convierte en sobrenatural, el deseo se encarna en figuras sobrenaturales como el diablo» (Rojas, p. 106).

 

5

Enrico Santí apuntaba una relación parecida en «el intruso»: «... donde la experiencia del deseo impide determinar quién es el poseedor o el poseído» (Santí, p. 149).