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El domingo

Vicente Rodríguez de Arellano



Escena sola

Monólogo, soliloquio, lamentación, declamación, o llámese como quisiere, que a su autor le importa poco el nombre



Escena ridículo - Uni-cocheril
 

El teatro representa una estancia subterránea; a un lado habrá una ventanilla, y en el opuesto una mesa pequeña, y en ella una bota vacía. DOMINGO estará en medio, sentado sobre un banquillo, su traje de librea, con botas y manopla, o látigo, en ademán de un hombre pensativo, en el que persevera mientras toca la orquesta.

 
                         Aquí, donde tan solo de mis ansias
pueden ser melancólicos testigos
el horror y las sombras; donde pago
de leve crimen bárbaro castigo:
aquí, donde por orden de mi amo 5
desde anoche me veo sumergido,
sondeando a un ayuno perdurable,
pues una hora de ayuno en mí es un siglo,
soltando el chorro a mi tronante boca
con mis quejas retumba este edificio. 10
El día espero, para ver si acaso
encuentro de escaparme algún arbitrio;
y pues ya del tejado en las aleras
de los gorriones los chirriantes picos
saludan a la aurora, y de sus luces 15
dan señal no dudosa los resquicios
de esta ventana, miraré la estancia,
(Levántase, y abre la ventanilla.)
y abro para este efecto el postiguillo.
(Se aclara el teatro, y comienza a registrar la estancia.)
Todo está impenetrable: no hay remedio.
Veamos por aquí... Mas ¡ay! ¿qué he visto? 20
Repara en la bota, queda admirado, y dice dudoso.
¿Si esto será ilusión? ¿Si acaso sueño,
o con la fuerza del dolor deliro?
Mas no; despierto estoy; no devaneo:
por desgracia tampoco estoy bebido:
¡luego es cierta y segura mi desdicha, 25
y ha llegado a su extremo mi destino!
¡Horrorosa visión! ¡imagen triste!
¡terrible situación! ¡cruel martirio!
(Enternecido.)
Amable bota, prenda de mi vida,
objeto sin igual de mi cariño: 30
dulce consoladora de mis males,
¿tú vacía, mi bien, y yo respiro?
¿Cuál fue el audaz, cuál fue el sediento labio
que con crueles sorbos repetidos
te dejó pez con pez, y a mi sin alma, 35
sin vida a ti, y a mi cadáver vivo?
Cochero sin ventura: una y mil veces
mintió el primero que asentó por fijo,
que el soberbio dolor causa la muerte,
pues que golpe tan trágico resisto. 40
(Airado.)
Amo sin compasión, amo perverso,
amo a mi lealtad desconocido,
amo al uso, ¿tal prueba me guardabas?
¿Tu fiereza este examen me previno?
¿No te basta, dime, cercenarme 45
de mi corto salario lo preciso,
y quitarme los gajes, que el manejo
de traer y llevar le da a mi oficio?
Llevárasme a las minas del azogue,
hicieras que me echaran a un presidio, 50
que no es admiración en los cocheros
visitar los turbantes berberiscos;
pero encerrarme en esta obscura estancia
con la bota vacía, es un suplicio,
es tan nuevo linaje de tormento, 55
que sólo en un tirano hallará abrigo.
(Con furia.)
Pues vive Dios, que cuando de aquí salga
conocerás mi pecho vengativo:
pondré en falso las ruedas de tu coche;
y cuando se halle el suelo menos limpio, 60
en la Puerta del Sol, aunque revientes,
he de hacer que te estrelles los hocicos.
A este consuelo solo, a esta esperanza
resiste de mi aliento el vital hilo.
Sí; la venganza sola me sostiene; 65
cuanto más la preparo, más me animo.
¡Ay amo miserable! Tu escarmiento
renombre de inmortal dará a Domingo.
(Música fuerte, durante la cual se pasea discursivo, y después dice sosegado.)
Poco a poco, pesar; despacio;
unos breves momentos haga el juicio 70
treguas con la razón, y meditemos,
antes de resolver un desatino.
Mi prisión será corta, es innegable,
que el amo necesita mi ejercicio;
porque manopla igual a la que empuño 75
no la vieron los Griego y Latinos.
Luego al instante que me vea suelto,
con presurosos pasos me encamino
a cualquiera taberna bien provista,
y apurando un pellejo me desquito. 80
¡Poder de la pasión cuánto discurres!
¡Mas ay! Que siendo falsos los principios,
también la consecuencia ha de ser falsa;
este sí que es concluyente silogismo.
Sin un ochavo estoy; no hay quien me preste; 85
porque ya de cansados mis amigos,
apenas me columbran de una legua,
huyen como violentos torbellinos.
No hay grasiento figón, no hay hostería,
no hay bodegón en cuantos el distrito 90
abraza de Madrid, en que no sea
por mis loables prendas conocido;
tanto pueden los micos que he pegado,
y tanto mis petardos infinitos.
Allí debo sardinas y pimientos, 95
aquí debo una azumbre, allí un cuartillo,
aquí veinte medidas de aguardiente,
nueces, castañas, queso, y... ¡es un prodigio!
De tanto como debo, a nadie pago,
con que hago poca cuenta del guarismo. 100
Cuando salgo a ruar, en cualquier calle,
en cualquiera plazuela, en cualquier sitio,
hostereros, fondistas, figoneros,
apenas de mi coche ven el brillo;
salen alborotados a las puertas, 105
y todos de embestirme dan indicios;
pero yo me hago el sordo, y arbolando
el látigo valiente, a su estallido
corresponden las mulas en carrera,
y de tanto acreedor así me libro. 110
No ha mucho que en el puente de Segovia
un piñonero pretendió atrevido
le pagase unos cuartos: al instante
le di un manoplazo su recibo.
¡Ay Domingo infeliz! Por todas partes 115
me encuentro sin apoyo, sin auxilio;
y por colmo mayor del infortunio
la bota en tales términos distingo.
¿Mi bota dije? Sí; ella es la mía.
(Coge la bota, y la examina por todas partes.)
Yo la puse este hermoso brocadillo; 120
yo la eché esta botana tan curiosa,
que acertado botero amor me hizo.
(Abrazando tiernamente la bota dice muy apasionado.)
¡Ay dulce bota, cuando Dios quería!
¡dulce y alegre, cuando tú al divino
Peraltense licor y al de la Mancha 125
serviste de depósito exquisito!
¡Quién me dijera, cuando tantas veces
apagaste la sed del pecho mío,
que me habías de ser en algún día
el tormento mayor y el más indigno! 130
Llorad ojos, llorad con abundancia,
que ahora es cuando el llanto necesito;
pues siendo cuando lloran los cocheros
mucho más que pura agua puro vino,
llenaré con mis lágrimas la bota, 135
y encontraré remedio en tal conflicto.

(Música triste, DOMINGO besa la bota, la deja en la mesilla, y luego se sienta lloroso en el banco, y en cesando la música con tono desconsolado.)

¡Oh nobles Asturianos y Gallegos!
¡oh Franceses! Y oh cuantos el oficio
cocheril practicáis, compadecedme;
Ayudadme a sentir, que bien merezco 140
este débil consuelo que os suplico,
pues de vuestras continuas borracheras
inseparable compañero he sido.
Pero en vano me quejo, en vano os llamo,
porque ahora estaréis, si bien colijo, 145
despellejando la terrible mona
que la noche pasada habréis cogido;
mas no, no puede ser, que el día crece,
y todos acudiendo muy activos
a las tiendas y puestos de aguardiente, 150
(puesto que asoma el sol sus claros visos)
estaréis muy bien puestos de asomados;
yo sólo sin ventura en este sitio
no me asomo: queridos, me consumo,
(Se maltrata.)
rabio, me desespero, me pellizco, 155
me estrujo, me devano, me aporreo,
me tundo, me estropeo, y me acribillo...
¡Oh terrible dolor! ¡oh fiera suerte:
¡Domingo desdichado... estás perdido!
(Se deja caer con abatimiento; y la música toca un breve rato; luego se levanta, y dice sereno:)
Yo no sé por qué tanto me apasiono, 160
y al fondo del pesar me precipito
ciego a las reflexiones: supongamos
la bota llena del licor más rico,
que pudo en sus ideas diletantes
figurarse la sed de mi apetito. 165
¿Pudiera subsistir en tal estado?
¿en tal disposición? ¿en el abismo
de la viviente cuba de mis tripas
no tuviera ella ya sepulcro digno?
¿no la hubiera apurado? ¿Quién lo duda? 170
Pues supongo que ya la he bebido;
tanto monta; mas no, no monta tanto,
que con tan eficaz confortativo
mucho más animado me encontrara,
no me sintiera, no, desfallecido, 175
negado a la esperanza... Este tormento,
(Irritado.)
Deidades altas, es muy excesivo.
¿Por ventura soy yo de cal y canto?
¿No tengo en mis adentros entresijo,
hígado, bazo, y cuantos adherentes 180
para sentir, acaso, son precisos?
¿Pues cuál es la razón, cuál es la causa
de sujetarme a examen tan impío?
(Mirando las botas.)
Y no fueran mis penas tan amargas,
de mi mal el rigor fuera más tibio, 185
si no te contemplara, dulce bota,
en estado tan vil, tan abatido.
Pero verte, mi bien, en tal desaire,
verte tan estrujada, habiendo sido
tú mi regalo, y mi consuelo todo, 190
es de mis ansias el mayor motivo.
¿Para eso tanta vez del mayordomo
observé cuidadoso los descuidos,
y al menor, con extraña ligereza,
le atrapaba botellas y frasquillos, 195
cuyo espíritu dulce en tus entrañas
encontraba seguro y cierto asilo?
¿Para esto tantas veces a la llave
de la cava o bodega eché los cinco,
y en medio del silencio de la noche, 200
con lentos pasos y acertado tino,
barbero de las pipas y toneles,
los solía sangrar caritativo,
y su ardiente licor depositabas,
después que de él estaba yo tupido? 205
¿Tantos afanes y trabajos tantos
tuvieron este fin? Sería indigno
de quien soy, bota mía, si tu ofensa
no desquitara en altos sacrificios.
Yo juro a las esferas celestiales 210
de las tabernas, donde siempre asisto,
que seré un hombre nuevo en adelante:
daré el pienso al ganado bien medido,
sin hurtar en la paja ni cebada:
no le abriré la puerta al señorito, 215
cuando salga a correrla por la noche:
no le traeré a su hermana papelillos;
ni cuando estén los amos en visitas
alquilaré mi coche a presumidos,
que quieren presentarse autorizados 220
a damas y Señoras de gran brillo:
no jugaré a la brisca en los portales,
ni menos a la taba, ni conmigo
los naipes llevaré, ni de mi boca
se oirán juramentos inauditos, 225
reniegos ni blasfemias; finalmente,
seré cortés... ¿Seré cortés he dicho?
¿Pues qué puedo hacer más, si en un cochero
el usar cortesía es heroísmo?
(Paséase mientras toca la música como discurriendo, y luego dice en tono natural.)
Aún mucho más mi pena se adelanta, 230
mayores amarguras apercibo:
cuatro días de plazo, cuandos menos,
de mi prisión el término consigo:
toda la cofradía de borrachos,
cuyo hermano mayor soy, aunque indigno, 235
me ha de echar menos, no hay la menor duda;
sabrán el medio raro y peregrino
que para mis pesares ha inventado
de mi amo el ridículo capricho:
se extenderá la voz en un momento; 240
no habrá cochero, marmitón ni pillo
que no sepa este chasco; y cuando quiera
presentarme a sus ojos, a silvidos,
a carcajadas, zumbas y chacotas
de todos ellos me veré corrido. 245
Seré por todas partes señalado;
y por apodo me dirán Domingo
de la bota vacía; y sin morirme
¿podré, desventurado, consentirlo?
(Despechado.)
¿Yo he de pasar infamia semejante? 250
¿Y podrá un hombre blanco, negro o tinto
ofrecerse a tan públicas afrentas?
No puede ser: tomemos un partido
más digno de nosotros; sepa el orbe
que yo a mi deshonor no sobrevivo. 255
Morir es necesario: un sólo golpe
asegura mi honor: corazón mío,
no desmayes; valor, en este aprieto
muestra que a todo trance eres invicto.
(Hace que se quiere ahorcar con la manopla.)
Esta triste manopla al ancho cuello 260
me la echaré con nudo corredizo,
y me tengo de ahorcar... ¡Vana locura!
Aun en esto el decoro es muy preciso,
que nunca grandes héroes se ahorcaron
en casos semejantes, y es mal visto 265
un cochero con tanta lengua fuera,
echando espumarajos a porrillo,
los ojos resaltantes como puños,
y cual de berenjena el colorido.
(Saca una navaja.)
Esta navaja de picar tabaco 270
ha de ser instrumento vengativo;
ella abrirá la puerta por do salgan
mis trabajos con sangre reteñidos:
escóndola al instante en mis entrañas...
(Va a darse, y se detiene.)
Muere cochero pobre... Mas ¿qué digo? 275
¿Dónde está la razón? ¿La cobardía
me hará conmigo mismo fementido?
¿Tan poco cuesta el ser, que así me arrojo
a ser yo de mí propio el asesino?
¿En qué ley caber puede alguna causa 280
bastante a autorizar cochericidios?
Pero ¿y la infamia dura que me espera?
El honor sobre todo es preferido.
¿Y yo he de abandonarle? ¡Santos cielos,
con qué dudas alterado lidio! 285
(Conviértese al cielo.)
Baco, Dios de lacayos y cocheros,
ignorado Noé del gentilísimo:
¡oh numen tutelar de los sarmientos,
protector de las uvas y racimos!
pues tantas veces en las aras tuyas 290
ofrecí humildemente sacrificios,
ilumina mi ciego entendimiento,
porque yo torpemente me alucino.
(Se queda suspenso mirando al cielo, con los brazos abiertos, sin dejar la navaja, y mientras toca la música hará los visajes y ademanes propios de la situación, y luego dice:)
Oculta inspiración siento en el pecho,
que me impele a morir: no lo resisto; 295
pero primero despedirme es fuerza
de mi adorada bota. Mas ¿qué miro?
(Acércase a la bota.)
O imágenes fantásticas abulta
el temor, y el postrero parasismo
me turba las ideas, u otra bota 300
aquí está llena. Mas me certifico
cuanto más la contemplo. No, no hay duda.
El lacayo, que suele en este sitio
hacer sus entruchadas, la ha robado,
y es seguro que aquí la habrá escondido. 305
¡Providencia feliz! ¡dichoso acaso!
(Arroja la navaja, y toma la bota, que estará debajo de la mesa.)
Llena está de licor. Baco divino,
conozco tu poder; que muera quieres;
pero del modo mismo que he vivido,
es a saber, borracho: te obedezco, 310
y en tus manos gustoso me resigno.
Comencemos la obra: vaya un trago.
(Bebe.)
¡Dulce muerte! Por todos mis sentidos
el ardor se difunde, y del cerebro
ya ocupando las sendas y caminos. 315
Buena va la primera puñalada;
pero no basta: vaya otro traguito.
(Bebe.)
Ya del pie a la cabeza bamboleo:
parece que se cae este edificio,
y que el aire se llena de candiles: 320
las tiemblas se me piernan; atroz hipo
me sobrecoge; mucho va tardando
(Comienza a trastornarse.)
la muerte: demos fin a este martirio
con el último trago: vaya en gracia.
(Bebe y tira la bota.)
Ello es hecho: ya estoy de sudor frío 325
o caliente cubierto: se me traba
la lengua... Aunque me esfuerzo... ¡Ay pobrecito!
Sí me echaré... ya es hora... Sí, ya muero...
A Dios señores... que... se acabó el vino...
(Cae, y también el telón.)

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