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El Santos Vega de Ascasubi se ubica también en el último período de género. No lo desarrollamos especialmente porque consideramos que Ascasubi contribuye a la consolidación de la gauchesca en su etapa montevideana. El Santos Vega, realizado en la etapa francesa del autor sobre décimas y apuntes viejos, carece de la vitalidad de los otros textos que tratamos. La distancia con el resto del género también se pone en evidencia en la extensión de este poema, pensado para formato libro, en el momento en que Ascasubi se disponía a editar en París sus obras completas. El Santos Vega es la única pieza de la poesía gauchesca pensada para ese formato. De la literatura de cordel de la etapa de emergencia del género se pasa al soporte papel-periódico durante las luchas intestinas. Incluso el Fausto conoció sus primeras ediciones en la prensa periódica. Hernández, al publicar El gaucho Martín Fierro, en 1872, había desestimado el libro y optó por un folleto de 78 páginas. Las dimensiones folleteriles de las primeras ediciones oscilaron entre 15 x 25,1 cm. y 17 x 26 cm. Martínez Estrada elogia el acierto de esta elección dado que el hombre de campo estaba acostumbrado a manejarse con publicaciones periódicas de similares dimensiones que llevaba a la chacra. El folleto llegó así a un público no acostumbrado a la lectura de libros. (Véase Jorge B. Rivera: «Ingreso, difusión e instalación modelar del Martín Fierro en el contexto de la cultura argentina», en Hernández, 2001). Si bien es cierto que Hernández realiza una política editorial para captar todo un mercado y sostenerse en la difusión más que en la crítica de la literatura culta, dentro de las perspectivas del género gauchesco encuentra toda una tradición que desconoce el libro como soporte y se ampara en otros mecanismos de menor perdurabilidad, más cercanos a la voz y a la fugacidad de su emisión.

 

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Un siglo después, cambiados los personajes, la República volverá a presentar el mismo conflicto, con la pauperización y el genocidio de quienes no están considerados dentro de la economía global de fines del XX. Otra vez el acuerdo con los intereses internacionales y el tácito consentimiento de las clases medias confinan a la marginación y progresiva desaparición de millones de argentinos. Tal vez por eso la lectura del poema de Hernández presenta en este momento una reactualización y vigencia impensables cuando, aún dentro de otro modelo económico y cultural, realizaban su exégesis Borges y Martínez Estrada.

 

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Se trata de una fiesta en un rancho, como los bailes mencionados en GMF, cuando la pelea con el Negro o la de Cruz, con el cantor. Así se reitera en el texto: «Martín Fierro y sus dos hijos, / entre tanta concurrencia, / siguieron con alegría / celebrando aquella fiesta» (II, 2903-06); «Le pidió su bendición / al que causaba la fiesta» (II, 2927-28).

 

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Sobre este tema véase Nicolas Ruwet (1072, 43).

 

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En VMF, ya no está tan extendido el canto a todos los gauchos, y esto queda claro cuando acota en sus consejos: «si son cantores» (v. 4763).

 

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Tomamos las palabras de Élida Lois por la síntesis con que condensa las diferencias entre las dos partes del poema: «En siete años ha cambiado la situación histórica en la que se ha impuesto un imaginario gauchesco, ha cambiado la voz (la del político, la del escritor, la del personaje) y se ha transformado, en consecuencia, no solo el aparato enunciativo sino también contenidos del mensaje» (Hernández, 2001, XXXIV).

 

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Sigue a Paul Celan que lo define del siguiente modo: «[el schibbolelh] nomme, dans la plus grande extension de sa généralité ou de son usage, toute marque insignifiante, arbitraire, par exemple la difference phonématique entre schi et si quand elle devient discriminante, décisive et ocupante. Cette différence n'a aucune sens par elle-même, mais elle devient ce qui il faut savoir reconnaître et surtout marquer pour [...] passer la frontière [...] Cette inscription de la différence dans le corps (par exemple l'aptitude phonatoire à prononcer ceci vu cela) n'este toutefois pas naturelle, elle n'a rien d'un faculté organique innée. Son origine suposse elle-même l'appartenance à une communauté culturelle et linguistique, à un milieu d'apprentissage, una alliance en somme».

 

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Véase especialmente Ludmer, 1988, 46 y ss.

 

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El gaucho era proclive a estos juegos de palabras que permiten interpretar un sentido soez o escatológico. En el Santos Vega de Ascasubi, el santiagueño Tolosa les atribuye a los paraguayos y tarijeños esta malicia en el decir, pero también Vega juega con el doble sentido de la palabra choclo (por 'pene') que debió de estar muy extendida pues ha quedado incluso en el nombre de un tango: «murió moza de un empacho / de un choclo con requesón, / que un bendito franciscano / al confesarla una siesta / le dio en el confesionario» (Ascasubi, 1919, 78).

 

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Sostiene Ludmer (1988, 291): «La voz 'tabernáculo' no puede ser corregida por 'tubérculo', porque es el azote de Dios el que está en el lugar de la palabra en disputa. 'Tabernáculo' es el lugar del arca del Antiguo Testamento, el de Jehová. Vizcacha es castigado en el cuerpo, en el brazo que roba (y después de muerto en la mano: un perro se la come). La justicia del Dios del tabernáculo es la justicia del talión, la misma que regía en la justicia oral de los gauchos. Tabernáculo es una palabra incorregible, intraducible. Representa la justicia sacralizada de un Dios que castiga a herejes».