Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


 

511

Magnus Morner, The Expulsion of the Jesuits from Latin America, p. 29.

 

512

Lo que supongo se quiere decir con ello es que la monja quería conseguir el respeto del que disfrutaban los jesuitas por el nivel de sabiduría y erudición que se les otorgaba, no que quisiera ser hombre. No hay en la obra de Sor Juana ninguna sugerencia en ese sentido; en ella, y siempre como mujer, luchó para que se le reconociera a su sexo la misma capacidad intelectual e ilustración de que disfrutaba el sexo contrario.

 

513

Utilizo la edición de Méndez Plancarte para este auto; véase t. III, nota al v. 470, p. 563. Véase el artículo de Francisco Javier Cevallos: «La alegoría del deseo: La loa para el auto El mártir del Sacramento, San Hermenegildo de Sor Juana Inés de la Cruz», que leí en manuscrito cuando redactaba este trabajo. Se ha publicado en Romance Languages Annual, West Lafayette, Indiana, 1991, núm. 3, pp. 380-383. Con las actas del congreso de Toluca celebrado el año de 1995, se publicó, de Héctor Azar, «Sor Juana y el descubrimiento de América» que ti-ata sobre esta loa.

 

514

Carlos II se casó en primeras nupcias, en agosto de 1679, con esa princesa francesa mencionada, quien murió muy joven (antes de cumplir los 27 años) en febrero de 1689, sin dejar heredero. En mayo de 1690 Carlos II contrajo un segundo matrimonio con Mariana de Neoburg, con quien estaba casado al morir el 1.° de noviembre de 1700. La reina-madre, Mariana de Austria, había muerto en mayo de 1696. Véase lo que proponemos en el texto sobre la fecha de redacción de esta loa y su auto. Hubo de escribirse antes de febrero de 1689; pero si fue la primera, como hemos pensado, la escribiría durante el año de 1685 ó 1686 e incluso quizá antes. En cuanto a Divino Narciso, llama la atención el que, en la escena final de la loa (la V), la autora no mencione a la reina-madre pero que sí se dirija a «los reales pies» y a «su reina esclarecida», sin que se pueda determinar cuál de las dos reinas era -la francesa o la alemana. Podríamos conjeturar que la composición de este auto (Divino Narciso) y su loa se halla entre la defunción de una reina y la siguiente. En la loa de El cetro de José no hay ningún dato histórico que pueda aclarar nada sobre: la fecha de su composición. Divino Narciso no se había publicarlo en la primera edición de las obras de Sor Juana, Inundación castálida, Madrid, 1689. Según Méndez Plancarte (t. III, pp. LXXI, 503 y 513) se publicó en España, por primero vez, en una edición del primer volumen de las obras antiguas, en Madrid, 1691, pero hay aquí un error porque ediciones de ese tomo I se volvieron a publicar en Madrid en 1690 y en Barcelona en 1691, pero no en Madrid en 1691; esto, además de la edición suelta mexicana de 1690 (en la imprenta de la viuda de Bernardo Calderón). En resumen, Divino Narciso se publicó en España, por primera vez, en 1691. A todas las ediciones que siguieron a Inundación castálida se les cambió el título a Poemas. Véase la «Noticia bibliográfica» de mi edición de Inundación castálida, pp. 72-75.

 

515

Isaías Lerner, «La visión humanística de América: Gonzalo Fernández de Oviedo», p. 20.

 

516

Sor Juana, bajo el disfraz de «Estudiante 3», se descubre como autora del auto. Véanse los versos 980-488: «de haber con tan tosca pluma / tomado tan alto vuelo / [...] / me hizo elegir el asunto [...]» (el énfasis es mío).

 

517

Véase de Alison Weber, «Between ecstacy and exorcism: religious negotiation in sixteenth-century Spain», p. 234 y la nota 39, con bibliografía al respecto.

 

518

Véanse de Paul Ricoeur, «El tiempo contado», pp. 41-64, y de Walter Benjamin, «Theses on the Philosophy of History», pp. 253-269.

 

519

Véase a Charles Eduard Smith y Paul Grady Moorhead, A Short History of the Ancient World, pp. 292-296.

 

520

Además de los libros de los que aparecen citas en el texto, he consultado, para este pasaje y para otra información general, a los siguientes autores: E. Fletcher Allen y A. M. Hyamson, «Introduction», pp. 1-5; V. Ehrenberg, Aspects of the Ancient World, pp. 238-241; E. Ludwig, The Mediterranean. Saga of a Sea, pp. 15-17, 31 y ss.; Herodoto (traducido al inglés por A. D. Godley), «General Introduction», pp. VII-XXVIII; J. Myres, «preface» y «Chapter III»; George Slocombe, The Mediterranean and its Future, pp. 20-21; J. H. Rose, The Mediterranean in the Ancient World, pp. VIII-IX, 6-11, 174-176; K. H. Waters, Herodotos the Historian, pp. H. Webster, «Commerce and Industry», p. 447 y ss.; Polibio (traducido al inglés por M. Chambers), «Book II», p. 64 y ss.

Indice