Pre-Textos, Valencia, 2011, 77 págs.
¿Qué quiere el anzuelo?
Todo corredor quisiera esquivar la meta.
Una pared desnuda ofrece a nuestra imaginación el paisaje más fértil.
Somos capaces de sentir con cada parte de nuestro cuerpo. Quisiéramos poder pensar de esa manera.
En el aire hay tres tipos de pasajeros: los que desconfían de las máquinas, los que desconfían de los seres humanos y los que desconfían de la metafísica.
Rencorosa y nostálgica, la civilización construye una pequeña ciudad dentro de cada bosque y un pequeño bosque dentro de cada ciudad. Se repite este ejercicio hasta el infinito en el interior de cada persona.
La grieta urgente del cascarón quita el sueño a los que van a morir.
Perdonar como quien repuebla un bosque.
El amigo que perdiste es el juez más implacable de tu conciencia.
Los hijos caminan hacia nosotros alejándose.
Un padre y una madre son una deuda que nos hace ricos.
La emancipación comienza tras el descubrimiento de nuestro tirano interior.
El feminismo es una carrera de relevos sin meta.
La inmensidad puede emerger de un solo centímetro, de un clítoris, de un aforismo.
Un precipicio es una cumbre interior.
El lector codicia esa ráfaga.
¿Qué poeta pronuncia la palabra política sin ruborizarse? ¿Qué político la palabra poesía? Escribir: trabajar el rubor.
El mar es un monólogo interior.
El secreto que más nos pesa es el que no tenemos. Inventamos secretos para sobrevivir.
Una autobiografía es un escondite muy sofisticado.
Una larga convalecencia engendra novelistas. La proximidad de una catástrofe, poetas. ¿De qué agujero salen los aforistas?
Todo el mundo cae. Solo en algunos permanece la altura.
El arte se desvía para alcanzar el centro.
Todas las ratas mueren. Esta aforista morirá. Luego esta aforista es una rata.
Solo la juventud es suficientemente osada como para escribir aforismos, solo la vejez suficientemente sabia. Los aforismos son un género imposible.