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Ander MAYORA, El páramo

El páramo, Trea, Oviedo, 2018, 158 págs.

Al dotar de espíritu al mundo, izamos el puente vertical que nos salva del naufragio.


Esta sorpresa de sabernos, este estupor de no hallarnos, este asombro de encontrarnos.


Vivir es un gran sí que nos martiriza, una tortura que admitimos, un ejército al que solo podemos oponer una plegaria.


Nuestra alma es como el pájaro que, incapaz de volar, se resiste, saltando de rama en rama, a sucumbir.


Cuando me calle, habré encontrado.


Máximas, sentencias, aforismos, fragmentos: hojas desprendidas del árbol de nuestra impotencia.


Solo de ideas inagotables podemos alimentarnos durante toda la vida.


La existencia: fuego que no podemos domesticar. Todo arde.


Si el dinero es la sangre de la civilización, los ricos no son sino meros coágulos.


Solo mediante la erradicación de nuestros caprichos interiores podremos avanzar al fulgor de una verdad recia.


La revolución es la politización de la ilusión en sus dos acepciones: como entusiasmo y como espejismo.


La imposibilidad de la respuesta es la antorcha perenne de la interrogación religiosa.


En el nido de nuestra cabeza no sabemos quién pone los huevos, ni cuándo han de eclosionar.


El supermercado espiritual tiene en cada cliente al fundador de una religión.


La contradicción nos hace verdaderos. La no-contradicción, tan solo coherentes.


Ser fiel a uno mismo es ser fiel a lo que se hereda.


Es del entrechocar de ideas invisibles de donde provienen las explosiones reales.


Las novedades son el alimento del que se nutre el olvido.


Por miedo a la verdad, nos parapetamos en las meras opiniones.


El globo hinchado de la certeza se desinfla con el disparo certero de la duda.


Mundo moderno y mundo antiguo. ¿Quién es la oruga y quién la mariposa?


La verdad que más nos ata es la que mejor libera.


Las estaciones son la imagen analógica de la sucesión perenne de nuestra vida interior.


Basta con descifrarnos para descifrar el mundo.


El fragmento es el lenguaje de aquel que escasamente puede hablar.


Cuando de vivir se trata, la decepción confirma la regla.


El apunte es una perla para el perezoso y un latigazo para el impaciente.


La verdad es el orden dañado por el desorden de los discursos y las opiniones.


Pedirle a la razón que corrija la realidad es como pedirle a la rama que corrija el tronco.


Las palabras enajenan: ¿quién no se ha sentido el centro del mundo al pronunciarlas?


Todo deseo es una nostalgia.


El espíritu es agua que fluye en nosotros: no puede sino abrirse paso.


La vitalidad que busco no es la de quien se rebela, sino la de quien acepta.