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Victoria LEÓN, Insomnios

La Isla de Siltolá, Sevilla, 2017, 68 págs.

Sabemos que el tiempo nos sigue los pasos y, aun así, a veces, nos alcanza sin que lo oigamos llegar.


Somos en realidad aquello que hay en nosotros más antiguo que nosotros mismos.


A veces, cuando de repente lo inunda todo la luz, parece que no supiéramos dónde escondernos.


De todas las injusticias que se pueden cometer, quizá las peores vengan de tomar al débil por el fuerte y al fuerte por el débil.


La cortesía es un guardián que casi siempre nos protege de nosotros mismos.


Hay rutinas apasionantes.


Ciertas cosas tienen que existir solo para que no dejemos de buscarlas.


Hay encuentros que dividen para siempre en dos cualquier camino.


Todo lo vulnerable acaba cubriéndose de aristas.


Los buenos misántropos hacen mucha vida social.


Si lo pensamos bien, los más raros prodigios son los que suceden a diario.


Nada más nuestro que aquello que sabemos que nunca será nuestro y, aun así, irá con nosotros para siempre.


A veces una sombra se lleva nuestro miedo a ver amanecer.


De los errores que se cometen por una buena razón, al menos se puede sentir algo parecido al orgullo.


Hay llaves que abren puertas que ya no existen.


Las palabras ni crean ni destruyen realidades. Que nos parezca lo contrario no es más que un logro retórico.


Todos somos alguien, queramos o no saber quién.


A veces perseguimos para dejar de huir.


Qué poco convincente en todo resulta el grado superlativo.


La verdadera alegría siempre llega y se va sin hacer ruido.


Todo lo verdadero es silencioso.


Pocas cosas tan difíciles como rebelarse contra una tiranía sutil.


A veces pensamos en compañía. Siempre sentimos en soledad.


La vida, a veces, hace regalos. Muy pocas, en realidad. Conviene, en esos casos, ser cauto y dar las gracias. Y recordarle a quien deja de esperarlo que sucede.