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ArribaAbajoPoesías

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ArribaAbajoAntonio Arnau




ArribaAbajoA Cervantes


Abajo   En vano fue si con rigor sangriento
doquier te persiguió bárbara suerte,
si con rostro impasible pudo verte
sin escuchar tus quejas, ni tu acento.

   Tú del desdén el áspero tormento  5
supiste resistir con alma fuerte,
aguardando que el sello de la muerte
avalorase al fin tu pensamiento.

   No te engañaste: con dolor profundo,
tu ingenio, sol que sin ocaso brilla,  10
muriendo hiciste conocer al mundo;

   y ya tu excelsa gloria nadie humilla
porque fuiste primero y sin segundo
en dar su nombre al habla de Castilla.

(Del libro Un ramo de pensamientos)



  —60→  

ArribaAbajoG. Belmonte Muller




ArribaAbajo A Cervantes


ArribaAbajo   Desde mi infancia te admiré: anhelante
mi crédula y fogosa fantasía
volaba en pos del Caballero andante,
que de fiel escudero en compañía,
llevado por su enjuto Rocinante,  5
sus quiméricos sueños perseguía.
En lo interior de la encantada venta
penetraba con él: le iba siguiendo
en combates y encuentros y aventuras,
siempre el alma sedienta  10
de fatigas y glorias, y siempre viendo
disiparse el tropel de sus locuras,
cual polvo que se aventa.
Mas, aunque fueron en mi edad temprana
deleite, y emoción nunca extinguida  15
las gracias de tu pluma soberana,
¡oh gran Cervantes!, al seguir la huella
de tu azarosa vida,
sin cesar combatida
por los rigores de enemiga estrella;  20
al verte enfermo y pobre
lanzarte osado en el feral combate
para que el alma su vigor recobre;
luchar fiero y altivo
—61→
con el hado cruel, que no te abate;  25
dar tu sangre en Lepanto;
ser en Argel cautivo,
y olvidado en tu patria morir luego;
y al recorrer de tu inmortal Manchego
las páginas risueñas, se divisa  30
con penoso quebranto,
que tras aquella inimitable risa
está corriendo un manantial de llanto.

   Alzada la visera,
embrazada la adarga y empuñando  35
la fuerte lanza, en desigual carrera
Don Quijote arrojábase do quiera,
su escuálido rocín espoleando.
Ni el peligro detiénele, ni el miedo,
al emprender la hazaña  40
que imaginara en su febril denuedo;
no oye al rústico Sancho, que le advierte
con un sentido que jamás se engaña
lo infausto de su suerte;
ciego se precipita  45
tras el fantasma que su mente engríe,
y súbito recibe el golpe rudo
de su desgracia escrita,
más fuerte que su lanza y que su escudo.
Poco importa que en su ánimo confíe:  50
siempre que se medita
el noble anhelo que su pecho agita
se siente compasión aunque se ríe;
—62→
el destino sañudo
contempla el hombre y su fatal caída  55
cuando ya empieza a remontar el vuelo,
y cuerdo o loco, su ilusión querida
ve a sus plantas herida
por los rayos del mundo o los del cielo.
Sublime idealidad, triste realismo  60
en que se mezcla todo:
¡Una flor entreabriendo en un abismo;
una perla brillando sobre el lodo!
Por eso, genio audaz, cuando la fama
tu libro, en que a torrentes se derrama  65
la inspiración, y es hoy nuestro alborozo,
desde la España lo llevó a otra esfera,
el orbe entero lo aplaudió con gozo,
porque vio en él, la humanidad entera.

   ¿Quién no sintió como el Hidalgo noble  70
ante una empresa que soñó accesible,
sin que jamás su voluntad se doble,
la pena de luchar con lo imposible?
¿Quién no viajó encantado
por el bello país de las quimeras,  75
dio realidad a mágicas visiones;
luchó desesperado
con vanas sombras, que ahuyentó ligeras;
forjó castillos sin ningún cimiento,
y convertirse vio sus ilusiones  80
en molinos de viento?
Y al escuchar que el corazón golpea,
—63→
¿quién, si ya el desengaño no le abruma,
no pensó en una amante Dulcinea,
que entrevé dibujarse  85
con líneas de aire y de vapor y espuma,
y que verá risueña
a poco en el espacio disiparse,
bella como una hurí con que se sueña,
y falsa como un sueño, al despertarse?  90

   ¡Cuánta, cuánta riqueza
en ese libro espléndido se anida,
y en torno del autor y de su vida,
cuánta, cuánta pobreza!
¡Ay! Cuando el pueblo que meció su cuna,  95
magnífico florece,
y el sol de la fortuna
sobre la real diadema
con un fulgor intenso resplandece,
que no se sabe si ilumina o quema,  100
Cervantes muere en la profunda sombra,
y ve en la soledad, que no le asombra,
de su sepulcro yerto,
los laureles caer que en otro día
en su frente ostentó la tiranía,  105
y él solo vive, cuando todo ha muerto.
Desde el versátil imperial soldado
que a los acordes del clarín sonoro
la Europa recorriendo, desbordado
como el mar al extender sus olas,  110
la inundó con la sangre y con el oro
—64→
de las fértiles tierras españolas;
hasta el imbécil que salió del lecho
para echar en la tumba
los últimos despojos  115
de su poder deshecho,
todo ha querido el cielo que sucumba;
y hoy se ofrece a los ojos
de aquella edad de gloria y poderío
en que cayó desde la cima España,  120
su símbolo más grande y más sombrío:
Un panteón al pie de una montaña.

   Coloso del ingenio, al recordarte
se despierta mi numen lisonjero,
y en ti a mi patria, que llegó a admirarte,  125
la admiro, la saludo y la venero.
Yo, como tú, agobiado
por la carga infeliz de la existencia;
viendo surgir el ideal soñado,
como un hijo, tal vez, de la demencia,  130
del hado ciego por fatal sentencia,
quizá pronto los lazos
romperse mire de mis breves días,
y arroje hecho pedazos
un laúd cuyas tristes armonías  135
la duda inspiran y el dolor. Mas antes
que el adiós melancólico y postrero
dé a las Musas, concédeme pretenda
consagrar a tu genio, ¡oh gran Cervantes!
En pobres rimas, una humilde ofrenda:  140
—65→
¡A ti, gloria de España,
pasmo y admiración del mundo entero,
astro que el arte con su lumbre baña;
a ti, que entre miserias has escrito
tu obra gigante en el lenguaje hermoso  145
en que el hombre dichoso
habla mejor a Dios y al infinito;
en el cual expresé con alegría
mi primer pensamiento,
recé, amé, respiré, canté algún día  150
la ilusión que da aliento
y el padecer que oprime;
a ti, que eres, en fin, eterno encanto,
del que te evoca, y creador sublime
del grandioso idioma en que te canto!  155

Puerto Rico.



  —66→  

ArribaAbajoEmilio Bobadilla

(Fray Candil)


Sonetos





- I -


Cervantes


ArribaAbajo    De aquella edad, cuyo rigor abruma,
por tu indulgencia no pareces hijo:
Nada turbó tu estoico regocijo,
ni el hado adverso acibaró tu pluma.

   Fuiste una luz en media de la bruma.  5
En torno tuyo el pensamiento fijo,
retrataste tu época, amasijo
de grandeza y ruindad, con gracia suma.

   ¡Con qué ingenio relatas las proezas
de tu loco inmortal! ¡Cómo improvisas  10
hondos decires, lances y agudezas

   en páginas vibrantes y concisas!
Mas ¿quién, que sabe lo que son tristezas,
no oye el sordo sollozo de tus risas?

  —67→  


- II -


El vencimiento de Don Quijote


ArribaAbajo   Don Quijote, después de la pelea
en que le vence sin piedad alguna
el caballero de la Banca Luna,
retorna, melancólico a su aldea.

   De su rocín escuálido se apea;  5
en el lecho le tienden: una a una
recuerda sus hazañas sin fortuna
y se duerme pensando en Dulcinea.

   Duerme largo y profundo. Al fin, despierto,
con palabras acordes y sinceras  10
deplora su delirio. Plañideras

   voces suenan en fúnebre concierto,
y alrededor del inquietante muerto
zumban revoloteando las quimeras.

  —68→  


- III -


Dulcinea


ArribaAbajo   Entregada a tus rústicos quehaceres
no sabes que un hidalgo que te adora
afirma que eres, zafia labradora,
la más bella de todas las mujeres.

   Tú originas sus penas y placeres  5
por ti en abruptas soledades llora;
por ti le vencen y vencido implora
que le quiten la vida. ¡Su honra eres!

   De una ilusión, como la fe, naciste;
febril ensueño te adornó de galas  10
y de virtudes que jamás tuviste...

   ¡No sé qué aroma de lirismo exhalas,
qué influjo tienes sobre el alma triste,
que vuela a ti con invisibles alas!

  —69→  


- IV -


Sancho, gobernador


ArribaAbajo   Movido de codicia estrafalaria
por donde quiera a Don Quijote sigue,
sin que el hambre le rinda, y le fatigue
aquella vida errante y visionaria.

   Poco le aflige la pendencia diaria  5
y que el amo le insulte y le castigue
si, como premio de su afán, consigue
gobernar en la isla Barataria.

   Cada nueva fantástica proeza
del hidalgo, a sus ojos simboliza  10
el cercano poder y la riqueza;

   y cuando, al fin, su anhelo se realiza,
le cura de sus sueños de grandeza,
¡pobre gobernador, una paliza!

  —70→  


- V -


Rocinante


ArribaAbajo    Pusilánime, tísico y hambriento,
en vano Don Quijote le espolea:
Ni se espanta, ni muerde, ni cocea,
ni sale de su paso de jumento.

   Casi nunca responde al ardimiento  5
que en la riña al hidalgo aguijonea;
y al más leve tropiezo bambolea
como una planta que sacude el viento.

   Fatigado de andar leguas y leguas,
del instinto sexual no oye las voces;  10
pero una vez excítanle unas yeguas

   que a mordiscos su amor pagan y a coces...
No es tu sino más triste, ¡oh Rocinante,
que el de tu pobre caballero andante!

  —71→  


- VI -


El famoso escrutinio


ArribaAbajo    El cura, el ama y el barbero un día,
mientras duerme el hidalgo como un justo,
erigidos en jueces, a su gusto
revuelven su andantesca librería.

   Para el ama no hay libro de valía:  5
Todos van al corral; menos adusto,
libra el cura de fallo tan injusto
algunos que Cervantes firmaría.

   -¡A la hoguera, al corral!- también exclama
el envidioso Zoilo que condena  10
todo aquello que ignora y que no ama...

   Mas nunca falta crítica serena
que el mérito legítimo proclama
salvando del olvido la obra buena.



  —72→  

ArribaAbajoEduardo Bustillo




ArribaAbajoDon Quijote y Sancho Panza


Letrilla


ArribaAbajo   Hay quien, con lenguaje franco,
«el manco» a Cervantes nombra;
su libro, que al orbe asombra
prueba bien que no fue manco.
De aquel ingenio fecundo,  5
aún saca el mundo su escote;
que sigue cruzando el mundo
      Don Quijote.

   Aún, si pasamos revista,
hallamos en senda igual,  10
en pos del hombre ideal,
al hombre materialista.
Para que escudero lleve
quien a aventuras se lanza,
señores, aún vive y bebe  15
      Sancho Panza.

   Aquel que a fines inciertos
de un político sistema
corre, siempre con el tema
de desfacedor de entuertos;  20
soñando con seriedad
—73→
que ya, de su pluma al bote,
se cambia la sociedad...
      Don Quijote.

   Aquel que discurre un poco  25
y que, sin ser nada lerdo,
se olvida al fin de que es cuerdo,
por las promesas de un loco;
y que en política otorga
y niega con el que alcanza  30
que le ha de llenar la andorga...
      Sancho Panza.

   El que, entonando querellas
contra la negra fortuna,
odas dirige a la luna,  35
cantares a las estrellas;
y, con líricos sucesos,
de Apolo el gran sacerdote,
se queda en los puros huesos...
      Don Quijote.  40

   Aquel que al vate se asocia
y, al seguirle en su camino,
con un concepto divino
humanamente negocia,
y mientras, con su trabajo,  45
por la gloria el vate avanza,
él por comer a destajo...
      Sancho Panza.
—74→

    Galán que el mundo pasea
con el pensamiento armónico  50
de hallar de su amor platónico
la soñada Dulcinea;
y tiene tan hueca cholla,
que en su empresa lleva el mote
«contigo pan y cebolla...»  55
      Don Quijote.

   El que tocando el registro
de hacerse gobernador,
sin amar, busca el amar
de la niña del ministro;  60
y de este logra ser yerno,
sacando al fin de la danza
el suspirado gobierno...
      Sancho Panza.

   Quien por altos intereses  65
de una idea se aventura,
y halla, en su mala ventura,
gentes de frac por yangüeses,
que, haciéndole torpe guerra,
dan, con la ley del garrote,  70
con el idealista en tierra...
      Don Quijote.

   El que, a respetable trecho,
en pos del valiente hidalgo,
ve solo en la empresa el algo  75
que promete a su provecho;
—75→
y, aun cobarde ante el escollo,
algún coscorrón alcanza
por no perdonar el bollo...
      Sancho Panza.  80

   Como ayer, como hoy, mañana,
en el libro nunca viejo,
su fiel y brillante espejo
tendrá la flaqueza humana.
Siempre del genio profundo  85
sacara el mundo su escote;
siempre cruzarán el mundo
Sancho Panza y Don Quijote.



  —76→  

ArribaAbajoNicolás Díaz Benjumea




ArribaAbajoVida de Cervantes


Cervantes soldado

ArribaAbajo   Los hechos he de cantar,
porque lo digan mil lenguas,
del español más ilustre
que empuñó pluma y rodela;
de aquel que el mundo acredita  5
que fue un Roldán en la guerra,
un Hércules en trabajos,
un Apolo en la elocuencia,
inimitable en la gracia,
de la urbanidad escuela,  10
sereno en la adversidad,
resignado en la pobreza,
orgullo y gloria en su patria
y envidia de las ajenas.
Nació en Alcalá de Henares  15
Miguel Cervantes Saavedra,
al decimosexto siglo
de nuestra cristiana era
cuando de España al cenit
llegaba su buena estrella;  20
atando eran poco dos mundos
para su altiva grandeza;
cuando la ley daba a Europa
—77→
en los campos y academias;
cuando el sol no se ponía  25
para sus mares y tierras;
errando era el ser español
la mayor de las noblezas.
Nació de padres hidalgos,
dotado de grandes prendas;  30
que en lo que faltó fortuna,
sobró la naturaleza.
Hízole discreto, afable,
y de gallarda presencia;
cortés, valiente, ingenioso  35
y suma de gentileza.
Pasó sus primeros años
estudiando en las escuelas
de Henares y de Madrid
gramática y buenas letras;  40
por él Juan López de Hoyos
ha alcanzado fama eterna;
que los discípulos sabios
dan honra al que los enseña.
De muy mozo, la poesía  45
cautivó su inteligencia;
mas, ansioso de ver mundo
y de adiestrarse en su escuela,
marchó a Italia, esperanzado
de adquirir fortuna y ciencia;  50
dos cosas que, por desgracia,
rara vez corren parejas.
Recorrió en tierras de Italia,
Módena, Parma, Florencia,
—78→
Mesina, Luca, Milán,  55
Nápoles, Ancona, Génova,
Palermo, Padua, Ferrara,
y al fin la ciudad eterna,
do algún tiempo residió
de paje de su eminencia  60
el cardenal Aquaviva;
no siguió empero sus huellas;
que viéndose mal pagado,
o hastiado de la doméstica
aduladora cohorte  65
que a los magnates asedia;
o, cual noble caballero
sintiendo arder en sus venas
el fuego marcial, dejó
la vida, holgazana y quieta  70
de cámaras y palacios
por el servicio en la guerra,
que el empleo de las armas,
aunque arma al que le profesa,
en los que son bien nacidos  75
principalmente se asienta.
Galas compra de soldado
con el resto de su hacienda,
y a Nápoles se dirige,
donde equipaban galeras,  80
para hacer la guerra al turco,
España, Italia y Venecia.
Ardió su pecho afanoso
de hallarse en lucha sangrienta
con los moros, a la usanza  85
—79→
que había visto en las leyendas,
do caballeros andantes,
puesta la espada en la diestra,
de un alti-bajo o mandoble
les cortaban las cabezas,  90
como si fuesen de pasta
o blando mazapán hechas.
Tocó a Cervantes servir
en la galera Marquesa,
mandada por Sancto Pietro  95
de las escuadras de Andrea;
y con don Diego de Urbina
en breve se dio a la vela
en Nápoles; encontrándose
en la espantable refriega  100
de Lepanto, do se hundió
la potestad agarena.
Peleó allí como bueno,
aunque doliente y sin fuerzas,
esclava del fuerte espíritu  105
la flaca naturaleza:
que el soldado valeroso,
más parece en la cubierta,
al enemigo abordando,
o muerto en cruda refriega,  110
que vivo en ocioso lecho
mientras los demás pelean.
Pidió al capitán Urbina
le encargase la defensa
del puesto más peligroso;  115
y cediendo a sus enérgicas
—80→
instancias, junto al esquife
le coloca en la galera
con otros doce soldados.
Y tal fue la resistencia,  120
el vigor y heroico esfuerzo
que mostraron en la empresa,
que más de quinientos turcos
mataron en su galera,
y el estandarte de Egipto  125
de su denuedo fue presa.
Tres arcabuzazos tuvo
Cervantes en la refriega,
y, nobles lauros ganando,
perdió la mano siniestra.  130
Pero ¿qué son las heridas
sino brillantes estrellas
que al valeroso estimulan,
y dan honra al que las lleva?
Y más, cuando son ganadas  135
en la jornada más cruenta
que presenciaron pasados
ni futuros ver esperan.
Tuvieron estos servicios,
alabanza y recompensa,  140
del príncipe generoso
don Juan de Austria, que acrecienta
su paga, y con sus palabras
lo elogia, admira y consuela.
Pasó en Mesina Cervantes  145
su larga convalescencia:
y apenas restablecido,
—81→
embárcase en las galeras
del gran Álvaro Bazán,
rayo temido en la guerra,  150
y a las órdenes de Ascanio
Colona, se halló en las nuevas
jornadas de Navarino,
de Corfú y de la Goleta,
donde dio grandes ejemplos  155
de valor y de experiencia.
A Sicilia luego torna
siguiendo al duque de Sesa;
y acabada la campaña,
viéndose falto de hacienda,  160
y sobrado de servicios,
después de tan larga ausencia,
volver resuelve a su patria
en donde alcanzar espera
el galardón merecido  165
por sus acciones de guerra.
El serenísimo príncipe
luego le otorga licencia,
y a su hermano el rey de España
celoso le recomienda.  170
De jefes y capitanes
cartas expresivas lleva,
encomiando su valor,
sus servicios y proezas.
Todo a Cervantes sonríe,  175
su porvenir se presenta
radiante de luz vivísima,
fausta y propicia su estrella.
—82→
¡Cuántos ensueños dorados
su joven mente atraviesan!  180
¡Qué rico va de esperanzas,
al dar al viento las velas
de Nápoles en el puerto
en la española galera
del Sol llamada, que es sol  185
del cielo de sus quimeras!
Bogando va por los mares
ansioso de ver la tierra
de España; mas la fortuna
inconstante, varia y ciega,  190
en vez de los patrios lares,
tierra extraña le reserva.
En vez de padres y amigos,
con enemigos encuentra,
y en vez de la libertad  195
halla pesadas cadenas.
Una escuadra de galeotes
topa en su rumbo y le cerca,
vida y libertad defienden
los de la hispana galera;  200
mas al fin ceden al número,
y se rinden a las fuerzas
del arraez Dalí-Mamí
que a Argel conduce su presa,
y esclavo de la morisma  205
queda el valiente Saavedra.

(Del libro Romancero Español Contemporáneo. Tomo XI)



  —83→  

ArribaAbajoRubén Darío




ArribaAbajoUn soneto a Cervantes


ArribaAbajo    Horas de pesadumbre y de tristeza
paso en mi soledad. Pero Cervantes
es buen amigo. Endulza mis instantes
ásperos, y reposa mi cabeza.

   Él es la vida y la naturaleza,  5
regala un yelmo de oros y diamantes
a mis sueños errantes.
Es para mí: suspira, ríe y reza.

   Cristiano y amoroso y caballero
parla como un arroyo cristalino.  10
¡Así le admiro y quiero,

   viendo cómo el destino
hace que regocije al mundo entero
la tristeza inmortal de ser divino!

(Del libro Poesías).

  —84→  


ArribaAbajoLetanía de Nuestro Señor Don Quijote


ArribaAbajo    Rey de los hidalgos, señor de los tristes,
que de fuerza alientas y de ensueños vistes,
coronado de áureo yelmo de ilusión;
que nadie ha podido vencer todavía,
por la adarga al brazo, toda fantasía,  5
y la lanza en ristre, toda corazón.

   Noble peregrino de los peregrinos,
que santificaste todos los caminos
con el paso augusto de tu heroicidad,
contra las certezas, contra las conciencias  10
y contra las leyes y contra las ciencias,
contra la mentira, contra la verdad...

   Caballero errante de los caballeros,
barón de barones, príncipe de fieros,
por entre los pares, maestro, ¡salud!  15
¡Salud, porque juzgo que hoy muy poca tienes,
entre los aplausos o entre los desdenes,
y entre las coronas y los parabienes
y las tonterías de la multitud!
—85→

   ¡Tú, para quien pocas fueran las victorias  20
antiguas, y para quien clásicas glorias
serían apenas de ley y razón,
soportas elogios, memorias, discursos,
resistes certámenes, tarjetas, concursos,
y, teniendo a Orfeo, tienes a orfeón!  25

   Escucha, divino Rolando del sueño,
a un enamorado de tu Clavileño
y, cuyo Pegaso relincha hacia ti;
escucha los versos de estas letanías
hechas con las cosas de todos los días  30
y con otras que en lo misterioso vi.

   ¡Ruega por nosotros, hambrientos de vida,
con el alma a tientas, con la fe perdida,
llenos de congojas y faltos de sol,
por advenedizas almas de manga ancha  35
que ridiculizan el ser de la Mancha,
el ser generoso y el ser español!

   ¡Ruega por nosotros, que necesitamos
las mágicas rosas, los sublimes ramos
de laurel! Pro nobis ora, gran señor.  40
(Tiembla la floresta de laurel del mundo,
y antes que tu hermano vago, Segismundo,
el pálido Hamlet te ofrece una flor.)

   Ruega generoso, piadoso, orgulloso;
ruega casto, puro, celeste animoso;  45
por nos intercede, suplica por nos,
—86→
pues casi ya estamos sin savia, sin brote,
sin alma, sin vida, sin luz, sin Quijote,
sin pies y sin alas, sin Sancho y sin Dios.

   De tantas tristezas, de dolores tantos,  50
de los superhombres, de Nietzche, de cantos
afonos, recetas que firma un doctor,
de las epidemias de horribles blasfemias
de las Academias
¡líbranos, señor!  55

   De rudos malsines,
falsos paladines
y espíritus finos y blandos ruines,
del hampa que sacia
su canallocracia  60
con burlar la gloria, la vida, el honor,
del puñal con gracia,
¡líbranos, señor!

   Noble peregrino de los peregrinos,
que santificaste todos los caminos  65
con el paso augusto de tu heroicidad,
contra las certezas, contra las conciencias,
y contra las leyes y contra las ciencias,
contra la mentira, contra la verdad...

   ¡Ora por nosotros, señor de los tristes,  70
que de fuerza alientas y de ensueños vistes,
coronado de áureo yelmo de ilusión;
que nadie ha podido vencer todavía,
—87→
por la adarga al brazo, toda fantasía,
y la lanza en ristre, toda corazón!  75

(Del libro Poesías).



  —88→  

ArribaAbajoAntonia Díez de Lamarque




ArribaAbajoA Cervantes


ArribaAbajo    Nace y pausado crece
entre arbustos y flores
magnífico laurel: gallardo ofrece
al viento sus renuevos cimbradores;
y el firme tronco y la inmortal verdura  5
con que su noble frente se engalana,
revelan, de su vida en la mañana,
alta grandeza y majestad futura.

   En derredor cien árboles en tanto
émulos de su mágica hermosura,  10
al par extienden su florido manto:
Ricos también en galas,
logran más que el laurel vivos loores,
y el viento los arrulla con sus alas,
y en la selva descuellan cual señores.  15

   La edad no empero se desliza en vano:
Entre todos, con firme poderío,
el árbol soberano
alza su copa en breve,
su copa, que jamás rindió el Estío,  20
que afrontó al rayo y resistió a la nieve.
Sube: desde su altura
brinda al valle, benéfico, su sombra;
—89→
lo admiran la floresta y la llanura,
y el campo todo sin cesar le nombra  25
timbre del bosque, poderoso y fuerte,
que ha de arrostrar las iras de la muerte.

   Tal tu nombre con creciente vida,
gran, Cervantes, elévase hasta el cielo
en vano tu existencia combatida  30
pasó en perenne duelo;
justicia al fin hallaron
de tu genio sublime las creaciones,
que entre el aplauso universal brillaron:
Hoy tu poder la ilustración aclama,  35
su más digno lugar te da la historia,
y el mundo todo con amor te llama
prez de tu siglo, de tu patria gloria.

   ¿Y cómo no? Tu acento
digno y potente en las edades vive,  40
y, ¡oh privilegio que tan solo alcanza
el genio que de Dios su luz recibe!
Al par que al sabio pensador suspende,
al pueblo indocto llega
y el pueblo lo comprende;  45
y en sus horas de calma
el libro insigne a repasar se entrega
que tan grato solaz brinda a su alma.

   ¡Tu obra inmortal! Cervantes, por ventura
¿puede haber quien no admire tal tesoro?  50
El valor, la lealtad, la fe más pura
—90→
resaltan en sus páginas de oro;
ellas, que fueron con dolor escritas,
ofrecen lenitivo a los dolores
con donaires y gracias infinitas;  55
y ellas, también, con flores
quizás verdades misteriosas velan,
perlas ocultas que codicia el mundo,
y que en su afán profundo
cuantos te admiran descubrir anhelan.  60

   ¿Será ilusión del alma entusiasmada?
¿Acaso en el Andante Caballero,
que supiste pintar con tal belleza,
y en el rudo Escudero
se ve la humanidad representada?  65
¿Es el uno el espíritu anhelante
que hasta el cielo se encumbra,
que, soñador benéfico, engrandece
cuanto en redor vislumbra,
y odia los vicios, las virtudes ama,  70
a la suprema perfección aspira,
y en defensa del bien digno se inflama?
¿En el otro se mira
de la tosca materia el fiel traslado,
con el alto idealismo siempre en guerra,  75
por groseros instintos arrastrado,
sediento de los goces de la tierra?
Sí; el ideal del bien era tu guía;
¿qué importa que tan sólo fuesen antes
enigma de los siglos, tus lecciones  80
contiendas de quiméricos gigantes,
—91→
batallas de fantásticas legiones?
¿Qué importa que tu voz no comprendieran?
Fue el bien tu inspiración, digno tu anhelo
y el paladín de causa noble y santa  85
justos aplausos hallará en el suelo
y, aunque vencido, en triunfo se levanta.

   Mas, ¿cómo en los extensos horizontes
que tu libro sublime
al pensador ofrece,  90
intenta penetrar la mente mía?
Querer adivinar altos misterios
con limitada comprensión, sería
el afán atrevido
de comprimir el Atlas con la mano,  95
o en vaso reducido
toda el agua, encerrar del Océano.
Sentimiento no más es la poesía;
un grito de dolor o de ventura
que el corazón exhala  100
cuando elevado objeto lo conmueve...
La que hoy, osado, a dedicar se atreve,
mi pobre numen al autor divino,
es solo flor sin galas ni frescura,
que nació del amor al aura pura  105
y el entusiasmo arroja en su camino.
Ilustres vates que a mi patria honoran
ofrecerle podrán guirnaldas bellas
que resistan del tiempo al duro ultraje,
con alta inspiración, rindiendo en ellas  110
al egregio escritor digno homenaje.
—92→

   ¡Gloria al genio inmortal! Su nombre amado
de orgullo a España llena,
y entre aplausos perpetuos repetido
de nación en nación triunfante suena.  115
Y esa corona que el saber le ofrece,
no en busto frágil de grosera arcilla
ceñida resplandece;
que, completo tesoro,
la chispa celestial del genio brilla  120
sobre estatua magnífica de oro.
Sí; que no solo el escritor fecundo,
de las musas encanto y regocijo,
en él acata el mundo;
de la patria del Cid preclaro hijo,  125
aún sediento de nuevas aureolas,
cristiano insigne, del Infiel espanto
a las heroicas armas españolas
dio renombre en Argel, gloria en Lepanto.
Y por que nada a su grandeza falte  130
ostenta para honor el nombre ibero,
su lauro de poeta, en rico esmalte,
la sangre generosa del guerrero.

   Y si un instante el velo misterioso
a descorrer la ilustración alcanza  135
de su modesto hogar, allí aparece
el hombre infortunado
a quien nunca halagó dulce esperanza.
De santa abnegación digno modelo,
por las prendas queridas  140
de su constante anhelo,
—93→
de trabajo hizo esclava su existencia;
y él, a quién conceder el Cielo plugo
de clara inteligencia
los más altos favores,  145
firme sufrió de la miseria el yugo,
afrentas devorando entre dolores.

   Dechado de cristianos caballeros;
después de Dios, a quien amó ferviente,
el objeto más caro  150
la patria fue de su cariño ardiente.
Los pueblos que hoy dispútanse su cuna
miraron con desdén y desamparo,
y él, sin queja importuna,
ni acusación cobarde,  155
del santo fuego que en su pecho ardía
hizo ante todos con orgullo alarde.

   ¡Prez a su nombre! Que cual hora suene
entre alabanzas en la edad futura
y de entusiasmo a las edades llene:  160
Que hoy el pueblo que amó con tal ternura
en cada corazón le ofrezca un templo,
y ¡plazca al Cielo, por mayor victoria,
que ya que España en él funda su gloria,
a sus hijos al par sirva de ejemplo!  165

(Esta Oda obtuvo el primer premio en el Certamen poético celebrado por la Real Academia Sevillana de Buenas Letras en el año de 1873).



  —94→  

ArribaAbajoLuis R. Fors




ArribaAbajoA Don Quijote de la Mancha


ArribaAbajo   Si no eres Par, no hay Par que a ti se iguale:
no hay par posible en tu sin par firmeza,
que al par tuyo, resista la tristeza,
y tu suerte sin par no le acorrale.

   No hay Par posible en lo que tu alma vale;  5
ni en los Pares de Francia hubo fiereza
que estuviera a la par de la entereza
que en tu sin par destino sobresale.

   Nunca los Pares, como tú, lucharon
por la idea sin par de ignota clama,  10
ni al par tuyo sus pechos se abrasaron

   en más noble ideal y hermosa llama.
A tu alma sin par, nunca llegaron
los doce Pares que, cantó la fama.

La Plata, 1902.



  —95→  

ArribaAbajoAntonio Hurtado




ArribaAbajo El facedor de un entuerto y el desfacedor de agravios


Historia breve de un muerto relatada por sus labios


Cuadro de costumbres del siglo XVII, escrito en conmemoración de Cervantes



I

ArribaAbajo    Allá por aquellos tiempos
que asombran al recordarse,
porque lucen en la historia
con esplendores radiantes:
en esos tiempos dichosos,  5
envidia de otras edades;
tiempos que dieron a España
con poder incontrastable,
la posesión de la tierra
y el dominio de los mares;  10
en esos tiempos felices
en que a glorioso certamen
se llamaron a porfía
letras, armas, ciencias y artes;
certamen que está pendiente  15
y que no ha resuelto nadie,
—96→
porque ni entonces se supo,
y aún hoy mismo no se sabe,
si Marte triunfó de Apolo,
si Apolo triunfó de Marte;  20
en esos tiempos que digo,
y que hicieron inmortales,
de un lado Don Juan de Austria,
modelo de capitanes,
de otro frey Lope de Vega,  25
el monarca de los vates;
y, en fin, a cuya grandeza
sirve de ilustre remate
la imperecedera fama
del buen Miguel de Cervantes;  30
si las historias no mienten
y archivos cuentan verdades,
dicen que por esos días
hubo en Madrid una calle,
y en la calle una plazuela,  35
ni muy chica ni muy grande.
No era, por cierto, el tal sitio
ni vistoso ni notable;
la calle más que mediana
entre humilde y entre grave;  40
la plazuela escueta y pobre
con visos de miserable;
sin pizca alguna de adorno,
desprovista de ramaje,
abierta por todos lados  45
como un pastelón de hojaldre;
cuatro bancos de ladrillos
—97→
eran todo su menaje,
desconchados por el uso,
por la lluvia y por el aire.  50
Sin embargo, aunque tal centro
era poco deleitable;
aunque el espacio era estrecho
y escaso en comodidades,
era allí la concurrencia  55
tan numerosa y constante,
que jamás halló el cansancio
lugar donde aposentarse.
¿Por qué razón o motivo
en un sitio semejante,  60
se agolpaba diariamente
concurso tan formidable?
Al registrar de la corte
los planos y los anales,
la respuesta es muy sencilla  65
y la explicación muy fácil-.
-Era la calle del Prado
entonces, como esos baches
que se llenan con las aguas
que afluyen de varias partes.  70
Por un lado le enviaban
su concurso los Corrales,
solar de la patria escena
y humilde cuna del arte.
De otro lado San Gerónimo  75
mandaba seis paseantes;
calles de León y Francos
que están cosidas al margen,
—98→
daban suelta alegre y franca
a gaiteros y rufianes,  80
vecinos de Cantarranas
y honor de sus arrabales.
Y es que siendo la plazuela
de tales arroyos cauce;
siendo, en fin, el Mentidero  85
de histriones y comediantes,
harto claro se concibe
que en tiempos tan memorables,
debió ser cosa de gusto
ir por allí a solazarse.  90
Porque al tal punto acudían
hidalgos de tal pelaje,
se hablaba allí de tal modo
de cosas y asuntos tales,
con tan varias actitudes  95
y tan raros ademanes,
que, el que una vez presenciaba
los mil y un curiosos lances
a que daban forma y vida
sus disputas siempre graves,  100
impelido de una fuerza
de atracción insuperable,
bajaba allí eternamente
por mañanas y por tardes,
a fin de encontrar asiento  105
y no perder ni un detalle
de todo cuanto ocurría
en aquel breve aquelarre.
Pues era la tal plazuela
—99→
nuevo campo de Agramante,  110
por el murmullo una selva,
un mar por el oleaje,
colmena por el zumbido,
por la muchedumbre enjambre:
y en fin, por decirlo todo  115
de una vez y en pocas frases,
era aquel sitio, el reflejo,
copia fiel, y viva imagen
de un patio lleno de locos
en una casa de Orates.  120


II

    Rey de aquella monarquía
era un hidalgo fiambre,
grotesco por su figura,
y grotesco por su traje.
Llamábase Gil Zapata;  125
era delgado de talle,
largo de pies y de manos
y amojamado de carnes.
Sus ojos eran centellas,
todo su gesto vinagre,  130
más hablador que un barbero
por pascua de navidades.
Bigotes desparramados
adornaban su semblante,
cuyas puntas parecían  135
dos torcidos gavilanes;
—100→
y en su cuello acartonado
se asomaba vergonzante,
una nuez de tal volumen,
tan movediza y tan frágil,  140
que, brújula de cocinas,
y barómetro del hambre,
era de las que Quevedo
llama afrentas del gaznate,
porque en busca de mendrugos  145
de los guargueros se salen.
El sombrero rasurado
encubridor del pelamen,
era soberbio de faldas
con sus puntas de alamares.  150
Cintillo nunca lo tuvo;
pero en cambio su plumaje
era como los llorones
que al pie de las tumbas yacen,
meciendo eternos responsos  155
sobre el resquiescant in pace.
La gorguera... ¡qué gorguera!
No vino mayor de Flandes,
ni tuvo rueda de carro
llanta de mejor encaje.  160
La capa... ¡Dios la bendiga!
Jamás la llevó estudiante
más lucida de remiendos,
ni más supina de estambres.
Sujeta por un corchete  165
y echada atrás al desgaire,
dejaba ver un coleto
—101→
terso como el azabache,
una espada toledana
con honores de montante,  170
gregüescos de cordoncillo,
calzas sembradas de parches
sujetos por los jarretes
con dos ligas de granate,
y, en fin, zapatos de punta  175
y orejas descomunales,
con dos vidrios sobrepuestos
con asomos de diamantes.
Verle era cosa de pasmo,
cosa de asombro escucharle;  180
más locuaz que un zapatero,
más embustero que un sastre,
alma y vida de aquel sitio,
bullendo por todas partes,
ora relatando triunfos  185
de sus verdes mocedades,
ya refiriendo derrotas
de poetas y juglares,
no dejando fama a vida,
ni honra en que no se cebase,  190
era el Señor Gil Zapata
encarnación ambulante
de esos críticos de oficio,
legos, pero lenguaraces,
que a todo el mundo maltratan,  195
sin guardar respeto a nadie.
Por esto, por su figura,
o tal vez por su carácter,
—102→
más emprendedor y osado
que el de un caballero andante,  200
el Quijote de la villa
dieron al cabo en llamarle;
que era tal su extravagancia,
su fama tanta y tan grande,
que en Madrid le conocían  205
desde el Prado al Manzanares,
desde el Campo de Manuela
hasta la Ermita del Ángel-.
-Era también de aquel sitio
fijo y perenne cofrade,  210
otro hidalgo de buen rostro
aunque enfermo y venerable.
Su estatura era mediana:
descolorido el semblante;
la boca un tanto risueña,  215
el mirar dulce y afable,
la barba poca y mal puesta,
la frente espaciosa y grave,
corto el cabello, y más blanco
que las nieves de los Alpes.  220
Llevaba un ancho sombrero
sin cintas ni tafetanes:
jubón de estameña oscura
con las aldetas iguales;
gregüescos bastante usados  225
con su poco de follaje;
calzas bordadas de verde,
capilla corta y flotante,
espada y daga en el cinto,
—103→
y un bastón en que apoyarse.  230
Llegaba allí lentamente
fatigoso y jadeante:
dábanle asiento en un banco
por respeto a sus achaques;
y embebecido y gozoso  235
entre histriones y farsantes,
pasaba el tiempo escuchando
aquellos fieros y alardes,
hasta que soplando al cabo
las auras vespertinales,  240
le ahuyentaban de aquel sitio
con paso tardo y cobarde,
como el que marcha abrumado
por la edad o los pesares.
¿Quién era? Nadie lo supo  245
ni intentó saberlo nadie
que en sitio de tanta vida,
¿qué importaba aquel cadáver?
Sólo una tarde, una sola,
tomó en la contienda parte,  250
por que el bueno de Zapata,
siempre mordaz y punzante,
entre un corrillo de gente
que alababan su donaire,
soltó estas rudas palabras  255
en son de duro vejamen.
—104→


III

    -¡Si le conocí! ¡Pardiez!
¡Mucho que sí, vive Cristo!
Nunca usarcedes han visto
un hombre de tal jaez-.  260
Ruin, envidioso, altanero,
de condición desabrida,
jamás alcanzó en su vida
un amigo verdadero.
Que desde su edad más tierna  265
rufián de todo bodigo,
fue eterno huésped y amigo
del figón y la taberna.
Galán de cualquier Anarda,
ya estudiante, ya soldado,  270
vivió siempre acompañado
de las gentes de la carda;
que inclinado al regodeo
buscó amistades en suma,
en la nata y en la espuma  275
de los héroes del bureo.
¿Qué rufián con mayor brillo,
sus costumbres describió?
¡Cuenten su gloria sino
Rinconete y Cortadillo!  280
¿No es cosa que da mancilla
aquel relato sin tasa
de cuanto sucede y pasa
en la cárcel de Sevilla?
—105→
¿No es propio de una persona  285
que bajos sitios frecuenta,
su afición a toda venta,
su amor a toda fregona?
¿No es cosa desatinada
y que excede a toda empresa,  290
rebajar a una princesa
a ser moza de posada?
¿Pues quién con mayor empero
de su ruindad pruebas dio,
cuando a los tunos pintó  295
en su Celoso Extremeño?
¡Pues monta y otra que tal!
¿Quién le vence y le descalza
cuando celebra y ensalza
la vida del hospital?  300
Cuadros de tal condición,
¿no dicen, voto a mi nombre,
que fue Cervantes un hombre
de muy baja inclinación?
Forzoso es decir amén  305
en prosa clara y distinta,
pues solo muy bien se pinta
lo que se siente muy bien.
¡Pues digo!... ¿No prueban nada
las gentes de su Quijote?  310
¡El corchete... el galeote,
el ventero, la criada,
Maese Pedro, el bachiller,
el capellán, el barbero,
el pastor, el arriero,  315
—106→
las doncellas de alquiler!
Y como si fuera poco
tanto y tanto disparate,
dos héroes de gran quilate,
¡un majadero y un loco!  320
¿No declara su ruindad
el fiel retrato que encierra,
aquel mozo que a la guerra
iba por necesidad?
¡Pues diga si fue altanero  325
y de condición esquiva,
el Cardenal Aqua-viva
que fue su amparo primero!
¿A Italia no le llevó
de su ingenio aficionado?  330
¡Pues cómo por ser soldado
del cardenal se apartó!
¡Juro a Dios que no le abona
decisión tan extremada;
que dejó una casa honrada  335
por correr la vita bona!...
Si lidió con gran quebranto
cuando en Lepanto lidió,
¿cómo el rey no le premió
cuando volvió de Lepanto?  340
Cuentan que estuvo en Argel
algunos años cautivo;
pero tornó, y ¡por Dios vivo
que nadie se acordó de él!
Y pues no logró el favor  345
que del rey se prometía,
—107→
es que el rey no lo daría
por hombre de gran valor.
Por eso asaz contrariado,
volvió a Sevilla mohíno;  350
¡y fue, hallarlo en mi camino,
encuentro bien desdichado!
Pues farsante de aleluya
tales comedias me dio,
que logré una silba yo  355
por cada comedia suya.
Perdónele el cielo; amén,
mi desdicha sin igual;
que, si yo lo hice muy mal
él, a fe, no lo hizo bien.  360
Reñí con él, vive Dios,
a causa de tales daños,
y hasta después de mil años
jamás nos vimos los dos.
Encontrele aquí en Madrid  365
abrumado con exceso;
y supe entonces que preso
estuvo en Valladolid.
Achacáronle la muerte
de un Don Gaspar de Ezpeleta,  370
galán, bizarro, poeta,
y espadachín de gran suerte.
Nadie sabe la razón
que medió en lance tan serio;
la cosa está en el misterio,  375
mas dice que hubo traición.
Después circuló otra hablilla;
—108→
pues se refiere y comenta,
que a causa de cierta cuenta
fue preso en Argamasilla.  380
Lo que hubiere en ambos casos
no lo sé; mas yo aseguro
que fue en su conducta oscuro
y hombre de muy malos pasos.
Y algo de verdad habría  385
en todo cuanto le infama,
cuando a pesar de su fama
el mundo entero le huía.
Pues harto sabido es
de propios como de extraños,  390
que ni el curso de los años,
ni su renombre después,
lograron al fin borrar
las huellas de su pasado;
que a ser hombre más honrado  395
no hubiera aquí que contar.
-¿Mas quién ignora el por qué
de la fama de su historia?
¿No está aún fresca la memoria
de su torpe Buscapié2  400
¿No logró con tal ardid
y tocando tal resorte,
herir a toda la Corte
y a los grandes de Madrid?
—109→
¿No vio en su ruin intento  405
y en su insolente osadía,
que, hecho Quijote, embestía
contra molinos de viento?
¿No recordó en su venganza
que, autor de sus propios daños,  410
lidiaba con los rebaños
que vio un día Sancho Panza?
Por eso al verle en tal brega
pusiéronle el rostro acedo
Don Francisco de Quevedo  415
y el buen Frey Lope de Vega.
Por eso a las turbias olas
de aquel piar alborotado,
dejáronle abandonado
los hermanos Argensolas.  420
Por eso no halló Mecenas
que le otorgara favor;
que el que vive sin honor
muere a manos de sus penas.
Tiempo ha ya que no le veo;  425
¡pero tal Cervantes fue!
-¿Ha muerto? -Yo no lo sé-.
-Si ha muerto, ¡en paz y laos Deo!
Rompió al terminar Zapata
el concurso en risas tales,  430
que hay quien dice que sus ecos
se oyeron hasta en el Carmen.
Mas alzándose el anciano
en guisa de replicarle,
las risas fueron silencio  435
—110→
y atención la bulla de antes;
que era tal su continente,
su voz tan solemne y grave,
que impuso a todos respeto,
cuando pronunció estas frases:  440


IV

   -«Perdonad, buenos hidalgos,
que tercie yo en este asunto,
que en honor de ese difunto,
hay que hablar algo, y aún algos-.
La suerte con él ingrata  445
aún le acosa y escarnece;
más yo sé que no merece
las diatribas de Zapata.
-¿Le conoció vuesarced?
Preguntó el Zoilo enemigo.  450
-Fue en la tierra tan mi amigo
del cielo por la merced,
(repuso el viejo con calma),
que os puedo jurar, por Dios,
que fuimos siempre los dos  455
un solo cuerpo y un alma-.
-¿Un solo cuerpo?
-¡Pardiez!-
Con él viví tan unido,
que su propia sombra he sido
en la infancia y la vejez.  460
-¿Su propia sombra?
—111→
-¡Y aún más!
-Y aquí Zapata muy listo
dijo: -¡Pues juro por Cristo
que no os vi con él jamás!
-Pues yo, su amigo más fiel,  465
os devuelvo la partida;
que él jamás os vio en su vida
y aún hay más; ni vos a él-.
Zapata dando un rebote
exclamó: -¿Cómo que no?  470
¿Pues a quién le debo yo
el mote de Don Quijote?
¿En quién pensó sino en mí
cuando trazó su figura?
¿No dice mi catadura  475
que yo su modelo fui?
-Deje usarced la honra queda
del autor original,
que si en vos pensó algún tal
juzgo que fue Avellaneda-.  480
Que al veros del pie al copete
puede decir el más zote:
«Esto no es aquel Quijote
del ilustre Cide-Hamete».
Y aquí una gran carcajada  485
el coloquio interrumpió;
tanto que Zapata echó
con furia mano a la espada.
Dio el anciano un paso atrás
y dijo erguido y derecho:  490
eso mismo que habéis hecho
—112→
me lo prueba más y más.
Que nunca Alonso Quijano
que fue hidalgo y caballero,
hubiera olvidado el fuero  495
que se debe a todo anciano.
Y ante el supremo desdén
de aquel viejo contra un mozo,
gritó el concurso con gozo;
¡muy bien, hidalgo, muy bien!  500
-Y otro gritó -«atrás la escoria
que infama a los comediantes;
que hable el viejo de Cervantes
pues sabe mejor su historia».
Y aprestado para oír  505
se agrupó el concurso atento,
y alzando el viejo su acento
así comenzó a decir:
-«Dios que el espacio ilumina,
foco en quien todo se encierra,  510
Criador del cielo y la tierra
que el mar refrena y domina,
cuando pretende mover
el mundo a su ley sujeto,
para que llene su objeto  515
forma de la nada un ser.
Y envuelto en carnal sudario,
de un soplo al mundo le envía,
y le hace correr la vía
de su sangriento calvario:  520
de ese manantial de bien
de tristísima memoria,
—113→
que abre camino a la gloria
desde el portal de Belén.
Y en pos de la eterna luz,  525
como un ángel desterrado,
va por el mundo cargado
con el peso de su cruz.
¿Quién sabe lo que ese ser
sufre errante y peregrino  530
en el penoso camino
que Dios le obliga a correr?
Pisando zarzas y abrojos,
siempre devorando agravios,
con la sonrisa en los labios,  535
y con el llanto en los ojos,
a cada paso que da
brota una herida en sus pies:
¿Qué importa saber quién es,
a qué viene y dónde va?  540
Con daño el bien que desea
paga el mundo en su delirio;
que ¿cuándo no halló el martirio
el apóstol de la idea?
¿Cuándo sin áspera saña  545
no fue ese ser maltratado,
hasta llegar destrozado
del Gólgota a la montaña?
¡Ay!, sólo cuando en la cruz
el mundo le ve sin vida,  550
y advierte que cada herida
derrama un rayo de luz,
entonces es cuando ardiente
—114→
lanza el mundo un alarido,
y humilde y arrepentido  555
hunde en el polvo su frente.
¡Tardo pesar! -¡Tarda fe!-
¡siempre después! -¡jamás antes!-
-¡Tal, hidalgos, de Cervantes
la triste existencia fue!-  560
Nació pobre a la verdad,
huérfano cruzó la tierra,
y le condujo a la guerra
la dura necesidad.
Sujeto a la estrecha ley  565
y al rigor de la milicia,
fue su norte la justicia,
su amor la patria y el Rey.
Por ambos con gran quebranto
allá en Lepanto lidió;  570
si mercedes no adquirió,
honra conquistó en Lepanto.
Que para eterna memoria
de su aliento soberano,
ganó, al perder una mano,  575
su más noble ejecutoria.
Siguiendo su negro sino
tras una y otra fatiga,
tiñó con sangre enemiga
las aguas de Navarino.  580
Como hidalgo y español
cumplió con lo que debía;
y al tornar a España un día
en la Galera del Sol,
—115→
cautivo y llevado a Argel  585
sufrió dolores sin cuento-;
y cállome aquí un intento
que saben el cielo y él;
que a no haber sido infecundo
por culpas de un renegado,  590
juzgo que el pobre soldado
hoy fuera asombro del mundo.
Después de lances tan varios
recobró su libertad:
¡Dios premie la caridad  595
de los Padres Mercenarios!
Esa celestial legión
que, haciendo al infierno guerra,
es la virtud de la tierra,
gloria de la religión.  600
Tornó, pensando encontrar
lleno su hogar de alegría:
¿Mas cuál su pesar sería
viendo desierto su hogar?
Lloró con dolor profundo  605
la muerte de un padre anciano;
pobre y ausente su hermano,
sin madre y solo en el mundo.
¿Qué hacer? Con hondo clamor
pidió amparo a cielo y tierra;  610
mas ¡cuánto se engaña y yerra
quien pide al mundo favor!...
¡El mundo!... ¡eterno ruido,
vanidad y engaño eterno!...
¡imagen fiel del infierno!...  615
—116→
¡negra mansión del olvido!
¿Quién le demanda consuelo
ni funda en él su esperanza?
-El consuelo no se alcanza
sin la intervención del cielo-.  620
Solo, pobre y sin abrigo
tornose a Dios soberano,
con la fe de un buen cristiano,
con la humildad del mendigo.
Dios le señaló su cruz,  625
trazole su propia vía,
y él con gozo y alegría
siguió el rastro de su luz-.
Teniendo al hombre en muy poco,
quiso, con osado acuerdo,  630
hacer al mundo más cuerdo
con el ejemplo de un loco.
Vana empresa y ciego afán,
que el hombre enfermo y sin cura,
vive en perpetua locura  635
desde el pecado de Adán.
Por eso con rudo azote
el mundo le maltrató;
y es que con ira se vio
retratado en el Quijote.  640
Espejo cuyo cristal
espanto y dolor inspira;
que en él pintada se mira
la locura universal-.
Porque ¿a quién no se le alcanza  645
que en todo ser hay de loco
—117→
del buen Don Quijote un poco
y un poco de Sancho Panza?
¿Quién no afirma en buena ley
que en ese mundo enemigo,  650
la locura del mendigo
es igual a la del rey?
Si por esta conclusión,
así a Cervantes se trata,
yo os digo, señor Zapata,  655
que habláis con poca razón.
Si el mundo con ruin malicia
por hombre infame le dio,
sabed que el mundo mintió,
pues le abonó la justicia.  660
Que nunca halló, voto al Cid
para causarle mancilla,
delito en Argamasilla,
razón en Valladolid-.
Y otra vez, con más acierto  665
hablad del pobre cautivo;
que no sienta mal a un vivo
hablar con honra de un muerto.
Y no digo más, que es tarde,
y tanto hablar me fatiga-.  670
¡Zapata, Dios os bendiga!
¡Hidalgos, que Dios os guarde!
Perdonad si anduve vano
sus glorias al relatar,
que harto debe perdonar  675
la mocedad a un anciano-.
—118→
Y ocultando en el embozo
de su rostro la aflicción,
por la calle del León
se entró lanzando un sollozo.  680
Y con pena sobrehumana
esto murmuró entre sí-:
«Si hoy me difaman así,
¿quién podrá honrarme mañana?».

Quedose el concurso mudo  685
después de palabras tales
como el que escucha una historia
que no tiene desenlace.
-¿Quién es ese?-: dijo uno,
y otro dijo: -No se sabe.  690
-¿Qué apostamos, buen Zapata,
a que ese viejo es Cervantes?-.
Zapata escuchando aquello
se metió por otra calle,
sin responder la pregunta  695
ni satisfacer a nadie.
Mas irritado el concurso
contra su indigno vejamen,
le dio la silva más alta
que ha llevado comediante.  700
—119→

Y hoy, ya lo ves, sombra augusta;
¡ya lo ves!, ante tu imagen,
tu patria entera se agrupa
para aplaudirte y honrarte.
Que hoy han venido a rendirte  705
su admiración y homenaje,
con el valor la hermosura,
y con las ciencias las artes.
Y en magnífico concierto
rasgan mil voces los aires  710
que en son de entusiasmo dicen:
¡Gloria a Miguel de Cervantes!

Madrid, 22 de abril de 1869.